No tengo más remedio que bajar a Madrid a pesar de las recomendaciones del Ayuntamiento. La ciudad está colapsada por la huelga del Metro y de los autobuses urbanos. Además hay diez o doce manifestaciones como todos los días.
Llego a mi destino y logro aparcar el coche en buen sitio. Una hora después, como el tráfico es infernal, decido hacer la oración en una iglesia cercana, a la espera de tiempos mejores.
No veo a Jordi, el mendigo canario que presumía de catalán porque, según me dijo, pasó en Tarragona “los mejores años de su vida”.
Luna, una rumanita adolescente de ojos tristes, sí que está en su puesto.
―¿Qué ha sido del catalán?
―Se murió.
Me da un vuelco el corazón, pero no digo nada. Un colega de calle y de acera, me da más detalles.
―Iba mal del hígado por culpa de la ginebra. No se puede vivir siempre borracho.
No sabe nada más; ni siquiera su verdadero nombre.
―¿Jordi? No creo. Yo le llamaba “Larios”, por la ginebra.
―¿Dónde está enterrado? ―pregunto al fin―.
―Bajo tierra, como todo el mundo. Nosotros morimos como los pájaros, sin muchas historias.
Ya en el coche empiezo a rezar un responso por Jordi, mientras recuerdo el título de un artículo o un folleto que me ronda desde hace años la cabeza: “dónde se mueren los pájaros”.
Perdonad el laconismo: hoy no estoy para más consideraciones.
Que consolador saber que hay alguien que reza por los más solitarios. Supongo que Dios se encarga de buscar a una persona que rece por sus más peques.
ResponderEliminarUn sacerdote que ya falleció, en las peticiones de la Sta Misa, la última siempre era, "por los que están a punto de morir".
Que en paz descanse, don Enrique.
ResponderEliminarSí nos ha contado cosas de él en este globo, al igual que de otros mendigos del "barrio bien" de Madrid.
ResponderEliminarQue Dios lo tenga en su Gloria junto con Esther y tantos otros, que en esta tierra han sufrido especialmente y Dios -seguro- les tine reservado un lugar junto a él.
creo que me he equivocado, D.Enrique, su nombre era (es) Raquel. Seguro que Dios no tiene olvidado tampoco ese nombre junto con el de Jordi
ResponderEliminarSi, como espero, Larios ha llegado al Cielo, estarán borrachos de alegría.
ResponderEliminar¡Ojalá pudiéramos rezar a san Larios!
Que pena,el domingo que es el aniversario que murió mi padre ,me acordaré de todos ellos también
ResponderEliminaruna curiosidad ,porqué pone el tiempo en Canarias?
ResponderEliminarCreo que ya nos habló alguna vez de este señor. En fin, que descanse en paz y, dentro de la tristeza de la situación, tiene gente aquí abajo que se acuerda de su alma. Me recuerda al Lázaro de la parábola.
ResponderEliminarFantástico artículo y foto del pájaro muerto
ResponderEliminarY el paiseje de fondo del globo muy bonito.
Esta mañana, coincidencia, ha celebrado el sacerdote misa por todos nuestros difuntos (estábamos tres, contándole a él) y me he acordado de sus mendigos. Al menos ellos le tienen a usted. Cuántos hay que no tienen quien les rece un avemaría.
ResponderEliminarPues no le falta razón al compañero mendigo. La verdad es que todos morimos por el estilo y acabamos igual (incorrupciones aparte). Menos mal que, al otro lado, Alguien que nos ha hecho semejantes a Dios nos puede reconocer como de verdad somos.
ResponderEliminarPues por aberse atascado ayer lo de que no esta para muchas consideraciones, es un decir. Pidamos por Larios, mi padre también tenia esa buena costumbre y cada dia al terminar el rosario añadia un Padrenuestro por los que no tienen oracion de nadie. yo si me acuerdo lo hago. Adiosle
ResponderEliminarAntuán, qué bueno eso de tu padre! Me lo apunto, gracias. Un beso
ResponderEliminarMe conecto tarde y mal. La semana pasada un gorrión descubrió que tras las ventanas de los edificios modernos, no continúa el ancho mundo. Se estampó contra el cristal y cayó fulminado.
ResponderEliminarRecuerdo que hace tiempo se preguntó dónde mueren los pájaros.
Gracias a mi amigo Google, lo encuentro:
http://pensarporlibre.blogspot.com.es/2007/04/dnde-se-mueren-los-pjaros.html