lunes, 30 de noviembre de 2009

Novena de la Inmaculada (Primer día)


La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración. Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino...(1)

Yo ahora quiero ser Gabriel, el Arcángel que Yahvé designó para llevar su embajada a María. Dios me ha regalado unas grandes alas plateadas y una túnica radiante. Debo estar bien preparado para entrevistar a la Reina de los Ángeles.

—¿Cómo la llamaré, Señor?

—Llena de Gracia; ése es el nombre que debes darle antes de que yo pueda llamarla Madre.

Al mirarme en el espejo comprendo que mi aspecto es grandioso, pero, delante de la Señora, me siento ridículo, como una mota de polvo frente a una gran montaña florecida. Ella está reclinada sobre un faldistorio de terciopelo rojo. Sus manos son dos palomas blancas; su cabello, un río de oro del que nace una corona incrustada de rubíes, diamantes y esmeraldas.

—Señor, ¿cómo pueden los hombres pasar a su lado sin quedarse prisioneros de esa mirada azul que ni siquiera yo mismo soy capaz de resistir?

—Los he cegado yo para que no la vean como realmente es. Los hombres no verán su palacio real sino una casita de adobes chorreando humedad en el centro de una aldea modesta, y su vestido de reina les parecerá tan pobre y sencillo como todo lo demás.

—¿Y sus ojos?

—Los ojos no. No he querido empañar su resplandor, porque toda mi Gracia se refleja en ellos. Quien se asome a esos ojos con una mirada limpia, de frente, quedará prendido para siempre de su belleza. Y quizá entonces empiece a descubrir el secreto de esa niña.

Camino de Nazaret, sobrevuelo el reino de mi Señora. Está amaneciendo; María es la aurora que precede a la salida del sol. Entro en su palacio temblando. Mi Reina levanta la vista y la estancia se ilumina.

—Alégrate, María, llena de Gracia…

Oración

Dios Padre, Todopoderoso, que, desde toda la eternidad, elegiste a María Santísima para ser la Madre del Verbo Encarnado, y la hiciste Inmaculada, llena de Gracia, inmensamente bella en el alma y en el cuerpo; concede a los que comenzamos hoy esta Novena la gracia de amarla más cada día, como Tú mismo la amas, para que sea siempre nuestro camino hasta el corazón de tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.


(1) San Josemaría Escrivá. Santo Rosario

Los lunes, publicidad


Esta es la nueva versión del spot de Discovery Channel ganador de diversos premios en 2008 y titulado “The world is just… awesome” (”El mundo es simplemente… increíble”).

La canción “I love the world” está interpretada por las estrellas del canal:









A mí, sin embargo me gusta más este anuncio del Ford Focus


¿Quiénes son estas dos preciosidades?


¿O son tres? ¿O cuatro?



"Yo misma" nos las manda desde USA con su permiso para publicarlas en el blog. Supongo que la del chupete es Cecilia, ¿pero cómo se llaman las otras dos. o tres?

domingo, 29 de noviembre de 2009

El rey del pollo frito


Quizá tenga 50 años. Es un mendigo habitual de la zona, pero hasta ahora sólo se había dirigido a mí para decir alguna grosería. Generalmente está bebido, pero ayer parecía sereno. Se me acercó tímidamente y me pidió limosna. Le di un euro.

—Pero deberías beber menos —añadí—.

—Yo no bebo —contestó—. Sólo cerveza, como el desayuno de los frailes.

—¿Los frailes beben cerveza?

—Para desayunar. ¿No lo sabías? Se levantan temprano y se emborrachan.

* * *

Hoy he vuelto a encontrármelo junto al mercado.

—No quiero dinero —me dice—.

—¿Entonces qué quieres?

—Cómprame un cuarto de pollo para hacérmelo al ajillo y un poco de pan para untar.

—¿Te lo cocinas tú solo?

—Claro. ¿No te he dicho que mi padre era cocinero?

—No me lo habías dicho, no.

Se asoma al mostrador de la carnicería y pide el pollo. El carnicero se lo trabaja un poco y lo deja listo para la sartén. Yo me dispongo a pagar.

—¿Cuánto le debo?

—75 céntimos.

Ante semejante ganga, me siento generoso.

—¿Quieres algo más?

—¿Me invitas también a una cerveza? Mira, ésta que no tiene alcohol.

Ha cogido una Mahou cinco estrellas, y yo pongo cara de creerle. Esta mañana hace frío y supongo que quiere entrar en calor.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Con cariño, a mi insultador


Querido anónimo lector que me insultas cada día con emocionante constancia; ayer me enviaste un comentario muy certero:

"No es el momento de escribir sobre el amor a los animales, las torres gemelas o tus paseos por Madrid. Nos importa muy poco lo que piensas sobre el alma de los perros o los anuncios de cerveza. Es demasiado grave lo que ocurre en España para que te dediques a esas banalidades. Una cosa es el humor y otra la frivolidad.
No tienes tanto talento como te atribuyes. A mí me produce vergüenza ajena leer tus chorradas”.

Debería haber publicado el comentario, pero estoy tan acostumbrado a rechazar todas tus cosas, que sin querer le di al botoncito equivocado. Ahora me arrepiento porque esta vez no pones faltas de ortografía, y ni siquiera me insultas con el vigor de otras veces; al contrario. Además en parte estoy de acuerdo contigo.

Tienes razón, amigo; tengo menos talento del que creo. Si alguien me comprarse por lo que valgo y me vendiese por lo que creo que valgo, haría un gran negocio. A lo mejor a ti te ocurre lo mismo. Piénsalo.

También es cierto que algunas veces me dan ganas de ponerme serio y gruñir en el blog desde la mañana a la noche; pero supongo que a base de mal humor tampoco resolvería nada, y ya ves que de vez en cuando hablo de esas cosas graves que nos harían perder la alegría, si no supiésemos que somos hijos de Dios. ¿No se me nota que no siempre estoy para bromas?

