viernes, 31 de octubre de 2014

La mirada de Dios

A San Juan de la Cruz


Querido Juan de la Cruz, en el siglo Juan de Tepes, patrono de los poetas que escriben en castellano. Tu buena amiga Teresa de Jesús te llamaba "medio fraile" por tu pequeña estatura, pero bien sabía ella que fuiste un gigante en todo lo demás: en santidad, en espíritu contemplativo, en afán reformador, en fortaleza para enfrentarte a la persecución e incluso a la cárcel, y también en astucia para escaparte de la prisión injusta.
Empecé a leer tus poemas a los quince o dieciséis años por recomendación de Quino Andrada, que era mi profe de Literatura. Él me prestó un libro tuyo de "poesías completas" con un largo prólogo que resumía tu vida, y ya entonces me pareció admirable que un pequeño fraile corretón fuese al mismo tiempo el más universal de los místicos españoles y también el primer poeta de Castilla. Yo, que hasta entonces apenas había aprendido a apreciar la métrica y la rima de los versos de Espronceda, descubrí gracias a tu "Cantico espiritual" que unas pocas palabras verdaderas pueden golpear en el alma con la fuerza de un huracán.
Pero no te escribo, querido Juan, para hablar de literatura. Sólo quiero continuar contigo el diálogo que inicié hace un mes con Dulcinea del Toboso, ya sabes, Aldonza Lorenzo, la dama soñada por el bueno de don Quijote.

Explicaba yo a Dulcinea que el secreto de su belleza estaba en la mirada de su andante caballero. Un hombre enamorado puede hermosear a su amada y convertir a una rústica cuidadora de puercos en la más linda de las princesas.
Mientras escribía esas palabras pensaba en tu "Cantico espiritual". ¿Recuerdas? El alma suspira por ver el rostro del Amado; pregunta por Él a las criaturas y éstas le responden:
Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura,/ e, yéndolos mirando,/ con sola su figura/ vestidos los dejó de su hermosura.
Si un hidalgo enamorado y loco fue capaz de embellecer a su amada con sólo mirarla, qué no hará Dios, nuestro Señor, Amor infinito, al contemplar la obra de sus manos. El Creador de todas las cosas no busca la belleza fuera de sí mismo. Al contrario; la derrama en las criaturas con solo mirarlas. Siempre he pensado que la belleza no puede ser casual. No hay un cuadro sin pintor ni una sinfonía sin un músico que la componga. Un millón de letras caídas al azar nunca compondrían los cinco primeros versos de tu Cántico.
Es posible que este argumento no convenza a los que niegan la existencia de un Dios-Artista supremo, pero a mí me sirve. Al contemplar las puestas de sol de Castilla o el colorido de las aves en primavera recuerdo otro gran poema, el Salmo 19, que comienza así: el cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
Pero la mirada de Dios es aún más prodigiosa cuando descansa en aquellos que Él creó a su imagen y semejanza. Si el hombre se deja mirar por su Señor y desnuda el alma, descubre que el Amor quema todo lo sucio y repulsivo que encuentra a su paso y le prepara para una "segunda" mirada.
Así lo dice tu Cántico: no quieras despreciarme,/ que si color moreno en mí hallaste,/ ya bien puedes mirarme,/ después que me miraste,/ que gracia y hermosura en mí dejaste.
La primera mirada endiosa el alma después de haberla lavado con los Sacramentos del Bautismo y la Penitencia. A ese endiosamiento lo llamamos "Gracia". Y es tanta la belleza del alma que ni siquiera Dios puede resistir su atractivo. Por eso vuelve a mirarla y a remirarla como un caballero andante enamorado.
¿Puedes creer, querido Juan, que todavía hay miles de cristianos que ni siquiera saben lo que significa "vivir en Gracia"? Quizá la culpa sea nuestra, por no haber sabido explicárselo.
"¡Si conocieras el don de Dios…!", dijo Jesús a la samaritana junto al pozo de Sicar. Tú, que eres poeta, échanos una mano; a ver si conseguimos que más hombres y mujeres dejen de tener miedo a esa mirada embellecedora de Dios.


