lunes, 30 de noviembre de 2015

A Publio S. Quirino, procurador de Siria [1]


El tapiz


Buena la hiciste, noble Quirino, con tu famoso decreto de empadronamiento. Ya sé que no fue cosa tuya, sino del César, siempre obsesionado con saber cuántos súbditos tenía Roma y cuánto podían aportar a las arcas del Imperio. Lo malo es que los hebreos se resistían alegando que Yahvé no veía con buenos ojos aquellas prácticas contables. Por eso el Emperador te envió a ti al mando de la legación de Siria. Eras su hombre de confianza y cumpliste bien el encargo de meter en cintura a aquel pueblo rebelde y supersticioso.
Dicen las crónicas que progresaste muy joven en la corte e incluso conseguiste que te nombraran Cónsul. También cuentan que te casaste dos veces, que dos veces repudiaste a tus esposas y que la segunda incluso trató de envenenarte.
Todo esto ahora tiene poca importancia. Lo que cuenta es el censo del pueblo hebreo, que te colocó de sopetón en el centro de la historia. Aún no se han puesto de acuerdo los cronistas sobre su fecha y circunstancias; pero como San Lucas afirma que él investigó "cuidadosamente todo desde sus orígenes", decido fiarme de su Evangelio más que de otras fuentes.
Reconoce, amigo Quirino, que te habría gustado entrar en la historia por méritos propios, pero comprenderás que por muchas batallas que hubieras ganado, ninguna te habría dado tanta honra ni fama como la que alcanzaste, sin comerlo ni beberlo, estampando tu firma al pie de aquel decreto imperial.
La razón es que había un joven matrimonio residente en Nazaret que debía viajar a Belén para cumplir con la ley del empadronamiento. Él se llamaba José y ella María. María estaba embarazada y, en rigor, no se le obligaba a cumplir con este trámite, pero decidieron aprovechar la oportunidad para trasladarse definitivamente a Belén. Tú de esto no sabías nada, por supuesto. ¡Quién iba a decirte que Yahvé contaba contigo para poner el primer belén de la historia y preparar el nacimiento de su Hijo!
Desde entonces, cuando llega la Navidad y se proclama en la Santa Misa este pasaje del Evangelio, todos los sacerdotes del mundo mencionamos tu nombre y el del Emperador para dejar claro que Jesús no fue un personaje de leyenda ni un niño de mazapán. Nació, de verdad, en esta tierra, vivió en una época concreta, compartió treinta y tantos años de historia con judíos y gentiles. Y conoció a otro procurador romano como tú, un tal Poncio Pilatos, al que los Cristianos nombramos en el Credo, a pesar de que fue él quien dictó sentencia de muerte para el Rey de los Judíos.
Ya ves, noble Quirino. Se diría que Dios juega con nosotros como si fuésemos piezas de un puzle enorme y misterioso. Aunque sería más exacto decir que el Señor construye un tapiz con hilos divinos y humanos. Para elaborarlo, emplea fibras toscas y valiosos cordones de la seda más fina, cuerdas vulgares y tramas preciosas de todos los colores y texturas.
Con sabiduría y paciencia infinitas, va anudando los cabos sueltos y sitúa a cada uno en el lugar que le corresponde. Algunos hilos optan por escaparse de la mano del Artista, y Dios respeta su libertad. Otros se dejan manejar dócilmente y muchos, como tú mismo, pasan por la vida sin enterarse de que el Señor de la historia les ha reservado un puesto, modesto o trascendente, en este tapiz divino.Amigo Quirino, te confieso que algunas veces pienso que estoy en el reverso del tapiz, y no entiendo el sentido de esta trama confusa, de estos nudos distribuidos en aparente desorden. Sólo espero que un día pase al otro lado del lienzo y Dios me muestre su obra con toda su belleza. Entonces, si he sido fiel, el Señor me dirá:
—¿Ves esa chispita dorada, aquel hilillo azul, la sombra de esa flor escondida… ? Eso eres tú.
 


 [1] Aconteció, pues, en los días aquellos, que salió un edicto de Cesar Augusto para que se empadronase todo el mundo. Fue éste el primer empadronamiento siendo Quirino Gobernador de Siria. E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para empadronarse, con María, su esposa, que estaba encinta (Lucas, 2 1-5) 


sábado, 28 de noviembre de 2015

Desagravio


Copio, sin cambiar una coma, el mensaje de una alumna de la Universidad de Navarra. Me ha emocionado leerlo y comprobar un vez más que la fe y el amor por Jesús Sacramentado son más fuertes que el odio.


