jueves, 31 de julio de 2008

Pedro Antonio Urbina


Acaba de fallecer mi amigo Pedro Antonio.

Fue escritor en todos los géneros: novelista, crítico de arte, traductor, ensayista, dramaturgo; pero sobre todo, poeta.

Son las once de la noche, y no me encuentro con fuerzas para decir nada más: sólo, y no es poco, que Pedro Antonio ya está en el Cielo.

Abro uno de los poemarios que me dedicó. Se titula "La rama" y habla de la vida y de la muerte. Éste es su último poema:

Reverdecen los árboles
muy tiernos
detrás de los visillos;
hermosas rosas nuevas
al sol
desde esta habitación oscura.

¡Silencio,
campos, pájaros!,
oigo la luz,
que viene
a romperme esta noche,
a abrir todas mis rosas.

Rezad por él, poetas. Los que no lo somos, también. Yo ofreceré por él la Misa de mañana, a pesar de que sé con certeza que ya han florecido en el Cielo todas sus rosas.


El Rosario al volante


Me pide Luis que matice mi afirmación de ayer: quien no es capaz de rezar bien el rosario mientras conduce, "o no sabe rezar el rosario o no sabe conducir".

Un poco rotunda sí que parece la sentencia; trataré de explicarla.

El Rosario es una canción con música, letra, tono y guitarra.

La letra son las cincuenta avemarías; la música, cada uno de los misterios que se contemplan; el tono, el estado de ánimo y la pasión que pone el cantante, y la guitarra, la corona que sirve para llevar la cuenta.

El que canta abrazado a su guitarra apenas piensa en las palabras, que conoce de memoria, sino en la música, que nace de la guitarra y de su corazón. La letra ayuda, pero el pensamiento no se queda allí: va como una flecha a la persona destinataria de la canción. Por eso cada canción es nueva, aunque la hayan interpretado muchos.

El que reza el rosario, como todo buen cantante, se "distrae" de la letra pensando en la música: piensa en cada una de las escenas del Evangelio que se representan en los Misterios. Uno va recitando avemarías, pero el corazón está con la Virgen en Belén, en el Templo de Jerusalén, en el Calvario, en Caná de Galilea...

Y con tanta distracción las avemarías se pasan, y cada Rosario es distinto, es el "cántico nuevo" que pide el salmo.

Es sencillo conducir así. Igual que es sencillo cantar en la carretera sin descuidar el volante.

Espero que no lo prohíba la Dirección General de Tráfico.

Las canciones de Kloster (III)


¿Son
italianas todas las canciones de Kloster?

Casi todas. Y muchas serán de Adriano Celentano, como ésta de hoy.

¿Qué año fue? Quizá el 67 o 68. El bueno de Celentano se presentó en San Remo con esta extraña balada y fue eliminado a las primeras de cambio. Sin embargo el éxito de ventas fue impresionante. Eran los años de la canción de protesta y el cantante se tomó a broma la moda.





miércoles, 30 de julio de 2008

La bendición de los coches


Casi todos los años me toca bendecir algún vehículo. La iniciativa no suele ser mía, pero si alguien lo pide, con mucho gusto cojo el ritual correspondiente, me pongo una estola y me lanzo a la calle con el acetre y el hisopo.

Hoy una de las asistentes a la convivencia me ha pedido que bendiga su Peugeot. Acaba de estrenarlo y, aunque el polvo del camino que lleva a "El Soto" lo ha dejado hecho un cromo, se ve que está nuevecito. Inmediatamente se han apuntado las propietarias de los demás vehículos y la ceremonia se ha extendido a todo el parque móvil.

Por si alguna de las afectadas lee este blog, me parece oportuno recordar que la bendición no se parece nada a un seguro a todo riesgo ni a un talismán protector contra la pérdida de puntos. Se trata de un "sacramental", es decir de una oración de la Iglesia para pedir a Dios que nos proteja en el camino. De paso, nos recuerda que, también a bordo de un automóvil, es posible vivir las virtudes cristianas:

la humildad para dejarse pasar; la caridad para ser cortés y amable; la mansedumbre para no vociferar; la prudencia para no pasarse; la paciencia en los atascos; la templanza en el alcohol... Y así sucesivamente.