jueves, 30 de octubre de 2014

El Cielo

Al final del segundo día del curso de retiro he hablado del Cielo. Ya casi no me da vergüenza fantasear sobre la vida eterna. Comprendo que me quedo corto, porque Dios no se dejará ganar por mi pobre imaginación.
Además ayer recibí un e-mail de una habitual colaboradora del globo, que viene muy a cuento. Dice así:
Hoy he salido de guardia en esa especie de Nirvana que me sucede cuando estoy muy, muy cansada, y se me ha ocurrido pensar que la misa se parece a un niño pequeño que va a esperar a su padre al aeropuerto.
En la consagración, el papá llega al otro lado de la cristalera. Espera para recoger el equipaje.
Y tú, pequeñito, no puedes contener tu alegría de verle a través del cristal. Y le saludas con la mano.
Y cuando por fin cruza esa puerta, y vas a comulgar y le recibes, es como ese abrazo en  el que papá te levanta en alto y te aprieta muy fuerte y tu apoyas la cabeza en su pecho y te sientes por fin a salvo.

Nuestra amiga habla del abrazo de Jesús en Comunión. Y yo añado que ese abrazo es sólo un anticipo del que recibiremos en Cielo.
La Eucaristía es "prenda" de vida Eterna. Lo dijo el mismo Cristo:
—El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la Vida Eterna y yo le resucitaré en el último día.

La cuenta atrás (III)

  • Dentro de 8 días se cumple el 96º aniversario de la revolución leninista de octubre en Rusia. Ella no se enteró del acontecimiento: ese día cumplió 4 años.
  • Dentro de 8 días celebraremos el 25º  aniversario de la caída del muro de Berlín. Ese día ella dio gracias a Dios, como todos, y seguramente hizo croquetas para el aperitivo.
  • Dentro de 8 días, más modestamente, la ciudad de Burgos celebra los 50 años de su polígono industrial. Hubo morcilla.
  • Dentro de 8 días Albert Camús cumpliría 101 años. Cuando nació nadie lo hubiera dicho.
  • En Málaga, dentro de 8 días, conmemoran el nacimiento hace medio siglo de la Facultad de Ciencias Económicas. A ella este aniversario le importa un rábano.
  • Dentro de 8 días Kloster y yo cumplimos 29 años sin fumar. Ella fue testigo del último pitillo. Y no se creyó que sería el último,



miércoles, 29 de octubre de 2014

Leña del árbol caído


En Molinoviejo hay un pino menos. Era un ejemplar enorme y estaba pocos metros de la casa antigua. Nunca pensé que podía estar enfermo hasta hace unos días en que descubrieron que había muerto.
"Los árboles mueren de pie", según Casona. Tenía razón: aguantan y aguantan, y ocultan con pudor su propia muerte hasta que alguien los descubre y los derriba sin piedad. El pino de Molinoviejo, al caer, nos enseñó un tronco completamente seco, pero aún recio, capaz de aguantar pájaros y ardillas sobre sus ramas sin vida.
Ayer y anteayer unas sierras eléctricas convirtieron el tronco caído en cilindros perfectos de un metro y medio de altura y noventa centímetros de diámetro. Era una leña limpia. Su enfermedad no había corrompido ni dañado la madera.
Mientras hacían leña del árbol caído, me acerqué por detrás y saqué una foto. Mi sombra se proyectaba sobre lo que quedaba del tronco talado. Pensé entonces en algunos políticos de esta tierra que, hasta hace poco, eran adulados hasta la nausea por sus conmilitones, y ahora esperan el hacha de los leñadores.

