lunes, 30 de abril de 2018

Contracorriente




Desde Molinoviejo a mi casa hay 50 minutos de autopista; menos de lo que uno necesitaría para encontrar aparcamiento en el centro de Madrid.
Durante el viaje oigo "La Primavera" de Vivaldi para celebrar que la floración ha comenzado también en la sierra. A continuación,  rezo el rosario sin más distracciones que las inevitables.
Al cruzar el túnel de Guadarrama, que une las dos Castillas, el tráfico se espesa bruscamente. El problema no afecta a mi Citroën, ya que volamos camino de Madrid sin apenas obstáculos, pero los que salen de la Capital caen un inmenso atasco de muchos, muchos kilómetros. Lo llaman "operación" salida.
Mi primera reacción es un tanto miserable; me alegro de no haber caído en la trampa que hay en cada puente laboral y quizá me divierto un poco imaginando las penalidades de los que huyen de Madrid. Luego medito en lo que significa ir contracorriente, que es lo que me toca hacer casi siempre, no por el placer de llevar la contraria a las masas, sino porque la vida me empuja en esta dirección.
Me pregunto si ser cura significa que uno debe ir contracorriente a toda costa; si la Iglesia también debe avanzar así, contra viento y marea y tráfico, o es mejor que se una a la operación salida para caer en los inevitables atascos de los que escapan y ser solidaria con los atascados. ¿Y Jesucristo? ¿No fue también contracorriente?
Enseguida comprendo que son preguntas demasiado complejas para resolverlas en un viaje tan breve. De momento, ya me he plantado en la M40, que es una amplia autovía de circunvalación. Me esperan quince días urbanos.

viernes, 27 de abril de 2018

Desde Molinoviejo (II)



¿Donde fueron los gorriones?


Hace veinte años estaban por todas partes. Aquí, en Molinoviejo, predominaba el "gorrión molinero" (passer montanus"), muy parecido al común, pero también más huidizo y desconfiado. En Madrid, en cambio, el "passer domesticus" dominaba la ciudad. En la plaza mayor se subían a las mesas de las terrazas para compartir el aperitivo con los turistas, y en el zoo, entraban hasta en el recinto de los leones. Hoy, en cambio, uno los busca en vano.  
Ayer estuve en Madrid y vi una pareja de gorriones a la puerta de la farmacia. Quise entablar una conversación con ellos, ofrecerles un paracetamol o un complejo vitamínico, pero no tuve éxito. Desaparecieron de mi vista y no regresaron.
El gorrión es el pájaro más unido al hombre. Vive solo en los pueblos y en las grandes ciudades. No le interesa el campo. Él picotea todo lo que los humanos vamos depositando por las calles o en los depósitos de basura. Come sin parar. ¿Alguien ha visto un gorrión que no esté comiendo? A lo mejor por eso desaparecen. ¿Habrán muerto de indigestión o los habremos envenenado con los malditos plásticos de los que tanto se habla?
Homero, mi búho de cabecera, me dice que no es eso.
—La culpa es de los gatos, amigo. Los gatos son fieras salvajes y los tratáis como si fueran muñecos de peluche. Habéis llenado las ciudades de felinos insaciables, y los pobres gorriones han huido al tercer mundo para convivir con los hipopótamos, que son menos peligrosos.
—Creo que te equivocas —le respondo—.
Homero me mira sin pestañear y concluye:
—¿No te has preguntado por qué han desaparecido las ardillas de Molinoviejo? Se han echado al monte huyendo de los gatos.
Me temo que tiene razón. Claro que siempre nos quedarán las oropéndolas y los abejarucos, que ya empiezan a llegar de África en grandes bandadas.

domingo, 22 de abril de 2018

Desde Molinoviejo (I)


