lunes, 28 de febrero de 2011

La JMJ

Ya se conoce la agenda del Papa para la Jornada Mundial de la Juventud...

 

Los lunes, publicidad. Andalucía

He tratado de encontrar algunos spots publicitarios de las diferentes regiones españolas, y debo decir que no me han gustado demasiado. Los anuncios patrocinados por las autoridades de cada comunidad me parecen pobres y un tanto pueblerinos. A lo mejor hay alguno bueno, pero los que he visto suenan todos igual: "somos estupendos, creemos en la libertad, en la autonomía, el progreso y la vitamina C. Viva mi pueblo, etc..."
Creo que tengo un problema: no me va nada eso de comparar unas tierras con otras. He vivido en el País Vasco, en Navarra, en Cataluña, en la Rioja, en Aragón, en Andalucía, en Valencia, en Castilla, en Madrid, en Asturias, en Galicia, en Canarias..., y siempre me he sentido en casa. Cada vez me cuesta más entender el ombliguismo regional, y ya ni siquiera me apetece ser hincha del equipo de fútbol de mi pueblo.  Es verdad; fui del Athletic, pero también del Barça, del Betis, del Levante, del Valencia, de la Roma y la Lazio, y últimamente empieza a seducirme el Villareal.
Como digo, no me siento muy orgulloso de ser así, pero tiene sus ventajas. Ahora, por ejemplo, al ver este vídeo, me siento orgulloso de ser andaluz. 


 

domingo, 27 de febrero de 2011

Trípoli



¿Nos acordamos de rezar por esos miles de personas que están sufriendo en Libia, o sólo nos preocupa el precio de la gasolina?

sábado, 26 de febrero de 2011

El mochuelo no levanta el vuelo.

Al contrario; parece que su población en España ha disminuido un 40%. Por esta razón, y porque es un ave simpática y preciosa, la Sociedad Española de Ornitología la ha declarado ave del año 2011.
En la antigüedad, el mochuelo fue el pájaro sagrado de la diosa Atenea; de ahí su nombre científico (Athene noctua), y mantiene una presencia permanente en el imaginario de los habitantes del medio rural, que recogían al atardecer sus aperos de trabajo con sus primeros reclamos. Es protagonista de dichos y refranes (cada mochuelo a su olivo, cargar con el mochuelo, etc), apoda al protagonista de la novela de Miguel Delibes 'El camino' y da nombre a decenas de bares y restaurantes en toda España.
Aún quedan muchos en la Península Ibérica, quizá 40.000 parejas. Yo espero oírlos este verano en Molinoviejo y felicitarlos por el nombramiento.

  

Raíces

Ayer por la noche, hora de México, falleció don Pancho Flores Merino, uno de los sacerdotes por el que pedí oraciones en este globo. Ahora, con más razón, le encomendamos y nos encomendamos a él.
La fotografía es de Seby Privitera, fotógrafo siciliano de gran talento, al que siempre he admirado por su capacidad de ir un poco más allá de la imagen que retrata. Ignoro qué es lo que ha querido expresar aquí. Yo, al ver esas raíces oscuras que se aferran a la tierra, pienso en el Cielo.
Sé que no tiene sentido hablar de lugares o distancias cuando pensamos en el Paraíso; pero, puestos a imaginar, no soy capaz de concebir un Cielo allí arriba, más lejano que las estrellas. Prefiero pensar que los bienaventurados están tan unidos a nosotros como las raíces al árbol. Ellos lo alimentan con su savia. Ellos mantienen en pie, sin tambalearse, el bosque frondoso de la Iglesia.

viernes, 25 de febrero de 2011

Los blogs de la JMJ


Surgen como hongos en todos los países. A medida que se acerca la fecha de la Jornada Mundial de la Juventud, la red se va llenando de páginas webs y de blogs que animan a participar en el acontecimiento y aprovechan para adherirse al Santo Padre y darle la bienvenida a Madrid.
En la columna de la derecha, justo debajo del reloj, he abierto una sección con enlaces de algunas de esas páginas. 
Espero que me enviéis más links para irlos incluyendo. De momento, he colgado tres: el que me manda Yayo desde Valencia, el de Antonio González   y el de las canciones de la JMJ.

In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas


Todos lo habéis traducido bien. Incluso Antuán con sus sorprendentes interpretaciones lírico-surrealistas.
La sentencia se atribuye a San Agustín, quizá porque “suena” muy agustiniana, pero los que saben dicen que es posterior. En cualquier caso, nos enseña que los cristianos hemos de estar de acuerdo en unas pocas cosas: en la fe, en la moral…: in necesariis, unitas. Esa unidad en lo esencial está garantizada por la cátedra de Pedro y es nuestra mejor arma contra el escepticismo dominante.
A partir de ahí ¡hay tantas cosas opinables! No seamos dogmáticos fuera de los límites del dogma: in dubiis, libertas! En la duda, ¡viva la libertad! Respetemos, y amemos con toda el alma, la libertad de los que discrepan.
―¿Y esas personas que, más que opinar, vociferan o dicen lo primero que se les viene a la boca? ¿Llamaremos a eso “opiniones”?
Quizá no podamos llamarlas así, pero seguiremos tratando con cariño a los que las profieren y procuraremos enseñarles que opinar implica reflexionar, no dar rienda suelta a sus vómitos.
In ómnibus, caritas. Éste es el secreto. En todo y con todos, caridad; es decir, afecto, verdadera amistad, capacidad de acogida, respeto…
―¿Y tú te aplicas el cuento, colega?
―Ojalá, Kloster, ojalá.