En el coche también se puede hablar con Dios y rezar el Rosario. En cierta ocasión alguien me dijo:

-Yo, o rezo el Rosario o conduzco: las dos cosas no.

Es evidente que mi amigo o no sabía rezar el Rosario o no sabía conducir.

martes, 29 de julio de 2008

Otra vez el silencio


Las dos personas que han estado conmigo en la sierra estos días ya han regresado a Madrid. Yo apago la televisión. No es una buena interlocutora cuando uno se queda solo.

Salgo de nuevo al jardín en busca del silencio. No debería llamarlo así porque, en realidad, voy a escuchar esos tenues sonidos del atardecer que nunca percibimos: el vuelo de las mariposas (de verdad que las oigo, no es broma), los pasos temblorosos de la lavandera, la hoja (sólo una) que cae del tilo, siempre con permiso de nuestro Padre celestial...

Hace un par de horas hice la oración aquí y me costó terminarla: Dios habla en voz baja en la brisa, en los colores del aire, en la música del viento, en el jilguero que se posó en el abeto y me obsequió con un solo de trinos. Duró poco el recital. A los pocos segundos se quedó en silencio, miró hacia los lados y, al comprobar que nadie aplaudía, levantó el vuelo.

¿Por qué no habré traído un buen libro de poemas? Es lo único que echo de menos. Por lo demás, soy rico: todo el monte es mío: las nubes que se incendian en el horizonte, las águilas calzadas que vuelan hacia el nido al caer la tarde, la bandada de rabilargos que chillan como posesos, los gorriones domésticos que se me acercan sin tomar precauciones picoteándolo todo.

Cierro los ojos y oigo el cánto de una oropéndola, el vuelo musical de una bandada de abejarucos, y un grito:

-¡Pabloooo!

Es una voz muy lejana que llega con la brisa quién sabe de dónde; quizá es mi conciencia: que me recuerda que mañana debo predicar sobre el Año Paulino y aún no he preparado la meditación. Además es la fiesta de Santa Marta y tengo miedo de que me riña por quedarme embobado con los pájaros y no pegar golpe.


* La foto es de un rabilargo, por supuesto.


lunes, 28 de julio de 2008

Entusiasmos pajareros

carraca común

La experiencia me ha enseñado que no vale la pena manifestar sentimientos de euforia cuando uno realiza algún "trascendental" hallazgo ornitológico. Aún recuerdo el día en que vi mi primer quebrantahuesos.

-¡Es increíble -grité a todo el que quiso oírme-: un quebrantahuesos auténtico en la Sierra de Madrid!

-¿Sí? -me respondió alguien, sin levantar la vista del periódico-. ¿Y eso se come?

Los pajareros somos seres solitarios e incomprendidos. Hoy, sin ir más lejos, he visto en El Soto una carraca.

-¿Te refieres a esos cacharricos de madera que sirven para hacer ruido? -me ha respondido Pelegrín, que es hombre amable pero poco dado a la contemplación de las aves-.

Si le hubiese dado una conferencia sobre el pájaro en cuestión, me habría escuchado con paciencia franciscana; pero he preferido reprimir mi razonable entusiasmo y sollozar en silencio.

Claro que, pensándolo mejor, ¿cuántas veces habré congelado yo mismo el entusiasmo de alguien que se me acerca para hacerme partícipe de su euforia?

Sintonizar con el entusiasmo ajeno dejándome contagiar sinceramente por él. Este es mi propósito de hoy. En otras palabras: no dejar que envejezca la alegría.


domingo, 27 de julio de 2008

Las canciones de Kloster (II)

Mina fue otro de los ídolos de mi inmadurez. Fue la voz más poderosa de los años 60, 70, 80..., y jamás se me ocurrió cantar una de sus canciones.

Ésta fue un alarde; una pasada diríamos ahora. Que yo sepa, nadie más se ha atrevido con ella después de Mina.

Por si alguien quiere intentarlo, aquí está la letra en italiano:




sábado, 26 de julio de 2008

Los abuelos

Las raíces


¿No es sorprendente que Dios haya querido tener abuela? Abuela y abuelo. Hoy es su fiesta: San Joaquín y Santa Ana.

