—¿Perdone,
padre, sabe usted cuando embarcamos?
—En
principio, dentro de veinte minutos.
Miro
a mi interlocutor. Se trata de un chaval de menos de treinta años, moreno, guapo
de almanaque, espigado, que viste de modo informal pero con buen gusto.
—¿Y
saldremos en punto?
—Lo
normal es que no nos retrasemos —le digo—. Ahora las compañías aéreas compiten
por la puntualidad.
El
muchacho asiente. Me cuenta que es cubano, lleva seis semanas en España y va a
Madrid en busca de trabajo. En Santa Cruz lo encontró en seguida como cantante
en un lujoso hotel-restaurante, pero ahora quiere ver qué posibilidades
hay en la capital.
—Me
llamo Johan García y canto cualquier cosa: música romántica, boleros, rap,
música internacional… Por cierto, en España…, ¿se piensa mal de los cubanos?
—Al
contrario; tenemos un prejuicio a favor. Nos caéis muy bien.
La
conversación es corta, pero densa. Hablamos de religión, de fe y de música
hasta el mismo instante en que llaman para embarcar al "grupo 1", que
es precisamente el de Yohan.
—¡Nos
veremos en Las Vegas! —me dice—.
Unos
segundos más tardes oigo la vocecita de Marta:
—Oye,
¿me dices cuál es mi grupo?
Marta
tiene 12 años y viaja con un gato en una jaula blanca de lujo.
—Se
llama Miki.
—¿Es
un gato canario o madrileño?
—Nació
en Madrid y ha estado de vacaciones conmigo.
—¿Y
viajas sola?
—Me
esperan en Barajas. Aquí he estado con la familia de "mi-mejor-amiga",
que se llama como yo.
Me
cuenta que estudia en El Pilar y que saca buenas notas, pero en mates no. Sí,
sabe muy bien que van a "hacer santo" a un sacerdote que estudió en
el Colegio, que no recuerda cómo se llama, pero tiene el nombre en la punta de
la lengua…
—A
ver, enséñame la punta de la lengua… ¡Es verdad!: ahí pone "don
Álvaro".
—Eso.
—Espero
que vengas…
Ya
en el avión veo pasar a Marta por el pasillo con la jaula del gato.
—Va-mos-al-baño-los-dos
—me dice vocalizando mucho sin emitir sonido alguno.
11 comentarios:
cada vez que vuelo me pregunto si no estará don Enrique haciendo tiempo mientras embarca. Entonces me pido un café, abro el ipad y vuelvo a leer el "pensar por libre" del día anterior...
Qué dos momentos más buenos!
¡Qué graciosa, Marta!
El otro día, por curiosidad, entré en la página del colegio del Pilar, a ver si decían algo de don Álvaro, pero no encontré nada y me dio un poquito de pena.
Estoy empezando a pensar que estas cosas se las inventa. No es posible que en todos los viajes le pase algo. ¿O sí?
No esperaba esto de ti, Cordelia.
Don Enrique, yo creo que Cordelia
lo dice, bueno que pienso que en broma.
Yo, creo que usted es una persona
muy simpática, agradable, comunicadora, y da pié a entablar
conversación con usted, esas personas de grata compañía. No se
moleste por los halagos por favor.
Yo casi nunca viajo, soy perezosa
para ello, pero me gustaría encontrármelo un día aunque fuera
en en Corte Inglés, le pararía y
lo saludaría con mucho gusto.
Ah, el gato y su jaulita, monísimos.
Te la has ganado, por bocazas...:)
Mis viajes en avión no se parecen nada a los suyos... Sí, también me preguntan cosas, hago de intérprete cuando veo a alguien en apuros o echo un cable a alguno si hace falta, que casi siempre hace. Y hasta hablo. Pero me horroriza. Es como si mi fobia y yo viajáramos de incógnito y solo salgo de mi silencio cuando no me queda más remedio.
Ah, bueno. Rezar por todo el pasaje sí rezo.Y hasta sonrío a la tripulación...aunque en realidad me gustaría salir corriendo.
En uno de los vuelos de este verano me tocó animar al de al lado; es fácil reconocer a un fóbico: se pegan al respaldo cuando despega el avión y no mueven ni un solo músculo. No hacen ningún movimiento ni sonido extraño, más bien son la ausencia total de movimiento. Si alguna vez coincide con alguno, sepa que es fácil que sientan deseos de confesarse.
Sorry, era una broma. Claramente sin gracia. Lo siento.
Conmueven estas historias de casi nada. Me encanta lo de la punta de la lengua... Está hecho un abuelete adorable...
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