miércoles, 31 de julio de 2013

La maleta

Lo han retratado tanto, que el Teide ya ni se inmuta. Si acaso cambia de color o se corona de blanco.


Mañana salgo hacia Tenerife y de nuevo me lleno de dudas en presencia de la maleta abierta y vacía. La veo sobre la cama de mi habitación, con el lazo rojo que le puse para reconocerla más fácilmente en la cinta transportadora del aeropuerto, y compruebo que ha envejecido mucho en pocos meses. Ya me lo advirtió la vendedora:
―Una maleta puede durar un siglo con tal de que no se mueva del maletero; pero si viaja usted con frecuencia, no cuente los años sino los viajes. Diez o doce vuelos son toda una vida para una maleta de cincuenta euros.
Siento que recaigo en el síndrome senil del “porsiacasismo”. “Por si acaso”, me llevo otros zapatos. Y más pañuelos, por si me resfrío, y un jersey por si...; o mejor dos. Traje de baño…, no eso sí que no, aunque porsiacaso
La maleta se va llenando sola. Al final tendré que sacar lo menos importante o volver a empezar, y, cuando la cierre definitivamente, comprenderé que me he olvidado las zapatillas, el despertador o el revólver.
En Tenerife apenas veré el sol y mucho menos la playa. Estaré en Arona, encerrado en mi despacho de “Los Roques” seis días a la semana sin siquiera un lagarto con el que comentar las noticias. El día libre iré a Santa Cruz por la autopista (80 kilómetros) y quizá me dé un paseo por las laderas del Teide en busca del pinzón azul.
 ¿Y qué será del blog en este tiempo? Si la cosa se pone fea, habrá que echar el cierre por un mes. Al fin y al cabo la mayor parte de mis lectores se han desconectado ya y sólo quedan los incondicionales.
Hace un par de años daba yo unas clases de Escatología a chicas jóvenes. La Escatología trata, como sabéis, de las “verdades eternas” ―la muerte, el Juicio, el Cielo, etc.―. Y cuando me tocó hablar del infierno, una alumna comentó que, para ella, el infierno es “un lugar muy oscuro, donde una está sola, sin wifi ni 3G”. 
Tenía razón; en el infierno no hay cobertura. Pero en Arona supongo que un hilillo podrá conectarme a la red de vez en cuando.
 

Calidad de vida

El cartel me llega de Huelva y, por supuesto, es auténtico. Esto es calidad de vida y no lo que hay en Estocolmo (sin ir más lejos).

Fiesta entre murallas


Así titula su artículo de hoy  en el "Diario de Cádiz" Enrique García-Máiquez. Leedlo aquí y poned vuestros comentarios en el propio periódico mejor que en el globo; Yo no necesito que me expliquéis lo genial que es mi tocayo, pero a lo mejor viene bien que se vayan enterando en su tierra.

martes, 30 de julio de 2013

Un mendigo de Mombasa



Probablemente sea la imagen más conocida de Mombasa. ¿A quién se le habrá ocurrido clavar ese poste en el centro?
No sé qué ha ocurrido con mis mendigos. Me he acercado por su territorio y no está ninguno, Ni siquiera pollofrito, que rara vez abandona su puesto de ojeador. En cambio hay una rumana jovencita que dice unas mentiras muy gordas con tal de sacar un euro, y Karani, un keniano, flaco y fibroso como un lobo, que luce una elegante perilla y no tiene aspecto de llevar mucho tiempo en este oficio.
―¿De dónde eres?
―De Mombasa.
―Y eres kikuyu.
―Sí. ¿Conoces tribus de África?
Le digo que conozco algo de Kenya, lo suficiente para distinguir a un kikuyu de un lúo, pero que, sobre todo, me gustan de las aves de su país. 
El tipo sabe algo de pájaros, pero nunca ha estado en el lago Nekuru, donde vive la colonia más numerosa de flamencos de este planeta. Karani no los ha visto nunca, pero sabe que hay millones y que son rojos. Los llama con un extraño nombre africano, que no puedo recordar.
―Y tu nombre ¿qué significa?
―Alguien que no está de acuerdo y protesta… No sé.
Karani me mira con afecto. Dice que hoy necesita algo para comer, pero que muy pronto va a trabajar con un amigo en “comprar y vender”. Por último me informa de que también tiene nombre cristiano ―Ignacio―, porque le bautizaron de pequeño.
―¿Y sabes que mañana es tu santo?
Terminamos hablando de San Ignacio de Loyola, del Papa Francisco y de algo más.
A Karani le tiembla la perilla cuando recuerda a sus padres, que viven en una pequeña aldea de nombre impronunciable.