Los tratados clásicos de cristología, para explicar que Jesús fue verdadero hombre se detienen en la consideración de su naturaleza y subrayan que tuvo cuerpo y alma, inteligencia y voluntad humanas, ciencia humana, sensibilidad y apetitos humanos. Eso es cierto, pero no basta para ser "perfectus homo". Jesús, se tomó muy en serio el ser como nosotros y se insertó en la historia con todas sus consecuencias. "Necesitó" una estirpe, unos antepasados, una lengua aprendida en la infancia, una tierra a la que amar, una memoria de familia, un crecimiento real y no fingido, unos amores humanos: a sus padres, abuelos, parientes, amigos...

Los abuelos, más aún que los padres, nos hacen comprender nuestras raíces y nos enseñan a amarlas. Ellos cuentan historias antiguas, que se saborean como los viejos cuentos hasta que uno comprende que son reales, que forman parte de nuestra memoria y de nuestra vida.

Pienso en Jesús, sentado en las rodillas de su abuelo, atento a su voz y a sus recuerdos. Y en las meriendas de Santa Ana... Y me vienen a la imaginación los rostros de mis propios abuelos: Eugenio, que siempre me ganaba al ajedrez; Carmen, que, cuando era muy pequeño, me decía que mis manos eran de obispo; Manuel, que intentó en vano enseñarme los nombres de las estrellas; y Amalia, la abuela "amante", que me contaba historias de su infancia, tan lejana.

Si no los hubiera conocido, hoy yo sería diferente.

viernes, 25 de julio de 2008

Santiago



Ser patriota es apreciar las propias raíces. Amar a los padres, a los abuelos, al pueblo en que uno ha nacido, a la patria chica, a patria la grande, incluso al Continente: "daría mi vida por África, mi tierra", decía la protagonista de una película que acabo de ver.

El patriotismo siempre es virtud, y virtud cristiana. Los apátridas no son "ciudadanos del mundo". Sólo los que aman sus raíces y se alimentan de ellas son capaces de tener verdadero espíritu universal.

El patriota ama su bandera y todas las banderas; su lengua y todas las lenguas; sus costumbres y todas las costumbres. El aldeanismo es otra cosa..., es un pecado muy triste.

Ahora recuerdo que la catedral de Bilbao está dedicada a Santiago patrón de España. Aquí la tenéis.

jueves, 24 de julio de 2008

Al ralentí



Compruebo que la Academia ha aceptado este galicismo: al ralentí. Así estará mi blog durante unos días.

Me voy a la Sierra hasta el próximo miércoles, pero no abandono del todo el barco. Algunos días a las 7 en punto de la mañana aparecerá un nuevo post en el blog. Ya están escritos y ahora todo depende de que Google, mi seguro servidor, funcione como suele.

Trataré de llenar casi todas las fechas fechas. Si no lo hago, no os olvidéis de mí ni de pensar por libre.

Los comentarios no saldrán hasta la semana que viene, ya que tengo que "moderarlos".

Hasta la vuelta.

Un año en Rusia



Me contaba una empleada del hogar hace años que ella en el Opus Dei había aprendido muchas cosas, pero sobre todo, geografía. Y al ver mi sonrisa irónica, me atacó:

Vamos a ver, dígame la verdad: ¿usted sabía donde está Almaty? ¿Y Kazjstán?

Tuve que recocer que no. Mi bachillerato no dio para tanto.

He recordado esta conversación al leer en Zenit un artículo sobre el Opus Dei en Rusia. Leedlo aquí y no os olvidéis de rezar por el trabajo de esos "pioneros".


miércoles, 23 de julio de 2008

Jaime cumple un año



Hace un año exactamente publiqué esto y, como es natural, no puedo pasar esta fecha sin felicitarle. Espero que Marta o Bernardo le transmitan mis buenos deseos y le comuniquen que he rezado en la Misa por él... por sus padres y por sus abuelos.

De los tíos no me he acordado, la verdad.

Las canciones de Kloster (I)

Era un tipo flaco y desgarbado. Se movía en el escenario con la gracia de un espantapájaros. Sus gafas de hipermétrope le daban un aire de empleado de correos o de numismático distraído. Tenía una voz cascada de viejo fumador que se oyó por primera vez en San Remo con poco éxito al comienzo de los 60.

