martes, 31 de enero de 2012

El Opus Dei en Japón

Nada más llegar a Madrid encuentro un correo de don Fernando Acaso en el que me explica que en YouTube hay una serie de vídeos en castellano sobre los comienzos de la labor de la Obra en Japón. Los grabó José Miguel Cejas hace un par de años con motivo de un viaje que hizo a aquel país. Al parecer, Cejas, prolífico escritor bien conocido, está terminando un libro, que será apasionante, sobre esos primeros tiempos del Opus Dei en el extremo oriente.



Al fin, el sol



Estaba aquí mismo, en lo alto del Gorbea. El mar de nubes, a mis pies, es tentador. ¿No os dan ganas de daros un chapuzón?

lunes, 30 de enero de 2012

Los lunes, publicidad

Que nadie se asuste. Al principio el anuncio puede parecer tenebroso e irreverente. Pero el final vale la pena. 
Me lo envían desde Bilbao pasando por Puerto Rico. La red es así.

domingo, 29 de enero de 2012

Fin

Botes en el puerto 
Fin del retiro y de los pensieri más o menos afortunados que he ido colgando estos días.
No me gusta todo lo que he escrito, pero tampoco voy a rectificar ahora. A partir de mañana recuperaremos el tono desenfadado de casi siempre.
Contra mi costumbre, he censurado (temible palabra) algunos comentarios. Unos porque me situaban a la altura de Santo Tomás de Aquino, sin comprender que él estaba mucho más gordo que yo. Otros, porque pretendían hacer teología-ficción, que es materia poco seria a la que no soy aficionado. Prefiero a Harry Potter.
Por último he tenido que enviar a la papelera dos o tres insultos dirigidos a mí. Sin duda eran muy merecidos, pero habría sido mejor que me los dijeran en privado.
En Getxo llueve, como suele. Mañana..., publicidad.

sábado, 28 de enero de 2012

En tres o cuatro líneas (IV)

Díálogos casi imaginarios



―”Amplia es la puerta que lleva a la perdición y son muchos los que la cruzan”(Mt. 7,13)
―Entonces, Señor, ¿son muchos los que se pierden?
―Aunque sólo faltasen dos al banquete del Reino, serían demasiados para mí, que soy su Padre.

*     *     *
 ―Y a nosotros, que hemos entregado todo y te hemos seguido, ¿qué nos espera? (Mc. 10, 28)
―Dame un céntimo y entrarás.
―¿Uno sólo?
―Sí; el último. Ése que tienes en el fondo del bolsillo y tanto de cuesta entregar.

viernes, 27 de enero de 2012

En tres o cuatro líneas (o alguna más) (III)

Fidelidad 


La flor más bella es la primera que se marchita. No dejes que se pierda su perfume. La flor inmortal no tiene aroma (A. Gide).
La experiencia parece confirmar la terrible sentencia de Gide. Todo lo que vive es efímero. Sólo la muerte se nos antoja eterna. Cuanta más densidad de vida se concentra en un segundo, más fugaz es su existencia. Prolongar eternamente el enamoramiento es el sueño imposible de todos los amantes. Los besos pasan, los labios se descomponen, la sonrisa muere y sólo queda el rictus grotesco de la calavera.
Entonces, ¿es imposible el amor eterno? ¿Nos engaña San Pablo cuando dice que “el amor no pasa nunca”? ¿Es posible la fidelidad?
Esta noche he pensado que, en efecto, no puedo estirar eternamente un segundo de amor para guardar su aroma y su colorido; pero sí que es posible crearlo y recrearlo cada día; hacerlo renacer de sus cenizas una y otra vez.
Igual que el corazón vive gracias a sus latidos, el amor ―humano y divino― se hace inmortal resucitando.

jueves, 26 de enero de 2012

En tres o cuatro líneas (II)


La máscara

Si nos despojáramos por completo de la máscara que nos hemos fabricado con tanto esfuerzo, descubriríamos con horror que detrás no hay una cara deforme o repulsiva, sino la nada. Por eso asusta tanto la plena sinceridad.
Sin la máscara no soy nadie. Yo quisiera aferrarme a ella, pero pido a Dios que me la arranque, aunque duela, y que aparezca su rostro llenando mi vacío.

miércoles, 25 de enero de 2012

En tres o cuatro líneas (I)

En el curso de retiro apenas hay tiempo para nada. Hay que llenar el silencio con oración, propósitos, deseos, acciones de gracias y dolor. No contaré nada demasiado personal; pero, de tanto en tanto, vienen a la pluma y a la agenda pensamientos que quizá sirva a otros más adelante. Por ejemplo... 

