Desde Solavieya a la City hay dos hora
y media por la recién completada autovía del Cantábrico. Hoy sin embargo decido
tomármelo con calma porque sopla un viento fuerte y racheado que invita a la
cautela más extrema.
Me pongo en marcha a las diez en punto.
Como el coche va bien cargado, el riesgo de salir volando es pequeño,
prácticamente nulo. Sí es posible en cambio que el aguacero me sumerja en algún
charco oceánico que aparezca de improviso en la carretera o que las ruedas patinen
sobre una balsa inesperada. Hasta las indomables gaviotas están recluidas en
sus cuevas.
El viento sopla del suroeste. Como yo
voy hacia el este, noto el empujón del huracán por la popa. Casi no tengo que
pisar el acelerador. Me pregunto qué pasaría si izara un velamen marinero en el
techo del Citroën.
Enciendo la radio. La locutora hace una
bromita sobre el viaje de regreso de los Reyes Magos, que, como yo, cabalgarán
hacia oriente.
—Hoy —asegura— los Magos tendrán que hacer magia de la suya, porque en
Cabo Peñas soplan rachas de viento de hasta 150 kilómetros por hora. Cambio la radio por la música y pongo a
Vivaldi: "Las cuatro estaciones" comenzando con la Primavera. Tal
vez con la música se calme la fiera eólica.
El GPS me advierte de la presencia de
un radar a 500 metros. "Velocidad máxima, 100 kilómetros por hora".
—De acuerdo —le contesto—, pero tendrá que
multar al viento, que es quien conduce hoy mi automóvil.
De pronto, al salir de un túnel, ya no
hay viento ni lluvia. Si hay, en cambio, una estación de servicio, un oasis de
Repsol con tienda y cafetería incluidas.
El encargado de la gasolinera es
gallego y ejerce como tal. Le pregunto sobre el clima y no logro saber si ha
llovido poco o mucho, si hizo viento o no, si ha mejorado o ha empeorado el
tiempo.
Me tomo un café bien cargado. A partir
de Laredo ya me es posible rezar el Rosario a mi aire, sin temor a otros aires
huracanados. El Serantes me recibe con una bufanda de nubes negras sobre sus hombros.
3 comentarios:
Pues aquí parece que nevó un poco, después agua y ahora otra vez la montaña está cubierta de nubes al menos el rio corre alegremente, eso es bueno. Lo mejor de todo es que el albergue vuelve a estar a tope el finde. Tenemos tarea. Buen viaje. Adiosle
He recordado el poema de Espronceda y me ha parecido que el Globo volaba a toda vela también. Olé.
Me imagino el Serantes, con su bufanda, los hombros subidos y encorvado para protegerse del viento, refunfuñando del tiempo como los abuelos gruñones... En Madrid hace un tiempo horrible, frío, húmedo y desagradable. Menos mal que dentro del hospi se está a gustito, como Ortega Cano...
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