viernes, 30 de enero de 2015

Entre dos borrascas


Llueve sobre Molinoviejo y la nieve acumulada va desapareciendo lentamente. Dicen que tal vez mañana vuelva a nevar y terminemos el curso de retiro como lo empezamos; con una alfombra blanca en el jardín y flores de hielo en las ramas de los árboles y arbustos.
Hoy es el último día. Los treinta sacerdotes que han asistido al retiro parecen felices. El más joven —pongamos que se llama Carlos— llega con una sonrisa de oreja a oreja y me pide que le firme el libro de los "relatos a la sombra de la Cruz". Yo le escribo algo evidente: "A la sombra de la cruz, tu alegría será aún más  auténtica, más fecunda, más contagiosa"...
También yo estoy contento, ¿por qué negarlo?, y un poco avergonzado al comprobar lo buenos que son todos los curas que han venido a Molinoviejo.
Dice la televisión que ha llegado una "ciclogénesis explosiva", o sea, que va a llover a manta y las señoras deben abstenerse de ir la peluquería hasta que se calme el viento.
 

miércoles, 28 de enero de 2015

Al Capitán Garfio


El tic-tac

No me caes muy bien, querido Capitán Garfio; aunque siempre mejor que tu enemigo íntimo, Peter Pan, que, en mi opinión, fue sólo un cursi empalagoso. Toda ese cuento de los niños que no quieren crecer es poco natural. Si a un chiquillo cualquiera le preguntas cuántos años tiene, no te dirá los que ha cumplido, sino los que va a cumplir. Se ve que tienen prisa por celebrar de golpe todos los cumpleaños. Ya se sabe: los niños, por definición quieren ser mayores. Por eso el "complejo de Peter Pan", tan frecuente en esta época infantiloide del Estado del Bienestar, se considera un mal síndrome, un lamentable síntoma de decadencia.

Tú, en cambio, eres adulto y has tenido un pasado del que te sientes orgulloso. Trabajaste para Barbanegra, según creo, y te hiciste hombre pirateando en siete mares.
Luego vino el penoso asunto del garfio, el reloj y el cocodrilo. Dicen los historiadores que fue el propio Peter Pan quien te segó el brazo de un tajo con tan mala fortuna que el miembro amputado cayó en la boca abierta de un cocodrilo enorme.
A partir de aquí la leyenda se me antoja confusa: dicen que al cocodrilo le gustó el sabor de tu brazo y que te persigue incansable para acabar de devorarte entero. No acabo de creérmelo: a nadie se le ocurriría pedir un postre tan indigesto. Un pirata viejo, flaco y duro como una gaviota, no es bocado de gusto ni siquiera para un reptil de tan generosa dentadura. 
Lo del reloj tampoco es creíble. De acuerdo con que el cocodrilo se lo tragara accidentalmente, pero cómo se explica que siga haciendo tic-tac desde entonces y tú lo oigas a todas horas. ¿No comprendes que es imposible? ¡Habría que darle cuerda cada noche!
No, querido Capitán: ese tic-tac que te anuncia la presencia del cocodrilo y te pone de los nervios, sólo existe en tu imaginación. Cuando te llega el olor repugnante de un saurio —de uno cualquiera— se dispara tu obsesión por los relojes y suenan en tu sesera las campanas de la Puerta del Sol, los big-ben, los viejos carillones, los timbres de los despertadores y las mil señales acústicas que hemos inventado para marcar el paso del tiempo.
Reconócelo, Capitán Garfio. Más que a los cocodrilos tú tienes miedo al tiempo que pasa implacable, a la vejez que se acerca cada vez más deprisa. Todas las noches, cuando te quitas el sombrero de pirata y el enorme pelucón negro con que te adornas, al mirar al espejo descubres a un pobre anciano calvo, con unos pocos cabellos blancos sobre las orejas. Ya has triturado todos los relojes de tu barco. ¿Harás lo mismo con los espejos?
Así que, ya ves; no eres tan distinto de Peter Pan. Él no quiere ser adulto; tú te niegas a ser viejo. ¡Pareja de cobardes!
Lo malo es que hay muchos como tú. Son los que conciben la vida como un juego infantil o como un parque temático, y nunca piensan en el final. Sienten verdadero horror a la decrepitud, a la pérdida de facultades, a la destrucción de su pequeño mundo.
En cambio los que saben que la vida es camino no tienen miedo a la ancianidad ni a la muerte. Entienden que estamos en guerra, en una hermosa batalla de Amor, donde el enemigo es el propio egoísmo, al que hay que derrotar cada día. Saben que amar  es "desvivirse" y entregar esa vida "desvivida", gota o de golpe. La vejez, para ellos, es la recta final que lleva a la victoria, a ganar la última batalla y, por tanto, la guerra.
Los cobardes creen que no hay camino, ni meta, ni amor más grande que el propio ombligo. Un presunto pensador contemporáneo escribió que "la existencia humana es un juego que el hombre desearía prolongar eternamente". Podías haberlo dicho tú, Pirata de pacotilla.
¿Se puede saber cuándo renunciaste a tu memorable pasado? ¿Cuándo olvidaste que lo tuyo es pelear hasta el postremo instante y morir gloriosamente, entregando la vida en el último abordaje, que lleva a la eternidad?
No lograrás parar el reloj que se tragó el cocodrilo, amigo Garfio;  pero podrás escucharlo sin miedo cuando descubras que ese tic-tac te avisa de que se acerca la última batalla. Y esta vez hay que ganarla.

