martes, 31 de diciembre de 2013

Los Reyes Magos son de verdad

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:
Como sabéis  (vosotros lo sabéis todo) el mes pasado escribí un e-mail a Papá Noel y lo puse a caldo. Le llamé intruso y gordinflón, y me quedé corto; pero no me arrepiento: difícilmente puede sentirse ofendido quien no ha existido jamás.
Vosotros, en cambio, sí que sois reales. Os vi por primera vez en mi casa hace mucho tiempo, cuando yo tenía solo dos años y estaba en brazos de mi madre. Apareciste tú, Melchor, con barba blanca y corona de oro. No olvidaré tu mirada: tenías unos ojos claros, azules como el mar, igualitos a los de mi padre. Por eso me equivoqué y te llamé “papá”, mientras mi hermano mayor te miraba boquiabierto deslumbrado por la majestad de tu realeza.
Te pido perdón ahora, querido Melchor, por haber pensado que eras mi padre disfrazado. Enseguida me explicaron que yo estaba confundido, y desde entonces no me fallasteis nunca. Todos los años os escribía una carta llena de peticiones, y el día 6 de enero por la mañana mi fe en vosotros recibía su inmerecida recompensa.
Es cierto que pasé por una etapa de incredulidad y escepticismo. La vida tiene estas cosas. Dejé de escribiros quizá porque no me gustaba nada ese permanente chantaje de tener que portarme bien para que no me pusierais carbón. Así que me limité a esperar que mis padres dejasen algo la noche de Epifanía. Como también ellos habían perdido la fe en vosotros, se resignaron a ocupar vuestro lugar haciendo de Reyes Magos todos los eneros de su vida.
¿Cuándo recuperé la fe de mi infancia? Fue un largo proceso que empezó un mes de octubre ya muy lejano, el día que cambié de colegio y fui por primera vez a Gaztelueta.
En el pequeño oratorio de mi nuevo cole había una pintura enorme que representaba la adoración de los Magos en Belén. Debajo, en el mismo altar, podía leerse: Vidimus stellam eius in Oriente et venimus cum muneribus adorare Dominum. Yo no entendí casi nada de aquella extraña inscripción, pero el profesor que me acompañaba me la tradujo: “hemos visto su estrella en Oriente y venimos con regalos para adorar al Señor”.
Así que ya entonces llevabais regalos. A lo mejor fue sólo el comienzo, me dije. A Jesús le disteis oro, incienso y mirra, según el Evangelio. El incienso y la mirra no son precisamente un juguete divertido para un niño, pero el oro seguro que le vino bien a San José para poner en marcha su taller en Egipto, cuando salieron huyendo Herodes. 
No mucho después de aquella experiencia, hablé con mi profe de latín, que era croata y se llamaba Wladimir Vince. Él también venía de Oriente y sabía de estrellas y de viajes por el desierto. Me explicó que vosotros, los Reyes Magos, encontrasteis  en el Cielo más que una estrella, un tesoro. Estaba allí en lo alto. Cualquiera podría haberlo descubierto, pero la gente suele ir con la vista demasiado baja, quizá por miedo a tropezarse con las farolas, y ha perdido la costumbre de mirar a las luces que brillan en el firmamento. Vosotros en cambio “visteis” la estrella, os la apropiasteis y la convertisteis en un regalo más.
―¿Un regalo?
―Sí ―me respondió―. Los Reyes Magos llevan una estrella en su equipaje. Ése es su mejor regalo con tal de que quieras recibirlo. Si estás dispuesto, descubrirás que también es tu estrella y que vale la pena ir tras ella.
―¿Y dónde está esa estrella?
―Tienes que levantar la barbilla y el corazón. La barbilla para verla bien y el corazón para empezar a caminar.
Aquel día os escribí una carta que decía más o menos: “queridos reyes Magos; este año me he portado regular, pero os pido que me traigáis una estrella como la que visteis en Oriente y me deis fuerza para seguirla sin miedo hasta Belén.”
Y hoy, cuando comienza el año 2014, añadiré una postdata: “Melchor, Gaspar, Baltasar…, porfa, a ver si levantáis muchas barbillas para que haya cientos, miles de aventureros en este mundo, que vean vuestra estrella y la sigan. Lo necesita la Iglesia y este planeta errante que parece ir dando tumbos sin rumbo fijo.


