viernes, 31 de mayo de 2019

Retratos de María (X)


Las lágrimas 

Me escribe Olga desde León:
Esta imagen me llegó por Facebook hace ya unos cuantos años. No sé si a Ella le importará que hayan utilizado un poco de photoshop, pero a mi me consuela mucho mirarla, porque sé que Ella acoge a cada uno de esos niños a los que no dejan nacer. Y el intenso dolor se vuelve ternura por un momento. ¿Cómo podemos estar tan ciegos? Sobrecoge esta espantosa realidad. Mi único consuelo es mirarla, ya le digo.
Como veis es una fotografía de la Macarena, la preciosa Virgen dolorosa conocida y venerada en todo el mundo. En esta ocasión no llora por su Hijo clavado en la cruz; alguien le ha puesto un niño en sus brazos, y las lágrimas de María hablan de esa criatura indefensa y de las que son asesinadas antes de ver la luz del sol.
A mí también me enternece este retrato a pesar del photoshop.

jueves, 30 de mayo de 2019

Alex, las golondrinas y el derecho procesal

Vencejos
Me ha escrito Alex desde Oviedo hace 23 horas y reproduzco ahora su enigmático mensaje sin pedirle permiso. Claro que, en realidad, Alex no se llama Alex, y Oviedo tampoco es Oviedo.  
¿Sabe usted esos patios interiores de las casas? De los edificios: sus fachadas traseras los acorralan por cuatro lados, y, si uno se fija bien y está en un piso mediano, puede ir anotando los hábitos y costumbres de cada uno de sus vecinos. Empezando por la casa de enfrente, por la fachada blanca —señorial del siglo XVIII, aún bien educada y libre de parches publicitarios— uno podría escribir, al estilo del solitario o del curioso parlante, unas "escenas del patio de mi casa". Y poco a poco ir cerrando el círculo hasta que, disciplinada la sensibilidad y aprendido el silencio, la inteligencia pueda dedicarse a mejor obra, tal vez algo así como "escenas del instante" o no, mejor, escenas del Instante, con mayúsculas, subrayando que Dios lo impregna todo, lo llena todo como una inundación invisible, como un desbordamiento de aquel río con alas que nos trae polvo del desierto, y que colorea la nieve las más escarpadas cordilleras.
Hoy me he acordado de usted —como tantas veces— al no poder ignorar el chirriar de las golondrinas, empeñándose tenazmente en alegrar el Derecho Procesal, en burbujearlo, en redondear aún más las letras de los títulos, vaciándolas por dentro e invocando unas alas negras para que sin ton ni son comiencen a echar el vuelo. Una a una, letra por letra, pelean contra esos trinos y se agarran con fuerza a las páginas para que yo pueda continuar con el estudio.
Cada mañana, mi subir las persianas las anima, excita esos cuerpos de viento y las empuja a volar en círculos. Cada mañana, a un pistoletazo de persiana, las golondrinas hacen del patio de mi casa un circo; de aquellas fachadas que más tarde son pasto de curiosos, ellas hacen unas gradas romanas: una muchedumbre de ventanas rugientes animan el correr de esas pequeñas avecillas de color negro. Nadie más las oye, solo yo escucho los cuarterones embravecidos, los junquillos que se salen de sus marcos para tocar esas curvas veloces, negras de media luna. Y dan vueltas y vueltas, y se disputan el calor de las miradas. ¡Pan, pan! Dadme pan y que comience el desayuno, pero nadie oirá un buenos días, ni tampoco un gesto se alegrará de su vuelta el mundo; solo podrá oírse el trinar de unas golondrinas, unas ventanas inmóviles, quietecitas, y un niño con la bata puesta que está subiendo la persiana.  
Como veis, Alex será un gran escritor, sobre todo si se centra en el Derecho Procesal, la asignatura más tediosa de la carrera, y controla su imaginación, más volátil que las golondrinas. 
Por cierto, a juzgar por su descripción, las golondrinas que describe  Alex tampoco son golondrinas, sino vencejos, unos pájaros vocingleros y alborotadores que vuelan y vuelan sin posarse jamás, toman posesión de las ciudades en verano y hacen carreras en el aire planeando en círculo.  
* Alex, perdóname por haber colgado en el globo tu mensaje. La próxima vez te pediré permiso, y cuando acabes el curso, me encantará que colabores en esta página con tus sueños, locuras y reflexiones. Tienes talento y lo sabes, pero debes aprender a embridar tus impulsos con el odioso derecho procesal.