  

martes, 27 de enero de 2015

Plaza de José Luis Saura


El cartel lo dice todo. El próximo día 15 de febrero la plaza que yo llamé "de los siete bares" recibirá el nombre que le corresponde: "Plaza de José Luis Saura". Es lo menos que podrían hacer los vecinos del barrio por aquel cura aragonés, grande y recio, que llegó a Vallecas cuando aquello era un mar de chabolas y, antes de construir su iglesia, se ocupó de que todos sus feligreses --cristianos o no-- tuviesen una vivienda digna.
Don José Luis fue nombrado más tarde Rector del recién inaugurado Santuario mariano de Torreciudad; pero tengo para mí que su corazón nunca se alejó de Vallecas.

lunes, 26 de enero de 2015

"Lo del PP"

Así tituló Paco Sánchez su columna hace dos días en "La voz de Galicia". No la copio. Leedla en el periódico haciendo click aquí. Si os gusta (o todo lo contrario), comentádselo a él o al periódico. A Pascalle y a mí nos ha parecido interesante. Kloster no se moja.

domingo, 25 de enero de 2015

Encuentro en Madrid

 Salgo de Riaza a las 10,30. El termómetro del coche dice que 4º grados bajo cero. Ayer fue peor; amanecimos a -8º y tiritaban hasta mis pensamientos.
A quince grados de distancia está Madrid, que ensaya los primeros compases de la primavera. Yo solo tengo que hacer un par de gestiones antes ir a casa de Santi y Amalia, que me invitaron a comer hace varios meses y hasta hoy no había encontrado un hueco.
En la Plaza Mariano de Cavia tengo suerte: primera gestión, zanjada. Voy en busca del coche y, en el momento de abrir la puerta, oigo una voz:
—Padre…
Se trata de un anciano que camina apoyado en un bastón. Viste pobremente y lleva al cuello una bufanda de colores vivos. No parece un mendigo.
—Dígame.
—Permítame que me presente —comienza—.
Me dice su nombre, Ramón, su edad (86 años) y sus títulos académicos, que son muchos y variados. Se expresa lentamente, pero con precisión. No tengo necesidad de interrumpirle. Sólo, al final, cuando afirma:
—Además soy presbítero como usted; sólo que retirado. Ya no tengo cabeza.
—¿Es usted sacerdote?
Asiente con la cabeza, y como los dos estamos de pie en la acera, le invito a entrar en mi coche.
Sentado en el asiento del copiloto, me pregunta a qué me dedico, hace cuantos años que "canté misa", si pienso retirarme… Me aconseja que no lo deje mientras tenga salud. Y termina por pedirme "un favor muy grande": mi bendición. Luego explica que ha venido de Galicia para ver a su hermana mayor, que está muy enferma.
—Si pudiera usted visitarla de vez en cuando. A nuestra edad, ya sabe…
Me apunta su dirección y su teléfono en un papel, y, antes de despedirnos, me dice que hablará con su hermana para que esté prevenida.
—Ha sido un gozo encontrarme con usted —añade—.
Un abrazo grande y pongo rumbo a la casa de Santi y Amalia.
 
