viernes, 8 de enero de 2016

Con viento de popa




Desde Solavieya a la City hay dos hora y media por la recién completada autovía del Cantábrico. Hoy sin embargo decido tomármelo con calma porque sopla un viento fuerte y racheado que invita a la cautela más extrema.
Me pongo en marcha a las diez en punto. Como el coche va bien cargado, el riesgo de salir volando es pequeño, prácticamente nulo. Sí es posible en cambio que el aguacero me sumerja en algún charco oceánico que aparezca de improviso en la carretera o que las ruedas patinen sobre una balsa inesperada. Hasta las indomables gaviotas están recluidas en sus cuevas.
El viento sopla del suroeste. Como yo voy hacia el este, noto el empujón del huracán por la popa. Casi no tengo que pisar el acelerador. Me pregunto qué pasaría si izara un velamen marinero en el techo del Citroën.
Enciendo la radio. La locutora hace una bromita sobre el viaje de regreso de los Reyes Magos, que, como yo, cabalgarán hacia oriente.
—Hoy —asegura— los Magos tendrán  que hacer magia de la suya, porque en Cabo Peñas soplan rachas de viento de hasta 150 kilómetros por hora. Cambio la radio por la música y pongo a Vivaldi: "Las cuatro estaciones" comenzando con la Primavera. Tal vez con la música se calme la fiera eólica.
El GPS me advierte de la presencia de un radar a 500 metros. "Velocidad máxima, 100 kilómetros por hora".
—De acuerdo —le contesto—, pero tendrá que multar al viento, que es quien conduce hoy mi automóvil.
De pronto, al salir de un túnel, ya no hay viento ni lluvia. Si hay, en cambio, una estación de servicio, un oasis de Repsol con tienda y cafetería incluidas.
El encargado de la gasolinera es gallego y ejerce como tal. Le pregunto sobre el clima y no logro saber si ha llovido poco o mucho, si hizo viento o no, si ha mejorado o ha empeorado el tiempo.
Me tomo un café bien cargado. A partir de Laredo ya me es posible rezar el Rosario a mi aire, sin temor a otros aires huracanados. El Serantes me recibe con una bufanda de nubes negras sobre sus hombros.

3 comentarios:

Antuán dijo...

Pues aquí parece que nevó un poco, después agua y ahora otra vez la montaña está cubierta de nubes al menos el rio corre alegremente, eso es bueno. Lo mejor de todo es que el albergue vuelve a estar a tope el finde. Tenemos tarea. Buen viaje. Adiosle

Papathoma dijo...

He recordado el poema de Espronceda y me ha parecido que el Globo volaba a toda vela también. Olé.

Cordelia dijo...

Me imagino el Serantes, con su bufanda, los hombros subidos y encorvado para protegerse del viento, refunfuñando del tiempo como los abuelos gruñones... En Madrid hace un tiempo horrible, frío, húmedo y desagradable. Menos mal que dentro del hospi se está a gustito, como Ortega Cano...