Retratos de María (IX)





Dos imágenes gemelas 


Me las envía Cordelia y añade lo siguiente:
"Le mando una foto de mi Virgen favorita de toda la vida. La de la izquierda se la regaló mi padre a mi madre cuando eran novios (menudos regalos bonitos se hacían entonces), y estuvo siempre encima de la cómoda del dormitorio de mis padres. Cuando era pequeña me fascinaban las pestañas de la Virgen y el Niño, y pensaba que eran de verdad.
Hace unos años se la pedí a mi madre para ponerla en mi salón"
 Y yo no tengo nada que añadir. El mes de mayo se nos acaba, pero sigue habiendo retratos de María. Yo pondré dos o tres más. ¿Os animáis a mandarme una foto de vuestra imagen preferida?

miércoles, 29 de mayo de 2019

La pinza


Tomás me ha regalado esta pinza. No parece gran cosa. De hecho, es pequeñísima, apenas mide dos centímetros de largo, pero el búho la contempla con asombro —que es el comienzo de la sabiduría—, y parece preguntarse: ¿quién fue el artista que te inventó? ¿Por qué no recibió un Premio Nobel; el de la paz o el de cualquier otra cosa? 
Hace tiempo propuse en este mismo globo que las Naciones Unidas crearan una especie de Nobel de las cosas pequeñas para honrar a los genios anónimos que han trasformado nuestras vidas con inventos minúsculos de trascendencia universal. Creo que sugerí algunos: el clip, las ruedas de las maletas, el boli, la mochila, el pincho de tortilla...
La  pinza de madera, la de tender la ropa, es una de esas creaciones admirables. ¿Os habéis detenido a contemplar la belleza de su diseño? ¿No os sorprende la sencillez de su mecanismo? Reconoced que más de una vez habéis caído en la tentación de desarmarla para crear algo nuevo con las dos piezas de madera y el esqueleto mecánico que las une.
Con una pinza se puedan hacer infinitas cosas. Buscad en Google y lo veréis. Y con cien  o doscientas se decora un salón o se inventan juegos fantásticos que nos harían olvidar las bobadas electrónicas que aparecen en las pantallas de los móviles.
Como dijo el poeta, "a mis amados les dejo las cosas pequeñas; las cosas grandes son para todos".
Gracias, Tomás.





Jaime y Raúl



Hay gente para todo. Jaime tiene un colchón más confortable
A las nueve de la mañana, cuando salgo de casa después de celebrar la Santa Misa, Jaime sigue dormido en un banco, embutido en su precioso saco de dormir. Hace años le pregunté de dónde lo había sacado:
—Me lo regaló Raúl.
Para Jaime no hay otro Raúl que el antiguo delantero del Real Madrid. Lo ha colocado en la cumbre de su Olimpo personal y allí seguirá hasta el final de los tiempos como punto de referencia y protagonista de todas sus fantasías. Porque Jaime no miente: cree en sus invenciones con fe casi teologal. Es un creativo. Lo suyo sería la literatura si no fuera por el alcohol que lleva casi siempre en el cuerpo.
—¿Raúl..., en serio?
—Te lo prometo por mis hijos. Es chulo, ¿verdad? Aguanta hasta treinta grados bajo cero. ¿Me das un euro?
Hoy no está para muchas charlas, pero una hora más tarde lo veo sentado en el mismo banco con un pitillo de aspecto sospechoso que le cuelga del labio inferior.
—¿Has desayunado?
—No. ¿Me das dos euros?
—Mejor te invito a un café.
Jaime necesita un chupito alcohólico para afrontar el día. El café solo no le basta. Tras ese primer chute reza en voz alta un avemaría con la esperanza de que le pague otro.
─Adiós, Jaime; cuídate. Y no vuelvas a mentarme a tus hijos. Tú no tienes hijos.
─Quién sabe… Con Dios, amigo.




martes, 28 de mayo de 2019

Retratos de María (VIII)


La Niña en su casa


Arístides Artal, pintor gallego, nacido en Zaragoza (*) y afincado en Sevilla, es un verdadero maestro de los pinceles a pesar de su envidiable juventud. Él dice que pinta "de todo", pero a mí me ha conquistado con su arte sagrado.
Hoy pongo en el globo esta Sagrada Familia ante el pan de cada día. María es una chiquilla preciosa de 15 o 16 años, recogida en oración para bendecir la mesa. Así la vio el Ángel cuando la visitó en su casa de Nazaret. José, un muchacho muy joven de mirada serena, que no se cansa de contemplar a su Hijo. Entre tanto Jesús, vestido de fiesta, mira al plato que tiene delante mientras habla con su Padre del Cielo.
La estancia es modesta, sin el menor adorno superfluo; pero un luz dorada enriquece la escena y la llena de paz.
(Gracias, Alfredo, por enviarme la fotografía. Desde ahora, será uno de mis retratos predilectos de la Virgen).
 (*) No es broma ni error. Los gallegos, como los de Bilbao, nacen donde quieren.



lunes, 27 de mayo de 2019

Retratos de María (VII)