lunes, 30 de diciembre de 2013

El anuncio del lunes

Esto es más bien un contraanuncio destinado a burlarse de los IPhones, IPads y otras maquinitas de Apple. El resultado no está mal, pero en mi opinión resulta demasiado largo. Un minuto habría sido más que suficiente.

domingo, 29 de diciembre de 2013

El otro belén de Solavieya



Las dueñas de esta casa tienen otro belén en el cuarto de estar de la administración. Como todos los años, está lleno de personajes, de escenas evangélicas y de luces. Es un verdadero Nacimiento de familia numerosa. Dan ganas de sentarse y ponerse a jugar con las figuras.
Hoy, fiesta de la Sagrada Familia, me han invitado a verlo, y yo he sacado esta foto.

El cuento de Cordelia


El cuento de Navidad que escribió Cordelia y publiqué hace unos días en el globo aparece ahora en la página web del Opus Dei firmado por una tal "Marta Chacón". Haced clic aquí y lo veréis, bien acompañado por otros autores ilustres.
Enhorabuena a las dos: a Marta y a Cordelia; a no ser que se trate de la misma persona.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Me piden que hable del aborto




¿Congreso del Partido? 
Lo hice sólo una vez hace quince años y reproduje el artículo aquí, pocos meses después de poner en órbita este globo. En aquella ocasión hablé de “los niños invisibles” y, aunque lo escribí de un tirón, Dios sabe que lo hice con dolor y, ay de mí, con poca esperanza.
Hoy repetiría palabra por palabra lo que dije entonces. Pero añadiré algo más:
A lo largo de mis años de sacerdote he recibido a bastantes mujeres que han recurrido al aborto, y siempre las he comprendido, las he consolado y he tratado de curar sus heridas ―tremendas― después concederles el perdón en nombre de Jesucristo. Nunca las he visto como criminales, sino como víctimas.
También he tenido ocasión de escuchar a algunos médicos que han realizado abortos. Y también los entiendo, claro que sí: es duro ir contracorriente, exponerse a perder el trabajo o ser tildado de “fascista” (terrible palabra-tabú)  por no querer quitar la vida a un ser inocente. Pero ni uno solo ha tenido la desfachatez de decirme a la cara que aquello no era un homicidio.
Otras veces he hablado con gente joven, con alumnos de bachillerato, por ejemplo. Y les he visto defender la licitud del aborto. También los entiendo; a mi edad se entiende casi todo. Son chicos y chicas víctimas de una cultura banal, de titulares de prensa, de eslóganes sencillitos y de telefilms baratos. En estos casos es fácil sacarles de su error; basta con explicarles la verdad con palabras y con imágenes.
Mi problema ―lo dije también en aquel artículo― es que no soy capaz de entender a los intelectuales, políticos o ideólogos que, desde sus asépticos despachos bien ventilados, defienden el “derecho” a matar, y a vivir a costa del asesinato en serie. No comprendo a las feministas radicales que hacen del aborto un asunto “sagrado”. No me cabe en la cabeza que hablen de progresismo y de liberación de la mujer para justificar el genocidio más grande que se ha producido en la historia de nuestra civilización.
De verdad, no lo entiendo. Y estoy persuadido de que ellos tampoco lo entienden. Si estuviesen convencidos de lo que dicen no se llenarían de argumentos inconsistentes, ni se conformarían con mover a la compasión por las “pobres mujeres” a las que no dejan abortar. Irían al fondo del asunto y proclamarían a los cuatro vientos que, en su opinión, el aborto no es dar la muerte de un ser humano vivo.
Pero no hay un solo ideólogo abortista que lo diga. En serio, ¡me gustaría tanto entenderlos! 

