viernes, 17 de junio de 2011

Una centésima de segundo

 
Manolo me envía este vídeo desde Puerto Rico. No es la primera vez que lo veo. Hace un año traté de colgarlo en el blog, pero no lo conseguí. Ahora ya está en YouTube y ha resultado más sencillo.
La historia es muy dura, pero es necesario verla. No se trata sólo un alegato contra cierto tipo de periodismo; habla de nosotros mismos, de nuestra frialdad ante el sufrimiento ajeno..., y de algo más.
Hace muchos años oí decir a San Josemaría Escrivá: "me siento capaz de todos los errores y todos los horrores que haya cometido la criatura más vil de este mundo".
Gracias a Dios, la lucha por la santidad no consiste en tratar de convertirnos en seres impecables, sino en amar a Dios cada día un poco más, para que él ahogue en un océano de Gracia todo el mal que hay en nosotros. 
Quizá penséis que estoy llevando mi reflexión demasiado lejos. Es posible; pero la imagen de esa mujer maquillándose frente al espejo y los aplausos enfervorizados del público biempensante ante la foto de la niña asesinada, me han hecho pensar que quizá yo también haya hecho alguna vez el papelón ridículo de aquel fariseo del  evangelio, que oraba puesto en pie: "te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres..." 

6 comentarios:

Cordelia dijo...

El penúltimo párrafo me lo copio para uso propio.
El vídeo ya lo conocía. Es espeluznante.

Uno que pasaba y dijo...

Este vídeo parece inspirado en la película Los gritos del silencio, dirigida en 1984 por Roland Joffé (director también de La Misión, La Ciudad de la Alegría y Encontrarás Dragones).
La trama de la película, basada en hechos reales, se encuadra durante el régimen de los jemeres rojos de Camboya en los 70.
Al periodista le conceden un premio por un reportaje que, en buena medida debe su éxito a un colaborador suyo camboyano. Durante la ceremonia de entrega del galardón, al periodista le entran remordimientos porque él, haciendo uso de su condición de ciudadano occidental, consiguió escapar de Camboya mientras que su colaborador -y amigo- se quedó atrás, atrapado por la dictadura.

Antuán dijo...

Realmente no se que decir, estas imagenes te hacen llorar porque el que tiene el fusil es el que puede tener valor de matar despues de pensarselo ya que la chiquilla esta indefensa, la perodista corre un riesgo, si, pero es espectador. y cuando fuera de peligro van a darle un premio por la información huye a escorderse, no precisamente las lágrimas. Tampoco tenía con que enfrentarse al matón rebelde. Pero esto pasa hoy no es una historieta y no podemos ser indiferentes. Hay algo, un arma la de la oración para que dejen las armas y para que aprendan a perdonar al enemigo es muy difícil. Adiosle

Pollo con almendras dijo...

Que fuerte...

Pierde Nodoyuna dijo...

Espero que cuelgue la cámara para siempre y se haga Carmelita descalza. Obtiene redención si acepta el premio... Mejor no sigo.

Anónimo dijo...

El comentario ha quedado largo, no lo publique si no quiere.
Hoy he visto finalmente el vídeo, he estado fuera el finde. Como dice Cordelia es espeluznante, y por más que lo intento no puedo salir de mi propia experiencia personal y trascender como usted ha hecho para sacar una enseñanza.
Siempre que veo este tipo de actitud periodística lo único que me viene a la mente son malos recuerdos y dar gracias a Dios por que yo estoy viva.
Un día recién licenciada (hace 20 años) hubo dos atentados con coches bomba en Madrid, en la calle lópez de hoyos y en Serrano 120 -donde antes había un kiosco-, yo trabajaba justamente en ese edificio. A las 9.00h justamente daba la vuelta a la esquina de María de Molina con Serrano y vi cómo estalló el coche junto al kiosko; todo eran llamas, pedazos ardiendo del coche por toda la calle y el motor justamente pegado a la puerta del portal de mi oficina. Por desgracia hubo muertos, lo que recuerdo es que había un par de personas en mitad de la calle tiradas en medio. Yo me quedé petrificada, sin respiración al ver la escena, no era capaz de oír nada, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, en realidad estaba en blanco y recuerdo que me acercaba lentamente al lugar (en realidad a mi oficina). Lo que me sacó de ese "estado" fue el ver aparecer a toda velocidad un par de motos, de ellas se bajaron dos personas que "como buitres" se dedicaron a hacer fotos como locos a los cuerpos. Lo tengo grabado en la mente por la impresión que me dio la falta de humanidad. Tal vez soy injusta, porque es cierto que yo me quedé paralizada, pero el ver las cámaras y cómo se movían de un lado a otro para seguir sacando fotos...

Algo gracioso es que desde ese día no me preocupa en absoluto mi falta de puntualidad. Cada vez que alguien me lo dice, me sonrió por dentro diciendo, si tu supieras... gracias a ella estoy viva. Y de igual modo me sonreí por dentro cuando usted me dijo, hace relativamente poco, que qué puntual era, que siempre llegaba súper puntual cada vez que quedaba con usted. También pensé: si usted supiera... esto sólo es con usted.

Feliz semana.