domingo, 4 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina. V

No vi extraterrestres

En mi larga marcha hacia Belén no ocurrieron muchas cosas más. La más importante os la he contado ya y aún no me he recuperado de la emoción: ver jugar a María en lo más alto del Cielo miles de siglos antes de que el sueño del Todopoderoso se hiciera carne y sangre en la tierra, es una experiencia inolvidable.
Con el recuerdo grabado en mi corazón de estrella, volé por el espacio en silencio durante muchos siglos con la sola compañía del Ángel.
Vi luceros de todos las clases y tamaños, cometas perdidos en órbitas extravagantes, planetas de hielo y de fuego, lunas de cien colores. Pero, no, lo siento; no vi hombrecitos verdes ni naves intergalácticas. Yo sé que a muchos os encantaría que el universo estuviese bien poblado de seres inteligentes dotados de poderes tecnológicos ilimitados. Sin embargo tengo la impresión de que no es así.
No me hagáis mucho caso; yo soy solo una pequeña estrella que ni siquiera ha hecho el bachillerato. Pero cuando oigo decir que "no podemos estar solos en el cosmos porque hay miles de millones de planetas capaces de albergar la vida y evolucionar", casi me da la risa. ¿Solos? ¿Cómo vais a estar solos si os acompaña a todas horas el mismo Dios nacido en Belén y la Madre de Jesús, que es la obra maestra del Creador?
Es verdad; hay miles de millones de sonidos en el universo que podrían combinarse de mil formas aleatorias y dar lugar a acordes bellísimos o a ecos hondos y misteriosos; pero os aseguro que desde la más lejana de las galaxias hasta vuestra luna, solo hay una quinta sinfonía de Beethoven. Y aunque lanzáramos a lo más alto del cosmos todas las letras del abecedario y se multiplicaran un millón de veces con la esperanza de que la evolución las convierta en poema, jamás nacería por casualidad un segundo "cántico espiritual" como el que escribió Juan de la Cruz.
Insisto; no me hagáis mucho caso; tampoco he estudiado teología, pero pienso que vuestra tierra es una obra de arte mucho más hermosa que la mejor sinfonía. No ha nacido por azar ni evoluciona sin rumbo. El Dios Encarnado y nacido en Israel es el centro del universo. Todo lo demás es decorado, adorno, música ornamental.
Solo hay un Belén en el Cosmos. Os lo aseguro. Y yo fui su estrella. 

1 comentario:

Fernando Q. dijo...

Sólo un Belén en el Cosmos.

¡Todo un Cosmos, para que hubiera un Belén!

gracias don Enrique. (No comento las fotos, como verá...)