Vivir mi vida

Este es el último vídeo de Chechu, y no está nada mal. Dice que mañana se va de vacaciones

Las mejores fotos de la JMJ

Chechu García ha elaborado este vídeo con las mejores fotografías de la Jornada mundial de la juventud que acaba de clausurarse en Brasil. Como música de fondo, el himno de la JMJ.

lunes, 29 de julio de 2013

Mil palabras y una imagen


Ha terminado la JMJ. En esta página de la Santa Sede podéis encontrar todos los discursos del Santo Padre. Los periodistas lo han tenido fácil: el Papa Francisco ha dado docenas de titulares cada día para llenar portadas.
Además hay montones de vídeos y fotografías espectaculares en las que aparecen multitudes inmensas (¿dos millones, tres...?) de chicos y chicas llegados del mundo entero.
Yo, como resumen de todo, me quedo con ésta fotografía. El Papa confesó a cuatro o cinco en uno de los confesonarios blancos que se instalaron en Río. Sólo he encontrado esta foto y ni siquiera es buena. Según parece, el Papa pidió que la prensa respetara este momento especialmente íntimo y solemne de su tarea como Padre y Pastor. Francisco no quiso fotógrafos cerca, pero alguien, gracias a Dios, tenía un móvil a mano.

El anuncio del lunes

Coca-Cola sigue sorprendiendo con su publicidad. En el anuncio de hoy, nos invita a bailar. Uno no está para esos trotes, pero vale.

domingo, 28 de julio de 2013

De cabeza

Así he ido durante todo el día; de cabeza, más o menos como los dos personajes de esta sorprendente película, que protagonizan una especie de metáfora sobre la falta de comunicación y el amor. Todo en 3D. A mí me ha gustado.

sábado, 27 de julio de 2013

Dudas nocturnas





Ayer por la noche, conté una vez más mis recuerdos como alumno de Gaztelueta. Y me remonté a 1952, a los primerísimos años del colegio. En la sala de estar del viejo chalet un grupo de profesores de ahora escuchaba atentamente historias de una época gloriosa que ellos no pudieron vivir, porque casi ninguno estaba en este mundo.
Al terminar, al poco de acostarme, volvió a asaltarme el mismo escrúpulo de otras veces.
―Eres un mentiroso, colega ―me susurró Kloster al oído―; en realidad ya no recuerdas nada de eso que has contado. Recuerdas sólo..., haberlo contado. Y eres fiel a tu último relato, pero no a la historia. Reconoce que cada vez añades nuevos matices, lo coloreas con tu imaginación…
Interrumpí a Kloster, irritado, entre las nubes del sueño:
―No es cierto, amigo. Siempre he tratado de ser fiel a mis recuerdos. Mentir en esto sería despreciable. Cuando me piden que hable de aquellos tiempos, es verdad que repito las mismas palabras de otras veces, y como trato de no aburrir con mis batallitas, a lo mejor las maquillo un poco; pero siempre he querido decir la verdad.
En el duermevela de las 12 Kloster sonreía irónico.


viernes, 26 de julio de 2013

Discurso del Santo Padre en una favela de Río de Janeiro

No tengo la intención de colgar en el globo todos los discursos del Papa en la JMJ. Podéis encontrarlos sin dificultad en la página de la Santa Sede. Sin embargo, de vez en cuando, no me puedo resistir. Copio y pego. Aquí tenéis una conmovedora alocución en uno de los barrios más pobres de la ciudad de Río. 



VISITA A LA COMUNIDAD DE VARGINHA (MANGUINHOS)

Jueves 25 de julio de 2013

Queridos hermanos y hermanas,

Buenos días.

Es bello estar aquí con ustedes. Es bello. Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir «buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un «cafezinho» —no una copa de orujo—, hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los   abuelos... Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas. Así que elegí venir aquí, a visitar vuestra Comunidad; esta Comunidad que hoy representa a todos los barrios de Brasil. ¡Qué hermoso es ser recibidos con amor, con generosidad, con alegría! Basta ver cómo habéis decorado las calles de la Comunidad; también esto es un signo de afecto, nace del corazón, del corazón de los brasileños, que está de fiesta. Muchas gracias a todos por la calurosa bienvenida. Agradezco a los esposos Rangler y Joana sus cálidas palabras.

1. Desde el primer momento en que he tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre vosotros, me siento acogido. Y es importante saber acoger; es todavía más bello que cualquier adorno. Digo esto porque, cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo con ella —algo de comer, un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos. Ya sé que, cuando alguien que necesita comer llama a su puerta, siempre encuentran ustedes un modo de compartir la comida; como dice el proverbio, siempre se puede «añadir más agua a los frijoles». ¿Se puede añadir más agua a los frijoles? … ¿Siempre? … Y lo hacen con amor, mostrando que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón.