 

viernes, 23 de enero de 2015

"Cuídate" , "cuídese"


Cada día me lo repiten con más frecuencia tanto los que me tutean como los que me ustetean. Alguna persona que yo me sé ha añadido últimamente un adjetivo adverbial: "cuídese mucho", escribe.
El consejo no puede ser más vago e inquietante; porque, ¿cómo se cuida uno "mucho"? ¿Me cubro esta noche con una segunda manta? ¿Cierro la ventana, a pesar de que sólo llegaremos a los 5 grados bajo cero? ¿Me tomo un paracetamol preventivo por si las moscas?
Termino el cuarto día de un curso de retiro. Una de las asistentes ha vuelto a pedirme que me cuide. Debe ser que me ve viejo. Pero no concibo mejor modo de cuidarme que éste: predicar, confesar, leer, rezar, estudiar, pasear por la nieve y montarme en el globo cuando se me ocurre que debo escribir algo.
El domingo regreso a Madrid y al día siguiente voy a Molinoviejo para predicar otro retiro de cuatro días a un grupo de sacerdotes: "vender miel al colmenero", diría San Josemaría.
Termino la jornada dando gracias; tengo un oficio estupendo. Además, dicen los augures que mañana sin falta sale el sol.

miércoles, 21 de enero de 2015

Orujo sin receta


Sigue nevando con fuerza en Riaza y hace un frío que pela. Como necesito ir a la Farmacia, busco en Internet el número de teléfono para asegurarme de que tienen lo que voy a comprar:
—Dígame.
—¿Es la Farmacia?
—No, señor, esto es la carnicería. Aquí vendemos cosas más sanas.
—Pues en Internet viene ese número.
—En Internet no saben nada. La farmacia está enfrente.
—¿No sabrá usted su número de teléfono, por casualidad?
—No señor. Búsquelo en Internet si quiere.
Diez minutos después salgo de casa, compruebo que el coche ha resistido las inclemencias del tiempo y me dispongo a navegar por el desierto blanco que me separa del pueblo. La nieve recién caída se hunde a mi paso como una alfombra. No hay huellas de automóviles ni de peatones.
La farmacia está muy cerca de la plaza y hoy no parece que tenga clientes. La farmacéutica,  joven y cordial, nada más verme, y sin darme tiempo a abrir la boca, pone sobre el mostrador el medicamento que  he venido a buscar.
—¿Cómo sabías…?
—En los pueblos se sabe todo —responde—. ¿hasta cuándo se queda?
—Hasta el domingo. Por cierto, ¿sabías que en Internet te han cambiado el número de teléfono por el de la carnicería?
—Por mí…
En ese momento entra un cliente, un chaval de casi dos metros, cubierto de nieve, que pide un paracetamol. La chica me dice que espere un momento.
—Traeré algo para los tres. ¿Os apetece un orujito…?
—¿Sin receta?
—Con cargo a la seguridad social.

lunes, 19 de enero de 2015

Me gusta la nieve (vista desde mi ventana)