Hay quien disfruta con el espectáculo. Yo no. Yo siento una cierta melancolía.

martes, 28 de octubre de 2014

CORRUPCIÓN


He tratado de escribir sobre la noticia del día, de la semana, del mes, del año..., y no sé qué decir. 
La red está llena de chistes amargos, de insultos escatológicos y de malos deseos hacia los corruptos: que se pudran en la cárcel, que les embarguen todos sus bienes, que...
Hasta el toro de Osborne parece contagiado por la sucia marea de la corrupción y nos invita a sobornar al prójimo.
Hace más de veinte años mis alumnas de Aldeafuente y yo escribimos a medias un artículo sobre la corrupción, que ya entonces era noticia de portada. Algún tiempo después hice un refrito y volví a publicarlo en el blog: aquí mismo Como veis, lleva un bonito título que resume muy bien su contenido. Ahora pienso que me quedé corto. 
En todo caso hoy he rezado en la Misa también por los corruptos. Yo no pido que se pudran, sino que se conviertan, que se liberen del virus de la avaricia, que es contagioso y mortal, y no se cura con consensos; tiene raíces muy hondas. Nace del orgullo, la lujuria, el egoísmo, la envidia, el hedonismo...
Y de la tibieza de los cristianos, que seguimos adormilados mientras Jesús agoniza en el Huerto.

lunes, 27 de octubre de 2014

El hombre encorvado




Me he quedado solo en Molinoviejo. Mañana por la noche comenzaré un nuevo curso de retiro y, entre tanto, soy dueño y señor de los pinos del jardín, de la ermita y de este otoño averaneado que invita a pasear y a ver pájaros.
Tras una visita a la Virgen de la ermita, salgo a la calle por el portón lateral con la idea de alejarme un poco camino de la montaña. A lo lejos alguien marcha en la misma dirección. Es un hombre de pequeña estatura que avanza muy despacio arrastrando los pies y muy inclinado hacia adelante. Mi primera impresión es que se trata de alguien con serios problemas de movilidad. Acelero el paso para alcanzarlo y ofrecerle ayuda, pero al llegar a su altura compruebo que estoy equivocado: el tipo tendrá poco más de treinta años y parece fuerte y ágil. El problema es que camina plegado sobre sí mismo mientras chatea con dos teléfonos móviles al mismo tiempo. Lleva uno en cada mano y consigue teclear a la vez con los dos pulgares.
Como he salido vestido de explorador y con los prismáticos al cuello, me atrevo a meterme donde no debo:
—Ten cuidado, tío. No sea que te equivoques y mandes los mensajes cambiados.
Se estira el chateador y ríe sin el menor disimulo.
—Espero que no, porque en un teléfono está mi mujer y en el otro, una compañera.
Vuelve a arquearse y, como yo tiendo a ser bien pensado, supongo, a pesar de las risitas, que la "compañera" es sólo eso, compañera, y que el hombre  encorvado únicamente corre cierto peligro por caminar de forma tan extraña. Lo más probable es que se rompa la crisma contra el primer árbol.

sábado, 25 de octubre de 2014

Lecturas para un retiro

Empezamos la convivencia con unas horas de retiro. Los asistentes —en esta ocasión, hombres— lo viven en un silencio realmente ejemplar. Las mujeres suelen tener más dificultades para mantener la boca cerrada. Es un dato, no una crítica.
Después del desayuno salgo al jardín. El otoño es una estación silenciosa. Se oye apenas el murmullo del riachuelo que bordea la finca y el rumor de los pájaros trepadores que hacen saltar la corteza de los pinos para buscar alimento.
A las once y media debo hablar de "medios sobrenaturales" para el trabajo apostólico que realizamos todos. Me temo que es una redundancia hablar de medios sobrenaturales. Cuando el fin es sobrenatural no hay técnica humana que valga: Dios lo hace todo. A nosotros sólo nos toca pedir al Dueño de la mies que envíe trabajadores al tajo.
He empezado a leer tres libros: "Aguardando el Cielo", un precioso ensayo de don José Miguel Pero-Sanz sobre la vida eterna y la virtud de la esperanza, de Ediciones Palabra; "Él nos amó primero", un conjunto de meditaciones de don Juan Bautista Torelló, editado por "Cristiandad" y un viejo poemario de Pedro Antonio Urbina, "Algún interminable mérito", editado por Numenor.
Como además sigo releyendo La Odisea de Homero y Anna Karenina, de Tolstoy… Pues eso.
 