Hoy he estado en la Misa que convocó el Obispo de Pamplona para pedir perdón a Jesús por la profanación de su Cuerpo. Ha sido increíble. Había más de 100 sacerdotes concelebrando la Misa. El Obispo ha hablado de la caridad y la misericordia. Ha pedido a los jóvenes que sienten la llamada de Dios en su corazón que abran las puertas a Cristo, que se entreguen a Él, los chicos al sacerdocio y las chicas en el cuidado de los más pobres y necesitados. Ha dado las gracias por la presencia de tantísima gente en la Misa. 
Después de la homilía ha pedido que hiciéramos unos momentos de silencio. Se le veía tan tan dolido. Me ha encantado porque la gente estaba dolida de verdad, realmente le dolía que se hubiera hecho eso a Jesús. Y me ha encantado porque eso significa que muchísima gente valora muchísimo la Eucaristía y la ama. Me he quedado muy loca. No sabéis el ambiente que había; de recogimiento, de oración, de arrepentimiento, de disculpa, de silencio, de cariño. La súper concentrada, cantando las canciones con el corazón. A algunas se les saltaban las lágrimas y otras no podían acabar de cantar las canciones porque se les quebraba la voz. Yo tenía la piel de gallina. Curas, monjas, niños, universitarios, monjes, gente del Opus Dei, padres y madres de familia... 
El Obispo ha pedido que comulguemos con la boca para evitar que puedan pasar cosas malas como la que ha pasado. Se ha leído el Evangelio creo que de San Lucas: "Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él". Se ha hablado mucho de la Eucaristía. Al terminar la Comunión han dicho por el micrófono que lo sentían porque habían preparado 4000 formas consagradas para que la gente comulgara y ha habido gente que se ha quedado sin comulgar. Hay gente que ha esperado hasta 20 minutos de cola para comulgar y aun y así no ha habido formas consagradas para todos. 
Estaba a petar. La gente arrodillándose aunque no se cupiera muy bien. Ha sido impresionante, la fe de la gente y el dolor que sentían de que se haya ofendido tan gravemente a Jesús. Al terminar la Misa ha habido una procesión de Jesús Sacramentado por la Catedral. Y cuando ya se iban los sacerdotes y el Obispo todo el mundo ha empezado a aplaudir de lo bonito que ha sido.

martes, 24 de noviembre de 2015

Carta a Dios sobre la exposición blasfema de Pamplona


Teresa Gutiérrez de Cabiedes (¡cuántos recuerdos me trae ese apellido!) ha escrito en Alfa y Omega un espléndido artículo que vale la pena leer y difundir.

Empieza así: 
Querido Dios:Te escribo desde Pamplona, a ver si me echas un cable. En una sala pública de aquí han organizado una exposición que te ofende. Un chico dice que ha robado 248 Hostias para ultrajarte con ellas.
Leedlo entero aquí

jueves, 19 de noviembre de 2015

Minutos de silencio


Leo en el Evangelio de hoy que Jesús, a la vista de Jerusalén, lloró por ella, diciendo:
"—¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita."
Dios llora por nuestros delitos y por las víctimas de nuestros crímenes. Si entendiésemos ese llanto de Jesús, llenaríamos de lágrimas y de oraciones los fríos minutos de silencio que congelan el aire y siembran de odio las ciudades de Europa.


martes, 17 de noviembre de 2015

La agenda aprieta pero no ahoga


Siempre que se habla de la agenda, le añadimos un adjetivo parásito e indeleble: "apretada". Pues bien, mi agenda se ha completado hoy con un calendario de actividades casi ininterrumpidas que termina el 1 de julio del año próximo. Ahora ya sé, por ejemplo, que el 30 de abril a las 11 de la mañana comenzaré una meditación en Torreciudad; que el 22 de marzo, a las 9 y media, hora peninsular, predicaré en Tenerife, y el 11 de mayo, a la misma hora, en la Gran Canaria; que el 20 de noviembre habré votado ya por correo y me enteraré de los resultados en Asturias…, y así sucesivamente.
No lo cuento para despertar compasión ni para presumir de hombre ocupado. Al contrario: me gustaría excitar la envidia de mis colegas: al examinar el calendario que me espera, lo he traducido en personas afectadas por el apretón de la agenda. Son cientos (y cientas, supongo) los que me soportarán pacientemente y charlarán conmigo a solas o en grupos. Me pregunto si existe un trabajo más apasionante y fructífero que el mío.
Claro que cansa un poco. Es verdad que la agenda no ahoga, pero aprieta. Vaya si aprieta.


lunes, 16 de noviembre de 2015

Ya llega el gordo

Y éste es el anuncio que veremos este año en la tele para animarnos a comprar lotería. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Campo con puertas pero sin humo

