jueves, 21 de junio de 2018


  En la guarida del búho


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Dicen que el búho es un fantasma que vuela en silencio cuando anochece y ataca a sus presas mientras duermen. A Homero, mi búho de cabecera, no le parece mal que lo definan así.
—Al fin y al cabo —me dice— a Jesús también le confundieron con un fantasma.
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Caminar sobre las aguas 


Era noche cerrada y se había levantado un viento huracanado en el Lago de Genesaret. Íbamos en la barca de Pedro rumbo a Cafarnaúm, pero enseguida comprendimos que quizá sería imposible completar la travesía. Los remos parecían de plomo y las olas amenazaban con enviarnos al fondo del mar. Algunos dijeron que lo más prudente era regresar, pero Simón Pedro y los hijos de Zebedeo parecían dispuestos a seguir luchando contra el temporal.
Pasaban las horas y, en el peor momento de la borrasca, vimos aparecer a lo lejos una pequeña mancha blanca, como una especie de lienzo que se acercaba hacia nosotros, contra el viento y la marea, deslizándose sobre la superficie del agua. Alguien gritó:
—¡Es un fantasma!
El pánico nos contagió a todos y nuestras voces se fundieron con el estrépito de las olas. Yo estuve a punto de lanzarme al mar para buscar a nado la costa; pero en ese momento cada uno de los que estábamos en la barca oímos con nitidez una voz inconfundible, que llegaba hasta nuestros oídos como un susurro amable, lleno de autoridad.
—No tengáis miedo; soy yo.
Pedro se puso en pie.
—Señor, si eres tú, mándame que vaya hacia ti andando sobre el agua.
Por un momento pensé que Cefas había enloquecido. Aquella petición  carecía de toda lógica. Pero el Señor sonrió, le invitó a acercarse y, en medio de la tormenta, Pedro aprendió a caminar sobre el mar.
Al recordar este pasaje pienso en esas personas que quizá sienten que Jesús les llama a seguirle más de cerca, que les invita a vivir una nueva aventura llena de riesgos, contra toda lógica humana. ¿Cómo podrán estar seguros de que, en efecto, es el Señor quien les habla y no un fantasma de su fantasía?
Yo les aconsejaría que utilicen la lógica de Pedro:
—Señor, pídeme que camine sobre las aguas, que no me refugie en mi comodidad o en mi egoísmo. No me tranquilices diciendo que ya hago bastante; ¡pídeme más! Así sabré que eres tú quien me llama, porque sólo tú puedes exigir tales locuras. Y, cuando dé los primeros pasos sobre el mar, perderé el miedo a los fantasmones que traten de hacerme regresar al puerto de partida.
Y si a mitad de camino, me vuelvo razonable y comienzo a hundirme entre las olas, sé que tú me tenderás la mano como hiciste con San Pedro, me llamarás cobarde y volveré a marchar contigo sobre las aguas.