Por ejemplo, ahora. ¿Qué pinto yo aquí comentando los comentarios de mis comentaristas más irritados, cuando ahí fuera ocurren tantas calamidades? Imagínate, mañana mismo se juega el partido del siglo: Barça & Real Madrid.

Y yo con estos pelos.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Cortina de muertos


Dicen que la ley del aborto es sólo una cortina de humo para encubrir el penoso estado de la economía española. Leo por todas partes que, gracias a esta ley criminal que ahora se tramita, dejaremos de pensar en los cuatro millones de parados, nos olvidaremos de la hipoteca y gozaremos de una felicidad sostenible a cargo de la seguridad social.

Hace años el piloto y periodista José Antonio Silva explicó que algunos accidentes aéreos con centenares de muertos probablemente eran también cortinas de humo: un asesino cualquiera decidió matar a un solo pasajero, y no hay mejor forma de despistar a la policía que enterrar el cadáver entre los cadáveres de una catástrofe.

Leo también que algún incendio pavoroso, con o sin víctimas, pudo ser asimismo “sólo” una “cortina de humo” (en este caso la imagen no puede más certera) para convertir en cenizas documentos comprometedores o huellas difícilmente borrables de determinados delitos.

En eso estamos. Nuestro gobierno ha hecho estallar en el parlamento una inmensa bomba de humo, una cortina de hollín que les servirá para esconder otras miserias. Lo malo es que ese humo escuece y apesta; procede de las incineradoras donde arden los pequeños cadáveres de los niños abortados.



Lágrimas para Patán

A propósito de mi post de ayer, viene como anillo al dedo este artículo que publiqué en MC hace diez o doce años.
Yo conozco un colegio de Enseñanza Media desde el que se ve amanecer sobre el mar. Estuve allí de visita hace un par de años, y no me quedé de milagro. Aún sueño con la insensata idea de volver algún día para trabajar entre niños y naranjos.

Lo recuerdo hoy porque acabo de recibir este e-mail:

“En el oratorio del Colegio —escribe el director— tenemos un dietario donde los niños van escribiendo, día a día, las intenciones por las que quieren aplicar la Santa Misa. Le adjunto el texto de hoy, que no tiene desperdicio. El chico es de 2º de ESO y lleva todo el día llorando como una Magdalena:
Por mi perro, porque lo quiero, y que Dios lo tenga con él y lo quiera y cuide mejor que yo. Por mi perro y los ratos felices que me ha hecho pasar, las veces que le he acariciado, cuidado, lavado y dado de comer, las veces que se ha escapado y lo he reñido, los malos ratos con él, que han sido pocos.

Por mi perro que se llamaba Patán y lo quería y lo seguiré queriendo hasta el final de mi vida. Te quiero, Patán. No te olvidaré jamás.


Era un gran perro, el mejor que se pueda desear, y que lo pase bien al lado de Dios porque se lo merece. Adiós. Te quiero”.

No voy a tomarme a broma la tragedia de un chaval de 14 años que acaba de perder a su mejor amigo. También yo tuve un perro a esa edad —incluso le dediqué un artículo—, y charlaba con él horas y horas en mis momentos de melancolía. No es raro que la adolescencia se manifieste así: lánguida, sensible, incomprendida y con granos hasta en el alma.

El redactor de tan insólita necrológica tiene, sin duda, un corazón grande y generoso y una sensibilidad literaria que sus profesores sabrán encauzar a su debido tiempo. De paso le enseñarán que los perros, aunque despierten delicados sentimientos de ternura, no pueden ser objeto de sufragios. Personalmente estoy convencido de que, al final de los tiempos, los “nuevos cielos y la nueva tierra” albergarán toda suerte de animales, domésticos y salvajes, que enriquecerán ese mundo resucitado; pero, en rigor, los perros, como las truchas o las avutardas, serán sólo eso: un adorno espléndido, una manifestación de la gloria, la belleza y el poder de Dios.

Sin embargo vale la pena añadir algo más.

La ética dominante, es decir la que predican cada día los telefilms de adolescentes norteamericanos, parece afectada por esa epidemia posromántica, que tantos estragos causó en el último siglo. Es una moral que mide la bondad o maldad de nuestras acciones no por criterios objetivos, sino sólo por los sentimientos que expresan. Un sentimiento “noble” podría ennoblecerlo todo: desde el suicidio al adulterio.

El romanticismo moral da por supuesto que los afectos deben ser siempre exaltados, jamás reprimidos ni orientados, ya que, por definición, son inocentes; en ellos radicaría la dignidad de la persona. Es curioso cómo la cultura anglosajona ha viajado desde la coerción puritana de cualquier emoción “incorrecta” hasta la glorificación de las hemorragias afectivas y de los achuchones lacrimosos.

Esta mentalidad ha calado hondo. Ya digo, la tele hace milagros. Ahora incluso los niños de pueblo saben decir eso tan televisivo de “mamá, has herido mis sentimientos” cuando su progenitora le reprocha su excesivo apego al canario flauta o a su primita Matilde.

Tampoco yo quiero herir más sentimientos, Dios me libre. Además estoy seguro de que en ese colegio de que hablamos sabrán formar la personalidad de nuestro poeta, le enseñarán a crecer, a orientar su afectividad en la dirección justa, a amar con lágrimas y sin lágrimas, pero con reciedumbre, con un corazón aún más grande y generoso.

—Pues a mí —me interrumpe Elisa— me encantaría conocer a ese niño. Debe ser supermono.

—Seguro que sí; cuando cumplas los 15 te lo presento.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Misas de difuntos


Todos los años en noviembre celebramos en el colegio varias Misas de difuntos por los parientes y amigos fallecidos de los alumnos, profesores y empleados. Como la capilla no es muy grande, repartimos a los chicos y chicas por cursos a lo largo de todo el mes.

Antes de cada misa, los que lo desean escriben en unas fichas los nombres de las personas por las que quieren rezar, especificando la relación que tienen con ellas: "mi abuelo, mi padre, una amiga", etc.

