sábado, 31 de agosto de 2013

Patxi


Nos encontramos en Pamplona hace poco más de un mes. Yo estaba a la espera de que me llamaran para una consulta médica en la Clínica Universitaria y me entretenía leyendo el periódico. De pronto noté que alguien se sentaba a mi lado y trataba de leer lo mismo que yo apoyando la barbilla en mi hombro.
―¡Patxi!
Tenía la misma cara de niño.
―¡Cuánto tiempo…!
―Cuatro días, no exageres ―me contestó―. Nos vimos hace…, no llega ni a diez años.
En tres minutos me puso al día. Se había jubilado, sin júbilo, como profesor de la Universidad y tenía más trabajo que nunca. Me dijo que estaba muy bien de salud, "como una rosa con cataratas" y que iba a visitar a don Carmelo, un sacerdote anciano e ilustre canonista, que estaba ingresado en la clínica.
―Dentro de unos días cumpliré 30 años de sacerdote.
―Eres un chiquillo ―le contesté―; yo cumplo 44 a fin de mes.
Me preguntó por mi madre; me recordó los años de Barcelona cuando jugábamos a ser periodistas en la revista “Diagonal”; me habló de cinco o seis amigos de aquella época y se fue a toda velocidad después de encadenar un par de chistes que ya he olvidado.
Hoy me entero de que Don Francisco Domingo Uriarte ―Patxi― acaba de fallecer repentinamente. Esta mañana se ha celebrado su Funeral en el Colegio Mayor Aralar.
Patxi y yo éramos de la misma edad, pero siempre pensé que él era más joven, y no sólo por su cara de niño. Me asombraba su carácter jovial, sus reflejos para gastar una broma al hilo de la conversación más solemne; su espíritu deportivo, su extraordinaria memoria que recordaba todo lo bueno y olvidaba lo malo. Y esa sorprenderse habilidad para crear la figura de papel que uno le pidiera con un pedazo de periódico.
Me resulta difícil pensar en Patxi sin sonreír. Fue un gran cura: “la alegría de la casa”. ¿Qué más puedo decir? ¿Qué más se puede pedir de un cura?

Balduino, más que un rey





Querido Balduino (*), Majestad.
Ya sé que no son formas de dirigirme a un rey, pero es que me hace mucha ilusión tutearte, y me consta que en el Cielo no os preocupan demasiado los protocolos que gastamos en la tierra. Tú, además, al marcharte de este mundo, te convertiste en amigo íntimo de quienes te conocimos y apreciamos aquí abajo aunque sólo fuera por la prensa o la televisión. Muchos ciudadanos de tu reino y otros que no lo son conversan contigo todavía gracias al watshapp infalible de la oración.
Bélgica es un país pequeño con una historia grande y una cultura admirable. Es la patria de detectives geniales como Maigret y Hercules Poirot, de aventureros como Tintin, su perro Milú y los Pitufos. Habéis tenido grandes artistas, como el genial cantante Jacques Brel y santos como Damián de Molokai. Yo confío en que, dentro de pocos años, se añada tu nombre a ese amplio elenco de bienaventurados.
Te hemos recordado mucho estos días, querido Balduino. Has vuelto a salir en la prensa con motivo de la despedida de tu hermano Alberto, que renunció al trono por sorpresa en el mes de julio. Los medios, para ilustrar la noticia, tiraron de archivo y recordaron aquella otra abdicación de ida y vuelta que tú protagonizaste el 3 de abril de 1990 y que duró 44 horas.
Fue sólo un gesto, de acuerdo; pero tan estruendoso que estremeció la conciencia de esta Europa banal y sin principios que parece haber olvidado sus raíces y sólo piensa en la pasta.
Recordémoslo una vez más. El Parlamento belga había aprobado una ley que despenalizaba en parte el crimen del aborto; pero para que la norma entrase en vigor era precisa la sanción real. Sólo faltaba una firma, una firmita de nada, la tuya, y, a juzgar por las crónicas, daba la impresión de que no tenías alternativa; la voluntad popular había hablado y la rúbrica del rey debía ser puro trámite.
Te recuerdo ahora como eras entonces; parecías ―perdóname― poquita cosa, un ser insignificante. Nada que ver con los reyes y príncipes glamurosos que llenan las portadas de las revistas del corazón. Con tu aspecto serio, tus gafas vulgares de maestro de escuela y tus ademanes de hombre aparentemente tímido, ¿quién podía sospechar que serías capaz de decir “no” con tanta energía?
Explicaste entonces que, en conciencia, no podías refrendar una ley que iba en contra de los principios más sagrados que están en la base de la civilización occidental. Y a los que sostenían que tenías obligación constitucional de estampar tu firma, respondiste que tu mano no era un tampón. Ninguna ley podría obligarte a actuar contra tu conciencia.
Una parte de los políticos europeos y la prensa más radical te pidió entonces que abdicaras. Si no eras capaz de cumplir con la constitución por un “escrúpulo religioso”, no pintabas nada en esta nueva Europa, laicista, sin más principios morales que los que dictara en cada momento el consenso de los parlamentos.
Y volviste a decir “no”. Tampoco estabas dispuesto a huir. Escaparse habría sido demasiado cómodo, pero no podías traicionar a tu pueblo ni dar la espalda a tu vocación. Sabías que Dios te había elegido para ser santo en medio del mundo y defender, desde el lugar que te había reservado la historia, unos principios éticos sin los cuales el mundo se iría a pique.
Y abdicaste sólo por unas horas, las justas para que otro ratificara aquella ley inicua. Dos días después, el Parlamento no tuvo más remedio que aceptar tu regreso, porque eras el político europeo más querido por la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Lo cierto es que, cuando falleciste, toda Bélgica se sintió removida, y en el mundo entero miles personas corrientes que nada tenían que ver con Bélgica acudieron en masa a las embajadas de tu país para firmar en los libros de pésame.
Y hasta los defensores sinceros del aborto libre y los republicanos belgas tuvieron la gallardía de reconocer que fuiste más que un Rey, un hombre de una pieza.
 (*) Balduino de Bélgica (Baudouin Albert Charles Léopold Axel Marie Gustave; Laeken, 1930 – Motril, 1993) fue el quinto rey de los belgas, entre 1951, y 1993. No tuvo hijos y le sucedió su hermano, Alberto II. El pasado 31 de julio se cumplieron 20 años de su muerte,





