viernes, 31 de julio de 2015

La quinta Graciela


Ayer recibió el bautismo Gracielita, la hija de Ignacio y Graciela, que además es nieta y biznieta de otras dos muchachitas que lucen el mismo nombre.
Me gustan los nombres "de familia", los que manifiestan nuestra apegamiento a una estirpe. En la mía, sin ir más lejos, hay cinco Manolos y viene en camino una Manuela. También hay cinco Eugenios o Eugenias, aunque este nombre haya corrido peor suerte, ya que casi ninguno de los que lo recibimos en el bautismo hemos logrado que nos identifiquen con él.
Graciela es un diminutivo de Gracia, que le viene como anillo al dedo a la recién bautizada, porque la verdad es que es la mar de graciosa. Gracielita, por tanto, es diminutivo de un diminutivo.
Ignacio, que hoy celebra su santo, ha cambiando mucho desde el día de su boda. Se ha convertido en un padrazo embobado. Eso me ha dicho una de las gracielas; ya no me acuerdo cual.


lunes, 27 de julio de 2015

En agosto...

 Arona, mi calle en agosto
Seguirá volando el globo, pero perezosamente, con mucha menos frecuencia. Cuando llegue septiembre, trataré de estrenar un nuevo look y quizá algo más.
Disfrutad de las vacaciones los que podáis tenerlas. Yo andaré por Tenerife preparando el nuevo curso. Ni siquiera me llevo el traje de baño. 

domingo, 26 de julio de 2015

La luz y las sombras


Llego a Gaztelueta a las nueve y media de la noche cuando el sol se despide ya en la falda del Serantes y está a punto de bañarse en las aguas del Cantábrico. El espectáculo es grandioso. No me resisto a sacar una fotografía. 
Ya en mi habitación, abro la ventana, y allí sigue el sol, envuelto en la bruma del atardecer, que, paradójicamente, no atenúa su luz, sino que la potencia y le da nuevo colorido y más intensidad.
¿Qué quiere comunicarme hoy el Señor con esta paleta de colores que ha dejado en el horizonte? Me vienen a la cabeza unas palabras del Evangelio de San Juan: La luz brilla en las tinieblas. Sí, es eso: gracias a las tinieblas, a la oscuridad, la luz puede manifestarse con su poder y su belleza. 
El Dios-Artista pinta su cuadro cada crepúsculo, y en todos los cuadros debe haber luces y sombras, brillo y oscuridad. Las tinieblas son necesarias para que el que contempla el lienzo se sumerja en la luz, en los colores más vivos y brillantes y descubra en ellos la mano del Creador.
Todos formamos parte de ese lienzo, y nuestro lugar es la sombra. Alguna vez somos pura tiniebla, pero no importa. Gracias a esas miserias, la única Luz verdadera brillará con toda su majestad. Los Cielos cantan la Gloria de Dios.



sábado, 25 de julio de 2015

25 de julio

Santiago, Patrón de España


…y de los españoles, de todos:
de los pirómanos y los bomberos, de los bancarios y los banqueros, de futbolistas y de toreros, de intelectuales y barrenderos; de los autónomos y los obreros; de los ciclistas y motoristas  y camioneros; de socialistas y de peperos; de pensionistas, comisionistas, estraperlistas, nacionalistas, de trompetistas y violinistas; de los viajantes, los navegantes, los almirantes, los cotizantes y los currantes, los emigrantes, los inmigrantes, los estudiantes y los farsantes,
de castellanos y de andaluces; de catalanes y de extremeños, de lugareños y de extranjeros, de valencianos y de riojanos, de los murcianos y de asturianos, de aragoneses y leoneses, de los navarros y los chubascos del País vasco; de los canarios y funcionarios; y de los manchegos y los gallegos.
También es patrono de los que van a Suiza y de los que se quedan en Andorra; de los que corrompen y de los corruptos…
Hoy sólo pido a Santiago que nos alcance la gracia de llevarnos bien, de ser corteses los unos con los otros, de gritar menos y elogiar más, de dar la razón al adversario cuando la tiene. Y que todos sepamos aplaudir al prójimo como a nosotros mismos.
Amén.

jueves, 23 de julio de 2015

¿Homófobo yo?