Los chavales saben ser generosos: se preparan muy bien para asistir a la celebración eucarística, muchos se confiesan y anotan bastantes nombres, incluso de parientes lejanos o de personas que fallecieron hace tiempo.

Claro que, de vez en cuando, uno se encuentra con sorpresas. Por ejemplo, ésta:

"Por Violeta (mi perra)."

Ha sido necesario explicar a la autora de la nota con la mayor delicadeza posible que no está previsto celebrar sufragios por los cánidos,

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Caminar en Madrid


Hace años, cuando vivía a doscientos metros del viejo Aldeafuente, donde trabajaba como capellán, solía salir de casa diez minutos antes de que empezaran las clases y me permitía el lujo de llegar al cole a pie.

Por el camino saludaba siempre a las mismas personas: al portero de la finca, a un guarda de seguridad, al del quiosco de los periódicos, a la vendedora de chuches y a las madres que iban llegando con los niños y el carrito del supermercado.

Los olores también me eran familiares. Nunca me resistí al aroma cálido y hogareño de la panadería. Al llegar a su altura cambiaba de acera y amainaba un poco el paso. Por aquella época yo había dejado de fumar y reestrenaba una sensibilidad olfativa que el tabaco me había atrofiado durante veinticinco años. No os riáis: aprendí a distinguir a las personas y a las familias enteras por el aroma del jabón o de la colonia que utilizaban en casa. Y las niñas que fumaban un pitillo a escondidas en el lavabo lo tenían difícil conmigo: casi era capaz de distinguir la marca del cigarro dos horas después de cometido el delito.

Todo esto, por desgracia, ya pasó. Ahora vivo a cuatro kilómetros del mismo lugar y a cinco del centro de la Obra que atiendo en el Barrio de Salamanca. No me quejo. Tengo un cochecillo urbano y peleón que se conoce todos trucos del tráfico y que además me sirve para preparar las charlas o meditaciones mientras ruedo hacia mi destino; pero ya apenas puedo callejear por Madrid.

Es cierto que los domingos uno siempre puede dar un paseo por los alrededores; pero eso tiene poca gracia: los comercios están cerrados y la ciudad pierde su carácter. Además, ¿qué pinto yo paseando sin rumbo fijo como un jubilado cualquiera? A mí me gusta ir a algún sitio concreto, porque tengo que ir, y caminar a buen ritmo sintiendo en la cara el frío seco de las madrugadas entre aromas de café y de cruasanes recién salidos del horno.

Es lo que he hecho hoy. Sabía que llegaría tarde, que debería coger el coche y pelear con las zanjas municipales como cada día; pero me he puesto los zapatos voladores y me he lanzado a la calle camino del barrio de Salamanca.

En resumen: ocho kilómetros y medio de paseo; tres conversaciones callejeras, que no contaré, porque luego decís que me lo invento todo; cuatro rosarios, o mejor dicho, las cuatro partes de un único rosario. Y, al regresar a casa, un chaval de 15 ó 16 años con cara de bueno, trataba de liarse a mano algo que parecía un porro, sentado en uno de los bancos del parque.

—¿Quieres que te ayude?

Se puso colorado. Se conoce que, en efecto, era un porro.

—Tú verás lo que haces; no te servirá de nada. Además la boca te olerá a diablos.

—No, si yo no…

Por la tarde, ay de mí, he tenido que coger el coche.

martes, 24 de noviembre de 2009

Primera crónica desde el Paraíso


Esa amiga nuestra que se disfraza de "historias del metro" ha estado en Mozambique unos cuantos días y ya ha regresado a Madrid con "metros y metros de historias".

Debe de ser cosa de la edad, pero el viaje me ha tenido inquieto durante este tiempo. Me dice Kloster que empiezo a "abuelear" descaradamente, pero no tiene razón. Lo que pasa es que me da envidia: cuando yo tenía su edad (la de Kloster no, la de la viajera) hacía excursiones a San Sebastián como mucho.

Además ella escribe bastante mejor que yo, y no hay derecho. Leed si no lo que ha escrito aquí estos días y no os perdáis lo que nos promete para las próximas semanas.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Los lunes, publicidad

Un interesante anuncio. Claro que si Verdi levantara la cabeza, o si cobrara derechos de autor..., no sé...

Contracorriente (II). Moraleja.


¿La moraleja? Elemental, mi querido Kloster. Mientras vivía esa insólita aventura que describí ayer sin cargar nada, nada las tintas, pensé que podría servirme para ilustrar la primera meditación del Retiro que tenía que predicar el domingo. Como iba a hablar de “vida de fe”, me puse a considerar que, tal como vienen los tiempos en este país nuestro, "vivir de fe" significa, entre otras cosas, estar dispuestos a nadar a contracorriente. Aunque tengamos la desagradable impresión de que todos caminan en dirección contraria; aunque nos parezca que estamos solos; aunque mil voces nos digan que demos la vuelta, que nos unamos a la multitud de los que abandonan a Jesucristo; aunque nos atropellen o nos insulten; aunque demos la nota…

Sí, dar la nota puede ser un deber en algunas ocasiones. Y ni siquiera es muy honroso esconderse en una farmacia, como hice yo.

No os toméis muy en serio esta breve y apresurada moraleja. Es sólo una especie de chiste malo que, en efecto, me sirvió para despertar a las 35 mujeres que me escuchaban. Luego, procuré ser optimista y esperanzado: ni estamos solos, ni es tan terrible la avalancha laicista que se nos viene encima.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Contracorriente


Era una multitud enorme, galopante y turbulenta. Venía hacia mí a gran velocidad ocupando toda la calle, como una manada de bisontes enloquecidos. La mayoría eran hombres, pero también había mujeres y niños. Muchos portaban bufandas blancas o moradas a pesar de ir en mangas de camisa. El sonido de las trompetas se mezclaba con el estrépito sordo del trote sobre el asfalto. Temblaban los automóviles aparcados y los caballos negros de la policía.

