La familia, un sueño de Dios
Querido don José…, ¿Me permites que te llame "abuelo" como hago cuando estoy en familia o cuando charlamos sin palabras, tú y yo a solas? Fuiste el padre de un gran santo. Lo sabes bien, porque ahora está a tu lado en el Cielo. A lo mejor le ayudas a clasificar la correspondencia que recibe desde aquí abajo. Es una tarea sencilla porque allí tenéis un correo mucho más veloz y eficaz que el de Internet, y seguro que disfrutas comprobando que ya somos millones los que acudimos diariamente a la intercesión de San Josemaría sin problemas de wifi ni de cobertura.
Sin embargo me temo que no se te dieron bien los negocios. La traición inesperada de un socio y la crisis —siempre hay una crisis al acecho—, te obligaron a cerrar la tienda. Quizá podías haber salvado algo más, pero preferiste cargar sobre tus hombros todo el peso de la quiebra e indemnizar con largueza a tus empleados.
Fuiste todo un señor en la prosperidad y en la pobreza. También cuando trabajabas como dependiente de comercio en Logroño y debías sacar adelante la empresa más importante de tu vida; tu familia. Con tu esposa, Dolores Albás, tuviste seis hijos, cuatro niñas y dos niños. La mayor se llamaba Carmen; luego vinieron Josemaría, Chon, Lolita y Rosario. Por último, cuando ya Josemaría había ingresado en el seminario, nació Santiago.
Eras un gran padre; generoso y recto. San Josemaría recordaba que fuiste "muy limosnero", y llegó a afirmar que te debía su vocación. El Señor te bendijo como a sus predilectos, con la cruz. Fueron tres golpes duros e inesperados: en el corto espacio de cuatro años murieron tus tres hijas más pequeñas. Eran unas niñas. Solo tenían ocho, cinco y un año.
No mucho tiempo después Josemaría te dijo que quería ser sacerdote, y pareció que se rompía tu último sueño. Tu hijo te vio llorar por primera vez. Pero tú sabías que aquello era de Dios y no quisiste ser un obstáculo.
¡Qué gran familia! Ahora estáis juntos en el Cielo, y más unidos que nunca. "Hasta que la muerte nos separe", suelen decir los esposos. Pero la muerte no separa; une y reúne eternamente a los que han sabido vivir desviviéndose en ese ecosistema de amor que llamamos "familia".
Tuviste una esposa santa a la que siempre he llamado "la abuela", y una hija mayor —"tía Carmen"—, que renunció a tener vida propia para ayudar a san Josemaría en la puesta en marcha de las labores de su Obra. Tus tres hijas pequeñas salieron a recibirte en el Cielo cuando el Señor te llamó, el 27 de noviembre de 1924. Sólo tenías 57 años y estabas agotado, exprimido como un limón. Tu hijo Santiago, el pequeño, te ha coronado de nietos y biznietos.
Querido abuelo, como sabes, acaba de concluir en Roma un Sínodo sobre la familia. Algunos medios de comunicación trataron de convertirlo en una especie de parlamento destinado a sustituir el matrimonio tal como Dios lo quiso desde el principio por una institución frágil, sometida a los caprichos e ideologías del momento.
La Iglesia —como no podía ser de otro modo— ha resistido a todas las presiones y ha presentado al mundo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret y el de tantas familias, como la tuya, que están llamadas a ser fermento, levadura, para salvar a este mundo nuestro que algunas veces parece empeñado en suicidarse. Ya lo dijo el Santo Padre Francisco: el matrimonio no es un invento humano "ni una utopía de adolescentes; es el sueño que tuvo Dios para su criatura predilecta".
Dicen que los santos del cielo tenéis encargos y especialidades concretas. Pues ya sé yo a quién voy a pedir desde ahora que eche una mano a las familias con problemas. Déjame que te nombre especial protector de los matrimonios jóvenes, de los chicos y chicas que tienen miedo a comprometerse, de los padres que se sienten incapaces de educar y orientar a sus hijos adolescentes… Y sobre todo, agradece a Dios de nuestra parte que ese sueño suyo se haya hecho realidad en la vida de millones de familias en todo el mundo.
Se agradece, Don Enrique, esta entrada nueva. Bonita y animadora.
ResponderEliminarUn abrazo desde Granada.
Me apunto y apunto a todos los míos a su protección.
ResponderEliminarMerche, yo también me apunto. Gracias, don Enrique, por decir que sí
ResponderEliminarMe uno a su petición.
ResponderEliminarGracias D. Enrique a veces tenemos la idea de que nuestro sufrimiento, es unico, que Dios nos pide cosas insoportables, pero cuando vuelves a leer historias como esta, enseguida te das cuenta que arruinarse y perder tres hijos solo esta al alcance de gente heroica que habita el cielo.
ResponderEliminarGracias
Esas cosas les pasan a mucha gente, y unos lo aceptan y lo viven con el Señor, que acompaña en las alegrías y las penas. Eso es lo que hace la diferencia entre los que están en el cielo y los que no: han sabido dejarse acompañar por Dios y ahora viven con El para siempre.
EliminarGracias ! Me anoto y dejaré a sus pies a varias familias de amigos en problemas y a esas madres que sufren por sus hijos
ResponderEliminarHermosisimas palabras las que acaba de publicar!!! saludos y la bendición desde Caracas/ Vzla
ResponderEliminarMe encantó esta entrada.. definitivamente 'El abuelo'será un gran intercesor para todas las familias... gracias por estas palabras.. Saludos desde Caracas/Vzla
ResponderEliminarD. Enrique. Me permito pedirle que meta en su mochila mi matrimonio... después de 20 años y muchos hijos, estamos en crisis... y necesitamos un buen empujón...
ResponderEliminarMamen, perdona que me entrometa, pero igual esto te anima:
ResponderEliminar"Crisis (del latín crisis) es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución. Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, pues si no serían meras reacciones automáticas como las físico-químicas. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se pueden denominar revolución."
Las crisis tienen algo bueno: indican que el matrimonio está vivo, sujeto a evolución. Duelen, pero tomadlo como si fueran dolores de parto: se avecina algo nuevo, una nueva etapa igual de ilusionante que la primera. ¡Revolucionaos!
Rezaré por vosotros, y sabed que hay Centros de Orientación Familiar en muchas parroquias a los que podeis padir ayuda.
¡Gracias don Enrique!
ResponderEliminarYo también quiero poner bajo su protección a padres jóvenes que viven en familia pero que no se han decidido a casarse, para que den el paso y lleguen a formar una familia con todas las consecuencias. Que sean valientes. Adiosle-pido
ResponderEliminarMuchas gracias !!
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