El enfermo que se echa encima mantas y más mantas para protegerse del frío sólo consigue acabar aplastado. Lo mismo les ocurre a los que tratan de templar su  alma congelada buscando compensaciones en este mundo.
La ausencia de Dios sólo puede curarse al calor de Dios. 
Cuando el hijo pródigo sintió hambre, tenía tres posibilidades: comer con los cerdos (el hedonismo); morirse de hambre (la soberbia de conservar la dignidad a toda costa), y volver a casa para dejarse abrazar por su padre (la contrición). 
“El hombre es grande porque sabe que muere” (Pascal). Pero hay quienes renunciarían con gusto a esa grandeza. Les gustaría no ser conscientes de que la vida tiene un final, y ser “felices” como animales; sin angustia, sin miedo. Y también sin esperanza.

martes, 24 de enero de 2012

Silencio y Palabra

De nuevo traigo aquí a la Virgen del silencio 
Silencio y Palabra, camino de evangelización” es el tema elegido por Benedicto XVI para la 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que este año se celebrará el domingo 20 de mayo. El papa hace público su mensaje en el día en que se conmemora a san Francisco de Sales, patrono de los periodistas. He aquí el texto completo del precioso mensaje, que me viene como anillo al dedo en el curso de retiro.
 
Queridos hermanos y hermanas
Al acercarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2012, deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación que, siendo muy importante, a veces se olvida y hoy es particularmente necesario recordar. Se trata de la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.
El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de "ecosistema" que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.
Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.
En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia. El hombre no puede quedar satisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépticas y de experiencias de vida: todos buscamos la verdad y compartimos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo en el que "cuando se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales" (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2011).
Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios. En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad. No sorprende que en las distintas tradiciones religiosas, la soledad y el silencio sean espacios privilegiados para ayudar a las personas a reencontrarse consigo mismas y con la Verdad que da sentido a todas las cosas. El Dios de la revelación bíblica habla también sin palabras: "Como pone de manifiesto la cruz de Cristo, Dios habla por medio de su silencio. El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada… El silencio de Dios prolonga sus palabras precedentes. En esos momentos de oscuridad, habla en el misterio de su silencio" (Exhort. ap. Verbum Domini, 21). En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos" (cf. Oficio de Lecturas del Sábado Santo), resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad.
Si Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. "Necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora" (Homilía durante la misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, 6 de octubre 2006). Al hablar de la grandeza de Dios, nuestro lenguaje resulta siempre inadecuado y así se abre el espacio para la contemplación silenciosa. De esta contemplación nace con toda su fuerza interior la urgencia de la misión, la necesidad imperiosa de "comunicar aquello que hemos visto y oído", para que todos estemos en comunión con Dios (cf. 1 Jn 1,3). La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.
En la contemplación silenciosa emerge asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad. Como recuerda el Concilio Vaticano II, la Revelación divina se lleva a cabo con "hechos y palabras intrínsecamente conectados entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas" (Dei Verbum, 2). Y este plan de salvación culmina en la persona de Jesús de Nazaret, mediador y plenitud de toda la Revelación. Él nos hizo conocer el verdadero Rostro de Dios Padre y con su Cruz y Resurrección nos hizo pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios. La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.
Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo. A María, cuyo silencio "escucha y hace florecer la Palabra" (Oración para el ágora de los jóvenes italianos en Loreto, 1-2 de septiembre 2007), confío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.
Vaticano, 24 de enero 2012, Fiesta de San Francisco de Sales

lunes, 23 de enero de 2012

Cambio de ritmo


Esta noche empiezo mi curso de retiro. Entraré en Internet por la noche. Diez minutos. Ni uno más: lo justo para aprobar los comentarios del blog y para escribir cuatro o cinco líneas relacionadas con mis reflexiones de cada día.
Hasta el próximo domingo.


Ensalada Eusko-Caribeña

Elaborado por Marita, es decir, por mi madre. Después de consumirla con ella, mano a mano, han sonado campanillas de plata en mis oídos.
He aquí la receta para cuatro personas.
Ingredientes: Un mango grande, maduro; dos cebolletas; Un tomate no muy maduro. Aceite de oliva virgen extra. Vinagre de Módena. Sal.
Elaboración: Pelar el mango y cortarlo en pedazos. Pelar el tomate y cortarlo. Picar las cebolletas. Echarlo todo en la ensaladera. Aliñarlo convenientemente. Guardarlo un par de horas en la nevera, y poner la 9ª sinfonía de Beethoven mientras se consume

Los lunes, publicidad

El partido Madrid-Barça ha dado mucho de sí. 

domingo, 22 de enero de 2012

un mensaje misterioso

Me ocurrió hace un par de años y lo rescato ahora de mi carpeta de anécdotas. 

Regresaba a casa una noche cuando recibí un mensaje en mi teléfono:
Ola papá, soy la Lola. Te juro que no lo haré +, me perdonas?
Contesté inmediatamente:
Querida Lola: no soy tu padre. Creo que te has equivocado de número. Soy cura y lo perdono todo, incluso esa “ola” sin hache. Seguro que tu padre también te perdona. Por cierto, ¿qué le has hecho?
Lástima. Lola no contestó. Podía haber sido el comienzo de una bonita historia.