jueves, 24 de febrero de 2011

4 años de travesía


Hoy el globo cumple 4 años. Nació el 24 de febrero de 2007. Era sábado y yo tenía gripe. Así que, más o menos a esta hora, aproveché la coyuntura, me puse el portátil sobre las rodillas, elaboré una plantilla y escribí el primer artículo. 
Se titulaba "No podemos conducir por ti..., de momento". Desde entonces hasta hoy he publicado 2.067 entradas y he recibido infinidad de comentarios.
Por el momento el globo goza de buena salud: tenemos un montón de pasajeros fijos y muchos más eventuales. La crisis energética no nos afecta: seguiremos volando al aire libre. El búho parece de acuerdo: el aforismo que ha elegido para este día viene como anillo al dedo.

Summum ius…


 El semáforo está rojo, pero nosotros no llevamos pantalones; así que...
Continúo con el tema de la anterior entrada.
Roma. Verano de 1980. Eran las 7 menos cuarto de la mañana. A esta hora salía yo todos los días a bordo de un Volkswagen escarabajo camino de Castelgandolfo. El tráfico de la Urbe, aún escaso, me permitía atravesar la ciudad de Norte a Sur por el centro sin demasiados contratiempos para enfilar la Via Appia.
A pocos metros de mi casa había un semáforo que no correspondía a un cruce de calles: servía exclusivamente para que los peatones atravesaran la calzada. Casi siempre yo lo tomaba en verde, pero aquella mañana estaba rojo. Nos detuvimos en paralelo dos coches. Miré por la ventanilla; el de mi izquierda era un alfa Romeo de la policía municipal.
No se veía un solo peatón en muchos metros a la redonda. El policía miró a su compañero y luego a mí. Se encogió de hombros, y juntitos, como buenos amigos, nos saltamos el semáforo para seguir en paz nuestro viaje.
El alcalde de Madrid me habría quitado 4 puntos y 200 euros. Pero en Roma saben muy bien lo que es la epiqueya; la inventaron ellos.


miércoles, 23 de febrero de 2011

Summum ius, summa iniuria



Tiene razón el búho: “el derecho aplicado estrictamente es la mayor injusticia”. Se trata de una sentencia clásica que se estudia en las Facultades de Derecho. Y es que todo buen jurista debe saber que la ley es sólo un instrumento y, como tal, debe aplicarse con sentido común y flexibilidad, tratando de descubrir, más allá de la letra, el espíritu con el que fue creada.
Contra esa rigidez extrema, nace la “epiqueya”, virtud moral que permite al hombre eximirse de la observancia literal de una norma positiva con fin de ser fiel a su sentido auténtico.
Uno de los mayores enemigos del Derecho ―ese invento genial de los antiguos romanos― es el positivismo reglamentista (muy norteamericano, por cierto) que lleva a cometer auténticas atrocidades.
Pongamos un ejemplo tonto de la vida real.
Agosto de 1982.  En Madrid el sol caía a plomo sobre nuestras cabezas. Era un sábado por la mañana; las tiendas estaban cerradas y la ciudad desierta. En aquella calle no había un solo automóvil. Yo debía hacer una breve gestión y detuve el coche. Al salir del vehículo, comprobé que tres metros más adelante había un árbol que proyectaba su benéfica sombra sobre la calzada. Decidí ponerme allí para no cocerme a fuego lento a mi regreso. Caí en la cuenta entonces de que, junto al árbol, había una señal que limitaba el aparcamiento a los vehículos de carga y descarga de mercancías. Gracias a Dios, había también un guardia.
―Perdone, señor agente; ¿me permite dejar aquí mi coche durante unos minutos? Es para que no se caliente demasiado…
―Está prohibido. ¿No ha visto la señal, o qué?
―Sí, por supuesto. Pero como no hay más vehículos en toda la calle, las tiendas están cerradas y nadie recibe mercancías… Como yo sólo voy a estar diez minutos, pensaba que a lo mejor…
―Caballero, hay que cumplir la ley. Por tanto, si deja aquí el coche, le denuncio…
Obedecí a regañadientes mientras mascullaba un "no hay derecho", que es la expresión hispana del famoso aforismo ciceroniano.

La pintada

Enrique García-Máiquez comenta esta pintada pedagógica en su artículo de hoy. 

martes, 22 de febrero de 2011

¿El fin de una historia?

Cupido yerra el tiro  
Salgo del colegio a las 11. Los chavales se dispersan al acabar los exámenes. Oigo un diálogo a mis espaldas. Él dice:
―Me vas a echar de menos.
Y ella responde:
―No sabes las ganas que tengo de echarte de menos.  
Logro vencer la tentación de mirar la cara del chaval. Ella me adelanta con la cabeza muy alta y paso marcial 

Comuniones, Bodas, Funerales

Ya me lo advirtió don Remigio poco antes de mi ordenación sacerdotal:
―Durante unos años celebrarás muchas primeras Comuniones. Luego vendrán las bodas. Después, las bodas de oro. Y con los años serás especialista en funerales.
―¡Qué cosas tienes!
¿Será verdad? Esta tarde a las 8, en la Iglesia del Espíritu Santo, celebraremos la Misa de exequias por Ricardo Villanueva, un hombre de fe, que falleció en Briviesca el pasado día 14. En marzo de 2010 fue al Cielo Cristina, su esposa, que también fue una gran mujer, y, en efecto, me tocó presidir su funeral.  
Antes de todo eso, pasaré por Los Olmos para ver a mis insectos de tres, cuatro y cinco años. Y a sus padres, que también son unas criaturas. O sea, querido Remigio, que el ciclo se repite: dentro de nada, volveré a las primeras Comuniones. Luego..., ya veremos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Ya falta menos

Pascalle me envía este espléndido vídeo desde Pamplona y me recuerda que ya falta menos para la JMJ. Hoy es lunes, pero esto no es publicidad. ¿O sí?