El mensaje es muy breve y viene de Almería. Lo firma un tal "Náufrago", aunque el remitente parece dispuesto a hacerme naufragar a mí con una pregunta sorprendente:
"¿Por qué son ustedes tan homófobos?".
Y, como única despedida, apostilla:
"Déjennos vivir en paz".
Tengo la impresión, querido Náufrago, que tu mensaje es un delicado reproche por haberme permitido opinar sobre el callejero de Madrid y la nueva plaza que han adjudicado a Pedro Zerolo, que en paz descanse. Sólo te ha faltado añadir que los curas no debemos opinar sobre estas cosas. Supongo, por tanto, que no esperas una respuesta, pero ya que estamos en verano y tengo a mis lectores de vacaciones,  te contestaré con el mayor afecto de que soy capaz.
No me gusta la palabra "homófobo". Cuatro oes seguidas no suenan bien, y desde luego no me parece razonable suponer que padecen alguna fobia los que tienen una opinión diferente a la tuya. Es un mal comienzo para dialogar.
Yo siempre me he considerado una persona moderada y sin fobias, aunque  quizá sea "humófobo",  ya que me molesta el humo del tabaco desde que dejé de fumar hace treinta años. Tengo distintas opiniones sobre el fútbol, la política, la gastronomía y cosas así, pero no odio a la Real cuando juega contra el Athletic, ni pongo bombas en los MacDonald, a pesar de que evito degustar sus universales hamburguesas. Es cierto que no me gusta nada que le quiten a Vázquez de Mella la plaza que tenía en el centro de Madrid y se la adjudiquen a un concejal que acaba de fallecer. Claro que Vázquez de Mella era un tipo de derechas y últimamente hay manadas de derechófobos,  pero sus obras completas ocupan treinta gruesos volúmenes. Las de Zerolo, en cambio…
De acuerdo, Náufrago, os dejaré "vivir en paz" como me pides; pero deberías aclararme qué debo hacer u omitir para que no te sientas coartado por mí.
¿Que guarde silencio, dices? No, amigo. Eso sí que no: soy silenciófobo de toda la vida.
 
 

martes, 21 de julio de 2015

Mañana tormentosa

El Serantes duerme arropado por una bruma densa y húmeda. Un amable sirimiri se encarga de mitigar el calor, que ayer por la tarde nos hizo sudar a chorros. Desde hace una hora se oye un coro incansable de truenos que vienen de lejos, sin relámpagos ni rayos a la vista. Contemplo el paisaje desde la ventana de mi habitación en Gaztelueta.
Salgo del chalet camino de Las Arenas. El sirimiri ha dejado paso a un chaparrón de reglamento. Empiezo a caminar bajo los soportales y, de pronto, el trueno más fuerte que jamás haya oído, casi me hace saltar sobre el pavimento. ¡Qué barbaridad! Supongo que el pararrayos del colegio ha cumplido con su misión.
En el coche tengo un paraguas la mar de útil… para Madrid. Aquí las cosas funcionan de otra manera: los paisanos caminan bajo la lluvia sin más protección  que la boina. Doy al botón que abre automáticamente el paraguas y salta por los aires el mecanismo. Se conoce que se ha asustado. A pesar de todo el paraguas se abre y yo camino por Las Arenas haciendo el ridículo entre docenas de lugareños desprotegidos.
Termino la mañana en la Citroën. Necesito un recambio sin importancia: un pedazo de plástico que sujeta el retrovisor y apenas pesa veinte o treinta gramos.
—Son 90 euros…
—¿90 céntimos?
—Euros…
—Perdone, amigo, ¿sabe a cómo se cotiza el gramo de oro?
El empleado no lo sabe, ni yo tampoco, pero me aconseja que venda el coche por piezas, una a una. Con lo que gane podré comprarme un Ferrari de competición.
Salgo del taller con mi valiosa pieza de plástico. Sigue lloviendo. La Agencia Estatal de meteorología asegura que tenemos  una mañana soleada. Si acaso, por la tarde, puede lloviznar un poco.