El herrerillo



Llegó hace siete días y no deja de picotear en el cristal de la ventana. De vez en cuando desaparece, pero regresa una o dos horas más tarde y reanuda su persistente martilleo. Yo con mucho gusto le dejaría pasar, pero la ventana está cerrada con llave y no sé cómo abrirla. Supongo que el pajarito sigue ahí porque el cristal es traslúcido y, cuando le da el sol, se convierte en espejo para los que están al otro lado. El tamborilero se ve a sí mismo reflejado en el vidrio y se acerca para charlar con su propia imagen. ¿O buscará pelea?
Alfonso, que fue el primero en detectar su presencia, me dijo que era amarillo y más pequeño que un gorrión. Con estos datos, aventuré que podría ser un carbonero, pero lo cierto  es que apenas podíamos distinguir los colores.
Ahora, por fin, lo tengo claro: se trata de un herrerillo común al que la primavera ha vestido de colores frescos y vivos. Hay muchos como él entre los pinos de Molinoviejo, pero ninguno tan descarado. Como voy a estar un par de días sin nadie con quien conversar, le agradezco que me acompañe y le he puesto nombre para poder tutearlo y echar una parrafada de vez en cuando. Lo llamo Piko, así, con ka.
—Toc, toc, toc, tocotók.
No es necesario saber morse para traducir el lenguaje de Piko. Ahora, por ejemplo, me recuerda que no estoy solo, que hay un ángel de la guarda asomado a mi ventana y que un poco más lejos está la ermita con la Reina de Molinoviejo escondida entre los pinos.
—Toc.
—Gracias, Piko, por comunicarme que ya son las 12 y toca rezar el Regina Coeli.

viernes, 20 de abril de 2018

En la guarida del búho (II)



Mirar a María en mayo


Dicen que al amor es ciego, pero el búho me ha explicado la verdad. Ciego es el odio, el rencor, el resentimiento. El amor, en cambio, es clarividente, penetra hasta lo hondo de la persona amada, y desvela su belleza más íntima y escondida.
La Biblia habla del amor y le da el nombre de "Sabiduría", que, "en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la gloria del Omnipotente. Por eso, nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna"
Pensando es estas palabras de la Sagrada Escritura, me acordé de la Santísima Virgen, del mes de mayo que va a comenzar, del ángel que siempre acompaña a la Señora..., y me salió este cuento.
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Óleo de Encarni García
¡Si hubieseis visto a María tal como la vimos los ángeles…! No me refiero solo al final de su vida, cuando fue llevada al Cielo en cuerpo y alma para ser coronada por Dios como Reina y Señora; pienso también, y sobre todo, en el comienzo, cuando El Señor la imaginó desde su eternidad y un día la puso en esta tierra como su regalo más precioso.
Nació María y no hubo ni habrá jamás criatura más bonita. Al contemplarla por primera vez, sus padres permanecieron embobados, sin poder apartar la mirada de aquellos ojos de color cielo en los que habrían querido sumergirse para siempre. Al fin, Joaquín se dirigió a su esposa:
—Supongo que todos los padres pensaran lo mismo de sus hijos, que no hay otro tan hermoso, ¿verdad?
—Sí, pero ellos se equivocan —contestó Ana—; nosotros no. Es imposible  que exista en el mundo una niña como ésta.
Con el paso de los años, la "Llena de Gracia" creció en belleza y en sabiduría hasta deslumbrar a los propios ángeles. Sin embargo, los vecinos de Nazaret nunca fueron conscientes del milagro. Ellos veían en María a una chiquilla graciosa y simpática, pero nada más. Dios lo quiso así, y, para lograrlo, pidió a los tres ángeles custodios de la niña que la protegiéramos de miradas indiscretas nublando la vista de los que convivieran con ella. Nadie podría contemplar su inefable belleza hasta que llegara el momento.
En Nazaret vivía y trabajaba un muchacho tres años mayor que María. Se llamaba José y era un artesano muy hábil: lo mismo arreglaba el horno o el pozo, que fabricaba unos muebles para equipar la vivienda de unos recién casados.
Como Nazaret era una pequeña aldea, todos suponían que José estaba destinado a ser el esposo de María. Quién si no; pero ninguno de los dos parecía tener prisa. Hasta que una tarde…
María acababa de cumplir 14 años y había bajado al arroyo para hacer la colada. José regresaba de Séforis, la cercana capital de Galilea, donde solía trabajar a menudo. Al ver a su amiga, se acercó para echarle una mano. María, al percatarse, dijo:
—No es necesario, José; ya estoy terminando.
Los ojos azules de la Virgen se clavaron en los de José, y en ese momento, los ángeles devolvimos la vista al muchacho para que pudiera ver por primera vez el rostro adorable de su Reina tal como Dios la imaginó.
La impresión fue tan fuerte que José tropezó en un canto del arroyo y se dio un buen chapuzón. 
—¡Cuánto lo siento! ¿Te has hecho daño? —preguntó la niña—.
Así comienza la historia. El final es bien conocido. María y José se desposaron poco después, y José ya no pudo ni quiso apartar de su corazón aquella mirada de su Señora.
Fue por mayo. Si este mes nos decidimos a mirar a María, "esos sus ojos misericordiosos" nos enamorarán como a José, y quizá sea el comienzo de una gran aventura.


martes, 17 de abril de 2018

¿Solo un minuto de silencio?