Los vi llegar y sentí el mismo terror que Indiana Jones cuando estuvo a punto de morir aplastado por una inmensa roca esférica que le perseguía en alguna peli que no recuerdo muy bien. Yo sin embargo no escapé. Traté de esquivar la acometida de la turba pegándome a la pared; pero un gordo gordísimo y gigantesco que corría como un globo de feria con los brazos abiertos —tal vez su obesidad no le permitía llevarlos de otra forma— me dio un barrigazo colosal y ni siquiera pidió disculpas.

Decidí entonces nadar contracorriente. Era yo el único ciudadano de Madrid que caminaba en dirección norte. La masa, cada vez más compacta, se precipitaba hacia el sur y nadie se dignaba hacer un hueco para dejarme pasar. El sudor perlaba (*) mi frente y aromatizaba mis pies fatigados.

Entré en una farmacia.

—¿Qué deseaba?

—Asilo, señorita. Si salgo ahí fuera moriré aplastado por la masa.

Cinco minutos más tarde volví a la batalla. La cola de la manada era menos densa, pero como corrían más, el peligro seguía siendo grave. De pronto oí un rugido terrorífico a mis espaldas, como un clamor oceánico.

—¡Gooooooool!

El Real Madrid había marcado su primer gol al Racing de Santander. Por los vomitorios del estadio entraban a galope los últimos espectadores.

La moraleja, mañana

(*) Perdona, Kloster: nunca había escrito el verbo "perlar" y quería ver cómo se siente uno poniendo cursilerías.



sábado, 21 de noviembre de 2009

Hoy, el blog descansa


Menudo día se me presenta. Gracias a Dios haré un alto al mediodía y comeré con una de mis tribus predilectas: los Llamas-Pimentel.

Hasta mañana

viernes, 20 de noviembre de 2009

Contra la pornografía infantil

Los cientos de millones de páginas pornográficas que llenan la red no están ahí porque las haya puesto el diablo. Las han puesto los hombres. Hoy, 20 de noviembre, es un día dedicado a luchar contra las más repugnantes de todas: las que utilizan a los niños: la pornografía infantil.

Con mucho gusto me uno a esa campaña e incluyo en mi blog el vídeo correspondiente. Pero seamos sinceros: hay que ir a la raíz. Cuando la pornografía "adulta" se ve como un derecho y se fomenta en nombre de la libertad individual, es inútil tratar de ponerle límites.

Hay que luchar por defender la dignidad del hombre y de la mujer. El cuerpo humano no puede ser un objeto banal de consumo. La sexualidad es un don de Dios que nos permite participar de su amor y de su poder creador, no un juguete para obsesos.

La pornografía infantil es sólo el último (o penúltimo) estadio de un proceso de corrupción que es preciso atajar con energía si no queremos que esta civilización nuestra quede sepultada por tanta basura.




Reñir con Dios

Me dices que has reñido con Dios; que no te hablas con Él desde el mes de junio, cuando murió el hermano de tu mejor amiga, a pesar de que rezaste muchísimo para que se curara del cáncer.

Luego me aclaras que, además de ser hermano de esa amiga tuya, era un “niño superbueno” y te gustaba un poco.

Te comprendo muy bien, entre otras cosas porque en los últimos días tres personas distintas me han dicho lo mismo que tú: que se han enfadado con Dios, que Él no ha escuchado sus oraciones. A los tres os respondo lo mismo: que yo también estaría furioso, pero que se lo contéis directamente al Señor, porque yo no soy su buzón de reclamaciones.

Hablar con Dios siempre es lo mejor; aunque sea para decirle que no le entendemos, que por qué nos ha hecho eso, que es una injusticia… En fin, ya sabes: todo lo que me has soltado en la capellanía hace un momento.

Además es muy posible que esta vez Dios no guarde silencio y te conteste.



jueves, 19 de noviembre de 2009

Otra vez las torres


Algunos de mis lectores saben que me horrorizan las cuatro torres gigantes que han colocado al final del Paseo de la Castellana, en Madrid; lo escribí en el blog hace algún tiempo. Yo entiendo en que Manhattan estarían bien; al fin y al cabo Manhattan es una isla que sólo puede crecer hacia abajo o hacia arriba. Tampoco desentonarían en Hong Kong. Pero Madrid, como dijo Cela, “es sólo un poblachón manchego lleno de subsecretarios”. O sea, que estamos en la Meseta Sur, en una semiplanicie infinita y medio desértica que nos permite expandirnos en todas las direcciones y respirar a pleno pulmón. ¿Qué necesidad hay de colocar cuatro horteradas semejantes apuntando a las nubes? De momento han conseguido que el tráfico se haga un poco más insoportable.

Kloster, que es un tanto radical, asegura que las torres de Madrid son cuatro monumentos a tres pecados capitales: la soberbia, la envidia y la avaricia. La soberbia nos lleva a ponernos de puntillas para que se note que somos los más grandes, los más altos y los más ricos; la envidia nos impulsa a copiar malamente todo lo que vemos en los demás, sin pararnos a valorar y a dar gracias por lo que tenemos; y la avaricia nos hace ganar euritos sin freno consiguiendo una bonita recalificación de los terrenos que permite construir monstruos de 60 pisos cada uno, con el exclusivo fin de hacer caja.

Ahora me cuentan que en lo más alto de una de las torres han inaugurado una capilla y que allí estará el Sagrario más alto de España. Dicen que la inauguración ha sido muy solemne y que el capellán del edificio ya ha celebrado la primera Misa con asistencia del propio presidente de la cosa.

Yo, la verdad, no suelo hacer demagogia los días laborables, pero ahora siento la tentación de decir lo que pienso; o sea, que me importa un rábano el piso en que sitúen la capilla y la altura que tenga sobre el nivel del mar en Alicante. Sigo creyendo que las torres son un error y un horror, y sueño con una ciudad más serena y razonable, con Sagrarios, por supuesto. Y con templos, altos o bajos, que den gloria a Dios y no a la presunción humana.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

Con los padres




Los capellanes del colegio hemos convocado a los padres de los alumnos que han elegido voluntariamente empezar la catequesis de la Confirmación. José María, que tiene la rara virtud de no irse por las ramas, toma el micrófono y les habla del contenido y la forma en que va a desarrollarse la catequesis y les insta a colaborar, animando a sus hijos e hijas a hacer ese pequeño esfuerzo.