El anuncio de la semana

Aunque sea sábado, el anuncio vale la pena. Un buen día, como otro cualquiera, para volar con una línea aérea tan imaginativa.

viernes, 24 de octubre de 2014

La cuenta atrás (II)


Molinoviejo me recibe a 20 grados. No hay nadie en la casa antigua; sólo una pequeña ave rapaz que no he podido identificar y que ha huido nada más verme.
Voy a pasar aquí los próximos nueve días con una breve escapada a Madrid: una convivencia corta y un curso de retiro largo. Antes de empezar procuro asegurarme de que no se ha colado el pequeño Nicolás.
Ya solo faltan 14 días. 14 es un buen número. Hace 100 años empezó la guerra del 14, y hace 101 nació en Mondovi (Argelia) el escritor Albert Camus. 

jueves, 23 de octubre de 2014

La cuenta atrás (I)

—¿Quince días aún?
—15, querido Kloster.
—¡Qué lento pasa el tiempo!
—Y eso sin contar con que el gobierno nos regala una hora el próximo sábado…
—Lamentable.

El pequeño Nicolás

No me pidáis que hable de "el pequeño Nicolás" y mucho menos que le afee su más que reprobable conducta. El caradura más famoso de la década es una metáfora viva, un personaje de opereta, un prestidigitador admirable y un vendedor de humo que merece mi aplauso sincero y entusiasta.
De acuerdo, está muy mal eso de engañar al personal haciéndose pasar por otro para colarse en bodas, bautizos, besamanos, asambleas y consejos de administración; pero reconoced que lo que ha indignado a las presuntas víctimas no es que Nicolás mintiera sobre su condición (quien más, quien menos, casi todos hacen lo mismo), sino que las pusiera en evidencia. El muchacho, con su carita de ángel renacentista, ha demostrado que, detrás de las fachadas más solemnes, muchas veces solo hay aire y encima contaminado.
Por cierto, su aventura no es nueva. Está descrita con gran maestría por Jacinto Benavente en "Los intereses creados". Os recuerdo el argumento:
Crispín, un caradura dotado de gran facundia, y Leandro, su apuesto y silencioso cómplice, llegan a una ciudad tranquila y confiada sin un duro en el bolsillo ni oficio con que ganarlo. Crispín se hace pasar por criado de Leandro, a quien presenta como hombre culto, generoso y rico, dispuesto siempre a hacer favores. De esta forma entran a formar parte de la alta sociedad y crean una tupida red de intereses en torno a sus personas. La historia acaba bien, con boda y todo, y, aunque al final se descubre el engaño, los estafados lo ocultarán cuidadosamente para salvar sus "intereses creados".
Al término de la función, el público aplaude a rabiar. A nadie se le ocurre censurar a los embaucadores, porque al ingenio se le perdona casi todo.
Querido Francisco Nicolás, carita de ángel, mentiroso diplomado con balcones a la plaza, si necesitas un jurista para defender tu causa, no dudes en llamarme; casi estoy dispuesto a colegiarme de nuevo en Madrid. Alquilaré una toga de segunda mano y triunfaremos juntos sobre todo si nos conceden un jurado popular.
Me han dicho que hace unos días lloraste en presencia del fiscal. Perfecto. Sigue cultivando ese arte y llorarán todos en la sala.
(Sin embargo, permite que te diga en letra más pequeña que lo que hiciste está muy, pero que muy feo. Que no vuelva ocurrir. O te irás a la cama sin cenar).