Los lunes, publicidad

Aunque nunca me ha gustado el whisky y no sea muy correcto en estos tiempos anunciar bebidas con alta graduación alcohólica, me decido hoy por este anuncio. Me encanta que sea largo, como los antiguos, que cuente una historia y que os entretenga en esta mañana de lunes.

domingo, 20 de febrero de 2011

Yo os digo…



Antes de salir de casa camino del centro de la Obra en el que voy a predicar un retiro espiritual, repaso detenidamente las lecturas de la Misa. Hoy, en el evangelio, Jesús repite una frase: “habéis oído que se dijo… …pues yo os digo”.
Ese “yo” debió sonar como un disparo en el cerebro de los fariseos y demás judíos biempensantes. ¿Quién es éste que se considera con derecho a ir en contra de lo que hemos recibido de los antiguos?
Ya en el coche se me ocurre que yo también debería atreverme a golpear las conciencias de tanta buena gente que se conforma con pensar como “todo el mundo” y con vivir de acuerdo con lo que “todo el mundo” considera correcto. Esa opinión dominante es muchas veces la mejor coartada para sumergirse en la mediocridad o en la tibieza.
Lo malo es que, antes de abrir la boca, debería aplicarme el cuento a mí mismo.
Sí, trataré de que ese “yo os digo” del Evangelio alcance el corazón de cada una de las personas que me escuchen. Y pediré al Señor que yo no salga ileso del trance.

sábado, 19 de febrero de 2011

El secreto de su sonrisa

Hace tres años Sole escribió este artículo, que reproduzco sin más comentarios
 
En enero de 2006, cuando con más intensidad buscaba yo hacer la voluntad de Dios en mi vida, el Señor me hizo ver que iba a sufrir una enfermedad para la conversión de mi corazón, y quizá la de algunos otros, y para gloria suya. Al poco me diagnosticaron un cáncer, que me trataron con quimioterapia, cirugía y radioterapia.
Ser toda tuya y sólo tuya
Yo buscaba: buscaba la Verdad, en la Eucaristía, en todo lo que es de Él, en la Iglesia, en los sacerdotes, en mi Congregación Mariana. En realidad, le buscaba sólo a Él, a Cristo. Empecé a decirle que quería ser toda suya, y sólo suya. No del mundo, no de la vanidad. Esto es fácil de desear, pero difícil de llevar a cabo porque el mundo te arrastra. Pero a través de la enfermedad, que me obligó a renunciar a tantas cosas –mi imagen, mi trabajo, mis fuerzas- me fui haciendo más a Él. A medida que yo renunciaba a alguna criatura, Él se hacía más fuerte en mi corazón.
Con la ayuda del Señor, de la Virgen María y de toda mi familia, fui encajando el sufrimiento de la debilidad, las llagas, el hospital, y todas las molestias derivadas de la medicación. Al principio tenía miedo a la Cruz, y ese miedo me hacía sufrir más que la propia enfermedad. A menudo me había preguntado, antes de la enfermedad, por qué tantos hombres y mujeres padecen en el mundo, haciéndose partícipes de la Cruz, y yo tenía una vida cómoda. Al entrar a formar parte de los que sufren, me sentí parte del Pueblo del Señor.
Siendo débil en el Señor, notaba más su fortaleza en mí. Entonces se me pasó el miedo. El sufrimiento es superado por el Amor, y al sufrir con Cristo, nos hacemos partícipes de su Amor. Yo le decía al Señor que si me daba fuerzas, saldría de mí misma, le amaría más y también a mi gente. Al mismo tiempo, en el amor de los otros hacia mí, sobre todo en el de mi marido, descubrí el Amor desbordante del Señor. Mi familia se volcó conmigo. Mucha gente me llamó para decirme que rezaba por mí. Yo ofrecía mis dificultades por todos ellos. Así se formó un círculo de oración y de gracia. En los momentos más duros, sólo mi Madre del cielo me ha podido ayudar. Ella, María, me ha aligerado esa carga que cae pesadísima sobre los hombros; Ella sola me ha deshecho el nudo de la garganta, y me ha hecho ver que esto es un encuentro con su Hijo, gracias al cual yo también puedo entonar mi pequeño Magnificat.
El Señor cuenta con nosotros
En Febrero de 2007 me dieron de alta –no definitiva, pero muy esperanzadora- por lo que hicimos planes nuevos. En Junio me detectaron una metástasis en los huesos. La cosa estaba clara: el Señor quería seguir contando conmigo. Mis planes de trabajo y estudio se cayeron. Los planes del Señor, sin embargo, siguieron adelante. Y me hice la siguiente reflexión: ¿qué vida es mejor: la que yo había pensado o la que me impone la enfermedad? La respuesta es que una no es mejor que la otra, pues la bondad no está en lo que se haga, sino en cómo se haga, y sobre todo de Quién vayas acompañado. He visto que de mis cuarenta años, el último ha sido especialmente dulce porque he contado de una forma sorprendente con la presencia de Cristo en mi vida diaria. Y he llegado a preguntarme si debo desear sanar, pues la dulzura de estar con Él me hace pensar en la vida eterna. En la enfermedad siento que el Maestro está conmigo, viviendo los momentos difíciles, y yo con Él participando así de su Cruz. Por eso, la enfermedad es dulce, pues le tengo a Él, le he descubierto a Él en mí. Y yo empiezo a vivir aquí en la tierra, sin mérito mío, las dulzuras de estar con Él en el cielo.
Alegría y ganas de vivir
Yo pensaba, antes de la enfermedad, que la vida era un valle de lágrimas. Desde que estoy enferma, me han entrado unas ansias irresistibles de vivir, de transmitir la alegría que me da sentirme amada por el mismo Dios. Claro que ahora vivo de otra manera, pues tengo al Maestro más cerca. Le pido al Señor que me enseñe a vivir el día, sabiendo que no sé si cuento con el mañana. La respuesta, como siempre, está en el amor. Después de tantos años de ejercicios espirituales, de meditar el Principio y fundamento, me han tenido que atar a una camilla de hospital para entender que un minuto de cansancio extremo, o de simplemente mirar el horizonte, dan gloria a Dios si se ofrecen por amor; que el objetivo de la vida no es ganar dinero, ni una vida exitosa, sino amar, amar, amar, y dejarme amar, dejarme amar, dejarme amar. Y confiar, vivir el día, vivir en cristiano, y transmitir a mi gente, en esta sociedad occidental tan triste y materializada, la alegría del Crucificado (por eso sonríe el Cristo de Javier).
Vivir la enfermedad cerca de la Trinidad
A lo largo de estos meses, he descubierto cómo cada una de las Personas Divinas de la Santísima Trinidad me cobija, me quiere, en la enfermedad de una forma distinta. Entre ellas cubren unas funciones de forma amorosa, y si las escucho a las Tres, la angustia desaparece y se abren camino la paz y la alegría. En Dios Padre, vivo la confianza de saber que Él es mi Padre, que me ha creado, que es todo Poder, todo Saber y todo Bondad, y que por lo tanto no puede haber ningún resquicio de vida ni circunstancia familiar que Él no haya previsto en sus planes de Amor. En Cristo, tengo el único y mejor Maestro de vida, con el que me encuentro a diario en la Eucaristía. Él me va enseñando el camino. En el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, pongo la esperanza de que me sostendrá y me inspirará, como lo viene haciendo, la paz y la alegría de saberme Hija de Dios. A mi Dios, Uno y Trino, por intercesión de la Virgen María, Madre del Salvador, le pido me dé fuerzas, me sostenga y me ayude a ser humilde ante Él. 
Soledad Pérez de Ayala