Luego subo yo escenario (Dios mío, qué jóvenes me parecen todos, sobre todo ellas). Les hablo del rebaño de pavos y de pavas que hemos de pastorear: 470 chavales de 16 y17 años; les digo que vale la pena comprometerse en serio en la formación de sus hijos: es su derecho y su deber. Que no sean “amiguetes”, sino padres; que los quieran mucho y los escuchen, pero sin renunciar al ejercicio de la autoridad. La educación en “valores” no basta: los valores deben asentarse en unas convicciones sólidas. Sin ellas, serían valores flotantes, etéreos, puro sentimentalismo. Por último, hablamos de virtudes humanas, que deben desarrollarse en el seno de la familia: la reciedumbre, la generosidad, la valentía, la sinceridad, la magnanimidad….

Como veis, todo muy serio. No entiendo de qué se ríen tanto.

Flores para el blog



Ayer recibí un ramo de rosas con una tarjeta casi anónina. La remitente también se llama Rosa, pero no dice su apellido ni su dirección. Me da las gracias por el blog y pide oraciones por un problema familiar.

El ramo me llega a través de una conocida empresa que distribuye flores por el mundo entero. La redacción de la nota trae aromas y acentos del otro lado del Atlántico.

Gracias, Rosa. Nadie hasta hoy me había mandado una flores. Tus rosas están ahora a los pies de una imagen de la Virgen. Sólo por estos detalles tan inesperados y conmovedores vale la pena mantener vivo el blog.


martes, 17 de noviembre de 2009

¿Será esto la Alianza de Civilizaciones?





Ibamos
en la misma dirección caminando por la acera. Ella, detrás de mí, cantaba sevillanas con una voz espléndida y un acento extraño que no acerté a identificar:

Se va poniendo morena a la misma vez que yo. Ella de polvo y arena, yo de los rayos del sol...

Luego hablaba de la "medalla del camino" y de la Virgen del Rocío, que le quita las penas. Perdonadme el estropicio, pero no me pareció correcto detenerme para tomar nota.

Como era una voz femenina me dio cierto reparo volver la cabeza para mirarla. Así que ralenticé la marcha. Mientras me adelantaba siguió tocando las palmas con bastante arte. Era una chica africana de dieciocho o veinte años, negra como el carbón, con una sonrisa blanca esplendorosa y un peinado de esos que requieren tiempo, arte y mucha paciencia.

Habría estado mal decirle un piropo, pero por poco se me escapa.

* La chica de la foto puede tener un aire a la que he visto hoy.


lunes, 16 de noviembre de 2009

Otro anuncio

Este corto de Acciona está dando que hablar en Internet. Técnicamente es muy bueno, pero no sé si consigue su objetivo publicitario.


Los lunes, publicidad

Casi me olvido del anuncio semanal.
La gota que colmó el vaso..., de cerveza:


Usar y Tirar



Todo empezó cuando apareció el BIC, no me cabe duda. Hasta entonces escribíamos a lápiz, a pluma o a bolígrafo, pero no era lo mismo. El lápiz se consumía poco a poco a golpe de sacapuntas y, cuando quedaba reducido a la mínima expresión, le colocábamos en la popa una prótesis metálica para alargarlo y así aprovechar la mina hasta el final. La pluma (me refiero a la estilográfica, no me remontaré a las viejas plumillas de mojar) se llenaba en el tintero apretando y soltando el cargador que absorbía el azul elemento. Y el bolígrafo, que llegó en los años 50 con librea de lujo, capuchón dorado y cuerpo de baquelita lustrosa, se presentaba a sí mismo como “una pluma que no se carga”; bastaba con sustituir una vez al año el tubito del interior.

Así vivíamos felices hasta que llegó el BIC de usar y tirar. “¡BIC naranja escribe fino; BIC cristal escribe normal!”, cantaba la publicidad de la época. Y como eran baratos, interclasistas y fáciles de morder por la punta, reventaron el mercado en cuatro días. Jubilamos los tinteros, los secantes, los sacapuntas y los “alargalápices”. Los BIC se compraban, se prestaban, se robaban, se olvidaban… y nos cambiaron la vida.

Lo mismo ocurrió con los encendedores. En los años 60 el mechero era expresión del nivel social y buen gusto de quien lo poseía. Los más rústicos manejábamos unos chisqueros que apestaban a gasolina con plomo y ardían sin moderación con humo y todo. Pero también había mecheros de oro, de diseño, muy adecuados para encender galantemente el pitillo emboquillado de una dama en cualquier fiesta de alto standing, cuando fumar aún no era pecado. Hasta que llegó el BIC: un artilugio de plástico lleno de gasolina súper, con una rueda, una piedra y un regulador de la llama, y aquel ingenio elemental derrotó a la competencia en pocos meses. Entró en los despachos de los banqueros para encender montecristos, y bajó a los tugurios para prender las colillas de los menesterosos.

La revolución BIC nos transportó a un estado de euforia patológica. Fuimos poseídos por el síndrome orgiástico del estreno permanente. ¿Qué importa que el encendedor sea de plástico, si podemos inaugurar uno cada veinte días? Ayer era rojo, hoy amarillo, mañana azul celeste. ¡Viva la novedad! Ya nadie presume de llevar en el bolsillo un reloj de principio de siglo con más cicatrices que un torero, que sigue funcionando como si nada y toca las campanadas del Big Ben. Ya no nos apetec e escribir cartas de amor con la pluma —experta en amores— que nos legó el abuelo. Ya no encuadernamos los libros viejos para conservarlos por generaciones. Ya no mandamos a limpiar o a reparar las maquinas averiadas.