Y el pueblo brasileño, especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo una valiosa lección de solidaridad, una palabra —esta palabra solidaridad— a menudo olvidada u omitida, porque es incomoda. Casi da la impresión de una palabra rara… solidaridad. Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es, no es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable; no es ésta, sino la cultura de la solidaridad; la cultura de la solidaridad no es ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano. Y todos nosotros somos hermanos.

Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria. Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. No dejemos, no dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte, porque somos hermanos. No hay que descartar a nadie. Recordémoslo siempre: sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación de los panes de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza.

2. También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (Documento de Aparecida, 395), desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre. Queridos amigos, ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia. Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar. Hambre de dignidad. No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia; la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano.

3. Quisiera decir una última cosa, una última cosa. Aquí, como en todo Brasil, hay muchos jóvenes. Jóvenes, queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien. La Iglesia los acompaña ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10).

Hoy digo a todos ustedes, y en particular a los habitantes de esta Comunidad de Varginha: No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón y hago mías las intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por las alegrías, las peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los momentos de dolor y sufrimiento. Todo lo encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, la Madre de todos los pobres del Brasil, y con gran afecto les imparto mi Bendición. Gracias.

Las historias de don Fernando (IX)


 Un tratamiento de silencio 


No se llevaban bien el marido y la mujer. La relación se puso tan tensa que decidieron no decirse ni media palabra. Empezaron a darse mutuamente el tratamiento del silencio.
Aquella noche el marido se acordó de que el día siguiente tenía que tomar un avión temprano. Era necesario, por tanto, que su mujer le despertara muy pronto.
Como no quería ser el primero en romper el silencio, escribió en un papel, “Despiértame a las cinco de la mañana”, y lo dejó en la mesilla de noche de su mujer.
Se despertó a la nueve. Había perdido el vuelo. Indignado y un tanto furioso, decidió ir a ver a su esposa para cantarle las cuarenta, pero nada más ponerse en pie vio que en su propia mesilla había una tarjeta de color rosa con sólo cuatro palabras:
“Son las cinco, despierta”.

jueves, 25 de julio de 2013

En la víspera de Santiago Apóstol


No he publicado tu comentario, amigo “ateniense” porque, como tú mismo dices, era “provocativo”, y en este globo no nos gustan las provocaciones.
 
Sin embargo te haces una pregunta justa, la misma que está en la mente y quizá en la boca de casi todos: el Señor “se ha llevado” de golpe casi a un centenar de hijos suyos que iban a celebrar la fiesta de Santiago. Después de ver las imágenes tremendas del accidente, ¿podemos seguir diciendo que “Dios es Amor”?.
 
No voy a escribir aquí un tratado sobre la cuestión. Sólo haré unas breves consideraciones:
 
Si Dios no existiera, este mundo, en efecto, sería absurdo; ninguna tragedia tendría sentido. Lo diré con palabras de Benedicto XVI: “sin Dios, viviríamos en un lugar muy peligroso. Con Él, aunque a veces no le entendamos, sabemos que siempre caemos en sus manos”.
 
Ha sido una gran calamidad, pero especialmente para los parientes y amigos de los fallecidos. Para los muertos, quizá no. Hay otra vida mucho más plena y feliz que la que han dejado. Gracias a ella, y por la misericordia de Dios, podemos vislumbrar algo del misterio del dolor y la muerte.
 
Ahora mismo, en cientos de lugares de este Planeta están ocurriendo tragedias semejantes y aun más graves, que duelen mucho menos: miles de muertos de hambre, huracanes que asolan una región… La prensa, la televisión y la radio nos lo cuentan fríamente, como una noticia más; pero para Dios todos somos iguales. Y Él “se lleva a sus hijos” (cito tus palabras, ateniense) a una vida nueva, realmente gloriosa, donde “no hay muerte, ni llanto, ni dolor”.
 
En el Evangelio de la Misa de hoy, Jesús pregunta a Santiago y a Juan, que aspiraban a tener un puesto de privilegio  en el Reino del Cielo: “¿seréis capaces de beber el cáliz que yo voy a beber?”; o, con otras palabras, “¿seréis capaces de pasar por la Cruz, aunque no la entendáis, aunque sea más injusta que cualquier catástrofe humana?
 
—Ellos contestaron que, sí; que serían capaces; pero es evidente que sin fe en Dios, nadie podría abrazar esa Cruz.
 