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      En la guarida del búho

Los antiguos griegos tenían al búho como símbolo del conocimiento y la sabiduría. Ellos sabían que la sabiduría nace del asombro, y los ojos pasmados de esta ave crepuscular expresan mejor que ninguna otra imagen la admiración ante la belleza y la verdad.
Mi búho se llama Homero y me acompaña desde que empecé a colaborar en Mundo Cristiano. A veces cierra los ojos y se adormece, pero cuando llega la noche y la mente se me queda en tinieblas, siempre viene en mi auxilio y me susurra al oído las palabras que necesito para seguir escribiendo.
El búho es ave solitaria que ve donde los demás sólo percibimos sombras. Por eso he decidido adoptarlo. Entraré en su guarida para que me ayude a redactar cada mes unas pocas líneas. Él no necesita salir al exterior para exhibirse con gorgoritos superfluos. Además, Homero es pájaro viejo y podría resfriarse.
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El espectáculo va a comenzar. El estadio está abarrotado por un público rumoroso y fanático. Los veintidós futbolistas ya se han situado en el centro del terreno con el árbitro y sus dos auxiliares. Antes de que suenen los himnos, una voz advierte por la megafonía que habrá un minuto de silencio "en homenaje a…"
Se oyen los primeros acordes de un violonchelo que interpreta el cant dels ocells, obligado réquiem laicista para estas ocasiones. Algunos espectadores se santiguan con disimulo, como avergonzados. Otros miran al cielo, y la mayoría parece contener la respiración para aguantar mejor un insoportable minuto de afonía.
El "minuto" ha durado veintidós segundos. El silbato del árbitro acuchilla el aire. Ruge el estadio, aliviado.
Me pregunto por qué este miedo al silencio. Homero sugiere que a los niños también les asusta, y vivimos en una sociedad infantiloide que necesita el ruido para no deprimirse.

Ser adulto es amar el silencio y la soledad igual que se ama las voces de los amigos y la compañía de quien nos quiere. Todos necesitamos mucho más que un minuto de silencio. ¿Por qué no una hora? Ese tiempo es el más fecundo si sabemos aprovecharlo.
  • Será un tiempo de madurar: de crianza, de espera. Un tiempo de intimidad en el amor, de soledad, de susurros, de sonrisas cómplices.
  • Un tiempo de apertura, de mirar a los que amas para descubrirlos por primera vez.
  • Un tiempo de siembra, de dar vida a las viejas utopías que soñaste cuando tenías quince años.
  • Un tiempo de descanso, de esconder la fatiga a la sombra del alma.
  • Un tiempo para calcular los kilómetros andados y los que aun debes recorrer.
  • Un tiempo para abrazar a quien lo necesita y hacer cosquillas a los tristes.
  • Un tiempo para escuchar la melodía del viento, los timbales del trueno, el goteo de la lluvia y el silencio de los amigos.
  • Un tiempo para mirar los a ojos de los mendigos y descubrir en ellos la mirada de Cristo. 
  • Un tiempo para abrir la puerta al Dios-mendigo que balbucea cada día su llamada.
  • Tiempo de oración, de fe; de luz y de penumbra.

Una nueva etapa

No sé lo que durará. Ni siquiera estoy  seguro de lo que voy a hacer, pero hoy he visto cómo vuela mi pobre globo sin piloto ni pasajeros, y he pensado darle otra oportunidad. 
Enciendo los motores, me subo a la barquilla y le pido al búho que me ayude a dar una vuelta por la globosfera aprovechando que ya se fueron las lluvias, ya llegan las aves del sur y la alergia primaveral toma posesión de nuestras vías respiratorias.
Comienzo con una sección nueva: "en la guarida del búho", que tendrá su reflejo en Mundo Cristiano, la revista donde colaboro desde 1992. 
 🙈