Pronto comprendieron los fabricantes que a nadie le interesa tener en casa algo que dure “toda la vida”. ¿Quién necesita un ordenador eterno? ¿O una tele? Hay que renovar y renovarse sin freno. Hace tiempo que desapareció de los hogares aquel entrañable huevo de madera que utilizaban nuestras abuelas para zurcir calcetines. Los calcetines se usan y se tiran; eso es lo correcto. Ya lo dice IKEA: redecora tu vida, tío, que lo nuevo es bello y la arruga cutre. Tira a la basura lo viejo. O mejor, recicla. No hay bienes de uso. Sólo de consumo.

Y si un día, al mirarte por la mañana en el espejo, compruebas que tú también estás listo para el recicle o para el camión de la basura, disimula, que la cosa es grave: pínchate un poco de botox por aquí, otro poco por allá, y a resistir como un héroe: que nadie sospeche que tienes cien años, porque, para la generación de usar y tirar, los viejos son trastos rotos sin valor.

Sin embargo Su experiencia los hace sabios, y esa sabiduría es parte de su belleza. He dicho belleza, sí; no me he equivocado. No pidamos a los viejos que sean “marchosos” y “enrollados”. Que no hagan el ridículo, por Dios; que no caigan en la tentación de quitarse años, porque los años son parte importante de un patrimonio que nos pertenece a todos.

Este mundo nuestro necesita sosiego, calma, silencio, paz. Reclama la sabiduría de los viejos para que el vértigo de lo nuevo no nos haga morir de inmadurez.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Sólo un poema

Esta tarde regreso a Madrid. Entre tanto, os presto este poema del recientemente fallecido Muñoz Rojas
Hay palabras que se unen y crean.
Su unión siempre es fecunda. Quien las tenga

de huéspedes en el alma será salvo.

Decirlas es perderlas. Viven dentro.

Sus nombres son Silencio y Soledad.

Y su fruto la paz. A veces nuestra.

José Antonio Muñoz Rojas
"Objetos perdidos"

sábado, 14 de noviembre de 2009

No sé dónde tengo la cabeza



—Estoy
preocupado, Kloster.

—Ábreme tu corazón, colega, que te escucho.

—Como sabes, estoy en Molinoviejo.

—Lo sé. Hemos venido juntos.

—El caso es que ayer, al deshacer la maleta...,

—…viste que habías olvidado en Madrid tres objetos, como siempre. Lo contaste en el blog este verano. No debes preocuparte, tú eres así. Es buena cosa seguir las tradiciones.

—No es eso… Al contrario.

—No te has olvidado nada.

—Eso es. El corazón se me aceleró cuando comprobé que, por primera vez en muchos años, tenía todo lo que necesitaba…

—Magnífico. ¿Entonces qué es lo que te preocupa?

—Que en la maleta habían aparecido tres objetos de más completamente inesperados.

—Ya…

—Un peine (he traído dos), un traje de baño que jamás he usado, y menos en noviembre y un libro de papiroflexia que no pienso leer. ¿Puedes entender por qué he metido todo eso en mi equipaje?

—Elemental, colega. Tu subconsciente quiere perder esos tres objetos y ya has decidido olvidártelos en Molinoviejo cuando vuelvas a Madrid. De este modo, mantendrás tu prestigio de sabio viajero olvidadizo y te librarás del lastre innecesario.

—Puede ser, amado Kloster. Recuérdame que hable de este asunto con mi podólogo. Últimamente pienso con los pies.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Sombras chinas

Me las envía Piku, y me han recordado al famoso mito de la caverna del que hablaba Platón.


jueves, 12 de noviembre de 2009

Otra vez a Molinoviejo


Como los lectores de este blog estáis al tanto de casi todas mis salidas de Madrid, ya no tengo que explicar nada de Molinoviejo, donde predicaré un curso de retiro este fin de semana a treinta y tantas mujeres.

Además intentaré poner en marcha un trabajo que me asusta y me ilusiona. Espero que don Jesús Urteaga, desde el cielo, me ayude a escribir los primeros folios de su biografía.

Ed è subito sera...


Algunas veces la vida termina como las buenas películas americanas: con un plano general, un crepúsculo dorado, una figura humana que se aleja y un the end que nace de una estrella y se agranda en el cielo. Para entonces, los espectadores ya se han levantado de sus butacas y empiezan a abandonar la sala. Nadie, por supuesto, leerá los créditos finales.

Otras veces, en cambio, la vida es una novela a la que alguien ha arrancado el último capítulo. Termina de improviso, sin desenlace, a mitad de una frase o incluso de una palabra cuyo significado nadie entenderá; viene así, tan de rep...

Sin embargo, para Dios todas las vidas tienen sentido. También estas últimas. ¿Quien sabe? Una existencia truncada a mitad del camino puede ser en el Cielo una novela maravillosa.

"Ognuno sta solo sul cuor della terra / trafitto da un raggio di sole: / ed è subito sera". Cada uno está solo en el corazón de la tierra, traspasado por un rayo de sol. Y, de pronto, anochece.

(Perdonadme este pensiero melancólico, que me asalta al salir de un hospital, y la torpe traducción del poema más famoso de Salvatore Quasimodo)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Una mañana corriente



Los periódicos de papel y los virtuales buscan titulares para definir la eliminación del Madrid a manos del Alcorcón: “catástrofe galáctica”, “bochorno insoportable”, “ridículo sideral”, “humillación en la Galaxia”… Salgo de casa improvisando una canción alusiva: “Los goles que marca Alcorcón/ no son azulgranas ni tienen color./ Alcorcón, Alcorcón, Pellegrini no come el turrón…, etc.”

Llego al colegio. Una chica lleva inscrito en su camiseta: ¡Soy de Alcorcón! Los del Atleti parecen moderadamente felices. No mucho porque, según me confiesa uno, “hemos ganado seis cero al Marbella, pero los titulares siempre se los llevan los mismos".