Pero el misterio persiste. Y cuando preguntamos al Señor cuál es el sentido del dolor, no responde; hace algo aún más desconcertante: se pone a nuestro lado con la cruz sobre sus hombros. Y entendemos que todo aquel que padece, quiera o no quiera, tendrá siempre como compañero de sufrimiento al mismo Jesús. Y, como el buen ladrón, podremos gritarle:
 
—¡Somos colegas; padecemos la misma pena. Acuérdate de mí cuando llegues a tu casa!

miércoles, 24 de julio de 2013

"Dejarse sorprender por Dios"


Homilía del papa Francisco 
en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida:

 El Papa tomó en sus manos la imagen de la Virgen, la abrazó en silencio y la besó

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas,
¡Qué alegría venir a la casa de la Madre de todo brasileño, el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida! Al día siguiente de mi elección como Obispo de Roma fui a la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, con el fin de encomendar a la Virgen mi ministerio como Sucesor de Pedro. Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, y poner a sus pies la vida del pueblo latinoamericano.
Quisiera ante todo decirles una cosa. En este santuario, donde hace seis años se celebró la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, ha ocurrido algo muy hermoso, que he podido constatar personalmente: ver cómo los obispos —que trabajaban sobre el tema del encuentro con Cristo, el discipulado y la misión— se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen: aquella Conferencia ha sido un gran momento de Iglesia. Y, en efecto, puede decirse que el Documento de Aparecida nació precisamente de esta urdimbre entre el trabajo de los Pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna de María. La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a Jesús». De ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en misión siguiendo siempre la estela de María.
Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María —que amó a Jesús y lo educó— para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres sencillas actitudes, tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría.
1. Mantener la esperanza. La Segunda Lectura de la Misa presenta una escena dramática: una mujer —figura de María y de la Iglesia— es perseguida por un dragón —el diablo— que quiere devorar a su hijo. Pero la escena no es de muerte sino de vida, porque Dios interviene y pone a salvo al niño (cf. Ap 12,13a-16.15-16a). Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comunidades. Pero, por más grandes que parezcan, Dios nunca deja que nos hundamos. Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros. Queridos hermanos y hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo. Casi los podemos leer en este santuario, que es parte de la memoria de Brasil: espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría; son valores que encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana.
2. La segunda actitud: dejarse sorprender por Dios. Quien es hombre, mujer de esperanza —la gran esperanza que nos da la fe— sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades. Y la historia de este santuario es un ejemplo: tres pescadores, tras una jornada baldía, sin lograr pesca en las aguas del Río Parnaíba, encuentran algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. ¿Quién podría haber imaginado que el lugar de una pesca infructuosa se convertiría en el lugar donde todos los brasileños pueden sentirse hijos de la misma Madre? Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio que acabamos de escuchar. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.
3. La tercera actitud: vivir con alegría. Queridos amigos, si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no podemos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Tenemos una Madre que intercede siempre por la vida de sus hijos, por nosotros, como la reina Esther en la Primera Lectura (cf. Est 5,3). Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor. Como decía Benedicto XVI, aquí en este Santuario: «El discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro» (Discurso Inaugural de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 de mayo 2007: Insegnamenti III/1 [2007], p. 861).
Queridos amigos, hemos venido a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos pide: «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5). Sí, Madre nuestra, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría. Que así sea.

Y tú, ¿de qué estás harto?

He aquí un refrito. Escribí este artículo en MC hace diez o doce años. Hace unos días oí a un orondo y sudoroso ciudadano de mi pueblo que estaba "harto de los hombres del tiempo" y recordé entonces haber dedicado unas líneas a esta historia. Nunca las había colgado en el globo.