viernes, 30 de agosto de 2013

Las historias de don Fernando (X)

Una mujer de cuarenta años sufrió un ataque al corazón y fue hospitalizada de urgencia.
Mientras la operaban tuvo una experiencia preternatural. Vio a Dios y le preguntó:
―¿Ha llegado mi hora?
―Aún no ―respondió el Señor―;te quedan otros cuarenta años, dos meses y ocho días”.
Tan contenta se quedó con la respuesta que, en cuanto salió del hospital, decidió hacerse un estiramiento facial, una liposucción y  una abdominoplastia. Con tanto tiempo de vida por delante, valía la pena hacerse unos retoques.
Mala suerte: nada más recuperada de la última operación de cirugía estética, al cruzar la calle la pilló una ambulancia, murió y se encontró de nuevo ante Dios.
―¿No me dijiste que tenía otros cuarenta años de vida? ―le preguntó― ¿Por qué no impediste que me atropellara la ambulancia?
Dios le respondió:
―Chica, ¡es que no te reconocí!

Tuneados


El Diccionario de la Academia sólo admite el verbo “tunear” en la acepción, ya moribunda, de “hacer el tuno o el pillo, o comportarse como tal”. Nada dice del sentido más moderno de este término. “Tunear” significa personalizar una máquina ―un coche, una moto, un ordenador― para adaptar su aspecto externo a la personalidad de su dueño.
Los automóviles tuneados tienen, entre otras ventajas, una protección adicional contra ladrones. Ningún caco se atrevería a robar un automóvil de tres colores metalizados, con un par de cuernos de reno sobre el motor y guardabarros fosforescentes. Imposible ocultar a la policía un robo semejante.
Aunque la mayor parte de los tuneadores tienen un gusto mejorable y, con el debido respeto, podrían ser calificados de horteras urbanos sin curación posible, ellos suelen sentirse la mar de satisfechos con sus travesuras estéticas, especialmente en los automóviles.
Todo esto es conocido. El problema es que el “tuneo” está de moda y los tuneadores se están pasando. Ya no les basta con tunear la moto, el ordenata o la escopeta de caza. ¿Por qué no tunear et propio pellejo y adaptarlo a nuestro modo de ser?, se preguntan.
Así llegaron los tatuajes. No me refiero al tatuaje discreto, más o menos tradicional, de quien se pinta una mariposa en el hombro o un corazón con el nombre del amor de su vida. A mí estas cosas me conmueven. Hace años escribí en algún sitio que el tatuaje es lo único indisoluble que nos queda, después de haber trivializado el matrimonio con el divorcio exprés.
El tuneo epidérmico es otra cosa y renuncio a describirlo. Las fotografías son suficientemente expresivas. Hay miles como éstas en la red.
Ayer, en mi viaje de vuelta a Madrid, traía a mi lado otra pareja, como la de Ángel y Gorda, sólo que mucho más horterillas, los pobres. Les saqué un par de fotos, que no me atrevo a publicar, más que nada porque creo que necesitaría su autorización. Los dos se parecían en algo: eran feos de concurso. Ella, larguirucha y de nariz prominente, se había cortado el pelo al cero y conservaba sólo una trenza que le salía de lo alto del cráneo como el humo negro de una chimenea. Él, ligeramente estrábico, llevaba el pelo teñido de amarillo chillón.
Estoy mirando ahora mismo la fotografía que les saqué a traición y trato de encontrar un centímetro cuadrado de piel que no esté tuneado. Hay detalles divertidos: él, por ejemplo lleva un lápiz tatuado detrás de la oreja y un reloj de colores en la muñeca, que marca las 10 y diez.
Supongo que ninguno de los dos estaba contento con su piel; se veían feítos y trataron de arreglarlo en un ataque de adolescencia. Y es una pena, porque el reloj de la vida no está tatuado; sigue corriendo y, cuando menos lo piensen, se mirarán al espejo y verán solo un par de ancianos tuneados llenos de arrugas.


jueves, 29 de agosto de 2013

Un "feliz vuelo"