 Desde mi ventana, a las 9 en punto.
El temporal de nieve que nos anunció para el domingo la agencia estatal de meteorología llegó con retraso. Se conoce que pilló un atasco en la Cordillera Cantábrica y ayer, apenas dejó un polvillo blanco, un sirimiri sólido y silencioso que no logró alfombrar los caminos ni el campo.
Mañana —dijeron— "continuará" el temporal, y se activaron de nuevo todas las alertas para que no se nos ocurra echar la culpa al gobierno si nos resbalamos al salir de casa.
Esta noche, en efecto,  la nevada ha sido generosa y el jardín es ahora un manto blanco. Yo me quedaré aquí hasta el próximo domingo, en compañía del Señor que se esconde en el Sagrario, y los dos disfrutaremos del panorama.
¿Y los pájaros? Hoy he visto una pareja de chochines con bufanda (troglodytes troglodytes) junto a la imagen de la Virgen del jardín y una buena colección de urracas buscando alimento entre la nieve. Por lo demás, el cielo, negro negro como el carbón, no invita a volar.
Ayer terminó una convivencia y, si el tiempo no lo impide, esta noche empezaré a predicar un curso de retiro. Antes daré un paseo por los alrededores, visitaré al portero de la finca y, si se tercia, al cura del pueblo. Traigo los zapatos perfectos para pisar la nieve, y el frío de la Sierra es estimulante.


sábado, 17 de enero de 2015

Soñar en familia

No suelo colgar en el globo vídeos de las alocuciones del Papa. Gracias a Dios pueden encontrarse con facilidad en la red. Hoy hago una excepción: este encuentro del Santo Padre con las familias filipinas me ha conmovido especialmente, y sus palabras sobre la necesidad de "soñar" para crear una familia me han servido de punto de partida para la meditación que acabo de dar.

viernes, 16 de enero de 2015

Sobre la matanza de París

Don Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo, ha publicado una carta a sus diocesanos que vale la pena leer. Aquí incluyo sólo unos párrafos. 

(…)deberíamos abrir una reflexión sobre la indignación dolida de nuestro herido occidente ante este ataque por parte de unos extremistas radicales. La revista francesa L’homme nouveau ha publicado un artículo sereno, lúcido y valiente por firmarlo contracorriente cuando estábamos en el punto álgido de la tragedia de los asesinatos de París en estos días. Frente al eslogan que ha sido repetido por doquier como un mantra, esta otra revista francesa ha dicho lo siguiente:
 «Yo no soy Charlie: la libertad de expresión y la libertad de prensa no dan derecho a insultar, despreciar, blasfemar, a pisotear o burlarse de la fe o de los valores de los ciudadanos, ni a atacar de modo sistemático a las comunidades musulmana o cristiana. No, yo no soy Charlie y nos choca ver a Mahoma como una boñiga con turbante o a Benedicto XVI sodomizando niños. No es cuestión de tolerancia o librepensamiento: el insulto es una violencia. Charlie murió por haber minimizado los riesgos del Islam radical. Pensó que por vivir en un país cristiano podía insultar de forma segura. Yo no soy Charlie, pero soy cristiano. No he pensado ni por un solo instante que tenían que morir, o que habían encontrado lo que merecían. Paz a sus almas y que Dios les acoja, si ellos quieren, en su misericordia. Pero yo no soy Charlie».

Yo sólo soy cristiano. Por eso condeno esta matanza, al tiempo que leo con agrado a los que tienen la lucidez de condenar los execrables atentados que han acabado con estas vidas, y tienen la libertad de denunciar también la violencia que entraña siempre el insulto, el desprecio, la mofa, la ridiculización, la blasfemia, todo lo que injustamente hiere hasta la ofensa los sentimientos y las creencias de las personas que los tienen y las profesan, porque esto a su modo también es violencia.
Hay gente que está siendo asesinada por estos fanáticos extremistas por tener sencillamente un nombre cristiano, una fe cristiana, una vida cristiana. En Siria, Afganistán, Nigeria, Libia… matan a cristianos, secuestran a niñas cristianas, expulsan a cristianos de su tierra, roban sus casas y sus iglesias, sin que casi nadie de Occidente lo denuncie, ni se hagan conjuras intergubernamentales, ni se convoquen manifestaciones callejeras, ni se lloren a los que inocentes de toda provocación y ofensa, son masacrados sencillamente por ser diferentes, por ser cristianos sin serlo contra nadie.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm 
Arzobispo de Oviedo” 