Pero pasaron los años, y Nicola di Bari triunfó. Las chicas lo amaban como se ama a un perrito desvalido y enfermo. Y yo me aprendí de memoria todas sus canciones.

Ésta que pongo hoy me llevó al triunfo. Aún recuerdo la ovación entusiasta que me tributó la multitud de mis fans en el Colegio Retamar el 20 de julio de 1981. Era mi cumpleaños, por supuesto, pero creo que mejoré la versión de Nicola.

martes, 22 de julio de 2008

Un pingüino en mi habitación


Eran las diez menos cuarto de la noche y el aire de Madrid quemaba como un infierno. Al pasar por delante de la cafetería "De Pintxos", camino de casa, tuve que contenerme para no arrebatar a un anciano la cerveza que estaba a punto de consumir.

En ese momento tomé la decisión irrevocable de cerrar el blog hasta septiembre, o sea como la perfumería que me vende la espuma de afeitar: el calor, ya lo he dicho, me reseca las meninges. Y aseguran los que saben de esto que lo peor está por venir.

Eso pensaba..., hasta hace exactamente un cuarto de hora. He entrado en mi habitación (la más calurosa de todas) y me ha recibido una brisa de aire fresco como recién llegado del Edén y un runruneo electrónico y melodioso.

¡Un pingüino! Ha llegado un pingüino a mi cuarto y se ha posado en la ventana. Es un fantástico aparato que hace descender en picado la temperatura. ¿Será un regalo de cumpleaños? En todo caso el pájaro me ha devuelto la imaginación y el optimismo.

Me acuesto dando gracias a Dios y a la mano amiga que me trajo el refrigerio.

El único problema es ya no sé de qué quejarme. Con lo que me gusta...

lunes, 21 de julio de 2008

La bota


He vivido un mes dentro de una bota, pero ya se acabó. La veo ahora a mis pies, a medio metro de mi pierna izquierda, y me pregunto cómo he sido capaz de aguantarla tanto tiempo. Se llama Walker, como el güisqui, es negra como el resto de mi uniforme, y arropa la pierna con tanta ternura y eficacia ortopédica que uno acaba por tomarle cariño.

Caminar con la bota era como llevar un oso panda abrazado al tobillo. Supongo que en invierno puede resultar incluso agradable.

Todas las mañanas he dedicado un mínimo de dos minutos y medio (es mi record personal) en colocarla como es debido. Luego, en el coche, me bastaba medio minuto para sustituirla por un zapato convencional que encontraba junto al embrague. Al llegar a mi destino, era preciso dedicar otros tres minutos por lo menos para dejar el zapato y encasquetarme de nuevo la armadura abriendo un poco la puerta del automóvil para hacer menos incómoda la maniobra. De este modo he proporcionado a los peatones un espectáculo gratuito y edificante.

No me quejo. Al contrario. La bota me ha servido para iniciar conversaciones quizá no muy profundas, pero siempre amistosas. En el ascensor del parking, por ejemplo, incluso me he divertido un poco:

¿Conduce con... eso? me preguntó alarmada la propietaria de un mini.

No, señora le contesté ; primero me desatornillo la pierna y me coloco otra de titanio que llevo en el maletero.

Como la buena mujer se lo tomó en serio, me apresuré a aclararle que era una broma y aun tuvimos tiempo de reírnos un poco antes de llegar al tercer sótano.

Pero, sin duda, hoy debería explicar que la bota encierra también, no una, sino muchas enseñanzas, que sería largo detallar aquí. Pienso, por ejemplo, en lo sencillo que resulta remediar algunos males: basta con inmovilizar una articulación y el astrágalo se cura solo.

¿Ocurrirá lo mismo con otras dolencias y enfermedades? Es sabido que la laringitis se resuelve con una buena dosis de silencio y la gastroenteritis con ayuno riguroso. Tal vez una buena mordaza ortopédica sea un buen remedio para sanar la compulsiva agresividad verbal de algunos políticos, periodistas y tertulianos que amenizan las madrugadas de la radio con sus salivazos.

Ahora están de vacaciones. Ojalá me hagan caso y se anestesien las cuerdas vocales por una temporada.

Si lo hacen les regalo la bota.