A la once y cuarto misa de difuntos por los familiares y amigos fallecidos de los chicos de segundo. En la homilía les preguntó en qué se parece la Iglesia a un iceberg, pero no lo saben. Les digo que la Iglesia, Santa y Católica, está sobre todo en el Cielo y en esa antesala del Cielo que llamamos Purgatorio; que lo que se ve aquí abajo es sólo la punta del iceberg. Los chavales escuchan muy serios, con cara de susto, como si nadie les hubiese hablado antes de la vida eterna. Ni siquiera sonríen cuando, al final, les gasto una broma a propósito de los cerdos y de San Martín, que es el santo del día.

Después de la Misa viene a verme Casilda:

—¡Soy de Bilbao! —comienza, consciente de que es la mejor presentación posible—.

Luego resulta que del mismo Bilbao no es, sino de Neguri. O sea, más o menos como yo. Charlamos de genealogías antes de entrar en materia.

A las 12, 25 suena la alarma. ¡Hay que desalojar el edificio! Todos sospechamos que se trata de un simulacro y nos portamos civilizadamente: en menos de cinco minutos se han vaciado las clases y se ha organizado la gran tertulia en el patio.

De vuelta a clase, charlo con María, con Alex, con Santiago y con un tío grandón, cuyo nombre he olvidado, que le gusta hablar con el cura para “confrontar ideas”, aunque se considera ateo. Resulta que, además, es del Madrid.

—¡Vaya por Dios! Te acompaño en el sentimiento.

—¿Por la copa del rey?

—No, tío, no; por ser ateo y tener tantos cates.


martes, 10 de noviembre de 2009

Patriotas

Ubi bene, ibi patria, escribió Cicerón: donde te encuentras bien, allí está tu Patria.

Ahora entiendo por qué me siento patriota de tantas patrias distintas; por qué me niego a menospreciar a ninguna; por qué me gustan las banderas cuando pueden estar juntas sin ser estandartes de banderías; por qué me encuentro a disgusto donde se odia o se ofende al vecino... Porque el vecino siempre soy yo.

En mi ventana cabe el Cielo entero con tal de que esté siempre abierta.



(Mientras escribía esta reflexión recordé el punto 525 de Camino):

Ser "católico" es amar a la Patria, sin ceder a nadie mejora en ese amor. Y, a la vez, tener por míos los afanes nobles de todos los países. ¡Cuántas glorias de Francia son glorias mías! Y, lo mismo, muchos motivos de orgullo de alemanes, de italianos, de ingleses..., de americanos y asiáticos y africanos son también mi orgullo.

—¡Católico!: corazón grande, espíritu abierto.


Dúo para gatos

Gracias, Santi, por mandarme un nuevo vídeo. Hoy ando mal de tiempo y peor de imaginación.

Se trata de un dueto cómico que escribió Rossini. Cansado de la falta de afinación de sus sopranos decidió componer este duo para 2 gatos, para burlarse de las mediocres sopranos de su època. Son 3 minutos que valen la pena.

Quizá os parezca demasiado susceptible, pero me molesta un poco que los chavales vayan con hábito frailuno y grandes cruces colgadas al cuello. Para maullar podrían haber utilizado otra vestimenta


lunes, 9 de noviembre de 2009

El mejor

¿Quién dijo que Messi es el mejor del mundo? Yo me quedo con Ibrahimovic. Lo malo es que también está en el Barça.



El gol al Mallorca fue espléndido; pero éste es insuperable Yo lo colgaría en el Museo del Prado.



Hombres y mujeres

Es el eterno problema de la igualdad y la diferencia. Aquí un conferenciante da una interpretación muy singular.

Me lo envía Marga desde Bilbao.

La llamamos Almudena


Cuando fui por primera vez a Castellón conocí a una niña de diez o doce años que se llamaba Lidón. Yo, que nunca había oído ese nombre, le pregunté qué significaba. La chiquilla, como quien explica algo obvio a un ignorante, me dijo:

-Es el nombre de la Virgen. Aquí la llamamos así.

Es cierto; las mil advocaciones de la Madre de Dios son nuestro modo de acercárnosla, de tratarla de tú y comprometerla con las necesidades y peticiones de un país o de un pueblo. A Ella le gusta tener mil nombres: Begoña, Guadalupe, Lidón, Montserrat...

Aquí, en Madrid, la llamamos Almudena, y hoy es su fiesta. Felicidades a todas las que llevan ese nombre de María.


domingo, 8 de noviembre de 2009

Daría... "cualquier cosa"


Las llamadas “redes sociales” son tertulias virtuales tan abiertas y libres como quieran los que participan en ellas. Hoy he entrado en una en la que, al parecer, tengo reservado un hueco que nunca ocuparé y leo el siguiente diálogo, del que sólo corrijo la ortografía y la puntuación:

—Daría cualquier cosa por volver a ser joven.

(Lo escribe una chica que acaba de cumplir 40 tacos y está “agobiada”)

—¿Sí? ¿Qué darías?

—Cualquier cosa, no sé… Diez mil euros.

—Y con tal de ser joven, ¿harías deporte? ¿Volverías al colegio? ¿Te pondrías uniforme?

—Bueno, no tan joven como eso.

—O sea, que volverías a la uni, a ligar con Manolo…

—¡Ni de coña! Oye, tía, hablo en serio. Te juro que daría lo que sea por tener veinte años menos…

—¿Darías un millón?

—Bueno, es que si tuviera un millón, no me importaría ser tan vieja.

(La conversación continúa, pero no daré más pistas).

sábado, 7 de noviembre de 2009

Un tsunami en mi habitación

Estoy en Gaztelueta. Esta tarde o mañana, si encuentro un hueco, explicaré el porqué. Hoy, de momento, ya tengo una primera anécdota para abrir el blog.