Es sabido que la mayor parte de los adolescentes son de natural quejicas. Lo comenté con Elena, que anda rondando los 19, y aunque se puso hecha una fiera, acabó por darme la razón.
La tribu Danone —mi querida tribu, de la que tanto he hablado en esta página― tiende al lloriqueo y a la melancolía. Lo malo es que la epidemia quejumbrosa ha alcanzado de lleno a los adultos tal vez porque la adolescencia se prolonga.
Veamos algunos ejemplos:
Una cadena de radio ha habilitado un “protestador automático” para que los irritados oyentes vociferen sus quejas por teléfono. Apostaría un brazo de cualquiera de mis lectores a que el éxito ha sido clamoroso: necesitábamos algo así para descargar adrenalina periódicamente.
—¿Y usted de qué está harto?, preguntaba otra imaginativa locutora.
En este caso las respuestas se recogían en directo: “estoy harta de los que sacan a pasear el perro por mi calle y lo dejan todo asqueroso”. “Estoy harta de la vecina del quinto, que tiende la ropa encima de mi tendedero”. “Estoy harto de la campaña antitabaco”. “Estoy harto del humo”. “Pues yo estoy harto de los niños del vecino del quinto, que se mean en el ascen­sor”.
Por un momento estuve tentado de telefonear a la emisora para decir que yo también estaba harto de tanta hartura, pero me contuve a tiempo. Tampoco se trataba de que la presentadora acabara harta de mí por estropearle la idea.
Hoy he puesto la radio del coche a esa hora temprana en que florecen las tertulias-gallinero. Como es lunes, los contertulios andan más irrita­dos que de costumbre, y uno de ellos, que acaba de regresar de vacaciones (“su mere­cido descanso” las llama), se queja de los atascos en la autovía de Valencia, y da por supuesto que la culpa es del gobierno, que no planea las cosas para que un millón de madrileños pueda salir a la vez del mismo semáforo, por la misma carretera.
El tema encuentra eco inmediato en los demás, que se unen enardecidos a las quejas del colega.
Cambio de emisora. Una corresponsal se lamenta de que el servicio meteorológico no acertara en sus pronósticos sobre la gota fría.
—¡Dijeron que caerían entre 30 y 60 litros, y cayeron 200!, clama indignada.
Los italianos dicen lo mismo, pero con más gracia: Piove?: governo ladro!
A continuación otro prestigioso periodista dice estar harto (emplea otra expresión) de que algunos obispos no piensen como él, lo cual los convierte en seres intolerantes. Luego llega el llamado “turno de los oyentes”…, y, como sigue siendo lunes, para qué os voy a contar.
Todo esto se veía venir: el virus del pavo, que hasta ahora se nos antojaba exclusivo de una edad, ha mutado y se ha hecho contagioso. La adolescencia se transmite de forma galopante entre los adultos y se ha convertido en epidemia.
Durante las últimas décadas hemos vivido arropados por un Estado paterno y materno, superprotector y empalagoso, que nos llenó de juguetes, de mimos y de derechos (reales o imaginarios) hasta hacernos creer que éramos los reyes y los pichurrines de la casa. Nació así, según la acertada expresión de H. Kloster, la generación das Recht um glücklich zu sein, o “del derecho a ser feliz”, una tribu de adultos inmaduros que va por el mundo exigiendo lo imposible y quejándose hasta de sus propias indigestiones.
Creo que ya hablamos de esto hace un par de meses; pero hoy he querido volver sobre el tema después de leer hace algunas semanas en La Vanguardia una entrevista con un catalán ex millonario, ex directivo de banca y ex agnóstico, que un día decidió dejarlo todo para irse a trabajar en la India con la Madre Teresa de Calcuta.
Decía el entrevistado que necesitaba un milagro para creer en Dios, y lo encontró en el amor de aquellas monjas por los enfermos. Luego hace balance de lo ganado y de lo perdido en su aventura: “En realidad tenía 8.000 necesidades y cubría 7.950. Siempre me faltaba satisfacer 50 para sentirme plenamente feliz. Ahora tengo tres necesidades y cubro las tres”.
A punto de mandar este artículo, entra en mi despacho Luis, que es quejica por edad y por afición. Le enseño la entrevista de La Vanguardia, y dejo que la lea con detenimiento.
―¿Qué opinas?
―Jo… ―responde lacónicamente―.
―Yo pienso lo mismo ―le contesto―.
 

martes, 23 de julio de 2013

La realidad


Leo en un periódico que determinado político “ha perdido contacto con la realidad”. Yo, aunque no soy político, creo que padezco la misma enfermedad. Cada vez que oigo por la radio palabras como Bárcenas, Noos, Gurtel, palau, falsos ERES, etc., me entra un sueño irrefrenable.
Kloster, que es hombre realista, se indigna conmigo:
―¿Es que no te importa que la política se haya convertido en una charcutería llena de chorizos?
Sí que me importa; pero también me aburre. El pecado es monótono, triste, siempre igual a sí mismo. Lo saben muy bien los sacerdotes que pasan horas en el confesonario. Y, aunque comprendo a los que se indignan y piden justicia a gritos, yo prefiero dejar a Kloster ese papel A otros nos toca pedir perdón por nuestros propios pecados y rezar para que los chorizos se conviertan, devuelvan lo que se llevaron y empiecen a trabajar. No disfruto viendo las cárceles llenas.
De acuerdo, estoy “fuera de la realidad”. Prefiero pensar en Brasil, en los millones de chavales que rezan con el Papa y se alojan con los más pobres. Quizá sea sólo un sueño; pero me gusta sonreír cada mañana. 

lunes, 22 de julio de 2013

Mañana empieza

Los chicos de May Feelings nos invitan a seguir la JMJ on line pinchando en esta página: http://www.mayfeelings.com/JMJRIO2013/ 
Y nos invitan a ver este vídeo para abrir boca:

El anuncio del lunes

No son grandes anuncios, pero es cerveza. Y con este calor, ¿quién se resiste?




domingo, 21 de julio de 2013

Pasado mañana...