La fuerza de la santidad


En la capilla del Colegio Mater Salvatoris de Madrid, se ha celebrado ayer por la tarde la Misa Funeral por el eterno descanso de Sole.
Concelebrábamos 6 sacerdotes y han asistido más de un millar de personas. No recuerdo haber visto jamás apreturas semejantes para asistir a una Misa. Habría hecho falta la catedral para dar cabida a todos los que querían entrar. En los pasillos del colegio y a través de las ventanas que se abrían al fondo, cientos de personas se agolpaban para rezar por Sole, para encomendarse a ella y para oír hablar de su vida y de su marcha al Cielo.
Aunque me ha tocado presidir la ceremonia, ha predicado el que fue su confesor, el padre Luis Sánchez, que nos ha conmovido a todos con una homilía llena fervor y de piedad.
Sol y Juan, los hijos mayores ―de doce y diez años, si no me equivoco―, han hecho las lecturas con gran aplomo. Las lágrimas vinieron luego. Las congregantes amigas y compañeras de Sole, leyeron las peticiones de la oración de los fieles.
¿Qué más puedo decir? Al ver aquella multitud estrujada en la capilla y al atravesar a duras penas otra multitud en la procesión desde la sacristía, he tenido la convicción de que estábamos asistiendo a un milagro. La santidad arrastra, y Sole ha comenzado a trabajar desde el Cielo. 


viernes, 18 de febrero de 2011

Post nubila phoebus

Sí, es mi Serantes 
Hoy el búho nos lo pone fácil: “después de la oscuridad viene la luz”.
En castellano hay algunos aforismos que expresan la misma idea. En efecto, tras la tempestad viene la calma y no hay mal que cien años dure. Claro que también puede darse la vuelta a la oración para concluir que después de la calma siempre aparece un nuevo frente Atlántico o una tormenta tropical. Ya lo decía John Wayne en sus pelis del Oeste:
―Este silencio no me gusta nada. Hay demasiada calma.
Y, naturalmente, un minuto después llegaban los indios.
También la Sagrada Escritura habla con cierta melancolía ―leed el Eclesiastés― del eterno fluir de alegrías y penas: sólo Dios es inmutable; sólo Él garantiza una felicidad permanente, sin convulsiones ni temores.
Mientras tanto, aquí nos toca vivir con un cierto escepticismo lleno de Esperanza. Escepticismo ante los cambios sociales o políticos; ante la salud y los achaques. Esperanza ―siempre con mayúscula― en Dios, que da un significado nuevo a la luz y a la oscuridad.
En tiempo de tormenta, sonriamos, que mañana puede ser peor; o no. Y cuando llegue la calma tengamos siempre a punto, por si las moscas, un buen paraguas y una sonrisa.