Nuestra Señora de Aldovea
Podría haber escrito simplemente "la Virgen del cole", pero esta imagen, rodeada de alumnos,  tiene ya un título sancionado por la diócesis de Madrid. Podríamos decir que es una advocación más como la Almudena o el Pilar aunque no figure en el calendario litúrgico. 
El viernes pasado celebramos su fiesta y me tocó a mí oficiar la Santa Misa en el jardín del colegio a las cuatro de la tarde. Como soy nuevo en la capellanía, pensé que sería una ceremonia sencilla con un número reducido de asistentes, pero lo cierto es que hubo una multitud. Estaba el colegio entero y muchos padres y madres. En primera fila, los más pequeños, que acaban de hacer la Primera Comunión, y, repartidos entre los chavales, los profes.
Me fui emocionando a medida que pasaban los minutos ante el silencio de los chavales y la devoción todos.
Mi homilía fue muy sencilla, pero estaba tan a gusto que me habría quedado allí toda la tarde hablando de la Santísima Virgen y de su nuevo título: "Nuestra Señora de Aldovea".
Distribuimos más de cuatrocientas cincuenta comuniones. Y yo volví a casa con una estampa nueva grabada en la memoria y en el teléfono móvil. A partir de ahora hago el propósito de incorporarla a mi baraja de retratos.



domingo, 26 de mayo de 2019

Lo estúpidamente correcto


El gran Rafael Gómez Pérez acaba de publicar en aceprensa el artículo que incluyo a continuación. Es un poco largo, pero vale la pena leerlo y, en mi opinión, difundirlo. Hay que combatir la cursilería imperante con todos los medios.


La Generalitat valenciana abrió hace algunas semanas un expediente sancionador a El Corte Inglés por el cartel de la campaña del Día de la Madre. En él se veía a una mujer y el lema: “100% Madre (97% entregada, 3% egoísmo, 0% quejas)”. Dicen esos político/as valenciano/as que es por “fomentar el estereotipo de madre que resigna a las mujeres a cumplir con su papel de buena madre basado en la entrega, por encima del resto de identidades”. ¿Qué quieren? ¿Que se fomente “el papel de mala madre”? 
Feminismo salvaje 
Se adivina lo que hay detrás de esa antipatía hacia la buena madre. Un feminismo que ha perdido el norte y que, al defender con libertad de expresión lo que piensa que es lo correcto, ataca la libertad de expresión de quienes no piensen lo mismo.
La corrección social se extiende atendiendo al tópico verdadero de “donde va Vicente, donde va la gente”
O ese feminismo de un grupo, de cuyo nombre no puedo acordarme, que publicitó que el hecho de que los hombres fueran en autobús o metro con las piernas abiertas era una especie de latente agresión sexual a las mujeres. El mismo feminismo que invadió una capilla católica a golpe de sujetador y gritando “más ovarios y menos rosarios”.
En otras modalidades más inteligentes de feminismo lo políticamente correcto se explica: muchas mujeres (no las mujeres en general, que sería unos 3.600 millones en el mundo) explicablemente acentúan sus reivindicaciones porque hasta hace no mucho tiempo eran tratadas jurídicamente como desiguales, sin caer en la cuenta de la verdad esencial: que antes de varón o mujer se es ser humano, sin distinción alguna.
La verdad de la tribu
Con este título acaba de aparecer en Debate, un libro de Ricardo Dudda, con el subtítulo “La corrección política y sus enemigos”. Una de sus conclusiones es que “la nueva izquierda es políticamente correcta y conservadora, porque busca conservar el bienestar conseguido”; “la nueva derecha es políticamente incorrecta, rupturista y heterodoxa… Hoy la derecha es punk y la izquierda puritana”. Se podría añadir que la izquierda es conservadora cuando está en el poder, porque lo quiere conservar lo más posible: cosa que suele ocurrirle a mucha gente, político o no.
Quizá es bueno ahondar un poco más. Lo políticamente correcto ha invadido otros ámbitos, hasta en algunos casos “hacerse cultura”. Hay numerosos ejemplos en la historia de esos “cambios culturales” en los que con más o menos lentitud o rapidez se hacen dominantes (o tienen su apariencia) otros modos de enjuiciar, de hablar, de sentir y de actuar. Un ejemplo relativamente cercano fue el de los mediados de los sesenta hasta el final de los setenta, con los tópicos del estilo de “liberación sexual”, “sexo, drogas y rock and roll” o aquello de “hagamos el amor y no la guerra”, aunque esto último no ha impedido que haya habido guerras desde entonces y hasta hoy mismo.
Siempre es posible distinguir entre la “opinión pública real”, difícil de medir, y la “opinión pública mediática” en gran parte creada por los medios
La “corrección” social, más que política, lleva a considerar “correctos” comportamientos antes considerados incorrectos, quizá porque lo son. El proceso se completa cuando, por ejemplo, una venerable abuelita, que en toda su vida ha sido un modelo de bondad ve ahora bien que su nieta aborte, porque “eso lo hace ya todo el mundo”. La corrección social se extiende atendiendo al tópico verdadero de “donde va Vicente, donde va la gente”.