La agencia Rome Report ha elaborado este vídeo sobre los lugares en que se desarrollará la JMJ 2013 de Rio de Janeiro.
Me pregunto cómo seguirá el queridísimo Benedicto XVI cada uno de los momentos de esta gran fiesta, a la que no ha podido desplazarse.

sábado, 20 de julio de 2013

Camino de la City

 Pancorbo
Termino por ahora mi estancia en Riaza, y salgo rumbo a Bilbao a las diez y media de la mañana. En la primera gasolinera, meto el coche en un túnel de lavado y, por tres euros, le dan un remojón. La rumana que atiende el mostrador me pregunta si lo quiero con champú. Le contesto con una pequeña broma, pero no la entiende y aprovecho para tomarme un café solo y denso.
La Nacional I está de bote en bote como corresponde a un sábado de finales de julio. Pongo la radio y aparece “Radio María”. Confieso que nunca la había oído hasta hoy y estoy dispuesto a rectificar este error. Habla un sacerdote sobre la Encíclica Lumen Dei. Es una charla espléndida, profunda y clara. Gracias a este cura, cuyo nombre no conozco, no me ha asaltado el sueño de la autopista.
En una emisora local pontifica un “experto” sobre la JMJ y asegura que “habría que prohibir estos actos multitudinarios antievangélicos”. A continuación se confiesa agnóstico y anticristiano. Todo muy coherente. Este caballero habría prohibido la multiplicación de los panes y los peces ante diez mil personas y la entrada de Jesús en Jerusalén. ¿Cuántas cosas habrá que seguir prohibiendo para ser progre con carné?
Cambio de emisora. Hablan del Papa Francisco. Bien. Está de moda. Lo elogian tanto, tanto, que empiezo a sentirme incómodo. En esta tierra nuestra hay que preguntarse siempre: ¿contra quién aplaudirán tanto? Enseguida me lo aclaran: contra “los demás papas”. Ah, vamos... 
Me olvido de la radio y pongo música. Son canciones de familia que elaboraron algunos muchachos de la Obra en vida de San Josemaría y nos han servido muchas veces para hacer oración. La primera que suena es una rondalla que me trae grande recuerdos:
Es la hora de la ronda,/ el amor pasa./ Hay que romper a cantar/ porque con hablar no basta/. El que no salga a la calle/ que se asome a la ventana,/ es la hora de la ronda,/ el amor pasa…
Y yo pienso en el Papa Francisco, que llega a Brasil entre canciones para hablar de Dios a millones de chavales. Lo siento, amigo experto; salimos de las sacristías para rezar, cantar y bailar. Y a un “anónimo” que me escribe ahora mismo al blog sugiriendo que nos quedemos en casita y dimos el dinero del viaje a los necesitados, le preguntaría cuánto da él a los pobres. Y se sorprendería si supiera lo que esos jóvenes hacen por los demás.

Faltan 3 días




Hay que ponerse en marcha. Todavía es posible contratar un vuelo. Yo iré en globo. ¿Y tú?

viernes, 19 de julio de 2013

Las historias de don Fernando (VIII)

Millones de estrellas 

Sherlock Holmes y el Dr. Watson acampan durante una excursión. Metidos en sus sacos de dormir y tumbados en el suelo, miran hacia lo alto mientras charlan en voz baja:
―Veo millones de estrellas ―dice  Watson―.
Sherlock Holmes responde:
―Y ¿qué deduce usted de eso, Dr. Watson?
―La astronomía me enseña que hay millones de galaxias y posiblemente billones de planetas. La teología me hace pensar en la inmensidad de Dios y en nuestra pequeñez e insignificancia. La meteorología, en cambio, me dice que mañana hará un día espléndido… Y usted, Mr. Holmes, ¿qué deduce?
―Elemental, mi querido Watson; que nos han robado la tienda.

Faltan 4 días

Aún estamos a tiempo de aprender un poco de portugués

jueves, 18 de julio de 2013

Faltan cinco días

Será la fiesta más grande del mundo.