Otra vez aquí

Me recomienda Kloster que no dé tantas noticias sobre cada uno de mis movimientos. Puedo sugerir pistas diciendo, por ejemplo, que ahora estoy a dos kilómetros de un pueblo, una distancia perfecta para dar un paseo si no fuera porque el paisaje se ha teñido de blanco y la suave brisa, que se ha levantado esta tarde, congela hasta los buenos deseos.
Mañana espero hacer una romería a la ermita que aparece allí arriba, casi en el límite de la provincia y, de regreso, pasaré por la plaza del pueblo, que se llena de turistas y de aroma de cordero asado todos los sábados.
Hace tiempo conversé en la plaza con una chiquilla musulmana de quince años. Hablamos de Dios y llegamos a la conclusión de que el suyo y el mío son el mismo.
—¿Tú rezas? —le pregunté—.
—Sí, todos los días. En este pueblo hay ocho mezquitas.
—¿Ocho?
—Son pisos pequeños —me aclaró—, y allí aprendemos y rezamos. Tu iglesia es más grande, pero más vacía.
 

miércoles, 14 de enero de 2015

Tribulaciones del escribidor

Al fin he terminado de escribir mi e-mail mensual para Mundo Cristiano. Esta vez se titula "el tic-tac", va dirigido al Capitán Garfio y me ha costado redactarlo una barbaridad; más de dos horas.
Me pregunto por qué ocurre esto. Hace unos días escribí a Blas de Lezo, y veinte minutos después de poner el título, ya estaba el artículo en la redacción de la revista. En cambio, con el Capitán Garfio… Se lo he preguntado a Kloster y me ha respondido:
—Elemental, colega. Cuando escribiste a Blas de Lezo sabías muy bien lo que querías decir. Hoy pensabas que bastaba con dejarte mecer por el canto de las musas. Y, como es bien sabido, "el que no sabe a dónde va llega siempre a otro sitio".
—Y a duras penas.
—Además eso.


martes, 13 de enero de 2015

De vuelta al barrio

Regreso a mi viejo barrio después de varios meses de ausencia. Hace frío como corresponde al mes de enero, y, aunque no hay una sola nube en el cielo, la contaminación enturbia la atmósfera y me llena la garganta de telarañas.
Después de recoger el correo, salgo a dar un paseo por los alrededores. Compruebo que algunas tiendas han echado el cierre —por ejemplo, la veterana perfumería que había junto al mercado— y han aparecido otras. También los mendigos se han renovado. Pregunto por mis viejos amigos, y no queda ni uno: Pablo y Raquel murieron; Juan, ni se sabe…
—¿Y José Luis?
La chica del bar me mira por encima de las cabeza de los clientes de la barra con un gesto que no se interpretar. Tal vez significa que está borracho en cualquier esquina, que se ha cambiado de barrio o que ha huido de España.
—¿Y tú de dónde eres? —pregunto a un "subsahariano" que tirita desde el fondo de una manta azul—.
—Madrid; ¡yo Madrid! Viva Sergio Ramos. ¿Me das algo?
—Yo es que soy del Atleti.
—No importa. Tú eres padre…
A mi espalda se levanta una galerna. Hay bronca por culpa de una plaza de aparcamiento. Al parecer una señora impaciente se ha colado metiendo el morro en el hueco que trataba de ocupar, retrocediendo, una furgoneta de reparto.
—¡Que no, señora; que de esto ustedes no saben nada! Estoy aparcado con la marcha atrás y usted tiene que esperar a que concluya la maniobra para seguir su trayecto.
El hombre se expresa como un académico en tono un poco alto, pero no impertinente. Luego, me mira a mí como reclamando mi apoyo, pero es inútil; la infractora ha cerrado la puerta de su Hondita y, a pesar de que lo ha dejado en una posición no reglamentaria, entra en el mercado con aire satisfecho.
—¡Ahora llamo a la grúa! —vocifera el de la furgo—.
Y yo hago mutis por la derecha, después de regalar tres estampas del Beato Alvaro.
 

