Me
habían citado para las 9,30 de la mañana, pero soy hombre previsor y llegué a
las 9,15.
—Enseguida
le llamamos —me dijo una jovial recepcionista—. Siéntese por ahí…
La
sala de espera se parecía a todas las salas de espera de la sanidad pública y
privada. Los asientos —no los llamaré sillas ni butacas— recordaban a los de
las estaciones de autobuses de los años 60. Grises y sin la menor concesión a
la estética, se alineaban a lo largo de las paredes. Tampoco desentonarían demasiado
en una comisaría de policía. Eran quince asientos y sólo uno estaba libre. Sus
ocupantes me miraron de arriba abajo en silencio.
Me
senté y eché una ojeada al panorama: a mi izquierda había una pareja de chinos
de mediana edad. Parecían inquietos mientras susurraban en su idioma y releían
una y otra vez el folio que les habían entregado en la recepción. Junto a
ellos, un muchacho de unos treinta años trataba de acomodarse en su asiento de
la mejor manera posible. No le resultaba fácil, porque tenía serio un problema
de sobrepeso. Probablemente necesitará perder cuarenta o cincuenta kilos. A su
lado una señora mayor, quizá su madre, dormitaba plácidamente.
Apenas
tuve tiempo de fijarme en mi compañero de la derecha. Nada más sentarme lo
llamarón por su nombre —Iván— y se levantó
raudo. Su puesto quedó vacío cinco segundos.
—Hola,
¿está libre?
—El
asiento y yo estamos libres —le contesté—.
Sonrió
mi interlocutora. Era una chica morena y delgadita, de unos veinte años, con muchas
pulseras de colores en las dos muñecas y en los tobillos, que lucía un pantalón
vaquero rasgado estratégicamente a la altura de las rodillas.
—Me
llamo Ely…
—Encantado.
Yo, Enrique.
—Vale,
Enrique, ¿te importa que te pregunte una cosa?
—Al
contrario…
—¿Por
qué no se casan los curas?
Ely
tenía una voz aguda como un bisturí y parecía dispuesta a clavarla en los tímpanos
de todos los presentes. Levanté la vista. Los trece ocupantes de la sala de
espera habían oído la pregunta con claridad y nos miraban a la espera de una respuesta
convincente.
—Mira,
Ely —le dije—. Ahora mismo tengo dos opciones: me pongo en pie y doy una
conferencia a estos señores sobre el celibato sacerdotal o salimos al pasillo y
te lo cuento a ti sola paseando. ¿Qué prefieres?
—El
pasillo…
Ely,
al parecer, lo tenía todo tan claro que no me dejó meter baza. Me dijo que ella no se confesaría, "ni
de coña", con un cura que tuviese pareja, claro que tampoco lo haría con
uno soltero, pero que los curas debían casarse "como todo el mundo",
para ser normales. Añadió que ella no pensaba casarse y desde luego se consideraba
normal, pero no es lo mismo, porque era agnóstica desde que hizo la primera
comunión, y casarse en un juzgado como su padre no molaba nada. Mejor en una
iglesia, y no estaba dispuesta porque no creía en esas cosas…
Veinte
minutos después llamaron a Ely por su nombre entero, que ni siquiera empieza
por Ely, y yo volví a ocupar mi asiento con la cabeza como un bombo.
La
chica de las mil pulseras y el pantalón roto reapareció en la sala de espera a
los diez minutos.
—Me
voy, tío, pero me ha encantado hablar contigo.
—No
has hablado conmigo, Ely: me has colocado un rollo sin respirar. No sé como lo
consigues.
Le
di una tarjeta.
—Llámame
si te interesa que hablemos, pero, sobre todo, si estás dispuesta a escucharme al
menos un poco, ¿vale? Por cierto, ¿porque te llaman Ely?
—Es una larga historia. ¿Te la cuento?
—Mejor lo dejamos para otro día
A
las 12, 30 a mí también me llamaron por mi nombre.
11 comentarios:
Pobre Ely, menudo cacao mental.
Pero parece ávida de respuestas a cuestiones que nunca le han explicado o se las han explicado mal. A ver si por ahí cuela para la próxima conversación.
D. Enri la gente no es tonta todos buscan la verdad,y si ven un cura pues para que queremos mas. Si hubiese ido usted con unos levis y una camiseta de los ramones, seguro que le hubiera dicho ¿ nos fumamos algo mientras esperamos ? pero de cura D.Enri la gente busca el norte perdido o distorsionado muchas veces.
Muchas gracias y perdone la comparacion de la entrada anterior solo queria mostarle cariño.
buen dia
No es que me alegre de que vaya al médico, ni mucho menos. Es que me fascina. Siempre que de ahí salgan historias como la de Ely. Aunque reconozco que no sé si realmente la escena se desarrolla en un centro de salud. Quizá sí. La voz aguda como un bisturí es toda una pista...
Bueno, en cualquier caso, los búhos del anterior post, cuyo gesto no acabo de descifrar, van bajando...
¿Y sí se verán? Cada día valoro más el cariño. Compasión debo decir, pero ¡qué fuerte!
D.Enrique los telediarios a veces tambien dan buenas noticias, ayer vi que el inmigrante pateado por una periodista con su hijo en brazos, ha sido contratado por el Getafe Club de futbol para que entrene ( parece que este hombre habia sido entrenador en su pais) a las categorias inferiores , le ponen un piso de renta solidaria y sobre todo le ponen esperanza.
Cuando oiamos la noticia miraba de reojo a mi Monica y la caian lagrimones y me dijo Goyito a veces Dios permite que nos den patadas para darnos luego gloria. Y yo que tambien tenia el corazon como la mantequilla y no me gusta llorar que para eso soy Segoviano, la dije bueno Monica me voy a currar, aunque el espejo del ascensor me mostraba mis lagrimas.
Gracias Getafe a partir de ahora me resultais muy simpaticos y habeis ganado la champions del amor al projimo, ya vereis como sin saber porque se multiplican los abonados y salvais el presupuesto.
Gracias !!
cuanta alma ingenua sedienta de formación y filiación Divina!
Ha visto como si tienes cosas que contar? Y además bien divertidas. Le saca punta a todo.¡Lo que no le pase a usted! Me voy al curro. Nosotros tenemos una chica que ha estado trabajando en verano y ahora sigue los fines de semana, estudia Historia del Arte en la Complu. Y dice que los de Podemos están metidos en todo. Hay que rezar por que quieren hacer una asociación ella y un grupo de amigos con otros motivos. Adiosle
Seguimos en la sala de espera, deseando que nos toque el turno.
Y esto lo sabe Marita?...
Ya nos tiene usted en la sala de espera desde hace lo que son 14 días, cuando salió su último post. Venga, don Enrique, anímese!
Vale, Mari Carmen
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