sábado, 21 de enero de 2012

Un retoño en el olmedo

 Aún no estaban acabadas las obras cuando hicieron la foto
El Colegio de Fomento “Los Olmos” cuenta este curso con un nuevo edificio destinado a niños y niñas de educación infantil. Las profes son unas chavalas encantadoras y muy profesionales; los padres, demasiado jóvenes para mi gusto, también son un espectáculo digno de verse. El capellán es un abuelito al que todos respetan una barbaridad.
En efecto, el capellán soy yo. Hasta ahora, era un capellán sin capilla, pero con madres-alumnas a las que contaba historias todas las semanas.
Hoy, al fin, hemos entrado en el oratorio, me he sentado en el confesonario y ha pasado el primer penitente. No es cuestión de poner una placa conmemorativa, pero, al menos, quede constancia del acto.
A continuación he predicado un retiro a madres de alumnos. Eran las tres de la tarde, una hora espléndida para echar la siesta, pero la capilla se ha llenado por completo. Hemos hablado de la conversión de San Pablo, del día en que el sí de un hombre cambió la historia de Europa. Luego, de la Iglesia, de la que todos formamos parte, que está en las manos de Dios…, y en las nuestras.
Para evitar el sopor he contado una anécdota cada cinco minutos. Es un buen sistema. Con los niños pequeños hay que hacer algo parecido.
Al terminar, me tomé un café en la "taberna Los Borrachos", que está justo a la puerta.



viernes, 20 de enero de 2012

2 años después

En el segundo aniversario del fallecimiento de Antonio Fontán, he celebrado una Misa de difuntos en el Colegio Mayor Castilla por encargo de algunos de sus amigos y colaboradores.
Eduardo Fernandez, uno de sus discípulos más queridos, me dijo que vendrían diez o doce personas:
--Será una cosa familiar.
Al fin aparecieron más de cuarenta, algunos bien conocidos en el mundo de la política, del periodismo y de la universidad. 
Al comenzar la celebración litúrgica en el mismo oratorio donde despedimos a Antonio el 14 de enero de 2010, me he conmovido tanto que he olvidado el texto de la homilía que traía preparada y he dejado hablar al corazón y a la memoria: Antonio fue un maestro, un sabio y un hombre de Dios que dejó una huella indeleble en cada uno de los que le tratamos. Y he recordado los dos últimos meses de su vida: su fortaleza, su paciencia, su serenidad y su sentido del humor hasta el mismo momento de la muerte...
Pocas veces he visto una sintonía tan perfecta en las miradas de los que me escuchaban.
Antonio, desde el Cielo, seguía trabajando los corazones de sus amigos.

 

jueves, 19 de enero de 2012

Luto en mi barrio




Kloster y yo somos del Levante, así que...



De rebajas

Hasta los chinos han bajado los precios. Y toman precauciones ante la crisis


miércoles, 18 de enero de 2012

Sobre los comentarios

Cada vez recibo más comentarios a mis entradas con una extraña cláusula: "no publique esto, por favor". Suele tratarse de consultas personales o de consideraciones que pueden afectar a terceras personas.
Me pregunto si, en estos casos, no sería más razonable escribir a mi correo electrónico, el que figura en la columna de la derecha, debajo del búho. De esta forma me dais la posibilidad de responder personalmente.
Con vuestros comentarios autocensurados no sé qué hacer. ¿Contestar haciendo equilibrios sintácticos para que nadie sepa de qué va la cosa?
Venga, chic@s, no me volváis loco.  

La fuerza de las palabras


Son las 8 y cuarto de la mañana. En el dispensario médico unas amables vampiras con bata blanca extraen sangre a pacientes en ayunas. A mí también, ya que el médico quiere saber si estoy tan sano como parece.
Entra un niño de ocho o diez años con su madre. Lo acomodan en el sillón, y se remanga el brazo derecho.
―¿Me va a doler?
―No te vas a enterar. Tú haz lo que te diga y mira el cuadro ese que tienes ahí delante.
―¿Qué me vas a hacer?
―Te voy a perforar una venita y…
El chico se desmaya y cae a plomo. La madre monta en cólera.
―¡Es que dice usted unas cosas…!
―¿Qué he dicho?
―¡”Perforar”! ¿Le parece poco?
Para rematar la historia me vendría muy bien que se oiga a lo lejos el estrépito de una perforadora neumática, pero es demasiado temprano para eso.

Aterrizaje


¡Estabas tan contento! Te veías fuerte de cuerpo y espíritu; sincero, alegre, trabajador. Incluso humilde, sin alardear, por supuesto, para no hacer el ridículo. Además eras elocuente, ingenioso y muy simpático.
No hacías la oración del fariseo, pero alguna vez te aproximaste peligrosamente a aquel “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres”.
Ahora, en el hospital, ha bastado una sencilla operación quirúrgica para que empieces a comprobar que sí eras como los demás, sólo que con mejor salud. Y cuando te sorprendes de que te cuesta ser fuerte, humilde, valiente y alegre, te he contestado que ya iba siendo hora.
―Agradece a Dios que te conceda la oportunidad de ejercitar esas virtudes como un mortal cualquiera. Bienvenido a la tierra, amigo.