lunes, 12 de enero de 2015

Fobias

Seguramente tiene razón mi colega Jotaefe cuando asegura que soy un frívolo y que "con estas cosas no se bromea". Y todo porque dije que soy "humófobo". Yo sólo quería expresar mi aversión al humo; pero a saber lo que él entendió. Si me hubiese dejado seguir, habría matizado que tampoco hablaba de todos los humos. El humo del buen tabaco de pipa no me molesta, al contrario. Y menos aún el del incienso. Pero Jotaefe se puso como una fiera porque suponía que yo quería "ofender a los gays".
—Hu-mó-fo-bo  —repetí silabeando—. Y le aclaré que tampoco me gustan la música rap ni el hígado encebollado ni los pantalones de cintura caída. ¿Me convierte eso en pantalofóbico o algo así.
Fue en ese momento cuando me acusó de frivolidad.
—Tú, en el fondo —añadió— odias a los gays y disfrazas tu odio con bromitas. Pero con estas cosas no se juega.
Creo que no respondí para evitar males mayores. Porque lo cierto es que no me gustan nada determinados alardes homosexuales con plumas o sin plumas; y tampoco me llenan de orgullo —más bien al contrario— los pavoneos o cacareos de machos en celo, tan corrientes en ambientes tabernarios o de Internet.
Por lo demás no creo padecer ningún tipo de fobia. Si acaso, a las cursilerías lingüísticas. Me revienta, por ejemplo, los sufijo "fobo" y "fobia", tan de moda, que últimamente sólo sirven para agredir al que discrepa y evitar la discusión.
—A ti lo que te pasa es que eres islamófobo.
—No, colega; yo solo soy "bobofobófobo compasivo". Dicho de otro modo, me dan pena y un poco de risa esos bobos con balcones a la calle que llaman "fobia" a cualquier opinión contraria que no saben cómo rebatir.
 

viernes, 9 de enero de 2015

José Luis Saura tendrá una plaza en Vallecas


No es por apuntarme un tanto, pero hace un año, al dar la noticia de su fallecimiento, propuse aquí  que el Ayuntamiento le dedicase, ¡qué menos! una plaza en Vallecas. 
Ahora, por fin, "salta" la noticia, como dicen los cursis: don José Luis, el primer Párroco de San Alberto Magno y uno de los hombres que más trabajó para dotar de viviendas dignas a los ciudadanos del barrio, tendrá una plaza. 
En esta web se amplía la noticia.

jueves, 8 de enero de 2015

Éste me lo acaban de contar



—¿Policía? Hay un individuo que trata de entrar en mi casa. Dense prisa, por favor; ya ha saltado la verja del jardín y ahora se dirige a la puerta principal.
—Lo siento, señora. Todos nuestros agentes están ocupados y ahora mismo no le puedo enviar a nadie. Encienda las luces de su casa y haga ruido para que el presunto ladrón se asuste…
Se produce un silencio de tres o cuatro segundos. El policía está a punto de colgar el teléfono cuando oye dos disparos y, a continuación, la voz de la mujer.
—Ya no hace falta que vengan; acabo de matarlo.
Medio minuto después llegan varios automóviles de la policía haciendo sonar las sirenas y un montón de tipos gigantescos armados hasta los dientes. Desde un helicóptero descienden al jardín más agentes y comprueban que allí continúa el ladrón con sus ganzúas tratando de abrir la puerta. Lo detienen e interrogan a la señora.
—¿No nos había dicho usted que lo había matado de dos disparos?
—¿Y usted no me había dicho que no tenía agentes libres? 

