Me
piden que escriba sobre las blasfemias, que no guarde silencio en el blog ante
los actos sacrílegos, los insultos a Jesucristo y a la Santísima Virgen, las
amenazas que reciben los católicos sólo por serlo y, en definitiva, ante la
basura antirreligiosa que se acumula en la red, en las televisiones y hasta en
las calles de nuestras ciudades.
Guadalupe,
que vive en los Estados Unidos desde hace más veinte años, me pregunta
escandalizada: "¿qué les está pasando en España?"
Enrique
García-Máiquez, en su artículo de hoy —que recomiendo— habla del presunto "derecho
a la blasfemia", que algunos reivindican quizá como paso previo a la
subvención. Algún columnista menos serio afirma que las manifestaciones de
fobia anticatólica son sólo una moda de la izquierda, que pasará como pasó la
moda de los pantalones campana. Yo me temo que el fenómeno es más grave.
Estamos ante una epidemia de odio, y el odio, por muy explicables que sean a
veces sus causas, siempre tiene al Diablo como primer principio.
Precisamente
por eso me esfuerzo en callar. La enfermedad del odio es muy contagiosa y uno corre
el riesgo de caer en la trampa de responder con más odio a los infectados con
ese virus demoníaco. ¡Pobre gente! Es indudable que lo pasan muy mal odiando
así. Tratemos de curarles, de restañar sus heridas, de devolverles la sonrisa
que parecen haber perdido en algún recodo del camino.
Una
monjita (la llamo así, en diminutivo, porque era muy pequeña) me contaba con
pena que estuvo atendiendo a un enfermo de Sida durante casi un mes, y aquel
hombre sólo respondía con blasfemias a cada una de sus curas.
—No
me atreví a corregirle —añadió—. Yo sólo le sonreía y pedía a Dios por él. No
sé si hice bien.
Le
dije que sí, que lo había hecho muy bien. Y me acordé de algo que escribió San
Josemaría hace casi ochenta años:
"Lo
que más temen los enemigos de Dios es que llegue un día, en el cual todos los
que creen en Jesucristo se decidan a poner en práctica su fe: y a eso vamos".
2 comentarios:
Tiene usted toda la razón. No vamos a odiar porque no es eso lo que nos han enseñado. A rezar por ellos ¡Si!. Caerán del burro ellos solos. Adiosle-pido
Ante tanta blasfemia actos de desagravio, y rezar a San Miguel Arcángel.
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