Poner puertas al campo es una expresión que se utiliza para descalificar determinados proyectos que resultan inabarcables o utópicos. Una imagen muy adecuada si no fuese porque el campo ya está lleno de puertas y nadie protesta.
Esta mañana, después de una sesión de confesonario, he salido de La Acebeda con los prismáticos al cuello y he subido por un camino forestal que bordea la finca. Iba en busca de un nido de ratoneros que, con toda probabilidad, se encuentra en lo alto de alguno de los pinos que hay a pocos metros de la finca. También quería ver Madrid desde lo alto. En esta casa gozamos de una vista espléndida hacia el Sur. La Acebeda está a 1.220 metros de altura en la ladera de la Sierra de Guadarrama, y el centro urbano, a 600 o 700 metros según las zonas. Como la distancia es escasa —cincuenta kilómetros por carretera y bastante menos en línea recta— los prismáticos me permiten contemplar la Villa y Corte con las cuatro torres de Chamartín en primer plano. Hoy, además el cielo está limpio de nubes y la luz de la Sierra es perfecta.
Regreso de mi "excursión" al cabo de media hora. No hay puertas en el campo para las aves, pero sí para los humanos. Imposible acceder al pinar a no ser saltando por encima de una verja que cualquiera sabe si está electrificada.
Miro hacia Madrid resignado por mi fracaso, y Madrid ya no está; se ha ido. Las cuatro torres horteras (a quién se le ocurre plantar cuatro rascacielos en La Mancha) han desaparecido milagrosamente y el resto de la ciudad ha sido engullido con ellas. La culpa es de la contaminación: una nube gris-marrón cubre por completo a cuatro millones de ciudadanos en este singular veranillo de San Martín.
La verdad, me quedo con el campo aunque tenga puertas. Ahora mismo salgo de nuevo al jardín para respirar un poco de aire puro. No sea que, cuando regrese a casa, ya no quede.


martes, 10 de noviembre de 2015

Volar



Hace años una niña de Aldeafuente me preguntó si yo también hacía cursos de retiro:
—Claro —le respondí—.
—¿Y cuántos has hecho?
La respuesta fue sencilla: uno al año desde que pertenezco al Opus Dei y tres más: uno antes de mi ordenación sacerdotal y otros dos antes de pedir la admisión en la Obra.
—¿Y te confiesas con otro sacerdote…?
He llegado a La Acebeda y, mientras deshago la maleta, me viene a la memoria aquella singular conversación. Voy a predicar un curso de retiro, uno más, y me pregunto si soy capaz de recordar el primero al que yo asistí. Fue, según creo, en el Hostal de San Bartolomé y lo predicaba Michel Rivilla, un cura grande y cariñoso que está en el Cielo desde hace bastantes años.
Al recordar los propósitos —tremendos— que saqué de aquel curso, siento un poco de envidia…, de mí mismo; de mi ingenuidad de entonces, de lo seguro que estaba de alcanzar la santidad en cuatro días.
Pienso en las mujeres que asistirán estos días al retiro que voy a predicar. Les sugeriré que saquen propósitos pequeños, concretos, sencillos de cumplir, pero pido al Espíritu Santo que les llene de deseos grandes, enormes; que vuelen tan alto, tan alto como aquel ingenuo chaval de quince años.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Marita


Dentro de una hora Marita cumplirá 101 años.
Marita es mi madre, pero desde hace algún tiempo todos sus hijos, nietos y biznietos la llamamos así, con este diminutivo doméstico que nos la acerca aún más. Marita es sólo ella: única e irrepetible. Recia, discreta, tierna, alegre, piadosa.
Yo hoy tendría que haber escrito un poema o un cuento, pero confieso que me siento incapaz de redactar cuatro líneas que le hagan justicia.  
Entonces, ¿por qué me he sentado frente al ordenador a estas horas? Supongo que porque es la víspera, y las vísperas siempre me han llenado más que las propias fiestas. Además necesito decir en voz baja, ahora que este globo agoniza y apenas me quedan dos docenas de lectores, que debo mi vocación a Marita. Ella me enseñó todo lo importante que sé. Con ella empecé a rezar, a leer, a escribir, a luchar…
Alguna vez me ha dicho que no se explica por qué sigue aún en este mundo, ahora que ya sólo es un estorbo. Hoy me atrevo a responder que la necesito —la necesitamos todos— para ser fieles, para seguir apoyándonos en su fe recia y valiente, en su cansancio sereno, en esa mirada de chiquilla traviesa que chispea cuando juega con los más pequeños de la tribu.
Dentro de unas horas celebraré la Santa Misa y pediré por lo que pida Marita. Me uniré a sus deseos, a sus sueños. Y daré gracias a Dios en nombre de todos por tenerla y sentirla tan cerca.