jueves, 17 de febrero de 2011

La batuta


He llegado al colegio algo más tarde que otras veces. Hoy tengo poco que hacer: los alumnos están de exámenes y caminan por los pasillos como zombies, repasando en voz alta lo que suponen que preguntará el profesor.
¾Porfa, don Enrique, rece por mi examen de historia…
Entro en la capellanía y me encuentro a dos alumnas que se han colado sin permiso.
¾¿Qué hacéis aquí?
Me miran con ojos de cordero degollado.
¾Déjanos, por favor. Es que tenemos examen de economía.
  Enciendo el ordenador. Me digo que al fin tendré tiempo de responder los treinta y tantos mensajes que siguen pendientes desde hace días. Compruebo que han entrado quince más.
Abro el primero y me encuentro con este vídeo divertido y conmovedor. Ricardo Muti pronuncia un discurso magistral sobre la dirección de orquesta, que es, según sus palabras, el oficio más humilde y más grande del mundo. Al terminar, me digo que dirigir almas es algo parecido. También yo manejo una batuta sencilla y aparentemente inútil; pero, si permito que Dios la sostenga, esa batuta se transforma en una varita mágica que hace milagros.

martes, 15 de febrero de 2011

"Ingratissimus omnium, qui oblitus est"


 “El más ingrato de todos es el que olvida”, dice el búho. El texto es de Séneca, y vale la pena leerlo entero: Ingratus est qui beneficium accepisse se negat, quod accepit; ingratus est qui dissimulat; ingratus qui non reddit; ingratissimus omnium, qui oblitus est. “Es ingrato el que niega el favor recibido; ingrato el que lo disimula; ingrato el que no corresponde, y el más ingrato de todos el que lo olvida.”
Al leer estas palabras he recordado a un anciano de casi 90 años, que conocí hace mucho tiempo en un tanatorio de Madrid donde velaba el cadáver de su segunda esposa.
Tras la muerte de la primera, volvió a casarse con una empleada de la empresa, mucho más joven que él. Sus hijos le advirtieron que aquel matrimonio podría ser un desastre y, por una vez, tuvieron razón. La mujer, después de algunas infidelidades públicas y notorias, abandonó a su marido con buena parte del dinero. Al cabo de los años, regresó a casa para morir, enferma de cáncer. El anciano la recibió sin un reproche y la cuidó en sus últimos meses de vida.
Su hijo mayor me contó esta historia allí mismo, a pocos metros de la capilla donde reposaban los restos mortales de su madrastra.
Charlé un buen rato con el viudo. Estaba desolado, bañado en lágrimas, como si hubiese perdido al gran amor de su vida.
―He olvidado las ofensas ―repetía una y otra vez―; pero recuerdo muy bien todas sus caricias.
Tenía razón: nunca hay que olvidar las caricias de la vida. Los agravios, sí. También Dios los olvida cuando pedimos perdón. 

Ya falta poco para JMJ



Carlos García Ruiz, viejo amigo de Valencia y uno de los más ilustres lectores de este globo, acaba de editar un  libro en el que se recogen los discursos, alocuciones y homilías que el Romano Pontífice ha pronunciado en sus viajes pastorales del año 2010.
“Las palabras de Benedicto XVI ―escribe Carlos en la presentación― han resonado en el corazón de muchos miles de personas que le han seguido con afecto filial, junto a él o a través de los medios de comunicación (…) Son textos que crean un nuevo vínculo de comunicación del Papa con los fieles, muy semejante ―lo es― al de un padre con sus hijos. Tienen la frescura de lo original y lo inmediato y, al mismo tiempo, la hondura y solidez de lo intensamente preparado”.
El libro, prologado por Mons. César Franco, obispo auxiliar de Madrid, y pulcramente editado por “Cobel Ediciones”, incluye una amplia selección de citas a pie de página que contextualizan el contenido de los textos.
A pocos meses ya del viaje del Papa a España, el libro resulta especialmente útil y oportuno.

lunes, 14 de febrero de 2011

Más publicidad


Honda, para promocionar su modelo Jazz, ha estrenado un anuncio en la televisión británica que permite capturar con el iPhone los personajes que aparecen en él.
La campaña, titulada “This Unpredictable Life” hace posible que los usuarios interactúen con el anuncio "en tiempo real".
(Me encanta la expresión "en tiempo real"; aparece por todas partes y es una cursilería que conviene utilizar de vez en cuando).

Los lunes, publicidad

La guerra de las Galaxias ha dado pie a muchos anuncios publicitarios. Éste es uno de los mejores que he visto.

domingo, 13 de febrero de 2011

Ha muerto Sole




Son las seis menos diez de la tarde. Me dicen que Sole acaba de fallecer. 