 

domingo, 19 de julio de 2015

1 de noviembre, en Roswell


Acabo de recibir un e-mail desde Texas. Escribe la madre de "Sister María José de Jesús", la antigua alumna de Aldeafuente que desde hace cinco años es religiosa clarisa en los Estados Unidos. Ya os hablé de ella aquí. Ahora me anuncia lo que llevábamos esperando:
"María José de Jesús hará sus votos permanentes el próximo día 1 de Noviembre, fiesta de Todos los Santos,  a las 9:00 de la mañana en el Monasterio de las Poor Clares en Roswell, New Mexico-USA."
Con el anuncio viene también la invitación. Y yo, que nunca he sentido la tentación ni la necesidad de atravesar el Atlántico, daría cualquier cosa por estar  ya allí.
Aún faltan más de cien días. Quién sabe. Dicen que allí aterrizó un ovni con pasajero incluido en 1947. Ya va siendo hora de que llegue otro platillo volante con plazas libres...


 

viernes, 17 de julio de 2015

De tertulia

 Eran otros tiempos
La palabra "tertulia" ha sufrido una singular evolución en nuestro idioma. Hace un siglo llamábamos así a aquellas reuniones de poetas, escritores, políticos y demás sofistas con levita, que echaban la tarde en los cafés de la época parlamentando sobre todo lo divino y humano. Hubo tertulias famosas que giraban en torno a un personaje público, con espectadores, copa y aroma de habanos. Y hubo cafés célebres, como el de Gijón, donde, en torno a las tertulias, vegetaban artistas incomprendidos, poetas incomprensibles, oradores en paro y bebedores por cuenta ajena. Lamentablemente aquellas tertulias ya son historia.
Durante algunos años la palabra desapareció. A punto estuvo de caerse del diccionario e ingresar cadáver en el depósito de los arcaísmos. Hasta que un día Luis del Olmo inventó las "tertulias radiofónicas", y todas las emisoras se llenaron de opinadores a sueldo. Desde entonces, el dial está abarrotado de tertulias deportivas, taurinas, políticas y del corazón. Me refiero a esos cenáculos de cotillas lenguaraces que han convertido el insulto, la palabra soez y la difamación en el género literario de moda.
Claro que hay otro tipo de tertulias. Hablo de reuniones de familia, con la televisión apagada, sin Internet a la vista y con los móviles desactivados. No necesitan público, ni es necesario levantar la voz. En ellas se habla de cualquier cosa, pero no se discute. Hay charlatanes y "escuchatanes", pero todos comparten el mismo ecosistema de afecto que convierte la reunión en uno de los momentos más gratos del día.
Me preguntaréis que a qué viene todo esto. Resulta que ayer fui invitado a una de esas tertulias. No había café, copa ni puro, pero sí un centenar de chavales llegados de Madrid para participar en una convivencia de verano.
—¿Y a eso le llamas tertulia?
Así la llamaron ellos. En realidad hablé yo solo, pero los chavales escuchaban con tanta atención las historias de Roma y Gaztelueta, que se nos pasó el tiempo en un suspiro.
Y la "tertulia" propiamente dicha empezó después.

 

jueves, 16 de julio de 2015

La mejor hora


Un conocido periodista, que ejerce de locutor radiofónico, asegura a las siete de mañana que "ésta es la mejor hora para oír la radio". Quizá diga "escuchar", no estoy seguro; pero yo aprovecho para apagar el receptor del coche. He llegado a Las Arenas y me dispongo a dar un largo paseo costeando el Abra. Ésta es la mejor hora para cualquier cosa. Incluso para oír la radio sin escucharla con demasiada atención, no sea que me invada la melancolía. 
En Guecho tenemos 19 grados y una brisa suave que viene del mar envuelta en la bruma. Otros paseantes con atuendos más adecuados que el mío me superan por la izquierda. Hay quien corre y quien se arrastra por el asfalto, pero nadie dice ni pío. Ésta es la mejor hora para ir en silencio. O para rezar el rosario, que es lo que yo hago.
Ya está todo dispuesto en el puerto para la Procesión de la Virgen del Carmen. La bruma se retira lentamente y emerge el Serantes.
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martes, 14 de julio de 2015