martes, 17 de enero de 2012

Curas y pacharán

La foto está ampliada, desde luego 
Me han invitado a una tertulia de sacerdotes de una diócesis que no es la mía. Conozco a la mayor parte de los asistentes, pero no los he visto quizá desde hace veinte o treinta años. Me pregunto si podré identificarlos después de tanto tiempo.
Nada más llegar al jardín, se me acerca uno con una sonrisa que le llena la cara.
―¡Estás como siempre, hecho un morrosko!
Abrazo con fuerza al embustero y le respondo con la misma moneda.
―Pues anda que tú… ¿Qué tienes? ¿50?
―¡Quita, quita…; 78…!
Entramos en la casa y allí están casi todos; tal vez quince o veinte. Faltan sólo los que se fueron al Cielo. Hay un jovencito, la mar de elegante con su clergyman negro, al que no conozco.
―Treinta y ocho tacos ―precisa―.
―O sea, un chaval…
―Sí, sí… ―interviene Juan―; un chaval, pero cualquier día le hacen obispo y nos mete en cintura.
Entre tazas de café, poleo y manzanilla, acompañadas por unas copas diminutas de pacharán, empiezo a contar historias a los curas. Están atentos, con los ojos muy abiertos, como si yo pudiese enseñarles algo que no sepan.  Me voy fijando en los rostros de cada uno mientras trato de actualizar la imagen que aún conservo en la memoria. Es evidente que, si hubiesen elegido otro oficio, todos estarían jubilados. También los sacerdotes se jubilan, desde luego, pero un buen cura sigue siempre al pie del cañón mientras la salud se lo permita. Se necesitan muchos miles de horas de confesonario, de catequesis, de atención a los niños, a los viejos, a los enfermos… No hay paro, gracias a Dios, entre el clero.
Uno de los presentes celebra su 85 cumpleaños. En realidad los cumplió hace quince días, pero hasta hoy no ha podido celebrarlo; anduvo de médicos y hospitales. En su honor ha aparecido el pacharán, y en su honor algunos han compuesto apasionados poemas, demasiado serios para mi gusto, llenos de recuerdos del seminario. Uno toca la guitarra; pero está tan desafinada como las voces que corean la primera canción.
Yo los miro y remiro sin dejar de dar gracias a Dios. ¿Dónde se ha visto a un grupo de ancianos tan alegres? Son hombres de su tiempo, cultos, algunos con titulación universitaria. Veo a dos médicos, a un doctor en Derecho, a un filósofo… No son un rebañito de tontos ni una camarilla de ingenuos; viven en medio del mundo; soportan la crisis y los achaques de la edad. Algunos han probado la amargura del aislamiento, los insultos obscenos, la calumnia. Han sufrido por la Iglesia universal y por su pequeña iglesia de pueblo, y han vivido muchas vidas, desde el bautismo hasta la tumba, sin esperar nada a cambio. En sus rostros debería haber quedado una huella de amargura o de rencor; pero Dios les expropió su vida hace muchos años y eso se nota hasta en el cutis. Todos saborean ya un poco del ciento por uno que Jesús prometió a los que se le entregan por completo.
Hace un par de meses salió una encuesta llena de números y porcentajes en la que se aseguraba que los profesionales más felices son los sacerdotes. ¡Menudo descubrimiento!
Camino de casa, me digo que debería escribir algo sobre esta alegría de los curas, pero lo cierto es que no sé por dónde empezar. Dentro de un par de días volveré a charlar con los chichos que muy pronto acabarán el bachillerato y aspiran a ser empresarios, juristas, economistas de éxito. A más de uno le he dicho.
―Así que lo que tú quieres es forrarte… 
―¡Claro! ―suelen contestar como quien dice una obviedad―.
Y más de una vez, con el descaro que dan los años, he respondido:
―¿Y por qué no te haces cura? No te forrarás pero es infinitamente más divertido.
Y entonces le cuento viejas historias; más o menos las mismas de siempre, que son las que sé contar; las de la tertulia de esta tarde. Claro que sin pacharán.

lunes, 16 de enero de 2012

Los lunes, publicidad

La rivalidad entre marcas no siempre se manifiesta dentro de los límites de la competencia noble. En los últimos tiempos los anuncios se ha vuelto agresivos y muchos no tienen escrúpulos en atacar a las marcas de la competencia. No olvidemos, por ejemplo, a Coca Cola y Pepsi que mantienen una encarnizada guerra abierta. 
En este caso, se trata de un spot difundido exclusivamente en Alemania en el que la cadena de comida rápida del payaso ataca descaradamente al rey de las hamburguesas, abriendo de nuevo el frente de combate. McDonalds no ha necesitado de palabras ni de textos para conseguir transmitir un mensaje en el que Burger King no sale del todo bien parado.  
En España aun no estamos acostumbrados a ver este tipo de anuncios. Mi pregunta es: ¿Resultan realmente efectivos?
 

Los 80 de don Fernando

Don Fernando Acaso me escribe desde Pamplona: “cumplí 40 años el 16 de enero de 1972 en Kyoto. En el brindis con que lo celebramos, un gran amigo me dijo: Fernando, los próximos 40 serán los mejores.
Hoy cumplo 80 años, y estoy convencido que los próximos 80 serán mejores aún.
Dadle gracias conmigo a Dios y a la Virgen y pedidles que me hagan fiel hasta el final.”

 Y, por si no estaba claro, nos lo repite en japonés.