miércoles, 22 de octubre de 2014

Paseos de media tarde


Me va a ser difícil encontrar otros días tan propicios como éstos para pasear sin prisas por el barrio. Ahora el tiempo es espléndido, brilla el sol, la temperatura empieza a descender y yo disfruto de unos días de descanso o de precalentamiento.
Necesito estos paseos para refrescar las ideas, engrasar la imaginación, poner en orden la mollera y concretar los proyectos más o menos utópicos que se me amontonan en el disco duro de la fantasía.   
Cerca de mi casa hay un pequeño parque sin nombre y casi sin visitantes. Me gusta venir aquí para contarme a mí mismo algunos secretos tan recónditos que ni yo sabía que existían.
En este parque descubro mis auténticos pensamientos; esos que nunca había expresado en voz alta porque jamás sospeché que los pensaban de veras.
Aquí hablo con Dios en voz baja. Sin palabras no; necesito oír lo que digo aun a riesgo de que alguien piense (o descubra) que estoy un poco majareta.
El teléfono móvil me protege. Con un pinganillo en la oreja y un micro invisible puedo permitirme el lujo de charlar con Dios como un transeúnte cualquiera, de esos que van por las aceras, gesticulando como directores de orquesta y hablando a grito pelado tal vez con ellos mismos.
También rezo el Rosario, sobre todo al caer la tarde.


martes, 21 de octubre de 2014

Moderaos, porfa


Me pregunta una "fan" que por qué le censuro los comentarios elogiosos que me hace con demasiada frecuencia. Quizá lo entienda mejor con una anécdota.
Contaba en cierta ocasión Joaquín Navarro-Valls que, cuando Times nombró a San Juan Pablo II hombre del año, él le llevó personalmente un ejemplar del semanario. En la portada aparecía una fotografía espléndida del Papa. Éste la miró un instante y, sin hacer comentarios, dio la vuelta a la revista. El portavoz del Papa volvió a colocarla como antes y el Santo Padre de nuevo la puso al revés.
—¿No le gusta la foto, Santidad? —preguntó entonces Joaquín Navarro—.
El Papa se limitó a contestar:
—Quizá es que me gusta demasiado.

lunes, 20 de octubre de 2014

Esquemas nuevos

En estos días de "paréntesis laboral", preparo, quizá con demasiado detalle, los cursos de retiro que dirigiré en el curso 2014-2015, que ya ha comenzado. Debo intentar un "cántico nuevo" con una vieja y prestigiosa partitura. ¿Quién soy yo para enmendarla?
Sobre la pantalla en blanco del ordenador voy creando esquemas que nunca seguiré al pie de la letra. Trato de que no sean palabras secas, sin vida, y procuro hacer oración mientras escribo.
De pronto la luz de la pantalla se me antoja fastidiosa. Echo de menos un viejo cuaderno cuadriculado y una pluma estilográfica; pero no puede ser. Tengo que seguir adelante.
El sueño llega de golpe, sin avisar, y lo recibo con el primer bostezo de la tarde. Dios mío, ¿se quedarán adormilados, igual que yo, los que asistan a esta meditación sobre la Humanidad de Jesucristo?
Descanso unos minutos escribiendo estas líneas para colgarlas del globo. Así me siento acompañado.
Rezad para que no me duerma. Debo completar 22 meditaciones y aún no he llegado a la séptima. 