La ola


Parece que hay una ola de calor africano. El calor, ya se sabe, viene siempre del sur. Es un inmigrante sin cayuco, que salta todas las barreras de Europa cada verano y no se deja repatriar por más que las leyes lo exijan.
El domingo, sin ir más lejos, prediqué un retiro en la cripta de Tajamar —"allí estarás fresquito, no te preocupes", me dijeron—; pero la ola se coló hasta las profundidades de la capilla y terminé empapado en sudor.
Aquí las cosas son diferentes. La ola no llega a Bilbao. Un edredón de nubes familiares envuelve el paisaje de madrugada, y la brisa del cantábrico expulsa al fuego inmigrante.
Llego a Gaztelueta y pregunto a Curri por el director:
—Se ha ido a coger olas.
Quién pudiera surfear la ola africana y cabalgarla para domar sus malos instintos.
La playa de Ereaga está abarrotada de bañistas. Se conoce que el terrorismo meteorológico que practica la agencia estatal de anticiclones y borrascas les ha hecho creer que hace muchísimo calor y no tienen más remedio que sumergirse en el mar.
En la calle Mayor de Las Arenas me encuentro Juan, al que no veía desde hace cuarenta años.
—¡Estás como siempre! —me dice, mintiendo—.
—Pues anda que tú… Por cierto, ¿quién eres?
Ahora se llama Jon. Al parecer, otra ola llegada Dios sabe de dónde ha cambiado los nombres de las personas y de las cosas y ha colocado la letra k por todas las esquinas del lenguaje.
Me dice Kloster que la letra k es la más griega del abecedario; también la más europea, la más clásica de todas. Por tanto, la más ajena al ajena al vascuence original.
—No sé, amigo. Yo de estas cosas no entiendo mucho, pero reconozco que, cuando vi que la playa de la Concha se había convertido en "La Kontxa",  me dio un ataque de risa melancólica.
Hace años uno no se atrevía a escribir estas cosas, porque siempre había alguien en mi pueblo que se enfadaba. Ahora, no sé si gracias a la ola, todos van recuperando el sentido del humor. 
Me dice Jon que hace muchísimo calor y que podíamos tomarnos unas cañas con un pintxito de algo.
—Vale, amigo. Hay que superar estos 25 grados de máxima que nos ha traído la ola.


domingo, 12 de julio de 2015

La objeción de conciencia

Hace demasiado tiempo que no me hago eco de algún artículo de mi sabio tocayo García-Máiquez. Hoy, aprovechando que mañana celebra su santo (y yo el mío), os invito a leer el que ha escrito en el Diario de Cádiz. Es estupendo, como casi todos los suyos, aunque quizá más de uno se pregunte ¿Conciencia? ¿Se puede saber qué es eso? El artículo comienza así: 
EL Tribunal Constitucional ha fallado a favor del farmacéutico sevillano Joaquín Herrera Dávila. La Junta de Andalucía le había puesto una señora multa por negarse a vender la píldora del día después, de efectos abortivos. La noticia es excelente porque nos perfeccionamos como sociedad cada vez que el Derecho abre un resquicio de libertad entre su maraña de leyes.
Y sigue...

