Después de la Ascensión del Señor, regresaron desde el monte de los Olivos a Jerusalén y cuando llegaron, subieron al Cenáculo. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús.
Mi Señora sabía que cuando reclamase la presencia de su Esposo, Él vendría sin tardar. Yo, que soy uno de los Ángeles Custodios designados por Yahvé para protegerla, no tuve que sugerirle el modo de hacerlo. En realidad, la Llena de Gracia siempre iba por delante. En aquella ocasión también, y reconozco que hasta me sorprendió cuando vi que sacaba de un pequeño baúl el vestido de fiesta, el mismo que usó el día de su boda con José.
Era un vestido de muchos colores y estaba limpio, resplandeciente como una joya. Es verdad que parecía nuevo, pero María lo miró con cierto recelo. Salomé, la madre de Juan y Santiago, que estaba a su lado, la animó en voz baja:
―Vas a estar bellísima; será como la primera vez.
Unos minutos más tarde las dos mujeres entraron en la estancia donde se habían reunido los apóstoles, y os aseguro que María parecía, y era, una reina. Los hombres se quedaron en silencio y mi Señora sonrió con cierta timidez. Salomé tomó la palabra:
―Hemos de cumplir el mandato de Jesús. Él nos pidió que esperásemos al Espíritu Santo, unánimes en la misma oración. No sabemos cuándo llegará ni cómo habrá de manifestarse, pero María es su Esposa y tiene una misión especial.
―Es cierto, Salomé ―intervino la Señora―. Han pasado muchos años desde que el Ángel me anunció que concebiría al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Estábamos en Nazaret, en aquella casita de adobes tan querida por José y por mí misma. Yo era casi una niña y acababa de moler el trigo en el patio. Nada más entrar en la casa, cuando aún tenía las manos blancas de harina y llevaba el viejo delantal un poco sucio, vi a Gabriel. Supe por él que el Señor se había fijado en la pequeñez de su esclava; el mensajero me llamó “Llena de Gracia” y Dios me tomó como esposa. Aquél día el Verbo se hizo carne en mis entrañas. Ahora el Espíritu va a regresar, y tengo que recibirlo como una novia, con un vestido nuevo y limpio. Lo llamaré para que venga sin tardanza. Lo necesitamos.
Otra vez se hizo silencio en la estancia. Pedro, siempre tan locuaz, sólo pudo decir estas pocas palabras:
―Ahora somos tus hijos. Quédate con nosotros hasta que se cumpla la promesa del Maestro.
María avanzó hacia el interior y se sentó en el pequeño trono que le indicó Pedro. Toda la estancia se había llenado ya de un aroma que parecía venir del Cielo. Fuera de la habitación comenzaba a llover tenuemente.
17 comentarios:
Menos mal que pensaba no decir nada. Claro que aún le queda parte de la tarde para añadir algo; aunque se le ha pusto difícil, ¿eh?
sin palabras, sólo contemplar.
De todas las ideas que me vienen a la cabeza me quedaré especialmente con una: Esperar haciendo oración y cogida de la mano de la Virgen que es mi madre;(eso de esperar no es precisamente mi fuerte…).
Gracias por ayudarnos estos días a llegar en condiciones a la fiesta de Pentecostés.
No sé qué decir...
Siga, por favor.
Esa vieja barca que hace aguas (en el más limpio de los sentidos), no se corresponde con la descripción que nos ofreces de una Iglesia jóven y hermosa como María. Pienso que si no hay otro motivo que se me escape, habría que cambiarla.
La foto es buena, "Ungachó". Tampoco pretende más. Si no me das una mejor, no la cambiaré
Huy me he visto alli junto a Maria, espero esta vigilia de Pentecostés asi...de la mano de Maria. gracias
Gracias a Dios, cuando el Espíritu Santo le sopla, no puede usted callárselo, por mucha apuesta que haya por medio. Así podemos nosotros rezar mejor y acompañar a la Virgen. ¡Qué suerte tenemos de tener tan estupenda Madre! Hay una canción que se canta a veces en Misa y que siempre me hace llorar (soy de lágrima fácil cuando me emociono, enseguida se me abre el grifo, esté donde esté) y entre otras cosas preciosas dice: el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor, es su Madre y el milagro de su amor.
Gracias mil.
Ahorrese el parecía porque era y Es UNA REINA. ASI REZAMOS REINA Y MADRE, VIDA, DULZURA. ESPERANZA NUESTRA. Y nos quedamos cortos. Nadie como Tu -como cantan los gitanos- Has dado en la diana de mi corazón. yo si me pongo digo tambien pero uzted le echa un cuento aunque no se aleje de la realidad porque debio ser y es una maravilla y más pensando que viene y vive dentro de nosotros el Esposo de Maria. Adiosle
Valla. o está lloviendo o te queda
tiempo libre durante la convivencia, de todos modos bien venido, gracias por esta entrada Invitándonos a poner el vestido nuevo para esta fiesta de
Pentecostés, como se lo puso María,
como Nos invita Jesús,a permanecer
unidos en la oración, tambien revestirnos con el vestido nuevo de la Gracia. esta Gracia que nos llega de la mano del Espíritu Santo. Gracia que como tal es un regalo de Dios Elpidio.
que bonito don antonio
Mercedes: la canción es la de:
Hoy he vuelto Madre a recordar
cuantas cosas dije ante tu altar
y al mirarte puedo comprender
que una Madre no se cansa de esperar.
Yo también lloro con ella, y eso que no la oigo en misa desde hace 17 años. Gracias por hacerme recordar.
Que espera tan dulce.
Así, con estas entradas tan cercanas, esperar es una gozada
Gracias por acordarse de los pasajeros del globo estos días
(Mercedes, Yomisma: a mi esa canción tb me emociona¡
A mí me gustó la foto de la barca haciendo agua, y aunque D. Enrique no haya pretendido decir nada con ella, me parece que nosotros somos como las barcas con agujeros, todos llenos de debilidades, y quien nos sostiene en la oración mientras esperamos, es María, nuestra madre.... Espero no haber dicho una tontería, pero eso me dijo su entrada y la foto.... Saludos desde Monterrey, México.
Pues a mi me parece que la barca de la foto no hace aguas ni tiene ningun agujero sino que solamente contiene la lluvia de la noche anterior acumulada en el fondo.
Sin comentarios. Cada vez que abre su corazon me conmueve.
Txintxorro viejo
a la orilla de una ría
como soy yo
de la mano de María
llave de Dios
prepárate para el día
con oración,
para la nueva venida
del Salvador,
Espíritu de la Vida
y del Amor.
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