sábado, 24 de febrero de 2007

Elogio del elogio

Por razones que no son del caso —y que, por supuesto, no divulgaré—, andaba yo un poco bajo de tono, al borde mismo de la melancolía, cuando recibí el mail de Manolo. Manolo vive en Valencia desde hace casi 40 años y, además de colega, es amigo y fue mi maestro cuando tuve que dar los primeros pasos como sacerdote.
Su correo era breve, pero lleno de tales elogios que ruborizarían a un rinoceronte adulto. No diré esa bobada de que eran inmerecidos, porque a nadie le amarga un dulce y, en cuestión de méritos y deméritos, mejor no ser juez ni fiscal de uno mismo. En todo caso, tras la lectura del mensaje, la autoestima perdida se me puso por las nubes, y comprendí que no vendría mal redactar unas breves consideraciones sobre los efectos benéficos de los elogios, aplausos y alabanzas tanto en el loador como en el loado.
En esta tierra nuestra, donde la envidia reina como deporte nacional, el encomio se practica con tacañería y, casi siempre, como un género literario obligado para contadas ocasiones.
Es el caso de los elogios fúnebres, tan de moda en estos tiempos, que a veces sustituyen a los sufragios tradicionales o sirven de estrambote final en una ceremonia religiosa. A mí no me hacen gracia, la verdad; pero tampoco voy a oponerme a que se hable bien de los difuntos. Luego están los elogios “oficiosos”, es decir los que propinan al jefe sin el menor rubor los empleados de la empresa; y los políticos, esos ditirambos impúdicos que reciben los abnegados líderes de parte de sus lacayos; y también los aspavientos de admiración, con besuqueos incluidos, que se regalan los cantantes, actores, actrices y folclóricas de todo signo, antes de apuñalarse por la espalda.
Pero, como digo, todo esto es pura literatura, y yo quería hablar de una especie en peligro de extinción: el elogio sincero.
No todas las alabanzas son una farsa, desde luego. Hay algunas casi veraces. Por ejemplo, las que Kloster llama “loas con conjunción adversativa”, tan practicadas en todos los ambientes: “es inteligente, la verdad, pero viste como una bruja”, oí decir a propósito de una política. “Es mona, desde luego —comentaban por la radio de una actriz— pero completamente idiota”. Ese “pero”, parásito de casi todas los cumplidos, hace poco deseable la lisonja ajena.
Luego está esa expresión tan hispana y tan reveladora del “hay que reconocer”:
—Hay que reconocer que el idiota de Pepe es un buen médico.
El elogiador, en este caso, necesita insultar primero y luego conceder a regañadientes las cualidades que, en el fondo, envidia.
—Entonces, ¿no existe el elogio sincero, gratuito, sin sombras ni matices?
—Existe; pero es insólito. Y es que, para elogiar gratis al prójimo, hay que ser humilde, generoso, magnánimo, sincero…, y cortés.
Quizá por eso, por esa falta de cortesía que suele darse entre los más próximos (“donde hay confianza…”), resulta casi imposible que nos alaben los que más nos quieren: la familia, los amigos…, y que lo hagan a la cara, no a nuestras espaldas. No sé si es un pudor mal entendido o es que estamos todos excesivamente preocupados por fomentar la humildad del cónyuge, del hermano o del amigo.
—Es lógico, ¿no?
—No, amigo Kloster. Un elogio más o menos no afecta a nuestra vanidad. La mía, al menos, está suficientemente hinchada sin ayudas ajenas. Uno necesita las alabanzas de los amigos para sentirse querido y valorado; para no tener que alabarse a uno mismo; o sea, para ser humilde.
Kloster me mira con cara de guasa, pero, por una vez, me da la razón, y cita al Profeta Isaías: dicite iusto quoniam bene…: “decid al justo que lo hace bien”.
—De todas formas —concluye—, no cabe duda de que sabes sacar punta a cualquier tontería: a un simple mail…
—No sé si tomarlo como un elogio —le digo—.
—No hay mail que por bien no venga, concluye.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

D. Enrique, ya nos enseñaban en Gestión de Empresas una frase de Dale Carneige:
"Sé con las personas abundante en el elogio y caluroso en la aprobación".
En ese caso era por interés comercial, pero no cabe duda de que sirve para todo, un elogio "sin peros" es un buen estímulo.

Saludos,

Javier

Anónimo dijo...

El comentario que he publicado en el otro artículo era a propósito del elogio.
Ya siento el despiste.

E. G-Máiquez dijo...

Muy bueno todo, pero ¡hay que ver que haga usted un juego de palabras que no se me había ocurrido a mí, con lo que los pienso! Lo del no hay mail que por bien no venga me ha puesto los dientes largos.

[La envidia es una forma retorcida de homenaje. Y reconocerla, como hago yo aquí ahora, un elogio sincero --y doloroso--.]

Adaldrida dijo...

¡Qué alegría me ha dado encontrarle! Soy lectora de sus columnas en MC desde los quince añitos... Su libro El Belén que puso Dios me acompaña cada navidad. Yo también voy a enlazarle en mi blog. Y para que sepa algo más de mí: tengo 29 años, me llamo Rocío, soy de Sevilla y estoy haciendo la tesis sobre Calderón. He publicado dos poemarios, Magia y Pampaluna, y alguna vez le he escuchado a usted en Madrid.

Corina Dávalos dijo...

Pues yo también voy a lanzar elogios sinceros. Me gustan mucho sus artículos, El Belén que puso Dios es una auténtica maravilla y estoy con Enrique-(GM)-:lo del no "hay mail que por bien..." es muy bueno.
¡Ah! y gracias por sacar el tema, hay mucha gente buena que no es más buena por ese miedo absurdo a la vanidad del prójimo...y así se nos van olvidando formas clásicas de querer a los demás, con lisonjas de andar por casa que no hacen ningún daño, sino todo lo contrario.

Coni Danegger dijo...

Don Enrique, gracias por venir a la blogósfera. Lo linkearé en mi modesto hogar: a ver si consigo hacerle de nexo, que me gustará mucho.

Anónimo dijo...

Qué alegría encontrar un blog con gente tan simpática!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Hola!

Bienvenido Don Enrique a la blogosfera. Recibí la invitación, y me sumo a la charla de buen grado.

Me parece muy acertado el dibujo del búho insomne en la portada, ya que precisamente es ahora, después de fregar los cacharros de la cena, cuando le dedico unos minutos.

En fin, mañana espero estar más locuaz.

Buenas noches

Anónimo dijo...

No es por seguir los consejos de su artículo, PERO.... la verdad,es buenísimo! (falsa alarma tras el pero) A ver si nos aplicamos todos el cuento. Tenga cuidado con la prensa, que son todos unos mangantes, y a lo mejor le fusilan estas ideas tan brillantes... Lo digo sin miedo a fomentar la vanidad, (por las razones que usted mismo ha aclarado) Buenas noches y siga alimentando su blog, que lleva cuatro días y ya tiene club de fans, por lo que se lee...
Hasta pronto, Sonsoles y Cari

c3po dijo...

¡Es que ese Manolo es mucho Don Manuel!