Un vampiro en el centro comercial


Ahí lo tenéis. Estaba en Artea, el gran centro comercial de Leioa, al que acudí para resolver un problema que tenía el teléfono de mi madre. Al terminar la gestión, di un paseo por la zona de los libros, que está muy bien surtida. Acababan de abrir el local y apenas había gente. 
El chaval, sentado en el suelo, tenía entre las manos una novela de vampiros; pero lo curioso es que ya iba por la mitad. Me acerqué: 
―¿Te has leído ya todo eso?
―Bueno, es que vengo todos los días. 
―¿Y el cole? 
Se encogió de hombros.
―O sea que te escapas…
No dijo ni sí ni no, sino todo lo contrario, y yo me quedé con una sensación extraña: es la primera vez que veo a un chaval de esa edad que hace pellas en el colegio para leer un libro. 
Claro que era de vampiros. Quizá el mismo lector era un vampiro que se interesaba por los demás ejemplares de su especie. ¿Qué se hace en estos casos: reñirle o felicitarle? Opté por sacarle una foto, tratando de que no se le viera la cara. Como sabéis, los vampiros no salen en las fotografías ni se reflejan en los espejos. Así que le pedí permiso. Él volvió a encogerse de hombros.

sábado, 12 de febrero de 2011

El síndrome de Boceguillas


Boceguillas es un pueblo de la provincia de Segovia de glorioso pasado y exiguo presente. Tiene apenas seiscientos habitantes y, a juzgar por las apariencias, vive gracias a la carretera Nacional I, que pasa a su vera. En Boceguillas hay un área de servicio, un restaurante de moda para los que van o vienen del Norte de España, y otros establecimientos de menos nivel, que son frecuentados sobre todo por camioneros. Hay también un par de hoteles y un gran taller de automóviles. 
El pasado diecisiete de diciembre, cuando me dirigía hacia Bilbao, nada más poner gasolina en el surtidor de Boceguillas, se encendió una luz misteriosa en el salpicadero del coche. Inmediatamente me dirigí al taller, y un mecánico de origen búlgaro arregló provisionalmente la avería no sin advertirme que, cuando llegara a mi destino, sometiera el vehículo a una revisión más concienzuda.
Mil kilómetros más tarde, ya de regreso a Madrid, volví a detenerme en Boceguillas para repostar. Al salir de la gasolinera, volvió a encenderse la famosa luz en el mismo fatídico kilómetro de la Nacional I. En esta ocasión no me detuve y llegué a mi destino temblando, pero sin contratiempos. 
Mi taller de confianza revisó el vehículo a fondo y todo se resolvió hasta ayer mismo, que volví a pasar por Boceguillas camino de Bilbao. El depósito de combustible estaba en la reserva. No había más remedio que poner gasolina.
―¿Qué haces, insensato? ―me sugirió Kloster al oído―. ¿Pretendes tentar a la suerte?
Traté de acallar sus temores apelando a argumentos racionales, pero Kloster insistió:
―Seguramente tienes razón; pero imagina por un momento que vuelve a encenderse la luz. ¿Qué harás entonces? Es cierto que entre el acto de llenar el depósito y el fallo del motor no hay ninguna relación de causa a efecto, según aseguraron los expertos; pero la estadística es implacable. Así han nacido la mayor parte de las supersticiones. Un día alguien se cruzó con un gato negro y, a continuación, sufrió un accidente de tráfico. Volvió a cruzarse poco después con otro gato negro y volvió a tener otro accidente. Desde entonces, los gatos negros dan mala suerte…
―Ya. Y tú crees que, si ahora se enciende la luz, me convertiré en un supersticioso, inventaré el síndrome de Boceguillas y nadie se detendrá a repostar aquí.
―Así es, colega. Reconoce que tengo razón. 
Me enfadé con mi amigo.
―¿Cuántas veces te he  dicho que los cristianos hemos de ser los más incrédulos del Planeta? Nosotros creemos sólo en Dios. Los paganos, en cambio, creen en los gatos negros, en la sal derramada, en los paraguas abiertos, en el destino, en las brujas y en el juego de la guija. No existe el destino, ni el mal de ojo. A estas alturas de la vida no estoy dispuesto a ser esclavo de una superstición que te saques de la manga.
Antes de acercarnos al surtidor de combustible hicimos un alto en el bar para tomar un café. En la tienda contigua se venden toda clase de productos de la zona.
―Mira, colega ―me dijo Kloster―. Tú dirás lo que quieras, pero si compramos una morcilla para llevarla a Bilbao, lo más probable es que rompamos el maleficio. Es un acto insólito y, por tanto, ritual.
Me encogí de hombros y Kloster se gastó cinco euros en una estupenda morcilla de Burgos envasada al vacío.
Cinco minutos más tarde llené el depósito. Entramos en el vehículo, respiré hondo. puse en marcha el motor y… 
 

viernes, 11 de febrero de 2011

Viajar


Me pregunto por qué me gusta viajar si, con el paso de los años, me canso más cada día. No es solo por conocer nuevos lugares o ver paisajes diferentes. Hoy, por ejemplo, salgo camino de Bilbao por la nacional I, una autovía, que en Burgos se convierte en autopista, con mucho tráfico y sin el menor aliciente. He hecho este trayecto en mil ocasiones. Conozco cada curva, cada recta y cada estación de servicio. Ni siquiera puedo contemplar el paisaje, ya que he de poner los cinco sentidos en la conducción. Sólo me sorprenden de vez en cuando los nuevos molinos de viento que han empezado a surgir por todas partes, blancos y esbeltos, como árboles misteriosos llegados de otro planeta.
Me gustan los nuevos molinos. También a mí me parecen gigantes, sobre todo cuando se desperezan y agitan sus aspas enormes sobre el cielo de Castilla. Si los viera don Quijote… Yo creo que no descomponen la belleza del paisaje. Al contrario; la estepa castellana, siempre idéntica a sí misma, agradece este vuelo blanco y silencioso que atrapa el viento en lo alto de los páramos.
Durante el trayecto no hago nada especial: rezo, oigo música, escucho a los contertulios de la radio, y a veces canto para espantar el sueño con mis gallos. Cada hora y media, más o menos, me detengo, como manda la Dirección general de Tráfico, para estirar las piernas.
Al final, me encuentro cansado, pero me da pena llegar y empiezo a soñar ya con el viaje de vuelta.
¿Por qué me gusta viajar? Pienso que lo que me atrae es la soledad. Cuando entro en el coche y apago el teléfono móvil, sé que nadie va a turbar mis pensamientos. Allí hago planes; preparo clases, meditaciones y homilías; improviso sonetos que  se escapan, ay de mí, por la ventanilla, y hablo con Dios sin distraerme, sin más interrupciones que las del bueno de Kloster, que siempre viene conmigo y no sabe estar callado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Superpoderes