Eso es lo que nos desearon las azafatas nada más subir al avión que nos llevaría a Madrid. Yo supongo que la felicidad se parece poco a un viaje como éste, pero, al menos sobrevivimos sin más incidentes que los habituales. Hoy contaré uno. 
Aún no habíamos despegado y estaba yo “poniendo mis objetos personales debajo del asiento delantero”, cuando observé que justo al lado de mi zapato derecho habían aparecido dos enormes pies desnudos. A juzgar por la posición tendrían que ser míos, pero evidentemente no lo eran. Pertenecían a un tipo gigantesco que ocupaba el asiendo de atrás y que parecía recién salido de la playa a juzgar por su breve indumentaria. El sujeto había decidido echar una cabezada mandando sus extremidades por delante hasta el asiento del menda.
Para evitar el espectáculo sólo tenía dos opciones: darle un buen pisotón por invadir mis aguas territoriales o recurrir al diálogo. Opté por la vía diplomática:
―Perdone, ¿estos pies son suyos o míos?
El tipo no hizo el menor amago de retirarlos.
―¿Eh…?
―Veo que los tiene bastante limpios, amigo. Y estoy seguro de que el resto de su organismo también está bien lavado, pero le agradecería que los retire hasta su zona de influencia, no sea que le pise sin querer.
Los pies en cuestión sólo hablaban inglés, pero entendieron mi postura y recularon.
El sujeto tatuado, cuya pierna izquierda aparece en la foto, declaró:
―¡Bien dicho!
Mañana continuaré contigo, colega

miércoles, 28 de agosto de 2013

Vuelvo a tierra firme

Mañana a las 2 de la tarde, hora canaria, vuelo hacia Madrid con el Teide en la mochila, un lagarto en el bolsillo y un loro subido a la chepa. 
El jueguecito de ayer ha terminado con división de opiniones entre los pocos lectores que me quedan: un 38% asegura que en la primera foto he borrado el Teide, que tenía que estar al fondo. Un 23 % dice que, en realidad, el Teide de la segunda foto es falso: lo habría añadido yo con nieve y todo. Un 15 % cree que el tipo del fondo se ha subido al Teide y ha escapado del cuadro.
Así es si así os parece, que diría Pirandello. Felicitaré de vuestra parte al Fotochopeador que ha realizado el trabajo. Hoy he dado mi último paseo por "Los Cristianos" con un personaje muy especial que conocí en el aeropuerto de Barajas diez minutos antes de embarcar hacia Tenerife. Le he enseñado el globo en el IPad y casi se ha ofendido:
--¡No has dicho nada de mí!
--¿Crees que habría sido discreto?
Me da la razón. No hay que contarlo todo, pero casi me ordena que escriba lo siguiente: "Globeros, recen mucho por un obispo latinoamericano, que necesita toneladas de oraciones".
Yo no añadiré más.

martes, 27 de agosto de 2013

Los bonitos pasatiempos del globo

 Encuentre las cuatro diferencias



lunes, 26 de agosto de 2013

El Cielo y el Purgatorio


Reflexiones de una teóloga de 11 años

Marta tenía esa edad, en efecto, cuando en el colegio Guaydil de Las Palmas le encargaron una redacción sobre el infierno y el Purgatorio. Cualquier otro alumno se habría limitado a contar lo que dice el catecismo y poco más (o menos). Marta no. Ella es una gran lectora y tiene una imaginación desbordante. Como además le gusta escribir, prefirió redactar  un relato precioso que tengo el honor de publicar ahora.
El abuelo de Marta, que se llama Paco y es amigo mío, me dice que todos "se lo tomaron a chufla", incluida la profesora. Me resisto a creerlo. Seguro que ya se han dado cuenta que la "teología-ficción" de esta singular escritora revela un talento fuera de lo común. 


Cuando me morí vi dos puertas en una había una i de infierno y en otra una p de purgatorio. Me metí por la de la p .Cuando entré había un guardia que me dijo: buenos días querida alma, pase por aquí, Te da un cartelito en el que pone: visitante: tiempo indefinido y te da un mapa turístico de la zona. Luego pasas por una tiendita de regalos en el que te puedes comprar cositas monas luego ya te suben a una de esas cintas como las de las maletas y luego va ahí durante un ratito y si alguien reza por ti una maquina te coge y te mete una moneda dentro y te vuelve a poner en la cinta. Después de un tiempito en la cinta llegas al final de la cinta y te encuentras con dos ángeles vestidos de guardias y también hay una máquina donde metes la tarjetita de visitante y si la lucecita te sale verde te cambian la tarjeta de visitante por una que pone gracias por su visita y te  dan una bolsita de regalo y un álbum con las fotos que te han hecho mientras estabas en la cinta. Pero en cambio si la lucecita sale roja otra máquina te transporta a otra cinta en la que unos ángeles con pinta de amables pero que en realidad no lo son, te sientan en una silla la verdad que un poco incómoda (casi tan incómoda como las de las salas de espera del materno) y te empiezan a frotar, y después de cómo dos horas de limpieza del alma vuelves a empezar el recorrido, y así hasta que salga la lucecita verde. Yo el cielo me lo imagino como una gran ciudad. En la que tienes varias casitas como las de Hansel y Gretel  pero sin la bruja, bueno varias no muchas hadas madrinas como las de cenicienta. También con varias calles Triana y varias puertas del sol en las que pagan y siempre tengan lo que buscas. Bueno es que el cielo yo me lo imagino en dos partes 1ª parte la gran ciudad y 2ª parte el paraíso. En el paraíso me imagino Dios sentado en la butaca del padre de Brave ( la película) y también me lo imagino con muchos ángeles sentados en los aparatitos que vimos en el video de cono pero un poco más modernos y con fotos de su familia, diplomas etc. ... (de decoración)Y me imagino que puedes comer todas las chuches que quieras sin que tu madre este diciéndote por el otro lado: Fulanita no comas tantas chuches que se te van a picar los dientes y te van a tener que poner empastes, sube ahora mismo y lávatelos. También me lo imagino como un hotel precioso que hay en Madrid que es bonito, bonito, bonito. Y también me lo imagino como el mejor sitio para estar al lado de Dios.
Marta Delgado González,
De  6ºA del Colegio Guaydil de Las Palmas

