martes, 19 de mayo de 2020

Encuentros en la primera fase

De nuevo me anticipo a mí mismo y  cuelgo del globo el artículo que saldrá en junio en Mundo Cristiano


Perdona, querido Spielberg, que emule el título de uno de tus primeros films. Aún recordamos los "encuentros en la tercera fase", la peli de ciencia aflicción que estrenaste hace ya 47 años. Ahora la dicen "de culto", misteriosa expresión cuyo significado nunca he entendido del todo. El título tampoco era claro: ¿tercera fase? ¿Y cuáles fueron las dos primeras? ¿O hubo además una fase cero como la que han inventado los expertos del Gobierno para ir "desconfinándonos" por etapas?
En tu peli los "encuentros" fueron intergalácticos. Algunos elegidos (norteamericanos, of course) recibieron a unos extraterrestres que llegaron a la tierra sin escafandra ni mascarilla para devolver a los abducidos en una fase anterior.  Creo recordar que provecharon el viaje para llevar a su planeta a otro grupo de terrícolas. Pero vamos a lo nuestro.
No sé en qué fase estarán los lectores de este artículo; pero ya puedo asegurar que en mi barrio, se han producido algunos encuentros en la primera fase.
Mi amigo Jesús, sin ir más lejos, tuvo uno muy singular en plena cacerolada. Caminaba por la calle de vuelta a casa cuando una ardorosa manifestante agitó con demasiada energía una campana de bronce y la lanzó desde el sexto piso en dirección al cráneo del paseante, que ese día no llevaba casco. Por dos centímetros se salvó su calavera.
También ha habido encuentros entre balcones, como el que protagonizan cada tarde Mercedes y Luis, que estudian el mismo curso de la misma carrera, pero han necesitado una pandemia para verse y gustarse. Me dice Luis que Mercedes le espiaba con unos prismáticos, y que él respondió con el telescopio de su hermano. La comunicación continuó con un despliegue de carteles hasta que Mercedes se decidió a escribir en uno su número de teléfono.
Palabra que no me lo invento. Me lo contó Luis en un febril correo electrónico. Yo solo he cambiado el nombre de ella porque es tan original que ni siquiera necesita apellido para que medio Madrid la identifique.
Tampoco es falsa la historia de un matrimonio conocido (en esta ocasión omitiré los dos nombres) que andaba en trámites de divorcio hace meses. Ahora él ha perdido su empleo y ella ha dejado de ir de copas con su amigo de la empresa. El teletrabajo tiene estas cosas. "Estamos bien —me escriben—; jugamos con los niños y hemos empezado a hacer el puzzle de quinientas piezas que usted nos aconsejó como terapia".
Los restantes "encuentros" puedo imaginármelos. Supongo que es un chiste la historia de aquel fulano que, al tercer día de confinamiento, descubrió que en su casa vivía una señora la mar de simpática; era su mujer. Sí que es verdad, en cambio, que algunos padres han descubierto que sus hijos e hijas tienen inesperadas virtudes y que incluso pueden hablar como adultos si se les da la palabra y se les pide la opinión.
Las nuevas tecnologías ayudan a generar contactos en la primera fase. Yo, por ejemplo, tengo ahora mismo a unos cientos de interlocutores. Cada semana hago mi oración en voz alta delante de una pequeña grabadora y la cuelgo en la red. Mi intención era compartirla con el grupo de amigos que asisten a círculos o a retiros espirituales en casa; pero, ya se sabe, la red no tiene fronteras, y las meditaciones llegan ya al mundo entero.
Esos sí que son "encuentros" eficaces. El dichoso virus ha hecho posible que más de uno se encuentre con Dios sin guantes ni  mascarilla.