       40年前、京都にて、40才の誕生日を迎えました。その際、先輩に言われました。今日からの40年間の方がもっと楽しいよ。2012年1月16日に80才になる。皆様のおかげで、これからの80年間はもっと幸せになりそう。背者とともに、神様やマリア様に感謝しながら、最後まで、忠実であるように祈ってください。感謝、ごめん、助けて。

  Don Fernando se fue a Japón, si no me equivoco, en enero de 1959, cuando era un sacerdote jovencito. Allí vivió 48 años, y consiguió ser el japonés más madrileño de la historia.
Con don Fernando tengo una deuda impagable: él se encargó de traducir al japonés  “el belén que puso Dios” y de conseguir un editor que lo aceptara.
Uno siempre ha desconfiado de los traductores, pero basta conocer a don Fernando para estar seguro que habrá mejorado el texto original. Además me ha enseñado a hacer reverencias al estilo oriental.
Desde lo alto de este globo, lo reverencio con la mayor cortesía de que soy capaz y le prometo que en la Misa de esta mañana le tendré muy presente.
Este libro de don Fernando se tradujo al castellano con el título "Sushi o paella".  El retrato es obra de uno de sus alumnos de Nagasaki.

domingo, 15 de enero de 2012

Chateando que es gerundio


Dicen que las mujeres son capaces de hacer varias cosas a la vez, al contrario de los hombres, que ni siquiera sabemos caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Hoy he comprobado la verdad de esta afirmación, al menos en su primera parte.
Estoy en Molinoviejo con treinta chicas de 16 años que asisten a una convivencia como parte de la catequesis preparatoria de la Confirmación. Esta mañana, mientras les daba clase, estaban la mar de atentas, pero sin dejar de chatear un solo instante con sus blackberry.
Por la tarde, en el oratorio, les he dirigido la meditación- Esta vez he logrado detenerlas a tiempo: todas tenían en la mano la maquinita en cuestión para seguir cotilleando.

sábado, 14 de enero de 2012

Propósitos de año nuevo (II)



“El futuro ya no tiene futuro”, aseguraba por la radio un economista tan anciano como ingenioso entre las risas de sus contertulios. Y añadió: “ser optimista en estos tiempos de crisis es un claro indicio de debilidad mental.”
La experiencia de los viejos suele llevar en la chepa un adjetivo parásito: “la triste experiencia”, dicen. A mí, en cambio, la palabra “experiencia” me suena a “esperanza”. Miro hacia atrás y veo mil razones más para la alegría.
Año nuevo. Confiar, esperar; pero con una esperanza activa, que la vida no es una sala de espera. Hay que seguir echando la red cada noche para pescar al amanecer.

Propósitos de año nuevo

Pensar más en el fin y un poco menos en los obstáculos del camino. Si la ambición es sincera y se renueva cada día, las piedras se convertirán en polvo, y la atracción de la meta será irresistible. Dios mismo me conducirá a la victoria, a pesar de los pesares

viernes, 13 de enero de 2012

Esperanza


―¿Eres vaga o estudiosa?
―Antes era muy vaga, pero ahora ya soy súper estudiosa.
―¿Desde cuándo?
―Desde la semana pasada.
―¿Cuantas te catearon?
―Cuatro.
¡Ojalá tuviera yo tanta fe!

Silencio


―¿Por qué escribes tan poco estos días?
―Calla, Kloster, por favor; que estoy releyendo a Shakespeare. Los reyes magos me trajeron sus obras completas para que me avergüence aún más de mis “genialidades” matutinas. Se impone una penitencia de silencio. 

jueves, 12 de enero de 2012

En mi lugar


─Póngase en mi lugar…
Llevamos más de media hora de conversación. Él sabe muy bien que yo no puedo curar la enfermedad mental que sufre desde hace más de diez años; pero viene a verme de vez en cuando y charlamos.
Al fin no tengo más remedio que despedirlo. Le hago ver que no puedo dedicarle más tiempo esa tarde, que me esperan otras personas y debo predicar un retiro o dar una clase. Me pongo en pie y, entonces, vuelve a repetir la misma frase como una súplica:
─¡Póngase en mi lugar!
Nadie puede hacerlo del todo. Sólo Dios penetra en el corazón de cada uno y nos comprende mejor que nosotros mismos. Sólo Él se pone en nuestro lugar, porque amar es eso, y Dios es amor.
Si le dejamos, Él tomará sobre sus hombros la cruz terrible de la soledad.