El anuncio del lunes

Ikea trata de tocarnos la fibra sensible con su último spot publicitario. Bajo el nombre “Empieza algo nuevo” se nos pinta a un abuelete como la imagen misma de alguien que puede empezar de cero. Da igual el pequeño gesto que elija para hacerlo, pero el caso es empezar. La marca sueca a lo mejor convence a sus clientes suecos. A mí esta  peliculilla me parece tan aburrida como ineficaz. No me imagino a mí mismo con una silla de plástico debajo del brazo para demostrar que se puede empezar de nuevo. 



Este otro anuncio me gusta más, aunque solo sea por la música.

domingo, 25 de agosto de 2013

Visitar a los presos


 ¿Qué hacen unos pingüinos-rey como vosotros en un sitio como éste? (*)
Termina el domingo y no he tenido un minuto libre para mi línea diaria del globo. Tampoco para el libro que llevo siempre en la mochila cada vez que hago una escapada. Me consuela pensar que a mi tocayo poeta le pasa lo mismo.
Hoy he estado en Santa Cruz. Mañana, si Dios quiere, cumpliré una obra de misericordia: visitar a los presos; a los pájaros presos en “Loro Parque”, que es una cárcel de lujo para aves tropicales. Al parecer los clérigos podemos entrar gratis, igual que en las cárceles convencionales. ¿No os he dicho muchas veces que es grande ser cura? Los laicos pagan 30 euros.

(*) No acabo de creerme que los pingüinos sean aves. Estos tipejos  gorditos más bien parecen focas ataviadas para un baile de disfraces.


sábado, 24 de agosto de 2013

A vista de pájaro



Charlaba con un buen amigo de mi tierra sobre lo que entonces era la primera preocupación de casi todo el mundo: el terrorismo, los nacionalismos excluyentes, el patriotismo, etc. Yo le hablaba de mi desconcierto ante el cambio de mentalidad que, en mi opinión, se había producido en algunos estratos sociales del País Vasco durante las últimas décadas y, sobre todo, ante la rabia y la crispación con que se defendían determinadas posturas los radicales.
―Me temo ―le dije― que estamos perdiendo hasta el sentido del humor.
Mi amigo, recién convertido a eso que ahora llaman “soberanismo”, parecía no tener muchos argumentos cuando se limitó a concluir:
―Para entender esto hay que vivir aquí.
Me dejé tentar por la ironía:
―Tienes razón; al llegar a la Meseta el cerebro se atrofia.
No sé si le pedí perdón por mi impertinencia; pero desde entonces he pensado muchas veces en la afirmación de mi amigo, y cada día estoy más persuadido precisamente de lo contrario: para entender algunas cosas hay que verlas desde lejos.
Hay una lejanía en el tiempo que es necesaria para que los árboles ―las noticias que nos agobian cada minuto― no nos impidan ver el bosque de la historia, y hay una lejanía en el espacio que ayuda a cobrar perspectiva, a situar cada acontecimiento en su sitio.
Escribo desde Tenerife, una isla preciosa y lejana. Enciendo la radio, pongo la tele, leo la prensa y casi todas las noticias son locales, de aquí mismo. Salgo a la calle, hablo con las gentes y veo que son amables, encantadores; hablan con una música dulce que sintoniza muy bien con la letra de lo que dicen. Yo sé que no estoy en el Paraíso, pero miro hacia la Península y no entiendo nada: no entiendo el odio de una masa de presuntos agraviados que insultan a una mujer que está en la UCI por un accidente de moto. Veo también el espectáculo de unos políticos que tratan de ensuciar el dolor de las víctimas de dos accidentes transformando la pena en rabia, en rencor y en guerra ideológica. Dicen que no quieren olvidar y parecen dispuestos a que la memoria alimente la lucha. Necesitan tensión, odio y más sangre.
¿Tendrá razón mi amigo cuando afirma que  hay que vivir allí para entenderlo? Creo que no. Quizá sea preciso vivir allí para contagiarse, pero desde lejos es más fácil diagnosticar la enfermedad, que en este caso es grave.
Dentro de unos días estaré de nuevo en Madrid. Y pido al Señor que me enseñe a ver las cosas a vista de pájaro aunque viva a ras de tierra. Dios, que está junto a nosotros de continuo, también nos contempla así desde lo alto del Cielo, con una mirada penetrante y llena de compasión.
 