Una estatua de San Josemaría en Bucarest

La devoción a San Josemaría sigue extendiéndose por todo el mundo.
Hoy traigo aquí la ceremonia de bendición de una escultura del Fundador del Opus Dei, obra del escultor Etsuro Sotoo. Oficia el arzobispo de Bucarest, Mons. Ioan Robu en el jardín de la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús en la capital Rumana.
El párroco recibió la estatua como regalo de un feligrés que quería agradecer a Dios la ayuda que había recibido a través del santo.

miércoles, 17 de julio de 2013

La Hiyab y unos ojos negros


Sólo ha sido un paseo. He recorrido en coche los dos kilómetros que me separan del pueblo y he vuelto a disfrutar por unos minutos ―apenas media hora― del aire de fiesta que tienen las calles de Riaza durante los meses de julio y agosto.
Todo está como siempre. Si acaso se nota que ha crecido el número de inmigrantes, especialmente sudaméricanos y, sobre todo, árabes.
Una niña musulmana, con su pañuelo reglamentario, me mira con unos ojos grandes y negros.
―Hola.
La pequeña huye como un gorrión asustado y ser refugia entre los brazos de una mujer que combina el hiyab islámico con unos pantalones vaqueros amarillos. Vuelvo a decir “hola”, y recibo la misma respuesta: dos pares de ojos negros silenciosos e indagadores.
Carla, una chiquilla que lo ha visto todo se me acerca rodando sobre un monopatín y dice en voz baja:
―No hablan con curas. Dicen que son el demonio.
La iglesia del pueblo está abierta y vacía. Me quedo unos instantes ante el sagrario y, al salir, casi choco con Jose (sin acento), que anda por la zona de vacaciones.
En cinco o seis minutos de conversación agotamos todos los tópicos veraniegos: “lo bien que se está aquí”, “imagínate en Madrid”, es que “la Sierra es otra cosa”, “aquí sí que hacen bien el cordero”.
Jose (sin acento) bromea con el ramadán de los musulmanes, y yo trato de cambiar de conversación, no sea que aparezca otra vez la niña de los ojos negros.
―¿Sabes cuántas mezquitas tienen en Riaza? ―me grita mientras me alejo―.
Prefiero no saberlo. Trataré de volver mañana.
 

martes, 16 de julio de 2013

¿Os suena?


El cartel lo dice todo. A mí solo me toca recomendaros que os deis un paseo por allí durante la próxima Jornada Mariana de la Familia. Descubriréis que hay miles de familias alegres, rezadoras, divertidas, generosas..., normales

Nuestra Señora del Carmen



Las distintas advocaciones marianas son formas de “tutear” a la Virgen, de acercarla a nuestra tierra, a nuestra familia o a nuestras costumbres.
―Aquí la llamamos Lidón ―me dijo hace cuarenta años una chiquilla en Benicasim, cuando oí por primera vez ese nombre―. Lidón es la Virgen.
Tenía razón. Y en mi tierra la llamamos Begoña. Y Covadonga en Asturias, y Paloma o Almudena en Madrid, Amparo en Valencia, Reyes en Sevilla, Guadalupe en México… Y como cada uno de esos nombres se propaga por el mundo entero, parece como si la presencia de María Santísima se multiplicase por cien, por mil, por un millón.
Nuestra Señora del Carmen es una advocación universal. Su imagen tiene un escapulario en la mano, y cada vez que la miro, pienso que me entrega el billete, la tarjeta de embarque para volar al Cielo sin escalas. Y si me fijo en sus ojos veo el mar, y vuelvo a oír la música, las sirenas de los barcos que acompañan a la procesión por la Ría de Bilbao.
Y pienso en mi abuela Carmen y en mi tía Carmen, que ya están con Ella en el Cielo. Y en mi hermana, que hoy celebrará su santo. Y en tantas Cármenes ―cientos― que he conocido en mi actividad sacerdotal.
A todas les pido que no desprecien ese regalo del escapulario, que lo guarden muy cerca y muy dentro del corazón. Es una buena brújula para no perderse por esos mares de Dios.

lunes, 15 de julio de 2013

El anuncio del lunes

Coca-Cola sigue en su línea moralizante. A veces acierta y a veces se pone un poco impertinente. 

domingo, 14 de julio de 2013

Los aforismos de Kloster (III)

  •  
  •  La lengua es el espejo del alma. La cara, sólo a veces 
  • Las palabras matan igual que las pistolas, pero con una muerte tan larga que puede durar toda la vida. Las balas son compasivas; acaban pronto su trabajo.  
  • El problema de muchos políticos es que no hablan con palabras sino con frases hechas cuyo significado les importa muy poco. 
  • Cuando veo esos carteles en los parques: “respetad el césped”, pienso que en Internet y en las tertulias de la tele habría que poner otro letrero semejante: “respetad las palabras”. 
  • El que habla con frases hechas se parece al constructor que emplea grandes bloques de hormigón imposibles de modelar. Hablar con palabras es construir con piedras de todos los tamaños y colores. Así es posible la literatura. 
  • Es más fácil ser charlatán que escuchatán (Isidoro Rasines). 
  • Cristo es la Primera Palabra del Padre. Hemos de escucharla y responder.
  • Las palabras nunca son inocentes.

