Septiembre
viene fino. No nos basta la subida del IVA y el síndrome de la vuelta al tajo.
Ahora se han crecido nuestros queridos pirómanos y arde media España.
Desde
el otro lado del Atlántico Manolo me pide explicaciones.
―¿Se
puede saber qué está ocurriendo en esa tierra?
Le
contesto que yo soy inocente y acudo a mi psiquiatra de cabecera (esta vez sí
que vale la redundancia) para que me ilustre.
El
locuaz doctor me larga una compleja conferencia sobre los oscuros circuitos de
la mente humana, y yo me quedo con una de sus afirmaciones:
―La
piromanía es contagiosa y suele estar relacionada con la ira.
―¿Quieres
decir que si uno se siente molesto por la subida de la gasolina, puede
desahogarse comprando dos litros más para quemar un bosquecillo de los
alrededores?
El
experto se encoge de hombros y yo hago el propósito de reflexionar sobre la ira
y escribir algo más serio en el futuro.
Es
bien sabido que una de las características más significativas de nuestros
conciudadanos es la indignación crónica. Los españoles, decía no sé quien, “son
unos sujetos bajitos y mal encarados que se indignan con la lluvia y con la
sequía según toque”.
Quizá
no sea muy justa la afirmación, pero algo de eso hay. En esta tierra nuestra,
la ira no se considera un pecado capital, sino una especie de desahogo visceral
que debe ser fomentado como un derecho humano o una saludable terapia.
¿Se
ha producido una catástrofe? ¿Alguien ha pegado a “su pareja sentimental” con
un bate de béisbol? Inmediatamente aparece un “informador” con un micrófono en
la mano para que los afectados, los vecinos y el barrio entero se indignen en
directo y expresen su rabia con toda suerte de improperios y amenazas.
“La
rabia”. Éste es el sustantivo clave de las entrevistas callejeras. Es preciso
sentir rabia, expresar la rabia, focalizarla, convertirla en gestos, en
escupitajos, en insultos; conseguir que los espectadores que estamos al otro
lado de la pantalla sintonicemos con la furia de los protagonistas de la
noticia.
Hay
programas de televisión que han convertido la ira en espectáculo para pasar la
tarde. Famosos y famosillos de ambos sexos mantienen en pie a la audiencia a
base de insultarse los unos a los otros acusándose de las mayores atrocidades
y, de paso, exhibiendo su propia desvergüenza e impudor. Son gentes que han
cimentado su “fama” precisamente en eso. No saben hacer otra cosa los pobres.
Bueno,
pues ahora resulta que los pirómanos son sólo bípedos cabreados con la
humanidad que se desfogan jugando con fuego. ¡Con lo fácil que sería llevarlos
a uno de esos programas para que expresen su rabia con espumarajos de
indignación!
Ganarían
una pasta y dejarían los bosques en paz.
6 comentarios:
No ha estado mal yo diría que somos demasiado apasionados por no decir esquizofrenicos. Por mi parte y en compaia esta tarde dentro de un rato nos largamos a Turegano a pasar la tarde y ver una corrida de algún novillero desde el entarimao de la plaza. volveremos, nos llevamos la cena y pipas el presupuesto no da na más que pa la gasolina no precisamente para incendiar sino para el tanque del coche. Que disfruteis!. Adiosle
Es indignante que alguien, por yn cabreo, vaya y pegue fuego al monte.¡Habrá se visto!... No, fuera de bromas, es verdad que hay muchos españolitos que todo lo llevan al terreno de la indignación paa empezar. Con lo bella que es la vida!
No te enfades, yomisma, no sea que tu también cojas la gasolina y te lances al monte
No, si yo no estoy enfadada... Como el del chiste:
- tu por que estas tan gordo?
-Por no discutir
-No hombre, no será por eso
-Ah, pues no será por eso.
jajajjaj yomisma!!!
No es lo mismo incendiario que piromano... ni ladron que cleptomano.
Estos lo que son es unos sinverguenzas, patrocinados por otros mayores que ellos mismos.
Habra que ver que "crece" en las hectareas quemadas de aqui a unos años...(autopistas, urbanizaciones, circuitos de velocidad....)
Entonces sabremos por donde iban los tiros!
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