domingo, 19 de octubre de 2014

El Sínodo de la Familia

Durante los últimos días me han venido a la memoria más de una vez los años que pasé en Roma, mientras se celebraba la gran asamblea del Concilio Vaticano II. Fueron años estupendos, sin duda, sobre todo cuando se contemplan desde el recuerdo. Quizá no pensaba lo mismo mientras tenían lugar los debates conciliares, las enmiendas, las rectificaciones, las dudas y algunas intervenciones pintorescas que determinados periódicos llevaban invariablemente a sus portadas aunque no encontrasen el menor respaldo por parte de la mayoría de los obispos.
Los más sensatos recordaron entonces aquella vieja afirmación: "En los concilios, hay un tiempo de los hombres, un tiempo del Diablo, y un tiempo de Dios". En otras palabras: el clima asambleario puede ser muy útil en la medida que contribuya a que se haga la luz y Dios diga la última palabra, pero la asamblea no puede ser un modo de vida permanente. El "espíritu conciliar" se alimenta de los frutos del Concilio, es decir, de sus documentos, no del ruido previo.
Ahora, con motivo del Sínodo extraordinario sobre la familia, se ha repetido la historia. Los padres sinodales han hablado con libertad y han escuchado con humildad, como les pidió el Papa Francisco. Han recordado la verdad del hombre y de la familia, y también han reclamado misericordia, apertura de corazón ante situaciones y circunstancias irregulares. La prensa se ha hecho eco de todos esos debates y han buscado, sobre todo, titulares; pero lo que cuenta es el final.
Este es el mensaje del Sínodo para todos los hombres. Vale la pena leerlo sin "intermediarios" interesados y seguir rezando por el Papa y por los obispos de la Iglesia.
 


  
Los Padres Sinodales, reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor.
Nosotros, pastores de la Iglesia, también nacimos y crecimos en familias con las más diversas his­torias y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus  acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificulta­des.
La misma preparación de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares. Des­pués, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándo­nos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias.
Queremos presentarles las palabras de Cristo: “Yo estoy ante la puerta y llamo, Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). Como lo hacía durante sus recorridos por los caminos de la Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades.
En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cundo se insinúan el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.
Ante todo, está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relacio­nes, el stress de una ansiedad que descuida la reflexión serena. Se asiste así a no pocas crisis ma­trimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio. Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.
Entre tantos desafíos queremos evocar el cansancio de la propia existencia. Pensamos en el sufri­miento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neuroló­gico de la vejez, en la muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas fami­lias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les im­pone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.
Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados “en el feti­chismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” (Evangelii gaudium, 55), que humilla la dignidad de las personas.
Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad.
Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son per­seguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de distintas opresiones.
Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas al aprovechamiento, en la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos también de parte de aquellos que deb­ían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad. Mientras tanto, “la cultura del bienestar nos anestesia y […] todas estas vidas trunca­das por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos al­tera” (Evangelii gaudium, 54). Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común.
Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.
***
También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciuda­des, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias. Bri­lla y calienta cuerpos y almas. Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa –como dice el Génesis (2, 18)– cuando los dos rostros están frente a frente, en una “ayuda adecuada”, es decir semejante y recíproca. El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los Cantares: “Mi amado es mío y yo soy suya… Yo soy de mi amado y él es mío” (Ct 2, 17; 6, 3).
El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su se­llo, su presencia y su gracia. Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aun más allá del vigor y de la frescura juvenil. El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada (cf. Jn 15, 13). Bajo esta luz, el amor con­yugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.
Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y la generatividad, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.
Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre ma­rido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas.
Además lo vive cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios y para orar juntos, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear por un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad.
Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llama­dos a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes.
Hay otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últi­mos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extrajeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35). Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida.
La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Euca­ristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo “será todo en todos” (Col 3, 11). Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexio­nado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión.
Nosotros, los Padres Sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo.   En­tre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También no­sotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra:
Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.
Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.
Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel.
Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.
Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia.



sábado, 18 de octubre de 2014

Viento sur

En el Cantábrico, el viento sur de la madrugada es límpido y frío. Dentro de unas horas aparecerá la bruma y alcanzaremos los treinta grados, pero entre tanto el paisaje aparece diáfano, con una paleta de colores nueva, brillante e insólita.
Contemplo la mar con los prismáticos y me parece ver el fin del mundo. No me canso de mirar y de descubrir barcos lejanos que se sumergen y vuelven a emerger en la misma línea del horizonte.
En la oración de la madrugada pido al Señor que me mande, también a mí, un viento sur que me despeje la bruma del corazón y la sequedad de mis ojos, para que vea con claridad lo que soy: las mil manchas que oscurecen y ensucian el paisaje que Él puso para embellecer mi alma.  

