Ya ha comenzado la gran evasión. El búho, desde su guarida, contempla sin sorpresa la desbandada. Son millones y se ponen en marcha todos a
la vez. La mayor parte se dirige a la costa más tórrida de nuestra geografía. Otros
prefieren el monte.
—Muchas aves también emigran en esta época —comenta—; pero
ellas saben muy bien por qué se van: necesitan alimentarse. En cambio éstos…
¿Qué buscan?
Homero señala con el ala la interminable caravana de
automóviles que huye de la ciudad. Cierra un ojo y se dispone a echar una
cabezada.
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Estamos en el Río Jordán. Juan Bautista
ve pasar a Jesús y dice una frase misteriosa que nadie entiende; ni siquiera
Juan y Santiago, dos hermanos muy jóvenes que están a su lado.
—Éste
es el Cordero de Dios.
El
bautista hace un gesto con la mano, y los muchachos comprenden que deben ir detrás
del Señor.
"Jesús, viendo
que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis?"
Son
las primeras palabras que Jesús pronuncia al comienzo de su vida pública.
Los
hermanos se miran el uno al otro sin saber qué responder. Al fin, Santiago dice
tres palabras que a la postre resultan definitivas:
—Maestro, ¿dónde
vives?
—Venid y lo veréis.
Ahora,
al contemplar la caravana de esos miles de automóviles que escapan de las
ciudades, pienso que el Señor sigue preguntado: ¿qué buscáis? ¿Qué es lo que os lleva a soportar los atascos de las
carreteras, el bochorno del camino, la comida basura, el hedor de los cuerpos
sudorosos y el efluvio de las estaciones de servicio, el lúgubre espectáculo de
las vestimentas estivales, las aglomeraciones de las playas, las impertinencias
de los nuevos vecinos, las medusas asesinas que se acercan a la costa, las
quemaduras solares…?
Unos
aseguran que necesitan descansar. Otros, que "cambiar de aires"; algunos
pocos, que quieren estar con la familia. Habrá quien reconozca que no sabe lo
que busca, que solo pretende huir de la rutina diaria, del tedio del trabajo o del
jefe de la empresa.
Pero
tal vez alguien recuerde que Jesús es el mejor descanso para los que huyen: "Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré," dijo el Señor en cierta ocasión. Y, si le preguntamos, como
Juan y Santiago, Maestro, ¿dónde vives?,
Él nos responderá:
—Estoy
en los sagrarios de las iglesias que encontraréis a lo largo del viaje; pero no
sólo allí; también vivo en la playa y en el campo, en los amaneceres sobre el
mar, en la cumbre de las montañas, en la soledad de los bosques y en las
fiestas de los amigos, en la alegría de los niños, en las palabras serenas de
los viejos, en el corazón de los humildes. Sólo os pido que aprovechéis estos
días para pedir perdón por los errores pasados y lavar vuestra alma en el Sacramento de la
reconciliación. Así seréis capaces de reconocerme y de conversar conmigo en
cualquier paisaje, a cualquier hora del día o de la noche.
Antes de concluir estas
líneas en el pequeño oratorio de mi casa, comprendo que el Señor sonríe desde
el Sagrario y me pregunta: Y tú, ¿qué buscas?