jueves, 31 de octubre de 2013

Tercer día





Termina el tercer día de curso de retiro. Sobre Trapiche sigue instalada la nube negra tan habitual en esta parte de la Isla. Yo sé que a veinte minutos de aquí hay un sol esplendoroso y unas playas tentadoras, pero, para predicar, prefiero la nube. La temperatura no baja de los veintidós grados y apenas sube en los momentos centrales del día. Se está bien aquí, en el patio reservado al sacerdote, aunque ya no haya huerto ni lagarto.
Estoy desconectado del mundo, y, a pesar de todo, necesito escribir algo cada tarde. ¿Qué diré? Me temo que sólo puedo hablar de mí, y bien sabe Dios que me da vergüenza dejar al descubierto determinados rincones del alma.
Hoy, por ejemplo, estoy contento. He hablado ya de las “verdades eternas”, que son eternas porque son verdades y también porque se refieren a nuestro destino eterno. Luego he comenzado a contemplar en voz alta la vida de Jesús. Tenía miedo de repetirme, de decir las cosas de siempre; idénticas imágenes, las mismas anécdotas… ¿Predicaré con el piloto automático mientras el corazón se me escapa detrás de los pájaros?
No hay peligro. El Señor me está llevando de la mano y me hace descubrir colores nuevos, luces inesperadas, en Belén, en Nazaret, en el Jordán. No puedo repetirme.
Estoy contento. De mí mismo, no; de lo que el Señor pone en mi boca algunas veces.
―No sigas, colega, que te pierdes ―me advierte Kloster―.
Tiene razón. Ya son las ocho de la noche en la Península. Una hora menos en mi patio.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Elegía por un huerto que ya no existe




 Los tomates de antaño son cuatro hierbas hogaño

Llora y llora la lagarta,
llora que llora el lagarto
por un huerto que tenían
y que alguien ha robado.
Era un plantío pequeño,
aunque fértil y lozano,
que a nadie perjudicaba.
¿A quién podía hacer daño
un cultivo tan modesto
en un patio tan canario?
Fue campo de berenjenas
de tomates colorados,
de enormes pimientos verdes,
de almendros recién plantados,
que crecían lentamente
para dar sombra al lagarto.
Reptaba la calabaza.
Sus hojas de gran tamaño
se extendían como alfombra
de un verde pálido y glauco.
Es cierto que había insectos,
pero el astuto lagarto,
los detectaba al instante
y raudo como un relámpago,
los devoraba de un toque
con lengua fugaz de saurio.
Ahora termina el banquete,
ya no hay vida en este patio.
El lagarto y la lagarta,
la lagarta y el lagarto,
han dispuesto el equipaje
para emigrar a otro lado
donde encuentren berenjenas,
pimientos grandes y honrados,
insectos de pata negra,
y, de postre, quizá un plátano. 


martes, 29 de octubre de 2013

Retiro con Dante

Cuando viajo en avión o en tren, siempre llevo al menos un libro de poemas. Leer poesía tiene muchas ventajas: la más evidente, que no importa mucho perder el hilo. Uno puede interrumpir la lectura cuando lo necesite y continuarla o volver a empezar sin inconveniente.
Esta vez he traído tres libros: una antología de Twardowski, magnífico poeta polaco; “La rama” de Pedro Antonio Urbina (creo que lo he leído más de una docena de veces) y una edición bilingüe digital de La Divina Comedia.
Al final, Dante ha vencido por goleada, y no he podido resistir la tentación de empezar el curso de retiro con los versos más conocidos, los del comienzo:
Nel mezzo del cammin di nostra vita/ mi ritrovai per una selva oscura,/ ché la diritta via era smarrita.
Ahi quanto a dir qual era è cosa dura/ esta selva selvaggia e aspra e forte/ che nel pensier rinova la paura!
“En medio del camino de nuestra vida/ me encontré por una selva oscura,/ porque la recta vía era perdida. ¡Ay, cuán dura es esta selva salvaje, áspera y fuerte, cuyo recuerdo renueva el miedo!”
Que la vida es un camino parece un lugar común, pero no muchos la ven así. Un camino tiene siempre un sentido, una meta, y lo importante no es disfrutar de la marcha, sino llevar la dirección justa para alcanzarla.
Hay que salir de esa “selva oscura” en la que uno puede encontrarse por culpa de un mal paso o de un mal sueño, y reemprender el camino hacia la Patria.
 

lunes, 28 de octubre de 2013

Airaga, sin huerto

El curso de retiro empieza por la noche; a las diez o diez y cuarto quiere la tradición que haya una “meditación preparatoria”.
Lo malo es que las diez de Canarias son las once de la Península, y como acabamos de retrasar el reloj otra hora más, me temo que mi organismo, que tiene un reloj la mar de ajustado, marcará las 12 de la noche cuando empiece a predicar.
¿Qué haré? En mi opinión cada asistente puede hacer su propia meditación preparatoria con la almohada. Hoy diré dos palabricas, y mañana será otro día.
Además ha desaparecido el huerto del patio y el lagarto se muere de tristeza. Tendré que componer una elegía.

El anuncio del lunes

En vuelo hacia Gran Canaria, os dejo este anuncio de Mercedes. Es original, aunque un poco tonto. Además atenta contra la dignidad del pollo.

Éste está mejor, aunque sea de Vodafone, que es la compañía que me tortura.


domingo, 27 de octubre de 2013

En casa




Llevo año y medio en Tajamar, pero, como sabéis, mi trabajo es itinerante; voy de un lado para otro predicando casi sin parar, y  probablemente he estado más días en Molinoviejo, en Canarias o en Riaza que en mi propia casa. Hoy mismo he regresado desde la Acebeda y ya he preparado la maleta para salir mañana por la mañana rumbo a Las Palmas.
Entonces, ¿me siento “de paso” en esta pequeña habitación? Ni pensarlo. Esta casa es un hogar, mi hogar, el lugar donde descanso de verdad, donde me confieso, y donde me espera un grupo de personas de la Obra a las que echo de menos casi todos los días.
Ayer Juan celebró su cumpleaños ―treinta y siete―, y Aurelio, el mago de las artes gráficas, ha colocado en el vestíbulo un poster gigantesco con un retrato de Goya en el que aparece el rostro del festejado. Como Juan es del Real Madrid, el homenaje pictórico le habrá servido para olvidar por unas horas la derrota frente el Barça.
Pipo, el gran Pipo, se ha ofrecido a llevarme mañana al aeropuerto, y quizá él mismo me espere cuando regrese, el domingo.
Acabo de salir del oratorio, que es el centro del hogar. Se está tan bien aquí…, que me he dormido un ratito.