Poner
puertas al campo es una expresión que se utiliza para descalificar determinados
proyectos que resultan inabarcables o utópicos. Una imagen muy adecuada si no
fuese porque el campo ya está lleno de puertas y nadie protesta.
Esta
mañana, después de una sesión de confesonario, he salido de La Acebeda con los
prismáticos al cuello y he subido por un camino forestal que bordea la finca.
Iba en busca de un nido de ratoneros que, con toda probabilidad, se encuentra
en lo alto de alguno de los pinos que hay a pocos metros de la finca. También
quería ver Madrid desde lo alto. En esta casa gozamos de una vista espléndida
hacia el Sur. La Acebeda está a 1.220 metros de altura en la ladera de la
Sierra de Guadarrama, y el centro urbano, a 600 o 700 metros según las zonas.
Como la distancia es escasa —cincuenta kilómetros por carretera y bastante
menos en línea recta— los prismáticos me permiten contemplar la Villa y Corte
con las cuatro torres de Chamartín en primer plano. Hoy, además el cielo está
limpio de nubes y la luz de la Sierra es perfecta.
Regreso
de mi "excursión" al cabo de media hora. No hay puertas en el campo
para las aves, pero sí para los humanos. Imposible acceder al pinar a no ser
saltando por encima de una verja que cualquiera sabe si está electrificada.
Miro
hacia Madrid resignado por mi fracaso, y Madrid ya no está; se ha ido. Las
cuatro torres horteras (a quién se le ocurre plantar cuatro rascacielos en La
Mancha) han desaparecido milagrosamente y el resto de la ciudad ha sido
engullido con ellas. La culpa es de la contaminación: una nube gris-marrón cubre
por completo a cuatro millones de ciudadanos en este singular veranillo de San Martín.
La
verdad, me quedo con el campo aunque tenga puertas. Ahora mismo salgo de nuevo
al jardín para respirar un poco de aire puro. No sea que, cuando regrese a
casa, ya no quede.
5 comentarios:
Cierto. Esta mañana mientras preparaba bases de pizzas; cambiabamos de emisora de radio, una estaba bien hablaban de librerias y libros con intervenciones de gente, en otras de horteradas, por supuesto la noticia era la nube que cubria Madrid, lo que no se ha hecho o se está haciendo para quitarla. Demasiados coches ¿o qué? Cada uno haga lo que pueda. Adiosle
Ahora mismo las ciudades dan miedo...y no por la contaminación. Ante los ataques de ayer en París, que sentimos más cercanos porque podría haber pasado aquí, solo se me ocurre rezar para que acabe esta locura diabólica. Estremece ver que el Mal campa a sus anchas, mientras aquí seguimos sin enterarnos.
Ayer en un pueblecito que visité, le ofreci al joven maestro la selección que había hecho para la Navidad. Me dijo: aquí no la podemos trabajar: son todos de alternativa. Al menos se llevó unos cuantos de la selección para trabajar valores. Eran una docena de niños, entre 3 y 10 años...y Dios no forma parte de sus vidas. Pero el Mal, si, lo quieran o no.
¿Pesimista? No, no voy lamentándome por el mundo ni vivo en angustia permanente, pero a veces tengo miedo ante lo que no entiendo -como los niños- y voy corriendo a los brazos de Mamá, que no me explica nada, solo me calma. Y confío.
En Julio estuvimos en Paris para que Cristina lo conociera. Hacia calor. Buscamos un restaurante con aire acondicionado para cenar en el distrito XVII cerca del Arco de Triunfo y lo encontramos. Al entrar vimos que era un restaurante judio y nos quedamos. En Enero habian matado en Paris algunas personas en un supermercado judio. Explicamos a Cristina que con actos normales como ese se lucha contra el terrorismo y el miedo que los malos quieren extender. Aquellos hebreos eran valientes. Llevaban la kibap en su cabeza y las bolsas de comida para llevar tenian un dibujo de la menorá el candelabro de 7 brazos por un lado y la paloma de Picaso por otro. Y me sentí a gusto compartiendo ese rato con aquella gente.
La noche del viernes me desvelé y estuve rezando por Paris y los parisinos siguiendo el hashtag PrayforParis. Envie un mensaje al Sacre Coeur en Montmartre donde siempre hay gente adorando al Santisimo para decirles que rezabamos por ellos en esa madrugada. Ayer por la mañana temprano me contestaron las monjas benedictinas "Gracias. Desde aqui (dentro) rezamos en comunion de oracion pidiendo la paz y la misericordia de Dios". Tremenda experiencia urbana. No se puede poner puertas al Amor de Dios aunque el maligno y los pecadores nos opongamos.
Llevamos dos días viendo y escuchando las noticias de estas salvajadas en Paris y esto porque nos pilla de cerca. Sabemos de otros países que también lo tienen crudo, no podemos acostumbrarnos. ¿Qué podemos hacer? Rezar y no responder con la violencia. La gente no tiene miedo ha pasado la noche en la calle y llevan todo el día a llevar flores y velas. A estas horas hay una Misa en Notre Dame, he intentado llegar a ella por internet pero no he sabido, no importa, me uno a Ella. Adiosle-pido
Rezar rezar y rezar. No encuentro palabras para describir lo que siento. Acertadísimos los comentarios anteriores de Papathoma, Blas de Lezo y Antuán.
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