Álvaro , un chaval gordito con cara de espía, ha empezado a hablarme de su futuro, de lo que le gustaría que sea su vida dentro de veinte o treinta años. Le he provocado yo, por supuesto, y él responde que se ve casado “con una tía buena”. No especifica a qué tipo de bondad se refiere, pero añade para que quede claro:
―Con mi novia de ahora, no; con otra.
En vista de que no entro al trapo de esta pequeña provocación, se pone chulo y describe unos planes en tecnicolor no muy originales.
―¿Y qué más?
Álvaro estira las piernas, se despereza un poco y añade:
―A mí lo que me gustaría es tener poderes.
―¿Poderes?
―Sí, como los superhéroes.
Es una broma, desde luego; pero, cuando empieza a detallar los poderes en cuestión, comprendo que más de una vez ha fantaseado con ellos. El pavo es así.

A Álvaro le gustaría tener una fuerza descomunal y visión de rayos equis, como Superman. Lo de volar le importa menos; pero leer el pensamiento de la gente, detener el tiempo, trasladarse a épocas pasadas o futuras…
―A que estaría bien…
―Sería espantoso ―le contesto―. Un tipo como tú, perezoso, inmaduro, egoísta y con poderes sería un peligro para la sociedad y para sí mismo. Acabarías en la silla eléctrica.
―Tampoco se pase…
―Yo en cambio pienso que aún estás a tiempo de ser un tío normal; un tipo capaz de estudiar dos o tres horas diarias sin que le tiemblen las orejas; que no se agobia ante la menor dificultad; generoso, con corazón, que piensa en ayudar a los demás antes que en tener forrado el riñón; que habla con Dios cada mañana y se entrega con alegría en el cumplimiento del deber… Éstos son los auténticos superpoderes. Y están a tu alcance.
Álvaro por una vez no responde. Entonces le enseño las tres palabras que he escrito debajo del búho:  fit via vi. Con fuerza se hace el camino…
El resto de la conversación transcurre por otras vías tan “secretas” como el verdadero nombre de Álvaro.

miércoles, 9 de febrero de 2011

La sonrisa de Sole no se apaga

Hace tres años puse aquí este vídeo que reproduce una entrevista de la televisión a Soledad Pérez de Ayala. Hoy me comunican que el cáncer, del que habla con tanta serenidad y alegría, está a punto de vencer su pequeña batalla. Si no hay un milagro, Sole se nos irá al Cielo muy pronto y ella habrá ganado la batalla definitiva sin perder la sonrisa. 
Pediremos al Señor ese milagro, pero en cualquier caso, su marido y sus hijos nos piden que la acompañemos con nuestra oración.   
Volved a ver el vídeo. Vale la pena.

martes, 8 de febrero de 2011

Manos a juego


María, que tiene 17 años, hoy se ha pintado las uñas de azul turquesa.
―¿Y eso se cura? ―le pregunto―.
―A que mola… Fíjate; a juego con el móvil.
Saca el teléfono y compruebo que el pavo tiene extrañas manifestaciones cromáticas.
―¿Me dejas sacarte una foto? Es que si lo cuento sin aportar pruebas no me van a creer.
―Pero di cómo me llamo, ¿vale?
Hecho

lunes, 7 de febrero de 2011

Los lunes, publicidad

Un poco rarito sí que es el anuncio



Dice el búho: "El que sirve a su cuerpo no es libre"

La sentencia es de Séneca y tiene razón: "nemo liber est qui corpori servit". También pudo decirlo San Pablo, quien escribió aquello de que algunos "tienen como Dios a su propio vientre" (cuius deus venter est), una afirmación que ha dado mucho juego a lo  largo de los siglos. 
"Epicuro grita en voz alta: la tripa llena está segura; el vientre será mi dios", leemos en uno de los poemas medievales de "Carmina Burana": 
Alte clamat Epicurus:
venter satur est securus,
venter deus meus erit...
Ya se ve que la naturaleza humana ha cambiado poco. Pero éste es un tema complejo que hoy no tengo tiempo de abordar. La cultura dominante, más que hedonista, es epicúrea, es decir moderadamente guarrindonga. A ver si un día de estos tengo tiempo y redacto unas líneas.

