Van a dar las once y cuarto de la noche y aún no he escrito nada. El regreso a Madrid, la vuelta al trabajo y la repentina llegada de los sudores de verano me han secado la imaginación.
Siempre hay noticias, por supuesto. Y también anécdotas, y pensamientos más o menos descabellados que podrían subirse al globo; pero el caso es que termino la jornada con pocas ganas de fiestas por culpa de una llamada telefónica.
--Le llamo para despedirme. No volveré a verle más --me ha dicho una voz que conozco desde hace más de veinte años--. Usted sabe, como yo, que no puedo cambiar. Así que no diga nada. Rece por mí si quiere. Me da lo mismo.
La conversación ha sido un poco más larga, y no termina bien. A juzgar por el ruido de fondo, me habla desde una cafetería o un restaurante. Quizá ha bebido algo, no mucho. Trato de rematar la conversación con una broma un poco tonta, pero no funciona. Me voy a la cama con mal sabor de boca.
Algunas veces ser cura significa llevar sobre los hombros un cargamento de tristezas, de dolores, de soledades... Y, sin embargo, no renunciaría a esto por nada del mundo. Ya os lo he dicho: es grande ser cura, a pesar de los pesares.
17 comentarios:
Sólo puedo decirle que: Gracias por estar ahí, siempre disponible y siempre dispuesto.
Rezaré por su amigo.
El fulgor posterior a la Almudena ¿es de luna, de reflectores de gran ciudad o un mero arreglo fotográfico?
No se ponga triste: nada se pierde
Rezaremos por esa persona. Por favor, y pida también por un hijo mío.
Muchas gracias.
Don Enrique: hoy mi hija ha decidido que no venia de vacaciones con nosotros, se ha cogido la bici y se ha ido a nosebiendonde.... Hasta que ha pasado un rato de MUCHO CALOR, ha vuelto y ha encontrado un abrazo... No se apene, solo espere, que ya vera que volverá. Recuerde: la paciencia todo lo alcanza.
Gracias. Gracias. Sensibilidad, empatía, sabiduría. Lo tiene todo, amigo... Que Dios lo siga guardando años con mucha salud. Y un beso, un beso de amigo y de cariño.
Es duro, sí...pero él mismo le ha pedido que rece por él. Estoy segura de que no va a dejarle solo.
Hace muchos años -unos 20 o así-, una amiga me habló en términos parecidos. Éramos dos adoles cuando se fue a vivir a otra ciudad con su familia. Respeté su decisión y no volví a verla. No la he olvidado jamás.
Cuando comenzó la era de Google, acabé localizándola. Quién sabe si algún día no me presentaré allí. O quizás no lo haga nunca, pero sigo rezando por ella. Su amigo tiene la inmensa suerte de que ud. es sacerdote y puede ponerlo en la patena todos los días.
Cada vez pienso más en la entrega del sacerdote, en las horas agotadoras de confecionario, en las Misas bien vividas, en los libros estudiados y repasados.
Rezo desde hace muchos años por los sacerdotes. Ahora son mis hijos de 1 a 14 años los que lo hacen a diario, ellos han empezado antes que yo y su oración es más valiosa.
Aprovéchese de estas oraciones. Son para usted y para los de su gremio.
Dde Bcn, gracias por su globo
Porque a través de él, a los que estamos más lejos, también nos llegan sus escritos, que contagian esperanza
No se entristezca D.Enrique,acabará regresando...pues menuda huella deja usted :)
Un cariñoso saludo.
Su amigo se equivoca. Siempre se puede cambiar; lo que no se puede es no cambiar. Aunque uno quiera evitarlo: el cambio es la esencia de la vida.
lo siento, pacita, no te he hecho caso.
Pues mire D:Enrique no sé por qué y hoy me ha hecho polvo,pero usted manda
Unos se van y otros vuelven...., como yo. O sea, sí se puede cambiar y por suerte se cambia.
Anónimo de las 16:36¡CLARO QUE SI!
"El que se va sin que lo despidan, , vuelve sin que se lo pidan"
Siempre vuelven, sólo es cuestión de tiempo
He necesitado décadas para entender que hasta el cambiar para bien es cosa de aceptar la voluntad de Dios, y que cambiaremos cuando Dios quiera. A nosotros nos queda pedir y continuar en la lucha.
Si realmente no quisiera dejar la puerta abierta, no le hubiera llamado para despedirse. La gente que se va radicalmente no suele avisar de esa manera.
Esta es mi pequeña y probablemente inútil aportación. En todo caso, su amigo sabe bien con quién se las gasta, y tiene suerte de tenerle.
Historias del Metro.
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