 

viernes, 23 de agosto de 2013

Madrid 2020


Los típicos madrileños siempre nacen en otro sitio. Yo, por ejemplo, vine a este planeta en Bilbao, más conocida como la Urbe, pero soy tan madrileño como mi Arzobispo, que es gallego. Yo creo que hace 50 años aquí no vivía nadie. Los chicos y chicas madrileños que he tratado durante estas últimas décadas, siempre tenían padres de otro sitio. Lo bueno de esta ciudad es que admite la doble nacionalidad. Incluso la triple o cuádruple. Uno puede ser al mismo tiempo madrileño, bilbaino, valenciano, romano, sevillano del Betis, gijonés...
--O sea, universal.
--No, querido Kloster. Soy un buen patriota de todas mis patrias. Mis raíces se hunden en la tierra, no vuelan por el universo. Universal sólo en un sentido: me niego a sentirme diferente de mis vecinos. Aborrezco las fronteras.
Ayer, por ejemplo, vi en la tele el homenaje a Raúl y me emocioné como si el Real Madrid me importara algo. Ahora se va a decidir si Madrid será sede olímpica en 2020, y yo estoy a favor, porque es mi pueblo y soy un tipo vulgar que no entiende nada de economía. Ignoro si será bueno o malo que esto se llene de atletas dentro de 17 años y no quiero abrir un debate ahora sobre esta cuestión. Pero me gustan estos dos vídeos, y los pongo aquí antes de que nos digan que no..., o que sí.


jueves, 22 de agosto de 2013

Una vuelta a la isla

 Crónica breve y apresurada


Desde el centro de Arona hasta “Los Cristianos” hay apenas seis o siete kilómetros, pero tenemos que descender casi 700 metros para llegar a la playa. Ya dije en otra ocasión que Arona se asoma al mar como un balcón colgado en la ladera del monte.
Mamen, al volante, conduce deprisa, con nervio y seguridad. A su lado va Paco, su marido, el barbado responsable de esta excursión. Paco es de origen gallego, pero está afincado en Tenerife desde hace cuarenta años. Es profesor, escritor y algunas cosas más. También Mamen procede de la Península, de la provincia de Burgos, y tiene una larga experiencia pedagógica.
Comenzamos el periplo de sur a norte por las carreteras del oeste. El paisaje es árido, pero bellísimo a pesar de que hoy la bruma abraza a la isla entera y hay polvo en suspensión llegado del desierto.
―¿Habrá también camellos en suspensión?
En suspensión no sé, pero a mi izquierda veo un “camel park” (hay varios en Tenerife) donde puedes montar uno de esos animalitos.
Llegamos a Alcalá, una localidad turística en expansión, arrimada al mar. Después de una breve pausa, vamos rumbo a “Los Gigantes”, llamado así por los enormes peñascos que caen en vertical sobre el mar. Hoy los gigantes casi no se dejan ver, envueltos en una bufanda blanca bordada con nubes y arena.
Cambia el paisaje bruscamente más o menos a la altura de Tamaimo. Pasamos de Almería a Galicia sin solución de continuidad. Ahora todo es verde, como el de esos pinos canarios en los que seguramente se esconde el pinzón azul. Quizá fue por aquí, o un poco más adelante, donde Mamen me compra una gorra con tres pajaritos bordados en la frente. Queríamos ver desde lo alto el pueblo de Garachico, ya en el norte de la isla, con el océano al fondo, pero a nuestros pies hay un mar de nubes blancas. Así que optamos por tomar una cerveza.
―Nos harán descuento por la bruma, ¿verdad?
El camarero responde que no: las inclemencias meteorológicas no se contemplan en la carta de precios.
Almorzamos en un restaurante típico del Puerto de la Cruz, una localidad preciosa que los turistas, gracias a Dios, no han terminado de descubrir.
―Lo que pasa es que la mayor parte de los turistas sólo quieren sol y playa…
―Pues ellos se lo pierden.
Lo siento, Paco, ya no sé dónde nos detuvimos para hacer la Visita al Santísimo. Era una iglesia blanca con un retablo y un altar barrocos que parecían de plata. 
Son las cinco de la tarde y es preciso poner rumbo sur por la autopista del Este. Ya no hay más paradas; solo el espectáculo del paisaje, el rezo del rosario y la conversación con mis amigos.
El Teide no nos ha perdido de vista en ningún momento del viaje. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mañana lo cuento



Hoy no tengo tiempo.