Los medios median
En todo este proceso de sustitución de un sentido común normal por un muy tuneado “sinsentido común” tienen bastante que ver algunos medios. Heidegger, nada menos que en 1947, en Carta sobre el humanismo, ya había escrito: “El lenguaje cae al servicio de la mediación de las vías de comunicación por las que se extiende la objetivación a modo de acceso uniforme de todos a todo, pasando por encima de cualquier límite. Así́ es como cae el lenguaje bajo la dictadura de la opinión pública. Esta decide de antemano qué es comprensible y qué es desechable por incomprensible”.
Siempre es posible distinguir entre la “opinión pública real”, difícil de medir, y la “opinión pública mediática” en gran parte creada por los medios, entre los que hoy hay que incluir las redes sociales: el rótulo de influencer no es gratuito. Pero con bastante frecuencia la opinión publica mediática se va colando en la opinión pública real.
Poco a poco, se hacen culturalmente correcto opiniones y modos de vida que solo merecerían el rotulo de “lo estúpidamente correcto”.
Esa “estupidez cultural” se difunde día a día por las redes sociales. Se señala como un hit que alguna “se ha hecho viral”, como si la difusión por sí misma fuera un valor. Si no es bueno que un virus malo se haga viral, no lo será tampoco que un virus mediático estúpido lo sea. Pero hoy parece que se ha hecho más realidad que nunca aquello tan antiguo de Marshall McLuhan de que “el medio es el mensaje”.
Dictadura o servidumbre
Es frecuente ante estos fenómenos culturales, como el relativismo, usar el término de “dictadura”. Pero la dictadura implica un poder externo y concentrado que obliga a otros a hacer lo que no quieren. Aquí no se trata de eso. Es una servidumbre voluntaria, por usar la expresión de Étienne de la Boétie, el gran amigo de Montaigne, en su escrito de mediados del siglo XVI: “Es el pueblo quien se esclaviza y suicida cuando, pudiendo escoger entre la servidumbre y la libertad, prefiere abandonar los derechos que recibió́ de la naturaleza para cargar con un yugo que causa su daño y le embrutece”.
Poco a poco, se hacen culturalmente correcto opiniones y modos de vida que solo merecerían el rotulo de “lo estúpidamente correcto”
Voluntariamente tenemos un móvil que permite localizarnos allí donde estemos. Para muchas de las aplicaciones (y son decenas de miles) se nos piden los datos personales. Voluntariamente algunos y algunas no tienen inconveniente en contar en público intimidades de las que hasta su perro se avergonzaría. Se ha podido ver en televisión como un gay le preguntaba a su anciana madre si le importaba que tuviera varios novios. Y la ancianita respondía: “Como si te quieres acostar con cuatro o cinco que esto hoy está de moda”.
Hay nichos y nichos
En los estudios culturales hay que tener muy en cuenta no caer en la sinécdoque: no entender el todo por la parte. Entre otras razones, por la dificultad insuperable de saber en qué consiste ese todo. Junto al extendido nicho de lo culturalmente correcto (con su extremo de lo estúpidamente correcto) están los variados nichos en los que el comportamiento es razonable, sensible, honesto, natural.
Sucede, una vez más, que hablar de estos otros nichos (matrimonios que no se divorcian, madres y padres entregados a sus hijos, familias numerosas, abuelas y abuelos que viven una segunda juventud cuidando a nietas y nietos…) no da mucha audiencia y sin audiencia no hay negocio.
La censura encubierta
Otro resultado de lo culturalmente (o estúpidamente correcto) es la proliferación de eufemismos. Si dices “negro” eres racista (aunque los negros se lo digan entre ellos, muchas veces con buen humor). Uno de los mejores eufemismos, en el sentido de desvirtuar la verdad, es el de “interrupción voluntaria del embarazo”, por “aborto”. La guinda es esa “interrupción”, porque lo que se interrumpe se puede reanudar y eso en cambio parece que no.
Para no usar “viejo/a” o “anciano/a” se inventó la trivialidad de Tercera Edad (a la que se añadió efímeramente una Cuarta), para luego decir “persona mayor”, olvidando que “mayor” es un comparativo: mayor, ¿que quién?
No hay eufemismo, hasta ahora, para “feo”, “fea”, a pesar de que sea evidente que hay más fe@s que guap@s aunque lo corriente es que predomine algo intermedio. Oído en un tren de cercanías a un grupo de adolescentes hablando de otra ausente: “Tía, pero se ha puesto fea fea fea, lo que se dice fea”. Porque estaba ausente; si estuviera presente le dirían algo así como “se te ve distinta”.
Otro resultado de lo culturalmente (o estúpidamente correcto) es la proliferación de eufemismos
Hoy es difícil escribir públicamente “a calzón quitado”, libres de lo culturalmente correcto. Además de la natural “tiranía del lenguaje sobre el pensamiento” (Wittgenstein), hay una tiranía cultural del lenguaje sobre el lenguaje, que equivale a sobre el pensamiento. No se lee sin nostalgia aquello de Quevedo sobre Góngora: “un hombre a una nariz pegado”. O lo de Góngora, en respuesta: “Don Francisco de Quebebedo”.
Porque lo culturalmente correcto es aburrido y monótono. Y lo estúpidamente correcto es una regresión hacia la servidumbre voluntaria de la ignorancia que, como se sabe, es lo último que se pierde.