jueves, 9 de julio de 2015

Las cotorras no tienen papeles

 El CIS, tras complejas investigaciones sociológicas, ha concluido que, para descansar, lo que más nos gusta a los españoles es ir-por-ahí-a-dar-una-vuelta. Ignoro cuánto se han gastado en realizar el estudio de campo, pero yo se lo habría dejado a muy buen precio y habríamos llegado a la misma conclusión.
Dar una vuelta, un garbeo, un voltio, un paseo —que de mil formas puede decirse— es saludable deporte para las noches de verano, cuando la calor se aplaca, la cerveza refresca, las estrellas tiritan en el cielo y los pájaros escuchan en silencio los gritos fantasmales de las rapaces nocturnas.
No entiendo por qué no están abarrotadas las calles de Riaza a esta hora. En mis años sevillanos recuerdo muy bien que las diez de la noche era la hora de salir, la hora del pescaito frito con cruzcampo, la  hora de las guitarras en la Plaza de doña Elvira y del jaleo flamenco junto al Río.
Por entonces yo aún no había descubierto los pájaros. A duras penas distinguía un gorrión de una paloma torcaz. Hoy, a falta de juergas flamencas, me conformo con despertar a las aves de la zona y conversar con ellas sobre los temas de actualidad: Grecia, Iker Casillas, la ola de calor…
Confirmo que, en efecto, las cotorras están invadiendo esta zona de Castilla la Vieja. Ignoro si son argentinas o cotorras de Kramer, porque aún no he tenido ocasión de observarlas de cerca, pero en todo caso, se trata de inmigrantes ilegales sin papeles, que chillan para hacerse notar, resisten todos los climas y comen como limas en cualquier ecosistema. Me pregunto si habrá que repatriarlas como a los subsaharianos y devolverlas a sus países de origen alegando que perturban nuestro precioso ecosistema europeo. No parece fácil: poner puertas al campo es complicado, pero aún lo es más ponerlas en el Cielo.
Ya veis. Tengo poco que decir. Las aves, por regla general, son tímidas, escondidizas y de pocas palabras. Hoy las cotorras me han hecho pensar en los inmigrantes que se agolpan en las costas de Italia, sin más papeles que el hambre. Queramos o no, entrarán hasta el fondo. Y a lo mejor limpian la atmósfera sucia de este viejo continente.
Los países caen, los imperios desaparecen, las grandes alianzas se fragmentan. Sólo Cristo permanece y se renueva por los siglos de los siglos.


martes, 7 de julio de 2015

Opiniones y opinantes

Me dice uno de mis anónimos de cabecera, que no es democrático censurar los comentarios que hacen los lectores del globo porque "todas las opiniones son respetables".
No, ignoto amigo. Los "opinantes" sí que son respetables; las opiniones..., depende. Algunas dan tanta risa que no puedo respetarlas en absoluto; sobre todo las que versan, no sobre lo publicado en el globo, sino sobre el redactor; o sea, sobre mí mismo, ya que soy la mar de susceptible.
A pesar de todo, respetaría al opinante, e incluso publicaría sus ingeniosas ofensas con tal de que diese la cara. A los anónimos, ni agua.
Tienes razón; esto es escasamente democrático, pero me importa un rábano: mi globo y yo somos así, chaval.

domingo, 5 de julio de 2015

El Prelado del Opus Dei, en Burgos

Hace unos días el Arzobispo de Burgos, Mons. Gil Hellín, bendijo en Burgos la nueva Parroquia de San Josemaría Escrivá.
El Prelado del Opus Dei celebró la Santa Misa una semana después. 

