domingo, 31 de agosto de 2008

Empiezo el año 40

La imagen recoge la ordenación sacerdotal
de 37 fieles del Opus Dei en la Basílica de San Eugenio
en Roma, el día de Pentecostés de 2008



El 31 de agosto 1969 también cayó en domingo. Aquella mañana recibimos la ordenación sacerdotal 28 miembros de la Obra. Nos ordenó el Siervo de Dios José María García Lahiguera en la Basílica Pontificia de San Miguel

¿Cuántas Misas hemos celebrado desde entonces? ¿Cuantos cientos de miles de confesiones? ¿Cuantas horas de predicación?...

Rezad un poco por todos, ahora que empezamos el año 40 de nuestro sacerdocio, para que seamos fieles y no hagamos el ridículo.



sábado, 30 de agosto de 2008

Manolo García


Querido Manolo: acabo de leer la entrevista que te han hecho en “el Mundo”. Hay pocas noticias en la prensa estos días y me he entretenido contigo a pesar de que, a primera vista, no me interesabas nada.

Leo que eres cantante y que vendes discos. Antes eras "el último de la fila" y ahora te has quedado en Manolo a secas. Pero criatura, ¿quién te manda a ti salir al mercado del pop con un nombre y un apellido semejantes? Con lo fácil que resulta inventarse un apelativo inglés molón. Porque mala pinta no tienes. A juzgar por la foto que ilustra el reportaje podrías hacerte con un buen grupo de fans adolescentes en cuanto te lo propongas.

Dices que Manolo; que ni siquiera te gusta que te llamen Manuel, Manel, ni Manu… ¿Y qué tal Garci en lugar de García? Ya lo hizo un conocido director de cine y se trajo un Oscar.

Pero nada, no quieres cambios; explicas que te llamas Manolo García y tienes un coche de doce años al que pretendes jubilar cuando cumpla los 400.000 kilómetros. ¿Así cómo vas a triunfar en Las Vegas, animalito mío?

¿…que no vas al gimnasio? No me lo puedo creer. Declaras que prefieres el huerto: cavas, trillas, quitas piedras, te pones cachas y te ahorras el solárium. Bueno, visto así… Dices además que tu tocayo preferido no es Manuel Fraga ni el Cordobés, sino Manolo el del bombo. Para colmo te ríes del cambio climático y de la operación triunfo.

Vaya, además eres católico y lo confiesas sin que te lo pregunten como quien no quiere la cosa. De paso, te lanzas y aprovechas para decir que “los católicos estamos perdiendo caridad, y no podemos ir a palos”. Luego hablas de tus abuelos, del amor al prójimo, del sonido del viento y de la sabiduría de los viejos.

¿Sabes una cosa, Manolo? A lo mejor cantas como un energúmeno, pero el lunes, sin falta, me voy al cortinglés y compro todos tus discos.

viernes, 29 de agosto de 2008

Caruso


He aquí "Caruso", la canción de la que hablaba don Mario en un comentario a mi post "Volare". Caruso es una canción extraordinaria tanto por la música como por la letra. Desde su estreno en 1983 nadie ha hecho nada comparable en Italia. Su autor es Lucio Dalla, un genio de la música pop; su mejor intérprete, el gran Luciano Pavarotti.

En esta ocasión cantan los dos a dúo y, como tiene subtítulos en castellano, se entiende muy bien.

Dura cinco minutos y medio. Ojalá fuese aún más larga.



jueves, 28 de agosto de 2008

Rectificación



Un amigo de Nápoles y otro de Bari me corrigen: Juan Pablo II no cantó "Volare", sino "O Sole mio", precisamente "el otro" himno nacional italiano, como me apunta don Mario.

En todo caso no cambiaré mi entrada anterior. Conste para la posteridad mi fallo de memoria.

(Por cierto, me encanta ver que no me pasáis una. Debe ser que, en efecto, tengo lectores).





Volare



Volare es mucho más que una canción. Fue durante muchos años el himno oficioso de Italia. Gracias a "volare", Modugno se convirtió en mito y su música fue embajadora de la Italia de los años 50 en el mundo entero.

Yo he cantado "volare" cien veces, pero siempre a solas. No me atrevería a interpretarla en público. Sólo una persona se atrevió a hacerlo y recibió más aplausos que Modugno: Juan Pablo II en su primera visita a Napoles. La multitud que le escuchaba no se lo acababa de creer.

Santi me manda desde Canarias esta canción. Aquí, en Molinoviejo, no puedo comprobar si funciona. Ya me diréis.




miércoles, 27 de agosto de 2008

Alba o tramonto (y III)


Mi amigo Jose Antonio, que es hombre sabio, aunque apasionado y vitalista, me dice, como riñéndome, que no es verdad; que mi "pensiero" de ayer por la tarde describe más al escéptico que al hombre "que vive de esperanza". El hombre esperanzado -concluye- debe ser siempre optimista.

Respondo: no estoy de acuerdo. El optimismo y el pesimismo se refieren a la epidermis de las cosas y de los acontecimientos. La esperanza se sitúa en un plano diferente. Yo sé que, al final, Dios nos aguarda a todos; sé que la vida de cada hombre tiene un sentido y la historia humana también, porque Él es Señor. Pero en esta aventura hay victorias y derrotas, renglones derechos y renglones torcidos con los que el hombre emborrona los planes del Creador. Hay ideologías que suben como la espuma y desaparecen sin dejar rastro; hay imperios que se forjan durante siglos y se desmoronan en un segundo. Sólo Cristo permanece y "amanece" cada mañana: Él es el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin.