 

jueves, 23 de mayo de 2019

La suegra y la Iglesia




"Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces a ella se le pasó fiebre y se puso a servirlos". 
El búho asegura que fue un milagro facilito, una simple fiebre que se cura con paracetamol. Quizá no valía la pena contarlo en el Evangelio.

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Siempre que leo este pasaje recuerdo una conversación con mi amigo Vicente, un viejo párroco valenciano que lleva ya algunos años en el Cielo. Yo había hablado de la Iglesia en un retiro para sacerdotes, y recordé que en la Sagrada Escritura hay multitud de imágenes mediante las cuales la revelación habla de su Misterio inagotable: La Iglesia es Cuerpo de Cristo y Esposa; Pueblo de Dios, Jerusalén celestial, redil…
Al terminar, Vicente y yo charlamos a solas: 
—¿Sabes lo que piensan en mi parroquia sobre la Iglesia? Para algunos es algo así como la suegra de Pedro.
—A ver, explícate.
—Sí, hombre; saben que la Iglesia tiene algo que ver con Pedro, igual que su suegra; y suponen que está vieja, que posiblemente chochea un poco; que tiene fiebre…, nada importante. A la Iglesia, se le llama "madre", También a la suegra; incluso "mamá"; pero solo es suegra. Un poco gruñona, siempre criticando a sus yernos. No les deja vivir en paz, con sus mandatos y prohibiciones. Sobre las suegras se hacen chistes, algunos buenísimos. Con la Iglesia también se bromea. En el fondo la quieren mucho, como a la suegra, pero se avergüenzan de reconocerlo ante los demás.
—¿Y no ven algo bueno?
—Claro. Dice el Evangelio que Jesús curó a aquella mujer en un segundo y ella se puso a servirles. Es lo que hacen las suegras. Y también la Iglesia. Hay suegras-canguro, de gran utilidad para toda la familia. Y encima, no cobran. Igual que la Iglesia, que se conforma con unas monedas en la misa del domingo. Sale más barata que el parquímetro. Recurren a la Iglesia para bautizar a los niños, para la Primera Comunión, para limpiarse el alma, para las bodas, que en el templo resultan la mar de solemnes, no como en el Ayuntamiento. La Iglesia, como las buenas suegras, está siempre disponible, a cualquier hora del día o de la noche… ¿Comprendes por qué el Señor curó instantáneamente la gripe de la suegra de Pedro? ¡Alguien tenía que hacer la comida!
Vicente era un buen párroco, un  hombre de Dios, pobre y entregado a sus feligreses, como tantos que yo conozco. Ni que decir tiene que su desahogo sólo fue una broma. Él sabía, como  yo, que nuestra Madre la Iglesia es santa porque hunde sus raíces en la Iglesia triunfante, que la alimenta desde el Cielo; porque custodia en los sagrarios al Cuerpo de Cristo; porque el Espíritu Santo la nutre; porque la Virgen María es su Madre y modelo. Y porque sigue habiendo multitud de santos de todas las razas y condiciones; obispos santos, sacerdotes santos, y abogados, agricultores, comerciantes, mendigos, deportistas, obreros, políticos…
También hay heridos y enfermos repugnantes, claro que sí; pero ya nos dijo el Papa Francisco que la Iglesia es un hospital de Campaña que cura todas las heridas. Las suegras no llegan tan lejos. 




miércoles, 22 de mayo de 2019

Retratos de María (VI)