Bomberos al sol



Como hace el calor propio del verano, pero la Agencia Estatal de Meteorología sigue aterrorizando al personal y nos insta a beber kilolitros de agua, a no salir de casa, a ponernos protector solar y a escondernos debajo de la cama, no me atrevo a caminar demasiado y cojo el coche para acercarme al pueblo.
Riaza está abarrotada de "finderos". Así llama Mónica —una de las adolescentes más intrépidas que conozco— a los que se escapan de la ciudad los findes, se ponen la camisa más arrugada del armario y exhiben buena parte de su organismo gracias a unos pantalones-pirata, reserva de 2010, conservados sin planchar desde el verano anterior.
En el bazar de la prensa hay una multitud de finderos. Uno de lo más elegantes me da un empujón sin previo aviso, me desplaza del mostrador para ocupar mi puesto y me dice:
—Perdona, tío, pero tengo prisa.
Mi presunto sobrino paga los dos euros y medio del periódico y sale corriendo, supongo que por alguna urgencia gastrointestinal. No se me ocurre otra razón.
Camino de la Plaza, vienen hacia mí cuatro niñas de unos diez años. Una de ellas, la más descarada, me mira con asombro y exclama:
—¡Ahí va; eres cura!
—¿Cómo lo has adivinado?
—No sé…, porque vas así…
Aprovecho la ocasión para contarles un viejo chiste:
En un bar entra en cierta ocasión un sujeto, se acerca a la barra y pide un vaso de vino. El tabernero responde:
—Con mucho gusto, señor bombero.
El cliente, admirado, dice:
—¿Cómo ha sabido que soy bombero?
—Es cuestión de experiencia… Por el aire marcial, el gesto, el tono de voz, la forma de apoyar el codo en el mostrador, la sonrisa… Y el casco, la manguera, el hacha…
Las niñas se ríen, y mi interlocutora dice sólo:
—Jo. Pues pasarás calor…



viernes, 3 de julio de 2015

Breve excursión nocturna


Son las diez. Después de preparar la meditación y las clases de mañana, salgo de casa para dar un paseo por los alrededores. Cojo la linterna del coche porque voy a caminar por senderos no asfaltados en el bosquecillo que hay a cien metros del albergue. Me acompaña la luz de la luna y el silbo rítmico de un autillo.
Los caminos están sedientos y agrietados. Quizá debería haberme hecho con un bastón para evitar traspiés. La temperatura es muy agradable; quizá 20 ó 22 grados. Sopla una brisa del sur, tibia y reseca, que presagia una noche calurosa, también aquí, a más de mil doscientos metros de altura.
De pronto, a mis pies se produce un alboroto de plumas y oigo un chillido estremecedor. Un pájaro de buen tamaño, gris, que estaba tumbado en el suelo, se despierta bruscamente y sale volando a ras de tierra. El susto ha sido mayúsculo. Supongo que se trata de un chotacabras, un ave legendaria de costumbres crepusculares, difícil de ver, que ronda los rebaños de ovejas al anochecer y las libra de los insectos parásitos.
Decido regresar. Por un momento había pensado buscar al autillo y sacarle una fotografía , pero empiezo a comprender que se trata de una misión imposible.
Once de la noche. En el pequeño oratorio de mi casa, termino de rezar la liturgia de las horas y hago el propósito de despertarme temprano para ver desayunar a los pájaros del jardín.
 

jueves, 2 de julio de 2015

33 grados en Riaza


Según los expertos por mucho que repitamos "¡qué calor!" no conseguiremos que baje la temperatura un solo grado. Y si decimos "cuando en Riaza hace este calor, imagínate en Madrid…", tampoco.
—¿Y si exclamamos llenos de alegría "oye, ¡qué fresquito más agradable!"?
—Entonces sí. Llegará un pingüino de la Antártida y nos abanicará el cutis con sus alitas como premio a nuestro optimismo meteorológico.

¿Solo?

Cuando me preguntaste por teléfono si estaba solo, te respondí que sí. Añadí que podrías venir a almorzar en casa conmigo.
—Debo predicar un retiro, pero, a partir de las cinco, tendremos todo el tiempo del mundo para hablar sin que nos moleste nadie. Estoy solo —repetí—.
Dos horas después me volviste a llamar para contarme que tu mujer se había puesto enferma y que no podrías acercarte a Riaza.
—Lo siento en el alma —dijiste—. Tengo verdaderas ganas de charlar con usted. Lo necesito. A ver si otro día me paso por ahí para que no esté tan solo.
Media hora más tarde, en el pequeño oratorio que hay junto a mi habitación, comprendo que la mía es una "soledad" envidiable. Tengo al Señor al alcance de la mano. Es cierto que se esconde, pero sé dónde está, y juega conmigo —y yo con él— cada mañana y cada tarde desde el Sagrario.

—¿Solo? No, amigo, te engañé: estoy muy bien acompañado. Si vienes a verme te lo explicaré con más detalle.