lunes, 20 de abril de 2020

Desde mi arresto domiciliario


Acabo de enviar a "Mundo Cristiano" mi artículo del mes. Supongo que la revista saldrá, pero como no me fío, me he decidido a poner en órbita el globo aprovechando que todavía se asoman a esta página cuatro o cinco lectoras. Es una apertura provisional y con mascarilla, pero espero que os guste mi columna.


Abrazos pendientes

 
Han pasado más de treinta años y aún tengo grabada en la memoria la fuerza y la calidez de aquel inesperado abrazo. Fue un domingo de julio y hacía mucho calor en Madrid. Yo trataba de aprovechar cada centímetro cuadrado de sombra, pero el sol caía a plomo sobre la acera, amplia y despejada, de la  calle Velázquez.
Caminaba muy despacio de norte a sur cuando vi que alguien se acercaba en dirección contraria. Era un anciano vestido pobremente con una camisa gris arrugada y un pantalón oscuro demasiado ancho. Me miró a la cara y dibujó una sonrisa melancólica. Al llegar a mi altura se detuvo y exclamó:
—Hermano, necesito un abrazo.
Se me lanzó encima. No sé cuántos segundos duró el estrujón; estaba fuerte el viejo. Comenzó a llorar sin reprimir los sollozos ni las lágrimas mientras me decía al oído:
—Yo también soy cura… Necesitaba esto.
Entramos en una cafetería cercana y le invité a desayunar. Hoy no debo contar más. Era un admirable sacerdote de pueblo, agobiado, que no derrotado, por la soledad y el desamparo.
—Me he escapado a Madrid para "para ver a otra gente" —me dijo—. Mañana regreso a casa.
Desde ese día fuimos amigos hasta su muerte, y cada vez que nos veíamos, volvíamos a abrazarnos, ya sin lágrimas, porque, según dijo, "ahora nadie abraza a los curas".
Durante estos días de confinamiento domiciliario me he acordado alguna vez de aquel buen sacerdote y de los abrazos que se me han quedado pendientes para el día en que termine la pandemia. Uno tiene un gran respeto por las costumbres orientales, pero, francamente, las tímidas reverencias de chinos, japoneses y coreanos se me quedan en nada. Estoy seguro de que ellos son capaces de expresar los más apasionados sentimientos con su enigmática sonrisa, las manos juntas y una leve oscilación cervical, pero en esta parte del Planeta los humanos necesitamos algo más.
No comparto, por supuesto, la desmesurada afición besucona de los árabes ni los tres ósculos que se atizan los polacos y los rusos. También me desconcierta que en el Tíbet lo cortés exija sacar la lengua al prójimo. Más razonable se me antoja que los esquimales se restrieguen las narices. Así no necesitan sacar la mano del bolsillo ni quitarse los guantes para estrecharla al británico modo.
En resumen, sigo pensando que lo mejor es el abrazo. Es verdad que, de un tiempo a esta parte, el beso va ganando adeptos entre hombres y mujeres, ministros y ministras, futbolistos y futbolistas; pero el prestigio del abrazo es sólido: si no, ¿por qué se despide Andrés en el mensaje que acabo de recibir con "un beso muy fuerte"?  Sin duda se trata de un lapsus. Él quería mandarme un abrazo enérgico con el corazón por delante. Un beso "fuerte" da miedo y sería manifiestamente inapropiado.
Yo tengo una buena lista de abrazos pendientes, sin guantes ni mascarilla, para el día en que recuperemos la libertad. Algunos abrazos llevan incorporada una cerveza y un pincho de tortilla. Otros servirán para pedirnos perdón por viejas ofensas ya cicatrizadas. La mayoría serán gozosos, pero no descarto que se escape alguna lágrima.
Ahora sueño con esos abrazos, y estoy convencido de que, si el Señor perdona mis atrocidades y me recibe un día en el Cielo, en la puerta recibiré un abrazo enorme de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo, con Santa María. Y en ese abrazo volveré a encontrar a aquel cura anciano de la calle Velázquez, y a mis padres, a mis hermanos, a…


23 comentarios:

María Emilia dijo...

Abrazo de corazón a corazón a todos!

Antuán dijo...