miércoles, 11 de enero de 2012

La M30 y el río de la vida


Me pregunta Jorge qué tiene la M30 para que se haya convertido estos años en mi “fuente de inspiración”.
“Fuente”, no, querido Jorge. La M30 es sólo mi pensadero habitual. Casi una hora diaria en ese río de automóviles desbocados dan para mucho. Aquí preparo charlas, clases y meditaciones; ordeno ideas más o menos sensatas que uno tiene apiladas en la sesera. Aquí me cuento en voz alta lo que voy a escribir cada mañana en el blog. Aquí rezo el rosario y alguna que otra cosilla.
―Bueno, ¿pero qué es la M30?
―Te comento, como dicen ahora las gentes para tomar carrerilla.
Madrid es una isla y la M30, el mar. Vivir cerca de esta diabólica autovía es tener a mano un puerto de horizontes ilimitados que nos permite trasladarnos a cualquier punto de la ciudad sin tener que pasar las penalidades del tráfico urbano. 
La he llamado autovía, y lo es, a pesar de que ahora la han clasificado como calle. Se empeñan en llamarla “calle 30”, pero yo me opongo. Las carreteras tienen número, las calles nombre. Por tanto, si a una calle la llamamos 30, habrá que investigar dónde cae la 29.
Calle o carretera, la M30 es una metáfora de la vida. Vivir es como un viaje por su asfaltada piel. Un día nos encontramos dentro sin saber cómo hemos llegado ni con qué fin. No hay arcenes ni aceras. Nadie puede detenerse ni preguntar. Los rótulos son confusos y, cuando menos te lo esperas, el río de la vida te mete en un túnel de destino incierto que se asemeja a la noche oscura del alma. A veces te preguntas si vas en dirección norte o sur, pero aquí ni siquiera el GPS es fiable, ya que los satélites no funcionan bajo tierra.
Uno cree que conoce la ciudad. ¡Llevo más de treinta años y siete alcaldes a mis espaldas!, pero en la M30 puedes perderte a pesar de hacer cuatro veces al día el mismo trayecto.
El diseño, eso sí, es imaginativo: si tratas de tomar una salida, ojo, muchacho; lo más probable es que tengas que esquivar a los que entran por otra rampa que se cruza para ponértelo imposible.
Mi amigo Enrique vino un día de Guadalajara para verme y se precipitó en la M30. Dio dos vueltas a Madrid y se fue por donde había venido con los nervios deshechos.
¡Ah, la M30! Yo entro cada mañana resignado y expectante: ¿a dónde me llevará esta vez? Y pienso y pienso, mientras dejo mi destino en manos del alcalde.
 

martes, 10 de enero de 2012

San Juan de la Cruz, Hitler y la M30

Charlábamos Kloster y yo por la M30.
―No entiendo para qué roban tanto ―le dije al oír por la radio la cantidad de pasta que parecen haberse llevado algunos corruptos―. Cualquiera puede sentir la tentación de quedarse…, qué sé yo, con un par de millones o tres; pero ¿50? ¿Cien? ¿En qué se los puede gastar un viejo de 75 años con una esperanza de vida tan limitada? ¿En guardaespaldas? ¿En farmacia?
―Ése no es el caso, colega. No roban para tener más, sino para ser más de lo que son. Tratan de trascenderse a sí mismos…
―Metafísico te veo.
―Es que aún no he desayunado. Pero te lo explicaré en pocas palabras.
Kloster se enchufó un trago de de vodka y se dispuso a perorar.
―Si los corruptos sólo pretendieran llevar una vida lujosa el resto de sus vidas, es evidente que robarían mucho menos. El hurto moderado tiene notables ventajas; se perpetra más fácilmente, y los jueces y fiscales suelen hacer la vista gorda cuando se trata de altos cargos. Pero es que algunos no se conforman con eso.
―Entonces, ¿qué pretenden?
―Mira, muchacho. Todos los hombres y mujeres de este mundo somos conscientes de que tenemos límites; límites de tiempo, de espacio, de salud, de talento, de fuerza; de vida… Ante esta gran verdad que uno va descubriendo poco a poco, caben dos posibilidades: aceptarla y resignarse a una existencia mediocre o rebelarse: romper esos límites.
―Creo que has bebido demasiado…
―Quizá la palabra “mediocre” no sea la más adecuada; pero piensa ahora en los grandes conquistadores, en los héroes, en los poetas, en los tiranos… ¿Qué pretendían? Alejandro Magno, Hitler o Hernán Cortés no conquistaron reinos para tener unas hectáreas más en su parcela del cementerio. Ellos buscaban la eternidad; querían ser inmortales, romper las fronteras del alma.
―Creo que te vas por las ramas.
―Lo mismo puede decirse de los grandes ladrones. No es una enfermedad, como se ha dicho. ¿Tener por tener? No. Ellos quieren ser eternos, huir de sí mismos. Podría decirse incluso que buscan a Dios, o, mejor dicho, buscan algo que sólo Dios les puede dar. Ahí tienes, sin ir más lejos, al buen ladrón. Tantos años robando y sólo al final, en la cruz, comprendió que podía dar el gran golpe de su vida, el que siempre soñó para retirarse definitivamente.
―El buen ladrón, para robar el Reino, tuvo que arrepentirse y fue castigado por sus crímenes…
―Se arrepintió, en efecto, pero sólo de haber robado poco y mal. Conozco a otros ladrones que les ha ocurrido lo mismo: han comprendido que su ambición era demasiado pequeña, que a base de tener más y más no se consigue ser más. El día en que lo descubren, rompen con su paranoia, restituyen lo robado, lo entregan todo y se convierten en unos ambiciosos insaciables: buscan el tesoro escondido, el único que hace añicos esos límites de tiempo, de edad, de talento…, que nos encierran dentro de nosotros mismos. Hablo de ese tesoro de la parábola evangélica, el que endiosa y nos lleva a la eternidad. Lo llaman la Gracia.
―Así que, según tú, entre San Juan de la Cruz y Hitler…
―…hay sólo una pequeña diferencia. San Juan era mucho más ambicioso. Quería atrapar a Dios como un halcón a su presa. Acuérdate de aquel poema…, “en un amoroso lance/ y no de esperanza falto/ volé tan alto, tan alto/ que le di a la caza alcance”. En cambio el pobre Hitler sólo quería quedarse con el Planeta, empezando por Polonia… ¡Valiente ladrón de pacotilla!
Al abandonar la M30 hice el propósito de escribir este post y de adornarlo un poco más para incluirlo en “Mundo Cristiano”.