viernes, 17 de octubre de 2014

Buenas noticias



Acabo de recibir un mensaje de Andrés, el amigo mexicano, padre de 8 hijos, del que hablamos aquí hace unos días. Comienza así:

Hoy, 16 de octubre, nació mi hija María del Pilar. Yo quería niño; se llamaría Álvaro, y se  lo había pedido a don Álvaro, pero ahora pienso que don Álvaro ha optado por “desaparecer”. Gracias a Dios.

La operación fue ardua y mi esposa lo pasó realmente mal. Ahora ya todo está bien, aunque con algunas incomodidades como ella dice. Vale la pena.

Agradezco sus oraciones y a todos los que rezaron por nosotros.


El ébola como pretexto

Un minuto después de que se produjera el contagio, se desató el odio con insólita virulencia. Un psiquiatra aseguró en la radio que el odio crea adicción y que el mundo está lleno de odiadores que solo buscan un pretexto para alimentar su neurosis obsesiva.  Debe ser eso, sí, porque antes de que nadie supiera lo que había ocurrido, los cortadores de cabezas ya habían afilado sus alfanjes y se habían lanzado a la caza y captura de "responsables".
Luego llegaron los chistes y las ocurrencias. El tradicional humor negro español era más negro que nunca y menos humor. Chistes ácidos, racistas, sucios. Y siempre contra alguien. Por favor, no me mandéis más whatsapps ingeniosillos. Absteneos.
Los defensores de los animales también tuvieron sus minutos de gloria. Fueron 48 horas de letreros, lágrimas y unas gotitas de odio. Mientras se agitaban las pancartas en defensa de Excalibur, en Liberia morían 50 enfermos más.
Cuando termine la crisis, el ébola se convertirá en metáfora para uso y consumo de columnistas y parlamentarios.
Quizá para entonces tengamos ya la vacuna.
 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Desde mi teléfono



Otra vez sin wifi ni cobertura, entre brumas serranas y sirimiri, debo pedir perdón por estos dos días de silencio. Ni siquiera puedo poner una foto chula.
Mañana estaré en la City. Allí todo será diferente.

lunes, 13 de octubre de 2014

El anuncio de la semana



Disponeos todos y todas a rasgaros las vestiduras y vestiduros. Fijaos lo que anuncian los entrañables Picapiedra.

domingo, 12 de octubre de 2014

"Clientes"

Me ocurrió ayer sábado a las 12 del mediodía
No recuerdo su nombre. Suena algo así como "Yuba" y es nigeriano. Dice que llegó a España "hace mucho", pero lo cierto es que habla un castellano muy pintoresco. Tiende a cambiar una palabra por otra  con gran seguridad.
—Hoy llora mucho —me dice como saludo—.
Creo que se refiere a la lluvia, porque señala al cielo y a su propia ropa, que está completamente empapada.
Yo he detenido el coche junto al parquímetro, pero compruebo que me he dejado las monedas en casa. Tendré que cambiar un billete en el bar. Yuba capta el problema al instante y me dice:
—Tú me diste un euro semana pasada, papa, ¿sí?
—Eso creo.
—Yo ahora te doy euro para el coche. Ya volverás.
Con gran pericia, empieza a manipular el parquímetro. Pone el número de la matrícula, inserta un euro en la ranura correspondiente y me entrega el tíquet.
—Muchísimas gracias. Dentro de media hora estaré de vuelta. No te alejes y te devuelvo el euro.
Yuba me dedica su mejor sonrisa:
—No importa, papa. Ahora somos clientes.
A saber lo que ha querido decir.