Me lo contaron ayer





—Atención, comisaria, en la calle Mayor una mujer ha matado a su marido de un disparo porque éste le había pisado el "fregao".
—Entendido. ¿Han detenido a la mujer?
—Negativo. Es que todavía está húmedo.

miércoles, 7 de enero de 2015

La autovía

 No se me distraiga con el paisaje. ¡Conduzca!
La autovía del Cantábrico ya está terminada. Los últimos cuatro kilómetros fueron inaugurados con toda solemnidad hace una semana por el mismísimo presidente de Gobierno (que Dios guarde) y ya es posible ir de Gijón a Bilbao en dos horas y media sin despeinarse.
El GPS que guía mis destinos, aún no ha asimilado el cambio, y, al llegar a Unquera me advierte de que no puedo superar los 50 kilómetros por hora, pero mi Citroën vuela veloz como halcón peregrino por la nueva pista y tengo que embridarlo para que no pase de los 120 permitidos por nuestras sabias autoridades, que se han apresurado a colocar un puñado de radares ("para su seguridad", desde luego).
Al llegar a Santander dejo a Fernando a la puerta de su casa y me dispongo a combatir el sueño, que es el único peligro verdadero de estas largas travesías. La dirección general de tráfico pretende que no nos distraigamos con nada, que pongamos las dos manos en el volante, los ojos en la carretera y los cinco sentidos en la conducción. Nada de hablar con el copiloto ni de contemplar el paisaje. Ya han suprimido la publicidad que tanto amenizaba los desplazamientos (Ulloa óptico, Bombillas Philips, visite Cuenca…) y lo más probable es que sean demolidas las iglesias románicas y demás monumentos que distraen a los conductores más ilustrados.
Teniendo en cuenta que conducir es cada día más aburrido, ya que no nos dejan disfrutar con adelantamientos arriesgados, con abismos a izquierda y derecha, con los tradicionales ciclistas suicidas o los peatones ebrios, los consejos de las autoridades sólo sirven para que los conductores caigan en un sopor hipnótico de carácter letal.
Gracias a Dios, aún me acompaña Kloster en los viajes y puedo charlar con él a voz en grito. Desde Santander a Bilbao, le he dado una clase de ornitología y una meditación sobre el Salmo 18: "los cielos proclaman la gloria de Dios", etc.)


domingo, 4 de enero de 2015

Balance




La Navidad se aleja paso a paso. Nos resistimos a olvidarla y la llamamos "Navidades", en plural, por ver si logramos que se estire hasta la Candelaria.
La Epifanía, es el último suspiro de la Navidad. Devoraremos lo que quede de turrón y jugaremos con lo que nos traigan los Reyes hasta que se gasten las pilas.
Este año he pedido dos libros y ningún juguete. Es que no me he portado bien y corría el  riesgo del carbón.
Claro que yo ya he recibido un gran regalo: Asturias, Solavieya y el sol de Gijón, que ha brillado como siempre en Navidad.
Por lo demás, el balance es bueno:
Me propuse escribir algunas cosas, y me han salido menos folios de lo que planeé y más de los que pensaba que podría redactar.
Me dijeron que descansara y creo que he superado con creces las mejores expectativas.
Me dije que tenía que adelgazar y el propósito sigue intacto. Lo conservo en el congelador hasta que llegue la Cuaresma.
Pasado mañana inicio el regreso. Me vienen como anillo al dedo aquellas cuatro palabras que el Beato Álvaro repetía como jaculatoria:
Gracias.
Perdón.
Ayúdame más.
 
 

jueves, 1 de enero de 2015

Al otro lado


Este año no he sido capaz de sacar una fotografía que hiciera justicia al Belén de la administración de Solavieya. Aquí sólo se refleja una parte. El nacimiento es mucho más grande y reproduce la cueva de Covadonga con gran realismo e infinidad de pequeños detalles.