  • Hay palabras mansas y palabras bravas.
  • Hay palabras balsámicas y palabras tóxicas.
  • Hay palabras explosivas y palabras hipnóticas.
  • Hay palabras marchitas por el uso y palabras recién nacidas llenas de vitalidad.
  • Hay viejas palabras que maduran con los años y palabras de vanguardia que envejecen en cuatro días.
  • Hay palabras-antifaz que nacen para enmascarar el pensamiento.
  • Hay palabras sagradas y palabras envilecidas (1).




(continuará)
 (1) Me dice Kloster que tal vez comente más despacio cada uno de estos últimos aforismos, pero que será otro día. 


Perspicacia



Llego a Retamar a la una del mediodía para charlar con 80 universitarios venidos de toda España. En la entrada hay un chaval de unos veintitantos años con cara de despiste.
―Mosén, ¿usted me podría confesar?
Entramos en una sala de visitas.
―Así que eres catalán…
―¿Cómo lo ha adivinado? Si todos me dicen que no tengo acento...

sábado, 13 de julio de 2013

Mensajes cruzados



Hoy, festividad de San Enrique II, Emperador de Alemania, consorte de Santa Cunegunda y sucesor de Enrique I “el pajarero”, he tratado de adelantarme a la felicitación de nuestro poeta y amigo E. García-Máiquez mandándole un mensaje nada más encender el ordenador. Lo escribí deprisa, pero me detuve dos minutos para redactar una cuarteta un tanto impertinente sobre el santo del día. Ése fue mi error. Hice clic en el botón de “enviar” y en el mismo instante aparecía en mi buzón la felicitación de mi tocayo. Nuestros mensajes se habían cruzado en el aire.
El incidente me trajo a la mente un arduo problema: ¿dónde se cruzaron en realidad nuestros volátiles correos? ¿A la altura de Sevilla? ¿En Ciudad Real? El asunto es importante. Se trata de saber qué mensaje salió primero.
Y por seguir con la cuestión, ¿en qué bosque se pierden las llamadas perdidas? ¿En qué frontón rebotan los mensajes rechazados? ¿Está el éter repleto de saludos extraviados, de pésames sin difunto, de poemas de amor sin amada o sin amado?
Y cuando las llamadas pasan por una centralita y se quedan colgadas por ahí, entre la telefonista y tú, ¿dónde se queda la voz del que llama? Yo suelo mirar al techo por si la veo aparecer.
Hace algún tiempo se cortó una llamada de mi sobrina y no hubo forma de recuperarla. Se conoce que su voz se quedó vagando por la Meseta. Al fin colgué el teléfono y en ese instante apareció un gorrión hembra en mi ventana. Abrió el pico y dijo algo que no entendí del todo; pero era evidente que se trataba de la voz perdida de Susana.

viernes, 12 de julio de 2013

Las historias de don Fernando (VII)

Mi madre me enseñó...

Mi madre me enseñó a apreciar un trabajo bien hecho.
―“Si os vais a matar, hacedlo fuera, que aquí acabo de limpiar el suelo”.

Mi madre me enseñó Religión
―“Más te vale rezar antes del examen, porque si no…”.

Mi madre me enseñó Lógica.
―“¡¿Que por qué?! Porque lo digo yo, y punto”.

Mi madre me enseñó más lógica.
―“Tú verás; si te caes de la verja y te matas no te llevaré de compras conmigo”.

Mi madre me enseñó a ser precavido
―“Asegúrate de que llevas la ropa interior limpia, no vayas a tener un accidente”.

Mi madre me enseñó ironía.
―“Continua llorando y yo te daré algo por lo que llorar”.

Mi madre me enseñó contorsionismo.
―“Mira como te has manchado en el cuello por detrás.

Mi madre me enseñó paciencia.
―“No te mueves de la mesa hasta que desaparezcan esas espinacas.

Mi madre me enseñó a cambiar de rol.
―“Deja ya de portarte como tu padre”

Mi madre me enseñó profecía.
―“Ponte ese jersey, que yo sé muy bien cuando tienes frío”.

Mi madre me enseñó humor.
―“Cuando te cortes un dedo con esas tijeras no me vengas corriendo”.

Mi madre me enseñó cómo hacerme adulto.
―“Si no comes esa verdura nunca te harás mayor”.

Mi madre me enseñó genética.
―“Eres igualito que tu padre”.

Mi madre me enseñó Sabiduría.
―“Cuando tengas mi edad lo entenderás”.

Mi madre me enseñó más ironía.
―“Un día tendrás hijos y espero que sean igualitos a ti”.