La golondrina

Hace un par de años escribí en esta página un mensaje dirigido al Beato Fray Angelico, autor de la maravilla que hoy incluyo en mi lista de retratos de María. Expliqué entonces que para la beatificación de este fraile genial el postulador de la causa no presentó escritos piadosos, homilías o tratados teológicos, entre otras cosas porque Fray Angelico nunca publicó nada. Bastaron sus cuadros, mucho más expresivos que cualquier testimonio literario.
Mi mensaje de entonces terminaba así:
He leído que pintabas de rodillas. Sea o no cierto, cuando contemplo cualquiera de las imágenes de Santa María que nacieron de tus pinceles, entiendo que no pretendiste trasladar al lienzo el rostro de la Señora tal como lo veían sus contemporáneos. Tu arte retrataba tu propia mirada, que no era sino un reflejo de la mirada de Dios. El Señor veía a aquella chiquilla humilde de Nazaret como tú la viste: vestida de reina, llena de gracia y de belleza.
Tengo en la pared, frente a mi escritorio, un pequeño esmalte que reproduce con bastante fidelidad una de tus Anunciaciones, la que se conserva en el Museo del Prado. Como estoy varias horas al día en este despacho, lo he mirado y remirado docenas de veces, y ya no me cuesta nada cerrar los ojos para reproducir en mi imaginación cada detalle del cuadro: el rayo de luz dorada que atraviesa la escena, las grandes alas del Ángel, que también son de oro, el manto de María, el techo abovedado y hasta la golondrina que lo observa todo desde lo alto de un capitel.
Dar un rostro a la Reina del Cielo es una empresa arriesgada. Muchos lo han intentado y Ella no tiene inconveniente en posar para sus hijos y dejar en cada cuadro una chispa de su belleza. "Me enamoran todos los retratos de mi Madre", escribió San Josemaría.
A ti sin embargo te concedió una gracia especial. Y no hay duda de que supiste corresponder generosamente.
Vuelvo a mirar el cuadro. El manto de la Virgen es azul porque es el color del cielo y también porque, para lograr ese pigmento, utilizaste lapislázuli, caro y difícil de conseguir para un pobre fraile como tú. Pero querías que la Virgen tuviera lo mejor. También pintaste de azul el interior de la casa y cuajaste de estrellas el techo abovedado. Es el tiempo que se detiene; Nazaret aquel día fue un pedazo de cielo.
El cuadro parece estático pero está lleno de vida y dinamismo, no sólo porque el mismo Dios lo atraviesa en forma de un rayo de luz, sino por el rico cruce de diálogos que se adivinan entre el Padre, el Espíritu Santo y la Virgen; entre el Ángel y María, entre la Madre y el Hijo al que ya abraza con su gesto.
No me olvido de la escena que hay a la izquierda. Adán y Eva escapan avergonzados del Paraíso. Ellos están fuera de la bóveda celeste, de los tonos cálidos y dorados que enmarcan la Anunciación. Con María comienza la verdadera historia que dejará atrás el pecado original.
Por cierto, amigo, qué estancia más bonita has preparado para la Señora. Con una perspectiva incipiente, has levantado un pequeño palacio con la arquitectura al uso en tu época. Ciertamente que no era así la pobre casita de Nazaret, pero tu pincel ha pintado lo que sólo Dios veía: pasado, presente y futuro se funden en una escena.
Y la golondrina… ¿la pintaste para mí? Este mes de mayo yo quiero estar como ella, mirando el rostro de María.  

lunes, 20 de mayo de 2019

Retratos de María (V)

¡Cuántos cientos de horas he pasado delante de este modesto retablo! Está en el oratorio de la casa antigua de Molinoviejo, una capilla, pequeña, pobre y piadosa que creó San Josemaría en 1946 con la ayuda de un grupo de estudiantes que acampaban en el jardín de la que había de ser la primera casa de retiros del Opus Dei en el mundo. Alfonso Ramil, un valenciano estudiante de Bellas Artes, a quien San Josemaría llamaba Pinturicchio, fue el encargado de pintar el fresco sobre el altar.
 —Fue muy sencillo —me explicaba muchos años más tarde en Bilbao—. Fue copiar y pegar, como en Internet. El ángel lo robé a Leonardo, y el resto de la decoración fue saliendo de aquí y de allí.
—¿Y la Virgen?
—No, la Virgen no la copié. Me la dictó el Padre.
—¿Te la dictó?
—Sí; él me hablaba de la Virgen, y yo pintaba. No es gran cosa, pero mirándola hacíamos la oración.




domingo, 19 de mayo de 2019

Guadalupe


El globo sigue en vuelo,  pero el piloto necesita un día de respiro. La beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, la tertulia multitudinaria de Vista Alegre y la Misa de acción de gracias, le han dejado sin palabras y sin fuerzas para encontrarlas.
Aquí si que vale ese famoso proverbio: "una imagen vale más que mil palabras". Uno necesitaría llenar muchas pantallas de ordenador para transmitir alguna de las emociones de estos últimos días.
Es verdad, Guadalupe está en el Cielo, y una chispa de ese Cielo ha iluminado el enorme palacio que fue en tiempos plaza de toros.Dicen que éramos once mil, y debe ser exacto porque no quedaba un asiento libre. Unce mil risas y sonrisas; once mil aplausos, y una sola alma, un solo corazón que latía fuerte en el corazón de once mil locos.
Mañana el globo remontará el vuelo. Por hoy, basta.

jueves, 16 de mayo de 2019

España


Hace años, Luis Alberto de Cuenca dedicó un breve poema a "Antonio Fontán. mi maestro". No lo he visto publicado en ningún libro, pero ha aparecido en las entrañas de mi ordenador. A lo mejor lo incluí en el blog en otro tiempo, pero como no quiero perderlo y cada día parece más actual, lo reproduzco ahora.