lunes, 9 de enero de 2012

Los lunes, publicidad (II)

Esta americanada a la española está dirigida por Benito Zambrano y también es de Campofrío.

 

Los lunes, publicidad

Seguiremos con la costumbre de poner uno o dos anuncios los lunes. Éste de Campofrío se me antoja muy oportuno para afrontar la cuesta de enero.

domingo, 8 de enero de 2012

De madrugada

Domingo, 8 de la mañana.
Tengo que celebrar Misa y voy camino del parking. Aún no ha amanecido. A lo lejos veo a un individuo que hace algo en una papelera. La está vaciando metódicamente. Alisa cada papel; mira y remira cada objeto antes de desecharlo. Por fin vuelve a recogerlo todo y lo introduce de nuevo donde estaba. Se acerca al parquímetro y mete la mano en lugar donde suelen quedar las monedas desechadas por la máquina. A continuación se dirige al banco que hay a pocos metros e inspecciona los restos que quedan del botellón de ayer.
En ese momento me ve; se mete la mano en el bolsillo y trata de disimular. No presenta mal aspecto. Tendrá 50 o 60 años y su traje necesita un planchado, pero no lo veo como un mendigo ni un vagabundo convencional. Lleva corbata y un jersey amarillo si manchas aparentes.
Me detengo frente al ascensor del parking y meto la llave en la cerradura para llamarlo. En ese momento se me acerca respetuoso.
―Perdone que le moleste, padre, ¿tiene usted una moneda? Necesito beber.
Ante una petición tan insólita, le miro a los ojos. Los tiene grandes y muy azules.
―Soy polaco y alcohólico. No puedo dejarlo.
Antes de tomar el ascensor, le he dado un euro. 

sábado, 7 de enero de 2012

Hay otros belenes

Mañana domingo termina el tiempo de Navidad y empiezan a desaparecer los belenes.
Todos no: algunos se quedan el resto del año. No los olvidemos.

La vejez

Me lo dijo, mientras paseábamos por Las Arenas, un antiguo compañero del colegio. Creo que es algo más joven que yo:
-Un día descubres que ya no eres el más alto ni el más listo ni el más admirado. Y lo aceptas. Te conformas con que te oigan sin interrumpirte, pero sabes que nadie te escucha. Las mujeres te miran con ternura, como a un animal doméstico poco peligroso. Tus hijos te advierten de que hay un escalón, no vayas a tropezar. Y tú te sorprendes a ti mismo diciendo: "estoy en plena forma. Me siento más joven que nunca". Esto último ya es definitivo: es que ha llegado la vejez. ¿No te pasa a ti?
-Por supuesto que no.
Cambiamos de tema. Siempre me resisto a responder a las impertinencias.
Hoy por la noche, mi sobrino David remacha el mismo clavo: "tío, a tu edad. haces muchas cosas y no te retiras. A mi padre le pasa lo mismo".
¿A mi edad? Qué se habrá creído este chico. 

viernes, 6 de enero de 2012

Juguetes, porfa

Queridos reyes magos:
A ver si esta vez os portáis bien. No quiero obras de Shakespeare, programas informáticos ni prendas de vestir: de unos años a esta parte no necesito corbatas ni tirantes de colores. 
Por favor no me mandéis libros de pájaros: los tengo todos. La mitad están en mi estantería, y el resto en Tajamar, que los regalé hace siglos y no sé si los usan o no. 
El escritorio lo tengo completo, gracias. Así que nada de bolis ni plumas. 
Ya comprendo que soy un problema para vosotros. Claro que si me pusierais juguetes, os lo agradecería mogollón: juguetes bélicos, por supuesto, como el bate de béisbol del año pasado. Un buen revólver que parezca de verdad no me vendría mal.
¿Y un tren eléctrico? ¿Todavía existen?
La bici, no... Me temo que ya no estoy para aventuras.
Atte.
Kloster


jueves, 5 de enero de 2012

Después de la excursión (II)