Paco y Mamen, dos globeros insignes, me secuestraron a las diez de la mañana y acaban de devolverme a Arona después de dar la vuelta a la Isla de Tenerife.
Ha sido un día de bruma y bochorno tanto en el Norte como en el Sur, pero aun así esta tierra tiene un indudable encanto.
A ver si mañana digo algo más.
Antes de entrar en mi cueva, he pasado por el “Jardín Canario” para sacar una foto a su dueña. No he tenido que decirle que sonría. Lo hace siempre.



martes, 20 de agosto de 2013

Los aforismos de Kloster (V)


  1. Dios nos libre de un buen humorista malhumorado.
  2. El verdadero humor no deja víctimas.  
  3. El diablo no tiene sentido de humor. Dios sí; lo inventó Él
  4. La Gracia de Dios embellece el alma; la hace agraciada y también graciosa. María, la Llena de Gracia, fue graciosísima.
  5. Cuando alguien dice que no está para bromas necesita una buena broma con urgencia.
  6. Reírse de un amigo, jamás. Es mejor reír con él.
  7. No tiene mejor humor el que más ríe. Ahí tenéis a Eugenio para demostrarlo.
  8. Un contador de chistes en cadena es una amenaza para la convivencia. Un mal contador de chistes en cadena es una amenaza mucho mayor. Si además el mal contador de chistes se ríe de sus propias gracias, estamos ante una amenaza gravísima.
  9. Entre las obras de misericordia que tendrán su recompensa en el reino de los Cielos una de las más importantes es hacer reír al cenizo.
  10. Quien bien te quiere te hará reír.
  11. Amor con humor se paga.

lunes, 19 de agosto de 2013

El anuncio del lunes

Gran anuncio de la "marca España". De paso, Campofrío se apunta un tanto


Un día de estos tendré que escribi un e-mail a Fofito.

domingo, 18 de agosto de 2013

Un día redondo


A las 11 de la mañana salgo de Arona rumbo a Santa Cruz (80 kilómetros). El Ibiza que alquilé en el aeropuerto y el GPS que me traje de Madrid me llevan a mi destino en menos de una hora. Me confieso ―ya era hora― con Juan Grinda, el cura que aparece conmigo en la foto de 1971 dando la bendición a San Josemaría.
Alguien propone sacarnos otra fotografía en la misma postura 42 años más tarde, pero me niego en redondo: se va a notar demasiado que seguimos siendo un par de chiquillos.
En Taiba, el centro de la Obra donde vive don Juan, me invito a comer. Carlos Morales, poeta y amigo, me dedica su último libro, un trabajo de investigación sobre Cesar Vallejo y la poesía posmoderna. Lo leeré sin falta estos días.
En la tertulia me entero de las últimas noticias, las buenas y las malas; la más dolorosa, el inesperado fallecimiento en Roma de don Flavio Capucci, postulador de las causas de beatificación y canonización de San Josemaría y de don Álvaro del Portillo.
Conviví con Flavio tres años cuando los dos éramos estudiantes de teología. Luego no lo perdí de vista. Ha sido un sacerdote culto, alegre, trabajador, piadoso y fiel hasta el último día de su vida. Leed aquí lo que se dice en la web de la Obra. Yo sólo podría añadir cosas tan personales y afectuosas que hasta por escrito cuesta trabajo decirlas.
De regreso al Sur, hago un alto en Candelaria. La Basílica está de bote en bote. Rezo el Rosario por el eterno descanso de Flavio.
Una vez en casa veo con sorpresa que ha llegado la Telefónica y tengo acceso a Internet. Ya no necesitaré ir al Jardín de Helen, pero habrá que ir a despedirse.
Me recibe con la mejor sonrisa:
―Don Enrique, ¡me ha llegado carta de Goyo!
La leemos juntos en la barra y aprovecho para felicitarla:
―¿Por qué?
―Porque hoy es Santa Elena.
En presencia de dos clientes un tanto achispados, les cuento la historia de Santa Elena, y Helen se conmueve tanto que saca una gran carpeta roja llena de fotografías familiares y me habla de su padre, de cómo lo trajo desde Escocia a Tenerife para que pasara aquí sus últimos meses de vida.
―Tenía parkinson y alzheimer  pero nada más llegar a la isla, revivió; los médicos decían que no llegaría a Navidad, pero vivió dos años más feliz y contento.
Camino de casa, un chaval se encara conmigo:
―¿Verdad que no es usted el nuevo párroco?

sábado, 17 de agosto de 2013

Los aforismos de Kloster (IV)

Reflexiones de un jurista viejo y desconcertado


  1. Hecha la ley, hecha la trampa. Por tanto, leyes pocas; las justas. No sea que se multipliquen las trampas.
  2. Cuando una sociedad pierde sus valores morales exige leyes más duras y jueces implacables. Pero ni las leyes ni los jueces sirven para que un país recobre su dignidad.
  3. La corrupción bien entendida empieza por uno mismo, y esa putrefacción sólo se cura en el Sacramento de la Penitencia.
  4. ¿Para qué un fiscal anticorrupción? ¿No es ésa la función de todos los fiscales?
  5. “¡No hay derecho!” En efecto, no lo hay. A medida que se multiplican las leyes se diluye el derecho.
  6. ¿Quién dijo que este sol es de justicia? ¿De verdad es un castigo? 

viernes, 16 de agosto de 2013

Hoy, ni Pío



Cosas de la red. Sorry

jueves, 15 de agosto de 2013

15 de agosto

 "Los Cristianos". Ayer di un paseo por aquí. Ya no estamos en "alerta naranja", sino en alerta limón.
Son las 8 de la tarde del día de la Asunción. Como todos los años en los centros del Opus Dei hemos renovado la consagración de la Obra al Corazón Dulcísimo de María. También en “Los Roques”. Hace cuatro horas, frente al Santísimo expuesto en la Custodia, la directora del curso ha leído las palabras que redactó San Josemaría en 1951 y que ahora se leerán en muchas lenguas ―no me atrevo a decir cuántas― en toda la tierra.
Yo escuchaba en silencio al otro lado del altar, de rodillas, revestido con sobrepelliz y capa pluvial, y, casi sin darme cuenta, iba repitiendo con el pensamiento la oración que ya me sé de memoria:

…te consagramos nuestro ser y nuestra vida; todo lo nuestro: lo que amamos y somos. Para ti nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestras almas; tuyos somos nosotros y nuestros apostolados. Queremos que todo, en nosotros y en nuestro alrededor, te pertenezca y participe de tus bendiciones maternales…
Luego creo que me distraje mirando más allá de la custodia. Las veintitantas mujeres que asistían a la ceremonia se habían arreglado más de lo normal. Estaban todas elegantísimas, vestidas de muchos colores, como corresponde a una solemnidad tan grande y tan relacionada con la belleza de María.
La Mujer del Apocalipsis que hoy aparece en la primera lectura de la Misa es, sin duda, María Santísima en su triunfo final. Y, según San Juan, estaba deslumbrante: “vestida de sol”. Así tenía que ser: Dios la engalanó con su propia gloria para subir al Cielo.
Cerré los ojos y traté de imaginarla con la corona de estrellas, y se me fue el santo al Cielo. En ese momento empezaron a cantar el Tantum ergo.
 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Mañana, La Candelaria

He dado un paseo esta tarde con el coche y oigo por la radio una entrevista larga con el alcalde de Candelaria:
“La Virgen de Candelaria no toma su nombre del pueblo. Es el pueblo quien lo recibe de la Virgen. Y para mí es un honor presidir un Ayuntamiento que es mariano hasta en el nombre.”
“Sí, es verdad. A veces mi móvil está fuera de cobertura. Lo que pasa es que en la basílica no funciona. Y yo voy por allí cuando puedo. Para hablar con mi Madre no necesito móvil”.
Repito. El entrevistado es el alcalde, no el rector de la Basílica.
Cambio de emisora. Todas las que están a mi alcance hablan de lo mismo: mañana es la Virgen de la Candelaria.
Voy corriendo al jardín canario para escribir estas pocas líneas en el blog. Helen ya me ha preparado un SevenUp con mucho hielo.
35 grados. Al menos no hay calima. 

martes, 13 de agosto de 2013

Mis lectores están en la playa

Alvaro, que a veces firma como un androide, es pajarero y gran fotógrafo. Hoy me envía 4 fotografías estupendas
El globo acaba de batir un récord: ayer tuve el número más bajo de visitantes de los dos últimos años. No es que me preocupe mucho, al contrario. Sé que estáis de vacaciones. Yo no, pero a lo mejor freno un poco el ritmo. Tampoco quisiera dar demasiado la lata a Helen. 
Por cierto, ahora mismo me trae un vaso de agua con hielo. Mañana iré a Santa Cruz.

Secuestrado en una granja


Ocho o diez gallinas de varias especies, diez o doce canarios de distintas razas, dos hurones chicos y tres grandes, cinco o seis conejos, nueve perros, varios gatos, nueve tortugas de agua y alguna de tierra, además de una tribu de chavales imposible de controlar, forman la banda de secuestradores que hoy mismo ha vuelto a delinquir.
A la una de la tarde se ha presentado José María en mi cueva y me ha instado a entrar en el mismo vehículo familiar que me llevó hace días hasta “El dedo de Dios”. Esta vez conducía Hiurma y el trayecto ha sido breve. Pilar, la madre de familia y jefa indiscutible de la tropa, con permiso de su marido, nos recibe en su casa. Giovanni, que es un chaval silencioso con mirada de espía, me enseña los animales de su granja doméstica.
Alguien me trae un pajarito inmaduro que, al parecer, se cayó de una palmera y lo han acogido con gran entusiasmo. Suponen que yo tengo que saber a qué especie pertenece, pero la verdad es que no tengo ni idea; las crías se parecen todas.
―¿Y cómo lo alimentáis?
―Con galletas y agua.
Hemos almorzado entre el alboroto general, croquetas, calabacines empanados, conejo, papas “arrugás” y un postre delicioso preparado por Hiurma. Todo bien regado con tinto de verano don Simón. Yo he tenido a mi lado a Alicia, que sonríe siempre como en la foto.
A las cuatro y cuarto de la tarde los secuestradores me han liberado a la puerta de mi cueva.
 

lunes, 12 de agosto de 2013

Otro anuncio

Tenía que ponerlo, aunque recuerde demasiado al No-Do


El anuncio del lunes


El anuncio es tan antiguo como la idea, pero me gusta.