Acabo de regresar a la habitación que suelo ocupar en esta casa. Es un cuarto sencillo, no muy grande, con vistas a la desembocadura de la Ría de Bilbao. Desde aquí veo mi viejo Serantes y las puestas de sol más increíbles…, cuando hace buen tiempo, es decir cuatro o cinco veces al año. Lamentablemente hoy el clima se nos ha puesto bravo. Ya no recordaba yo la fuerza que pueden tener las galernas del Cantábrico.

A las ocho menos diez de la mañana he ido al oratorio de la casa y he estado allí algo menos de 45 minutos; suficientes para que se produjera la catástrofe. Un golpe de viento y lluvia ha abierto de par en par la ventana de mi cuarto, y la habitación entera se ha convertido en una laguna con olas y viento racheado de componente norte. Sobre la mesa, sumergidos en las aguas, navegaban los siguientes objetos: un cuaderno azul, la cámara de fotos, una novela de Mankell y el ordenador Toshiba.

Gracias a Dios, mi Toshiba nació en el extremo oriente y está acostumbrado a los tifones y tsunamis del Pacífico. Lo he secado con la toalla, ha estornudado levemente y ha vuelto a funcionar.

Dentro de unas horas celebraremos un cumpleaños más de mi madre, a quien todos llamamos ya simplemente “Marita”. Empezamos estos festejos cuando cumplió 80 y, desde entonces, año tras año se han ido repitiendo en el mismo restaurante de Neguri. Ella asegura que el día de su cumpleaños no llueve nunca.

Tiene razón: lo de hoy no es lluvia, es el diluvio universal.



Ella dirá que ha salido feísima

jueves, 5 de noviembre de 2009

Atención a los radares


Gracias, Antonio, por enviarme esta fotografía. Tengo que salir de viaje hacia Bilbao, y ahora comprendo que las borrascas y los huracanes que azotan el Cantábrico no son el peligro mayor. La DGT ha instalado unos radares definitivos.


Los intrusos



A medida que aumenta el número de lectores del blog, crece también la cifra de intrusos que entran en “pensar por libre” con extraños propósitos. Hoy, por ejemplo, me llega un comentario, encomiástico hasta la exageración, en mi último post sobre el adolescente enamorado. Uno que no se fía un pelo de los elogios gratuitos, observa que el comentarista me invita a poner un enlace con su propio blog; él haría lo mismo como contrapartida. Hago click para ver cómo escribe el muchacho y me encuentro con una web caótica, confesionalmente masónica, anticlerical y más cursi que una perdiz con peineta.

Hace dos días recibo un e-mail que dice lo siguiente: ¡Hola!, me llamo NN y he descubierto tu blog por casualidad. Me ha encantado por su agilidad y buen criterio comercial (¿) y pienso que podemos hacer negocios ensieme (sic). ¿Te gustaría participar en…, etc. etc.? Lo extraordinario es que el remitente escribe, al parecer, desde Nigeria.

Luego están los insultadores. Generalmente lo ponen todo con mayúsculas y salpican signos de admiración a diestro y siniestro para que se vea que están muy enfadados. Yo supongo que la mayor parte tienen algún trastorno mental. Sólo así se explica su perseverancia en la injuria, aún sabiendo que no publicaré ninguna de sus brillantes afrentas.

Hace algunos meses pensé hacer una lista de los insultos recibidos para publicarla con unas breves palabras de agradecimiento. Tuve que desistir por la insoportable vulgaridad de la mayoría. Lamento tener que constatar que la riqueza imprecatoria del castellano ha disminuido notablemente en los últimos siglos. ¡Con lo bien que insultan, por ejemplo, los personajes de Quevedo o Cervantes! A mí, que soy un blanco fácil, lo más original que me han llamado ha sido “curilla inmaduro”. Es una pena que el remitente de esta perla no diese su nombre; lo habría abrazado agradecido, ya que, ni por edad ni por tamaño, me merezco el elogioso título de curilla. Y os aseguro que, con frecuencia, siento nostalgia de la edad “inmadura”, que ya nunca volverá.

—¿Y hay algún elogio que te moleste?

—En efecto, Kloster. Hay elogios envenenados que llevan implícita un puntapié en la zona glútea de un tercero. Son aquellos que comienzan diciendo: “usted sí que es abierto y liberal, no como el cura de mi pueblo, que es un sinvergüenza y un etcétera, etcétera.”

Por último, están los clericales-clerófobos que hacen consultas morales con el único propósito de organizar gresca y, si se tercia, de ponerte en ridículo en otro medio.

—¿Y cómo los distingues de los que preguntan con buena fe?

—Se les ve venir de lejos. Y, es curioso, si no les contestas, se convierten en insultadores. Una pena.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Enamorado?


Ayer me acordé de Julio. Han pasado tantos años que ya no importa dar su nombre auténtico. Hablo de un amigo de mis años de universidad.

Julio hacía tercero de Derecho como yo, y decía que estaba loco por Carmen. Me confesó que no podía pensar en otra cosa, que no era capaz de estudiar (nunca lo había sido, la verdad), que necesitaba estar con ella o si no…

—Si no, ¿qué?

Carmen era muy popular en el curso, sobre todo tenía poca competencia: en clase había más de cincuenta chicos para sólo cuatro o cinco chicas.

Julio era medio poeta (menos de medio, en realidad) y le hizo un soneto penoso, que describía las características anatómicas de Carmen con una mezcla aterradora de cursilería y suciedad.
Me lo leyó una mañana nada más llegar a la Facultad.

—Oye, Julio —le dije—, tú, ¿la has mirado a la cara?

—¿A Carmen? Claro; ¿no te digo que estoy enamorado?

—Ya. ¿De qué color tiene los ojos?

—¡Azules!... No, verdes. Espera, no me lo digas…

Ya digo que ayer me acordé de Julio. Hablaba con un chaval de 16 años que tampoco se ha fijado demasiado en los ojos de su presunta novia.

Le he dicho lo mismo que a Julio:

—Cuando sepas muy bien cómo son sus ojos y te importe eso más que el resto de su anatomía, creeré que empiezas a estar un poco, sólo un poco, enamorado.