domingo, 6 de febrero de 2011

Un libro oportuno

En medio de los tumultos
Dios agita una gran campana.
Para un Papa Polaco 
hay un trono dispuesto.
Con estos versos del poeta polaco Julius Slovacki (1809-1849) abre Jesús Azcárate el primer capítulo de esta oportuna semblanza de quien pronto llamaremos Beato Juan Pablo II.
Es indudable que, al acercarse el día de su beatificación, crecerá aún más el interés de católicos y no católicos por conocer mejor a este gran Papa, quizá el más querido y venerado de toda la historia.
Jesús Azcárate, autor bien conocido por su notable fecundidad literaria, y Ediciones Cobel han vuelto a acertar con el libro justo para el momento justo.  
* Beato Juan Pablo II. Ediciones Cobel. Alicante, 2011

sábado, 5 de febrero de 2011

Extrañas llamadas

 Agatha Christie
Acaba de ocurrirme. Palabra de honor. 
―Diga
―¿Don Enrique Monasterio?
―Sí, dígame…
―Buenos días. Usted no me conoce; me llamo Ágata…
El acento no parece español; quizá británico. 
―Entonces hoy es su santo. Muchas felicidades…
Pausa enorme.
―Esto es lo que quería… Muchas gracias. Adiós…
Ha colgado. En la pantalla de mi teléfono ha quedado un número muy largo. Tratándose de una llamada tan misteriosa y lejana, sospecho que ha sido Agatha Christie desde su tumba. Si no me vuelve a llamar, recurriré a Poirot para  que investigue. 

Padre, Papá, Papi y...

Éstas son las cosas que uno recibe de vez en cuando por correo electrónico. Es una caricatura divertida. Espero que nadie se la tome en serio (Tengo algunos lectores que se me ponen solemnes enseguida)
Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre...
La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.
 ―Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey?
Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo ya era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además ―segunda derrota― "papá" es una invitación al infame tuteo. Con el uso de "papá" el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre:
 ―¡Pero, papá, Es el colmo que no me prestes el coche...!
A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar guateques y fiestas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban:
―Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unas copas en casa y no por ahí…, en cualquier parte. 
El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en el salón delante de la tele, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a usar el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin carabina y a exigir al papá que no ponga mala cara al insoportable novio y que lo llame Tato en vez de "señor González".
Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura de prócer del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o pasta. 
Y entonces vino papi.
Papi es invento reciente, de los últimos 30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica.
 ―Papi, me llevo el auto, dame para gasolina...
A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo y en calzoncillos en la cocina.   
 A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la afeitadora eléctrica, el ordenata, las llaves...
A papi se le riñe impunemente:  
―¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Juanca... 
Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi:
 ―Oye, papi, ¡qué cara!: te me has bebido todo el whisky…
 No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme "bebé".

viernes, 4 de febrero de 2011

Dice el búho

Deo tonante credimus Iovem regnare (Cuando el Cielo truena creemos que Júpiter reina). O dicho más brevemente: “nos acordamos de Júpiter (o de Santa Bárbara) cuando truena”.

Los viejos “teólogos” de la secularización y la muerte de Dios afirmaban que Dios es la solución a la que recurren los hombres cuando toman conciencia de sus propios límites. Aquello que no somos capaces de explicar, lo que nos asusta, deslumbra o desconcierta, lo atribuimos a un ser imaginario todopoderoso e infinitamente sabio, al que conviene rendir culto para así aliviar nuestros miedos y nuestra indigencia. 
El hombre primitivo, al oír el estampido del trueno, ante la visión del rayo o ante la fuerza sobrecogedora de un huracán, cae de rodillas para aplacar la ira de un Dios terrible que maneja la naturaleza a su antojo. Y cuando llega una enfermedad, cuyo origen y remedio desconoce, recurre al hechicero, al brujo de la tribu o al sacerdote. 
Nuestro Dios -concluyen esos “teólogos”- es el “Dios de los límites”, del miedo y de la ignorancia. Por tanto, en la medida que los límites del hombre se alejan o desaparecen, Dios también se irá alejando hasta morir definitivamente.
El hombre contemporáneo ya sabe lo que es el trueno, el rayo y la tormenta. Conoce el origen de sus enfermedades y sabe también sus remedios. Ya no consulta a los augures para enterarse de si hará frío o calor, sino a las agencias de meteorología. ¡Dios ha muerto. No lo necesitamos!, proclamarán gozosos esos presuntos “teólogos”. Ya no pensamos en Júpiter, aunque truene.
*     *     *
¿Qué decir de todo esto? Que ese análisis del hecho religioso tiene una parte de verdad, pero en el fondo es bastante ingenuo. Lo cierto es que, a medida que avanzan las ciencias y los conocimientos humanos, el hombre es más consciente de sus propios límites. Ahora, cuando miramos al firmamento o a la estructura íntima de la materia, descubrimos con asombro que somos pobres seres perdidos entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Y sólo Dios puede salvarnos de ese vértigo. El estudio de la evolución de las especies, del genoma, de la física atómica o del cerebro humano no hace sino confirmar nuestra pequeñez frente a la infinita grandeza del Creador. 
Ahora que no me lee nadie, puedo afirmar que conozco a algunos filósofos que aseguran haber perdido la fe por razones científicas, y a algunos científicos que no creen por razones filosóficas. Dicho de otra manera: generalmente es más fácil alejarse de Dios por lo que uno ignora que por lo que sabe.
Pero, además, es preciso descubrir a Dios más allá de nuestros límites: en la belleza, en la vida, en la alegría, en el placer, en el amor. Hay que acordarse de Santa Bárbara truene o no truene. Y cuando brilla el sol, como en esta espléndida mañana de febrero, pensar con Juan Ramón Jiménez que “Dios está azul”, o como dice el Salmo, que “los cielos cantan la gloria de Dios”