viernes, 27 de diciembre de 2013

Jorge y los dinosaurios





Tazones es un pequeño pueblo pesquero situado a pocos kilómetros de Villaviciosa entre dos grandes peñas. Sus casas, de uno o dos pisos, lucen balcones, ventanas y miradores rojos, verdes, azules, amarillos, siempre recién pintados, para defenderse la sal del océano.
Se supone que fue en Tazones donde rey Carlos I pisó tierra española procedente de Flandes por primera vez en 1517. Este hecho se conmemora cada año durante las fiestas locales de San Roque con una representación del desembarco.
Hoy la iglesia de San Roque está cerrada y no he podido saludar a don Manuel, el párroco, viejo amigo de otras estancias en Asturias.
―Se habrá ido a Oviedo ―me dice un chaval de nueve o diez años―.
―¿Suele irse a Oviedo?
―Todo el mundo se va a Oviedo…
Me cuenta que se llama Jorge, y reconoce que no conoce a don Manuel ni sabe nada de la Parroquia. A él lo que le interesa es mirar por mis prismáticos.
―Mi padre tiene unos rusos, pero los tuyos molan más.
―¿Y tú qué me das?
―Te enseño los dinosaurios de la playa.
―¿Hay dinosaurios en la playa?
Se ríe el chaval de mi ignorancia, y me explica que hace muchos años los dinosaurios andaban por esta zona y han dejado un rastro de huellas muy visitado por los forasteros.
―También hay mariscos muy buenos. Los mejores están en el restaurante de mi padre.
Le dejo mirar por los prismáticos, y la verdad es que lo hace como un experto, midiendo la distancia de los ojos y ajustando el enfoque.
Los pájaros hoy han estado huidizos a pesar de que apenas hay viento y se han alejado las nubes. Por la radio aseguran que se está preparando otro temporal.
 

Remontamos el vuelo

 En Solavieya también hay una ermita dedicada a la Virgen
El temporal me obligó a llevar el globo a tierra firme y guardar un par de días de silencio. Hoy, festividad de San Juan Evangelista, vuelvo a volar con toda la tripulación.
Dentro de diez minutos, salgo hacia la costa con mi disfraz de pajarero. El cielo está azul y las aves acuáticas, costeras y oceánicas están deseando verme.
Durante los dos últimos días he vuelto a leer el libro de López Kindler sobre Antonio Fontán y un par de ensayos sobre Albert Camus y Marco Tulio Cicerón  escritos por el propio don Antonio. Además he estudiado historia de la Teología y he visto por quinta o sexta vez, con mucho gusto, una película de Clint Eastwood, que es uno de mis actores-directores preferidos.
Sí, por supuesto; también he cantado villancicos, he rezado junto al Belén y he escrito una carta a los Reyes Magos.
Mañana, los Santos Inocentes, una fiesta que cada vez me parece más triste. No estaré para bromas. Rezaré para que termine la locura del aborto provocado.

martes, 24 de diciembre de 2013

Mañana...

”Monotonía de lluvia tras los cristales”. Eso escribió Antonio Machado; pero no es monótona la lluvia, como no lo es el fuego del hogar o el batir de las olas en la playa, aunque se repita una y otra vez. En mi ventana cae una lluvia musical, como el eco de un arpa melancólica, que trae a mi memoria recuerdos de otras lluvias lejanas. A veces golpea con fuerza y a veces se aquieta hasta quedarse dormida en el cristal.
La lluvia me habla de esperas y de Esperanza. Sólo echo de menos el brasero y la mesa camilla.
Esta noche es Nochebuena. Mañana nace el Sol.
 