Es un lugar muy triste que ha prohibido los héroes
y ha dejado pudrirse las rosas del escándalo.
Siempre he vivido en él. No sé si en otra parte
habrá tantos borrachos y chicas tan espléndidas.
Es sólo un lugar pobre que ha perdido su alma
sin ganar nada a cambio, un lugar sin futuro,
un puñado de tierra desunido y estéril.
Por él daría mi sangre hasta la última gota.

China


 Otro día hablaré de esta imagen
Vuelvo del colegio (10 kilómetros) oyendo la radio. Al fin he encontrado una emisora que vale la pena: China FM, 92.4. Su música, a veces alegre y a veces melancólica, siempre resulta grata. Son melodías llenas de sensibilidad, no sometidas, como en esta tierra, a la penuria agobiante de la percusión. Aquí somos adictos al ritmo y al puro martilleo, un camino erróneo que no tiene salida. En China parecen haber elegido otra forma de hacer música.
Los locutores hablan en chino. ¡Qué bien suena! Claro que no entiendo nada, pero qué importa. Tampoco comprendo a los políticos que pontifican en las emisoras de aquí, y encima me afectan al estómago.
Llego a casa, entro en el garaje, y me cuesta apagar la radio. Es como cortar a la mitad una gran sinfonía. Termino con una jaculatoria a María, Estrella de Oriente, Stella Orientis.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Los sueños de Alex (y II)





—No, majo, no. Para ser cura o algoasí hay que empezar por ser ambicioso; tener sangre en las venas y un corazón grande que sueñe con empresas imposibles, con aventuras reales… Sobre esa base, Dios puede edificar algo y llamarte; pero a ti…, no creo.
Eso le dije al bueno de Álex, y él se mordió el labio con un gesto muy suyo, entre tímido y peleón. Yo entonces traté de provocarle un poco, sin pasarme de la raya:
—¿De verdad que no has soñado nunca con hacer algo grande por Dios o por los demás.
—Claro…, pero son cosas de crío, como cuando uno dice que quiere ser taxista o aviador…
—No es mala cosa ser taxista. Y volar pilotando un buen reactor debe ser alucinante.
—A mí me entró la manía de ser explorador en la Amazonia y vivir con los indígenas.
—Pues allí no creo que puedas ir con el Ferrari…
Diez minutos después habíamos empezado a soñar juntos. Él, con ser poeta y escribir un libro de viajes relatando sus expediciones por África y América del sur. Yo, con viajar al espacio y dar saltos sobre la superficie de la luna para comprobar que no hace falta ponerse a dieta para perder peso.
Luego charlamos sobre la posibilidad de hablar con Dios y de contarle todos esos sueños, sabiendo que Él nos comprende y no trata de reprimir jamás nuestras ambiciones por muy descabelladas que parezcan.
Por último comprobamos que el tiempo ha volado y debemos volver al trabajo: Alex, a clase de matemáticas. Yo, al confesonario.

San Isidro, el perro y la cotorra


Vino como mascota y se quedó como invasora

San Isidro Labrador, patrono de Madrid, nos obsequia con un día de fiesta y sol. Salgo de casa más tarde de lo habitual, a las 8 de la mañana, y me dirijo al Colegio Mayor Zurbarán donde celebraré la Santa Misa como todos los miércoles. Hoy, además, esperan que predique la meditación. Frente a la residencia hay un pequeño parque que a estas horas hierve de pájaros cantores. La primavera resplandece en el verde tierno de los árboles y en las violetas que parecen renovarse de día en día. Las cotorras argentinas, que ya han colonizado medio Madrid, chillan con acento extranjero. Yo camino despacio, porque tengo con tiempo suficiente  para ordenar las ideas de la meditación mientras contemplo el panorama.
Hay cuatro o cinco perros que corretean nerviosos por el parque. Se ve que han estado encerrados toda la noche y ahora recuperan el tiempo perdido. Sus dueños —un  señor mayor, una chica joven y otros dos chavales los vigilan a distancia. De pronto, uno de los perros ensaya un corto esprínt y da un salto tremendo hasta atrapar con los dientes una cotorra. No sé muy bien de dónde ha salido el pájaro ni cómo lo ha visto el perro, pero el hecho es que, de un solo mordisco, ha dejado tieso al pobre volátil. 
Me pregunto si la anécdota me sirve para la meditación, y decido que no. No está bien atentar contra los inmigrantes ilegales aunque sean cotorras y griten como si las estuvieran acuchillando.
Me acerco para reconocer el cadáver. El perro, que aún sigue a su lado, me mira con ojos asesinos.


