viernes, 22 de abril de 2016

Que llueva, que llueva...

He vuelto al taller de chapa y pintura, que gobierna con mano de hierro mi amigo el legionario. He escrito sobre él unas cuantas veces en el globo porque nos conocemos desde hace treinta años, cuando su padre, Plácido, aún vivía y llevaba personalmente el negocio.
Hoy hemos vuelto a recordar al gran Plácido, un cristiano cabal de los pies a la cabeza, que me telefoneaba de vez en cuando para pedirme oraciones con los más variados motivos.
Un día me dijo que rezase para que lloviese más.
—¿Quieres que llueva?
—Sí, padre. Para un taller de chapa la lluvia es oro. Los coches frenan peor y a mí me toca arreglar los desperfectos.
Mi amigo se ríe al recordar las cosas de su padre.
—Tenía razón —añade—. Siga usted rezando para que llueva y se nos llene el taller.
—Nunca llueve a gusto de todos, ¿verdad? 
—Deje, deje... Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva...




2 comentarios:

Antuán dijo...

Sobre todo más vale que llueva ahora, el campo lo agradece; es lo que toca. y si hay que salir a la calle un buen chubasquero y andando, es sanísimo. Se limpia el ambiente. La gente no deja de salir por eso, yo ayer me cruce con cantidad de gente, las madres con sus cochecitos y los niños encantados, escampa ¡fuera capota! Adiosle

Jorge dijo...

Es lógico que el dueño de un taller de chapa quiera que haya pequeños accidentes urbanos para ganar dinerito fresco. Algo parecido ocurre con otras profesiones. ¿Qué harían los médicos si nadie enfermara? ¿Y los abogados si no hubiese conflictos? ¿Y los farmacéuticos?, etc. etc.
Yo soy fisioterapeuta y siempre aconsejo lo mejor a mis pacientes para que no necesiten volver a mi consulta, pero doy gracias a Dios por la vida sedentaria e insana de muchos funcionarios, oficinistas, etc. que vienen en buen número a mi casa para recibir tratamiento. Si todos hicieran deporte y caminaran más me iría a la ruina.
Así que no seamos hipócritas. Las fragilidades ajenas a veces se agradecen.
Hace años trasplantaron el corazón a mi hija mayor gracias a alguien que murió quizá en un accidente de tráfico. Si supiera cuantas veces pedimos a Dios que llegara un corazón nuevo y compatible...!
Es como lo de su amigo, don Enrique.