La primera vez que se sentó en el confesonario, aquel cura era joven y presuntuoso. Pensó entonces que su misión era ser el depósito de la basura. Y pidió al Señor que nunca se acostumbrara el hedor del pecado.
Años más tarde ha comprendido que también vive rodeado de héroes y pide no acostumbrarse al aroma de la santidad.
Me ha gustado mucho este pensieri, y me ha recordado que por algo es el oficio que da la mayor felicidad. (¿era de un artículo del NY Times?)
ResponderEliminarCuando abrimos el alma con sinceridad mostramos todas nuestras miserias pero también aquellas cositas buenas que podamos tener.
¿Y sigue siendo presuntuoso?
ResponderEliminarEn cualquier caso, me alegro de su inquietud estilista. El globo se ve muy bien.
Yo sigo sin acostumbrarme a que no me dedique una entrada.
Hoy su entrada me ha emocionado mucho por que no sabe lo que cuesta confesarse,
ResponderEliminarClaro que lo sé. Yo también me confieso
ResponderEliminarGracias por su comentario, es una gran ayuda para perseverar. Cuanto cuesta llegar y dejar las miserias y solo las miserias.
ResponderEliminarEs verdad, la santidad es silenciosa y pasa desapercibida.....
ResponderEliminar