¡Esto me emocionó! En mi familia tampoco somos muy de besos. Pero un abrazo es lo más parecido a un apretón de manos. Recuerdo una familia que me visitó. El abuelo todo un caballero al encontrarnos me cogió con las dos manos la mía ¡nunca olvidaré ese gesto de agradecimiento. Si se me permite.Hace años escribí: "En el camino de vuelta hubo un momento, el camino parecía acabarse... tuve deseos grandes de volver sobre los pasos que me alejan de mi Dios y apretarme entre sus brazos fuertes, Mi Padre. Deseos de volver a la casa del Padre. ¡Que alegría más grande! Con mis mejores deseos. Adiosle

Papathoma dijo...

Benditos abrazos. Aquí mis adoles no se dejan abrazar mucho, pero estoy segura de que también estrujarán fuerte a su panda, cuando puedan. Siga repartiendo abrazos, que hacen mucho bien (incluso los virtuales)

Jordania dijo...

Y cómo no! Si los abrazos nos llenan nuevamente de energías y nos prestan fuerza para seguir.
Cuantos abrazos nos quedan pendientes, aun antes de que esta pandemia nos lo impidiera a unos cuantos, otros avatares de la vida nos han impedido abrazar a los nuestros que han tenido que huir buscando un porvenir mejor. Que apretón nos podremos dar cuando nos volvamos a encontrar. Un encuentro dulce y tal vez un tanto amargo por las lágrimas que puedan correr. Pero que dicha por volvernos a encontrar. Gracias D. Enrique

Marite dijo...

D.Enrique le mando un gran abrazo desde México!!!! Aquí si que somos sanamente muy abrazadores!!

Rocío M dijo...

Don Enrique: genio y figura hasta la sepultura!!!!!

Enrique Monasterio dijo...

Supongo que lo de la sepultura no irá con segundas...

Mercedes dijo...

¡Qué razón tiene! Yo soy muy abrazona, no sabría explicar la sensación de consuelo, cercanía, acompañamiento, seguridad... que me dan los abrazos.
Cuando podamos salir de aquí (pero salir, salir de verdad, como si no hubiera pasado nada, no asomar la nariz un ratito y guardando las distancias) le voy a dar un achuchón a mi hijo que no le voy a soltar en una hora. ¡Cuánto lo echo de menos! (a mi hijo y a los abrazos). El pobre no sabe lo que le espera.
Un gran abrazo.

alobel dijo...

D.Enrique¡¡¡¡Cuanto bien hacen sus comentarios..!!!Me cuelo en su bloc..sin pedirle permiso disfruto y me ayuda mucho..No deje de hacerlo por favor.Mil gracias

Alejandra dijo...

El abrazo es lo único que cuanto más apretao es, más alivio da. Miles para todos!! Alejandra.

Vencejose dijo...

Yo le di uno la última vez que nos vimos. Jeje.

¡Aquí otro va!

Carmen dijo...

-Gracias,D Enrique,por esa meditacion semanal,que me ayuda a hacer oracion y me hace cercano un Sagrario.¡Cuanto tiempo sin la compañia del Señor en la Eucaristía!.Y cuanto lo echo de menos!!

PTY dijo...

¿Cuatro o cinco lectoras? Si ya van 12 comentarios antes que el mío. Algunos dicen que cuando salgamos de esta vamos a estar aprehensivos para acercarnos a la gente... Yo de mi parte voy a dar más abrazos, y más apretados!

UNA CORDOBESA dijo...

Se le echaba de menos, D. Enrique, un abrazo virtual, UNA CORDOBESA



Romano dijo...

Gracias por la anécdota, tan humana y tan sencilla.
Un fuerte abrazo de los de antes.

Rosa dijo...

Don Enrique,gracias, me ha emocionado, hace que me sienta más cerca del Señor, le mando un abrazo virtual con todo mis respetos

Isabel dijo...

Pero....

caminando dijo...

Es que un buen abrazo rompe huesos y une almas!

Carmen dijo...

Hoy,después de más de dos meses,he podido ir a una Misa"presencial".La emoción fue grande,y el agradecimiento a Dios también.¡Como se valoran las cosas cuando no se tienen!.Desde ahora quiero vivir cada una como si fuera la única !!!

Adaldrida dijo...

Don Henry, me ha encantado.

Unknown dijo...

Cada día escribe mejor.¡
Un abrazo!

odin_sv dijo...

Un abrazo fuerte Dn Enrique
Que Dios a traves de su inmenso amor le llene su corazon de cada uno de nuestos abrazos Padre y que pueda sentirnos a cada uno cerca, asi como lo he sentido yo.
Gracias por seguir escibiendo!

Anónimo dijo...

Por favor escriba más. Después de Azorín, usted.