Navarra otra vez

No quisiera convertirme en portavoz de la Universidad de Navarra, pero sus vídeos de Navidad son estupendos. Éste me ha gustado mucho.



lunes, 23 de diciembre de 2013

Dilo como quieras

La Facultad de comunicación de la Universidad de Navarra lo dice así

El anuncio del lunes

Sin comentarios. El anuncio lo dice todo.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Abortismo furioso

Enrique García-Máiquez escribe hoy sobre una cuestión de actualidad. Vale la pena leerlo en el Diario de Cádiz. Empieza así:

EN principio, no tenía demasiado que celebrar de la reforma del aborto. Es una ley que lo sigue amparando y eso resulta incompatible con cualquier alegría. (Continuar)

El Belén de Solavieya



Este es el pedazo de belén que nos han puesto en el cuarto de estar de Solavieya.
Trataré de sacar una foto mejor.


sábado, 21 de diciembre de 2013

Feliz Navidad, aunque no toque el Gordo





Mañana se sortea el Gordo. Aunque lo más probable es que nos toque el flaco, media España aguarda expectante con sus décimos en la mano. Los niños y  niñas de San Ildefonso hacen gárgaras para que su voz suene más limpia y poderosa por todas las radios y televisiones. Hasta hoy mismo continúan las colas en las administraciones de lotería. Por el momento sólo ha llegado el invierno.
Tenía razón aquel viejo anuncio de la tele: La Navidad es el mejor regalo. Mejor que el gordo, sí. Y todos los años toca.
Yo hoy sólo repetiré algo que escribí hace ya mucho tiempo:
"La Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es sólo un sentimiento. Es el día en que Dios pone un  belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le reservemos un rincón limpio; que nos lavemos las orejas para oír el villancico de los ángeles en la Nochebuena; que nos quitemos la roña acumulada, acudiendo al estupendo detergente de la Penitencia; que abramos las ventanas y miremos al Cielo por si pasaran de nuevo los Magos; que son verdad, que existen, y vienen siguiendo la estrella de entonces, camino del mismo portal."

Celebradla por todo lo alto. Que la alegría de la venida de Jesús se note por fuera y por dentro. No tengamos miedo a estar alegres. Los gruñones, nubenegras, pesimistas y aguafiestas que callen al menos por una noche.
 Ahora os dejo con un texto del Papa Francisco y con un dibujo.

Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías esperado saludándolo con regocijo: «Tú multiplicaste la alegría, acrecentaste el gozo» (9,2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo y de júbilo!» (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirse en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén» (40,9). La creación entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido» (49,13).
Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!» (9,9).
Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).
Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
(Evangelii Gaudium n. 4)

viernes, 20 de diciembre de 2013

Excursión, aves y escobas



Tazones, un pueblín precioso en la Ría de Villaviciosa
Hoy se ha abierto el cielo en Asturias. Los Picos de Europa, blanquísimos, resplandecen al sol frío de la madrugada. En lo alto, se dejan ver las aves rapaces mientras buscan presas para el festín de Navidad. Junto al mar las inevitables gaviotas gritan quién sabe por qué, y, en la Ría de Villaviciosa, se exhiben las acuáticas en vuelos rasantes. Bucean los cormoranes y los zampullines.
En Gijón se diría que ha terminado la crisis. Al menos, por ahora. Las tiendas y los bares están abarrotados de clientes. Hablan de la luz que va a subir no sé qué barbaridad; pero eso será el año que viene. Ahora toca comprar, vaciarse los bolsillos, empaquetar regalos, que el otoño termina y llega la Navidad.
Junto a la entrada de le Carrefour hay un saxofonista de grandes y colorados mofletes. Toca música de Navidad: “noche de paz”, “campana sobre campana…” No lo hace muy bien, pero le doy un euro por el entusiasmo.
―Estarás cansado…
―No. Así entro en calor.
Dentro del centro comercial hay una peluquería “de caballeros”. El peluquero, mientras hace lo que puede con mi calavera, me pregunta quién es el patrono de su oficio. Le digo que San Martín de Porres, alias Fray Escoba.
―Eso he oído ―responde―. Pero no es negro, ¿verdad?
―Sí que lo es. Mulato. Y bien simpático.
Sigue su trabajo en silencio. Al terminar, mientras pasa el escobón, insiste:
―¿Y por qué nos han puesto un mulato?
―Será por la escoba ―le digo―. No es un mal instrumento…