miércoles, 6 de junio de 2007

El Cero ya no existe


No me lo podía creer, pero Kloster me confirma que es cierto:

—Muchacho, de ahora en adelante no puedes poner ceros en los exámenes. El cero ha pasado a la historia.

—¿Ha muerto?

—Peor aún, está prohibido.

—¿Censurado?

—No emplees palabras tabú y limítate a obedecer a las autoridades académicas. La abolición del cero se veía venir. Es una medida traumática, pero necesaria. Nuestros amados líderes se han enfrentado, por fin, al grave problema del fracaso escolar y han decidido que ningún alumno de bachillerato se lleve a casa un guarismo tan infamante como el cero.

—¿El cero patatero?

—¿Lo ves? Esas expresiones ignominiosas contribuyen a que nuestros escolares tengan la autoestima por los suelos. Pero ya nunca más. Por orden ministerial del 12 de noviembre de 1992, “las calificaciones de las materias de Bachillerato se expresarán del 1 al 10, sin decimales”.

—O sea que ni el rosco, ni el donuts… ¿Nada?

—Nada. Descansen en paz.

La noticia, por un momento, me ha turbado considerablemente. Si el cero no existe, yo, que siempre he sido un cero a la izquierda, ¿dónde me sitúo ahora?

Hace muchos años un celebrado profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, famoso no tanto por su ciencia como por sus extravagancias, explicó a sus alumnos que en los accidentes ferroviarios la mayor parte de las víctimas solían estar en el vagón de cola.

—El remedio es muy sencillo —concluyó—: hay que suprimir el vagón de cola.

Lamentablemente la brillante idea no pasó al Boletín Oficial del Estado. Y así nos va.

Superada mi primera reacción, he reflexionado sobre el asunto, se ha hecho la luz en mi sesera y estoy dispuesto a aportar nuevas e imaginativas ideas para mejorar la autoestima de los chavales. La primera y más urgente sería suprimir con carácter definitivo el último puesto de la clase. ¿Hay cosa más humillante para un adolescente que ser el peor del curso? Eso es aún más grave que llevarse un cargamento de ceros. Por tanto, propongo que, de ahora en adelante, los últimos pasen a ser penúltimos, y santas pascuas.

—Ya. Y entonces el penúltimo pasaría al último lugar.

—¡No. No entiendes nada! El último lugar no existe. Por lo tanto nadie será último.

—Pero eso es absurdo.

—Querido Kloster, el Boletín Oficial del Estado lo aguanta todo. ¿Por qué no va a ser posible convertir lo absurdo en real? Hasta ahora las leyes no creaban la realidad; se limitaban a “vestirla” adecuadamente con un ropaje jurídico. Pero eso ha cambiado. Todo lo que es legal existe aunque no sea razonable. La ley ya no es una “ordenación de la razón”, como querían los clásicos, sino una decisión de la voluntad capaz de hacer que lo blanco sea negro, que la naturaleza humana no exista, que los centollos tengan derechos, que el sexo se convierta en género y el género se elija según convenga. La ley puede casar a seres incasables con tal de que estén la mar de unidos; puede incluso legalizar el “matrimonio unipersonal narcisista”, en virtud del cual los ciudadanos tendrían derecho a contraer matrimonio consigo mismos en presencia del alcalde y de un espejo. La ley puede incluso prohibirse a sí misma y decidir que todas las leyes son ilegales, incluso esa… ¡Ah, la ley, qué gran invento!

—Me temo que estás sacando las cosas de quicio. Total, por un cero.

—Amigo Kloster, si yo tuviera 15 años y me dieran un uno en matemáticas, pensaría que es una especie de limosna más humillante aún que el rotundo, redondo y solemne cero. El cero puede llevarse con dignidad, como se lleva un voto en blanco a las urnas electorales. Pero el uno…, el uno es una vergüenza, es un cero devaluado, un cero zapatero, con IVA.




4 comentarios:

Altea dijo...

Pues si se trata de subir la autoestima, van y lo cascan por otro lado, porque eso de que a uno le trunquen el 8,5 en un 8 a secas, da una rabia que no veas, lo digo por experiencia.
Un buen remate, lo del "cero zapatero".

gilgamesh dijo...

No se, yo creo que un cero a tiempo, siempre que me lo han puesto (que han sido muchas) es una victoria, porque significa que no estudié y por tanto, no sabía nada.
Sin embargo un 4,8, (que también saqué varios) es peor: porque estudié, pero no fue suficiente, y tendría que esforzarme otra vez...¡que horror! estudiar otra vez lo mismo.
AL paso que vamos, igual obligan a todo el mundo a poner un 10, y así, nadie se traumatiza...Pero nadie sabría un pimiento y entonces ¿para que demonios sirve el sistema educativo?
Estos políticos, es que no tienen una idea buena...

Benita Pérez-Pardo dijo...

Si parece que quieren hacer la "Antología del Disparate" en forma de Real Decreto.

Los ceros son fundamentales. La mar de didáticos. Se desahoga el profesor, se pavonea el adolescente... Son hasta elegantes. Nos dirijimos a la mediocridad más absoluta.

Dentro de poco sólo se podrá sacar del 4 al 6 para no humillar a los demás...¡Borreguitos al colegio!. Ay!!

Anónimo dijo...

No sé cuándo ha salido eso del cero.

Cuando empezó la Logse y los guarismos en Bachillerato en vez del MD, INS, etc. mi Jefe de Estudios ya advertía: un cero no se puede poner porque es alumno oficial y además hay que sumar un 1 por venir a clase... entonces ¿había que aprobar con un 3? ¿Al alumno de 10 había que ponerle un 12? Siempre me resultó un misterio.

Lo cierto es que a mí que he tenido méritos sobrados para eso y apra más nadie me ha regalado todavía el doctorado. ;)

Saludos