lunes, 13 de mayo de 2019

Los sueños de Alex (I)



Cuando charlo con adolescentes, ellos suelen empezar contándome lo que van a estudiar, y casi siempre manifiestan un montón de dudas y de miedos. Cualquiera diría que los estamos educando en una un especie de realismo cauteloso que les lleva a obsesionarse con las posibles dificultades de la vida, con lo duras que son las carreras y con las pocas "salidas" que hay; las dichosas salidas que a la hora de la verdad no tienen tanta importancia como parece. 
Trato de ponerme en su lugar y recuerdo mi propia adolescencia: aquellas ambiciones descabelladas que se me antojaban al alcance de la mano, los proyectos fantásticos que nacían de mi imaginación calenturienta y también, por qué no, los fracasos periódicos, las depresiones de la edad del pavo, de las que había que renacer una y otra vez. 
Echo de menos todos esto en los chavales, especialmente cuando les hago mi pregunta predilecta: 
—Imagínate que mañana te levantas de la cama y descubres que han pasado 20 años; de pronto has viajado al futuro y ves que todo ha salido como en el mejor de tus sueños. ¿Dónde estás? ¿A qué te dedicas? ¿De qué vives? 
Alex tiene dieciséis años y gasta una mirada melancólica como de abuelo prematuro. Me mira desconfiado, cierra los ojos y responde: 
—Vivo…, aquí mismo con mi pareja… 
—¿Casado? 
—Sí, claro. Bueno, supongo que sí, aunque no sé… Trabajo en la empresa de mi padre y como tengo pasta, me compraré un Ferrari. 
—¿Tienes hijos? 
—Sí, dos —Alex se va animando—, y a mi chica le compraré también otro Ferrari. 
—¿Eso es todo lo que se te ocurre? 
Alex se encoge de hombros y se ruboriza un poco no sé bien por qué. 
—¿No te gustaría cambiar el mundo? 
Ahora casi sonríe: 
—¿Es que quiere que me haga cura o algo así? 
—No, majo, no. Para ser cura o algoasí hay que empezar por ser ambicioso; tener sangre en las venas y un corazón grande que sueñe con empresas imposibles, con aventuras reales… Sobre esa base, Dios puede edificar algo y llamarte; pero a ti…, no creo. 
(Otro día continúo con el relato. Hoy no tengo tiempo)

Retratos de María (IV)


Los ojos 

Hace algunos años llegaron desde el Líbano a la Administración de Molinoviejo un par de chicas de la Obra. Venían a aprender y a recoger experiencias para ponerlas en práctica en la casa de retiros de su país. No se quedaron mucho tiempo, pero fue suficiente para que Encarni pintara una Virgen libanesa para el oratorio de aquella casa.
Encarnita García es una numeraria auxiliar que, sin ser una profesional de la pintura, tiene talento y arte de sobra para llenar de colorido y gracia muchos lienzos como éste.
Todas las mañanas cuando enciendo el móvil se me aparece esta imagen en la pantalla. Me encanta la alegría del Niño, el borrico que tiene en la mano y los ojos profundos y tiernos de la Virgen María.
El retrato está pidiendo un piropo. Yo se lo lanzo ahora mismo.


sábado, 11 de mayo de 2019

Primeras Comuniones



He vuelto a celebrar una Misa en el colegio para los niños que celebran su Primera Comunión. No lo había hecho desde hace casi veinte años. Hoy, como entonces, han impreso unos folletos que reparten entre los asistentes. Me suenan algunas oraciones que deben recitar los chicos. Sí, creo que las escribí yo mismo el siglo pasado para las chiquillas que vivían la misma experiencia en Aldeafuente. Ahora esas niñas traen a sus hijos a Aldovea.
Todo es igual que la última vez: los nervios contenidos de los pequeños, la emoción de los padres… Sólo ha cambiado el cansancio del celebrante. Ya lo dijo Pérez de Tudela al contar una de sus últimas escaladas: "ser viejo es como estar desentrenado". Yo llevo desentrenado demasiado tiempo.
En la homilía, una vez más, me invento un cuento. Ya me salen como churros. Los padres parecen más atentos que los hijos, pero, al terminar la Santa Misa, uno de los chavales se interesa por la historia y me pregunta lo de siempre: "¿y luego, qué pasó?"
Hoy haré mi oración pensando en las emociones de esta mañana y  pediré al Señor que yo también aprenda de una vez, como nos pidió San Josemaría ,"a creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños".  
Al final Alicia y Nacho me invitaron a comer en su casa. Aquí están los 9 de su tribu. Todo comenzó en Gazolaz, hace sólo 19 años. Una tormenta nos dejó sin luz en plena boda.