Siempre se ha llamado “patria chica” a la tierra de nuestros padres, la que conserva nuestras raíces de generación en generación. Yo la redescubro aquí, cada vez que vuelvo al País Vasco y salgo de excursión o de paseo por las calles de cualquier pueblo. Me emociona oír voces con acentos antiguos, rescatar palabras y expresiones que parecían olvidadas, pero sólo dormían a la sombra de mi alma. A veces trato de hablar como entonces, pero nunca lo consigo del todo.
Soy patriota y nadie me ganará a amar esta tierra. La amo tanto como aborrezco sus fronteras. Odio verla encapsulada, enferma de aldeanismo y de complejos, alimentando odios; inventándose un pasado, como si no nos bastara con el que ya tenemos.
No quiero ser diferente de mis vecinos ni hablar una lengua sólo para afirmar mi identidad. Me trae al pairo lo que llaman el “hecho diferencial”. Me gusta más recordar otro hecho que nos iguala; somos hijos de Dios y ésa es la única raza que importa. Prefiero el coro de Pentecostés a la división de Babel.
Mi patria no tiene fronteras, como tampoco las tiene la que Dios nos prepara en el Cielo; la patria definitiva.

miércoles, 4 de enero de 2012

Después de la excursión (I)

Este herrerillo va de cabeza 
Entre las aves veo tanta armonía y belleza como para no dudar jamás de que son obra de Dios; y veo también tanto caos como para pensar que a Dios no puedo comprenderlo del todo.

martes, 3 de enero de 2012

Enero-ísmos



 El camino de los héroes
San Josemaría llamó “minuto heroico” a los segundos comprendidos entre el timbrazo del despertador y la puesta en pie del despertado. Lo de “heroico” debe entenderse como una amable exageración: tampoco duele tanto dar un salto de la cama y ponerse sin más dilación bajo el benéfico aguacero de la ducha. Heroico será, en todo caso, repetir ese rito cada mañana, con frío o con calor, los días laborables, los de paro y los festivos; con veinte años y con noventa.
Además, con el paso del tiempo, el minuto heroico se nos queda en nada. Algunas veces lo verdaderamente duro es continuar en la cama tratando de dormir, en lugar levantarse para “pasar las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio” como hizo mi señor don Quijote.
Es evidente también que no sólo hay “minutos” heroicos. La vida nos depara horas heroicas, días heroicos, semanas heroicas y hasta meses heroicos. Me refiero a los lunes, a los eneros, a los regresos de las vacaciones, a las operaciones retorno. Y pienso, como es natural, en este comienzo de año que, según los augures, no presagia nada bueno.
Hace un par de noches, veinte o treinta millones de españoles se despedían del 2011 engullendo ―todos a la vez― 12 uvas por cabeza; o sea, más de 200 millones de pildorazos vegetales con sus pepitas incluidas. No es una ceremonia alegre: el alcohol y los gritos del personal logran encubrir a duras penas la histeria de quienes comprenden que el tiempo vuela, la fiesta acaba y enero se nos echa encima.
Este enero, para colmo, viene fino. Dicen que los reyes magos han hipotecado los camellos, y que el gordo del Niño siempre le toca a otro. Mi colega Amalio ya no me desea, como suele, un “próspero año nuevo”. Será una errata, supongo, pero esta vez ha escrito en su christmas que pide para mí un “próximo” año nuevo. Tiene razón. Y podía haber añadido: que me quede como estoy,  y que la prima de riesgo nos sea leve.
¿Qué haremos entonces? ¿Quedarnos en la cama hasta diciembre? ¿Bajarnos del Planeta? ¿Vestirnos de indignados y llenar de bilis las calles? No parece una buena estrategia.  Ha sonado el despertador de 2012 y hay que ponerse en pie. Es la hora del minuto heroico, de poner en práctica el viejo dicho de “año nuevo, vida nueva”, o, como prefería decir San Josemaría, “lucha nueva”.  
Dicen que de las grandes crisis de la historia surgen los grandes héroes. Ahí tenéis a “los 700 de Fukushima”, los empleados japoneses que continúan en su puesto de la central nuclear afectada por el terremoto y el tsunami. Llenos de heridas, expuestos a una radiación 10 mil veces superior a lo esperado, se juegan la vida por sus compatriotas y piensan que vale la pena el sacrificio.
Este 2012 empieza con un buen tsunami económico, europeo y mundial, que ha sacado a la superficie otra crisis más honda: la gran crisis de identidad que padece occidente como consecuencia del materialismo, del hedonismo salvaje y de un laicismo tiránico que, en nombre de la libertad, trata de expulsar a Dios de la vida de los hombres.
Buen momento para recordar lo que escribió San Josemaría en Camino:
Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. 
—Dios quiere un puñado de hombres «suyos» en cada actividad humana. —Después... «pax Christi in regno Christi» —la paz de Cristo en el reino de Cristo.
Hoy no comentaré con detalle este punto, que parece escrito ayer mismo. Sólo digo que es la hora de los héroes, de esos hombres y mujeres “suyos” ―de los santos―, que no se dejan abatir por las tempestades ni esperan sentados a que cambie el sentido del viento.
Me viene a la pluma aquel grito de la primera carta de San Juan: ¡os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes!, y pienso en los cientos de miles de chicos y chicas venidos a Madrid desde todo el mundo. Ellos oyeron el despertador, ya están en pie y parecen decididos a despertarnos.
A mí también, que últimamente ando un poco dormido.