domingo, 8 de junio de 2014

Entre Babel y Pentecostés




Fuego a bordo 
Ayer, en la Vigilia de la fiesta de Pentecostés, recordamos la historia de unos hombres orgullosos, seguros de sí mismos, que no necesitaban de Dios porque se consideraban dueños de su propio destino. Eran los hombres de Babel: los que decidieron construir una ciudad y una torre en la que el Señor no tuviese cabida. Lo único que les importaba era tocar el Cielo, ser famosos en toda la tierra. 
Hoy la Liturgia nos presenta, por contraste, a otros hombres que parecen el polo opuesto. Asustados, escondidos, sin fe en sí mismos, aguardan la venida del Espíritu, que Jesús les prometió. Son los hombres y mujeres de Pentecostés.
Los hombres de Babel tenían una sola lengua. ¡Qué bien se entienden los hombres en la prosperidad! Pero llegó la crisis y todo se vino abajo. El Señor se rió de ellos y los dejó en manos de su propio egoísmo. El egoísmo se convirtió en odio, las lenguas se multiplicaron y se dispersaron por toda la tierra.
Los hombres de Pentecostés, en cambio, recibieron el fuego del Espíritu Santo y salieron del cenáculo como un huracán imparable, Se bautizaron tres mil y llegaron hasta el último rincón del mundo. Hablaban una sola lengua; la de los hijos de Dios,
Ahora, los hombres de Babel siguen trabajando en su torre miserable. Van de triunfo en triunfo hasta el fracaso final. Aún se consideran dioses. Ellos deciden quién vive y quién muere en este Planeta: manipulan embriones; eliminan vidas para sanar otras vidas o para fabricar cosméticos; matan a millones de niños a los que no se les deja nacer… Dios, para ellos, ha muerto.
La Iglesia, entre tanto, perseguida y calumniada, se diría que sigue esperando al Espíritu Santo. Pero el Espíritu ya está aquí. Es fuego y viento, como entonces: un huracán que quema; una hoguera que se renueva constantemente y enciende en lumbre viva el corazón de los cristianos. Así será si sabemos buscarlo en el centro de nuestra alma.
 "¡Ven, oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra."

5 comentarios:

Cordelia dijo...

Amén

Maitezgz dijo...

Hola Don Enrique, hola a todos.
Me ha gustado mucho. Ya se que no le
gusta mucho las adulaciones, pero
de alguna manera hay que expresarlo.
Muchas gracias por dar la oportunidad de poder leer lo que escribe.
Encontré su globo, leyendo otros blogs, me alegro de ello.
Con su permiso: escribe muy bien, y lo más importante...para que lo entendamos todos.

Pedazo de anónimo dijo...

Gracias por ésta magnifica meditación en un dia tan importantey disfrutad del Espiritu Santo.Es lo mejor del mundo!

Papathoma dijo...

Feliz Pentecostés.

Antuán dijo...

Bien dicho! Así se habla. Pero cuenta con toda la ayuda del Espíritu Santo. Dele las ¡Gracias! Adiosle