domingo, 11 de agosto de 2013

Noche de bochorno sin lágrimas


Hemos pasado bruscamente del “calorcito” al “calorazo”, a pesar de que Arona es un balcón que se asoma al mar desde una altura de 600 metros. Me pregunto qué temperatura tendrán allá abajo, entre los bloques de hormigón que rodean la Playa de los Cristianos.
―Mis gallinas van a poner los huevos ya fritos ―comentaba Julián, un cliente del Jardín de Helen―.
Ayer por la noche resultaba difícil conciliar el sueño, y como no me gusta hacer demasiados esfuerzos para conseguirlo, a las tres de la madrugada me vestí de reglamento y salí a la calle con la esperanza de ver las “Lágrimas de San Lorenzo”, las estrellas fugaces que cruzan el cielo estos días.
Pronto comprendí que era inútil. Arona es un pueblo muy bien iluminado. Lástima; habrá que ir a la "Calle de El Medio", donde está la conserjería de "Medio Ambiente" para pedir al alcalde que mañana apague los faroles un par de horas.
A las seis y media volví a la calle para preparar el retiro sentado en un banco del parterre que hay junto a la iglesia. Mi sorpresa fue encontrar allí a un chiquillo de doce o trece años chateando ―o eso parecía― con su móvil.
―¿Qué haces?
―Nada… Esperando.
No quise indagar. ¿Qué se puede "esperar" a esas horas de la madrugada?
A las ocho y media, en la primera meditación del retiro, hablé de la vocación divina, “la cercanía de Dios”, como la definió así. A las once, la virtud de la obediencia, un misterio que está en el centro mismo de la Redención obrada por Jesús. Y, por la tarde, la Eucaristía como Regalo y Prenda de vida eterna.
Mientras predicaba me acordé de la tarjeta de embarque que tendré que sacar por Internet un día antes de volar a la Península. La Eucaristía es mucho más que eso, desde luego, pero me sirvió como metáfora.
¿Y las lágrimas de San Lorenzo? Dicen que mañana por la noche es el mejor momento para verlas y que Tenerife es un lugar privileguado, pero me temo que ellas no me verán a mí, porque estaré en la cama dormido como un tronco
 
 

sábado, 10 de agosto de 2013

Se me aparece Moisés

 "El dedo de Dios" y el Teide
Había planeado dedicar la tarde a estudiar, pero nada más instalarme en el escritorio suena el teléfono fijo.
―¿Enrique?
―Sí…
―A que no sabes quién soy.
―No. ¿Y tú, lo sabes?
Risas al otro lado del teléfono.
―Claro; ¡soy Moisés!
Hay nombres que no necesitan apellido. Y en realidad Moisés ni siquiera se llama así; Yo mismo le puse ese apodo, porque nos conocimos en un embalse y él estaba dentro del agua en medio de un carrizal apuntando con sus prismáticos a una pareja de somormujos. Además lucía una barba bíblica, negra como el carbón, que ya ha empezado a desteñirse.
Moisés es leonés, pero es un ornitómano impenitente que puede aparecer en cualquier sitio. Se casó con Idoia hace tres años, una mujer preciosa, con sentido del humor y tan inteligente que también se ha aficionado a las aves.
―¡Vístete de civil y nos vamos en busca del pinzón azul! ―me grita Moisés―.
―El caso es que me he dejado en Madrid los prismáticos. ¿Se puede saber qué haces aquí?
Al fin, el plan ha sido más sencillo. Hemos dado un largo paseo. Idoia ―que, por cierto, también llama Moisés a su marido― me cuenta que, al fin, “está esperando” y que será niño.
Lo celebramos en un bar de tapas.
―¿Y cómo lo vais a llamar?
―Yo quiero llamarle pinzón, pero ésta dice que si le pongo ese nombre, se divorcia.
―Y yo la apoyo.
―Entonces Moisito ―bromea él―.
Terminamos hablando del Teide.
―Un “dios” ―dice Moisés, que se confiesa panteísta en cuanto toma dos cervezas―.
―A mí me parece sólo un montecito, ¿verdad Idoia?
―Y encima tiene gases ―contesta―. No puede ser más humano.
 
 
 


viernes, 9 de agosto de 2013

El jardín de Helen


Escribo estas líneas desde la terraza del "jardín canario", un bar primorosamente cuidado a cien metros de Los Roques. Su dueña, Helen, es escocesa y sonríe siempre. Afincada en Tenerife desde hace 20 años, parece empeñada en que sus clientes estén a gusto en un ambiente acogedor, y ha llenado el local de objetos familiares: tapetes, cojines, paños de todos los colores, macetas con plantas exóticas, dibujos infantiles... Sospecho que un jardín canario es otra cosa, pero se está bien aquí. 

Hace tres días le pedí permiso para venir a trabajar un rato todas las tardes con el IPad y algún libro, al menos mientras la telefónica no resuelva mis problemas de cobertura.

--Estaré una hora y sólo tomaré un café o una coca-cola... No sé si será abusar.

Helen sonrió como si le hubiese dado una gran noticia.

--Usted no te preocupes. Yo te cuidaré.

A los pocos minutos se me acercó con un enorme vaso rebosante de monedas:

--Tú podrías llevarlas a la iglesia, ¿sí?


Esta tarde hace calor y Helen me trae un refresco de limón.

Empiezan a entrar clientes. Todos me saludan con la cordialidad propia de estas islas, y uno, más lanzado, se dirige a mí llamándome "padre Emiliano".

--No, amigo; don Emiliano llegará dentro de unos días. Yo no soy el nuevo párroco.

--Usted perdone, padre, pero ya se dice por ahí...