Tener Esperanza es mirar un poco más lejos o más arriba, y sonreír incluso cuando se ve llegar la catástrofe y uno puede hacer poco por impedirlo. Hoy, por ejemplo, en este crepúsculo espiritual que vive Europa podríamos ver un signo de que anochece, incluso de muerte o, por el contrario, suponer que todo se arreglará porque el sol ya apunta por el horizonte.

Sea cual fuere el pronóstico, optimista o pesimista, no perderemos el rumbo ni el sentido sobrenatural de la vida.

¿Escéptico? Sí, con un escepticismo lleno de Esperanza.


martes, 26 de agosto de 2008

Alba o tramonto (II)

Si esto es Sopelana, anochece
El pesimista, cuando contempla el crepúsculo, supone que es el ocaso y teme a la noche que viene. El optimista en cambio apuesta por la madrugada y sueña con la luz que está llegando.

Al que vive de esperanza le da lo mismo. Él sabe que al día siguiente saldrá otra vez el sol, y que volverá a ponerse.



Alba o tramonto


"Alba o tramonto?". Así tituló el fotógrafo italiano esta bellísima imagen. En castellano habríamos dicho "alba u ocaso", pero, en mi opinión, la palabra "tramonto" es bastante más expresiva. Hace tiempo que la adopté para mi uso y, si de mí dependiera, la pondría en el diccionario.

La fotografía retrata, en efecto, un "crepúsculo". La Academia lo define como “la claridad que hay desde que raya el día hasta que sale el sol, y desde que éste se pone hasta que es de noche". El crepúsculo es pues quien inicia los primeros acordes del amanecer y quien pone las últimas notas de la jornada con un movimiento lento y grandioso lleno de melancolía. Son los dos momentos más solemnes y más hermosos. Nunca he comprendido por qué no hay multitudes para contemplarlos.

Me gusta ver el tramonto en Molinoviejo, sobre todo en invierno, cuando el horizonte se desborda en un rojo oscuro y denso como la sangre. En verano resulta algo más difícil porque el sol es perezoso y se acuesta tarde. En cambio lo veo salir muy de mañana, entre las montañas, cuando ya la aurora ha abierto el cielo y los pájaros alborotan en busca del desayuno.

“La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta…” Ese sol de madrugada se me antoja contento y gallardo como Alonso Quijano recién armado caballero, a quien “el gozo le reventaba por las cinchas del caballo”. En cambio el sol del atardecer es triste, se diría que arrepentido de haber surcado el cielo, igual de contrito que don Quijote en el lecho de muerte: “vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”.

¿Alba o tramonto? ¿Hay tanta diferencia? Claro que la hay. Mirad atentamente la foto.

Está claro, ¿no?

lunes, 25 de agosto de 2008

Al fin volvemos de Pekín


Ya no me importa saber qué hora es en Pekín, en Beijin o como se llame ese pueblo. Lo importante es que no sufriré más con el soporífero judo femenino ni con el lanzamiento de peso. Prometo no volver a quedarme pasmado ante la pantalla para seguir una prueba de ciclismo en pista que no se entendía nada ni gritar como un poseso por haber ganado una medalla de oro cuando pensé que nuestro corredor llegaba el sexto. Hasta dentro de 4 años no pienso ver esgrima, tenis de mesa, boxeo amateur ni eso que llaman taikondo, que seguro que se escribe de otro modo.

Las Olimpiadas, en mi opinión, han sido un ladrillo. Lo único interesante fue la liturgia, el culto al cuerpo y la sonrisa de porcelana de las chinitas que acompañaban a los atletas. Bueno, tampoco han estado mal nuestras sirenas, que bailaron sincronizadas en la piscina como arcángeles marinos.

Yo sí daría una medalla a los cientos de miles de espectadores que chillaban, callaban o agitaban banderitas con una disciplina ejemplar. Se conoce que en aquel país todos están acostumbrados a obedecer.

Por lo demás, ya conocíamos a Nadal. No hacía falta mandarlo a China para comprobar que es el mejor. Y lo del baloncesto..., ya se sabe: todo se resuelve en tres minutos. Me pregunto para qué sirve el resto del partido.

Podéis insultarme por exponer estas opiniones tan políticamente incorrectas; prometo no moderar los comentarios, pero yo también me merezco una medalla: a pesar de los pesares todos los días he dejado algo en el blog para recreo de mis sudorosos lectores.


domingo, 24 de agosto de 2008

¿Oro o bronce?


Los piragüistas españoles Saúl Craviotto y Carlos Pérez, ganadores de la medalla de oro en la prueba de 500 metros de la categoría K2, sabían que todos los pronósticos les daban, como mucho, un tercer puesto. Los alemanes Ronald Rauhe y Tim Wieskotter parecían indiscutibles favoritos y los bielorrusos Raman Piatrushenka y Vadzim Makhneu eran firmes candidatos a la medalla de plata.

Sin embargo los españoles han vencido y un periodista les ha preguntado hoy mismo en la radio cómo lo hicieron:

-Nosotros sabíamos que para ganar el bronce teníamos que salir a por el oro. Lo hemos hecho así y nos hemos equivocado: en lugar de ganar bronce, nos hemos llevado el oro.

No insultaré al lector poniendo la moraleja.