lunes, 11 de mayo de 2015

Chapa y pintura


Hoy he vuelto a “Cuarta Entrada”, el taller de chapa y pintura que regenta mi amigo Luis muy cerca de la antigua sede del colegio Aldeafuente. Lo heredó de su padre, Plácido, que fue fundador de la empresa y también gran amigo mío hasta su muerte.
Plácido siempre anduvo mal de los pulmones.
—Yo tengo la culpa —me contó hace años—. Al principio pintaba las carrocerías de los coches de cualquier manera, sin protección alguna, y esta pintura es veneno. Ahora las cosas son diferentes. Mis hijos pueden trabajar con seguridad.
Reconozco que a mí me hacía siempre un precio especial por ser sacerdote. Yo correspondía mandándole algún cliente nuevo.
En vísperas de uno de mis viajes a Roma con motivo de la convivencia de Semana Santa, pregunté a Plácido:
—¿Qué quieres que te traiga?
—¿Estará con el Papa?
—Por supuesto.
—Entonces tráigame un crucifijo bendecido por el San Padre. ¿Será posible?
Ya en la tienda de artículos religiosos me entraron las dudas: ¿Compro un crucifijo pequeño, para llevar en el bolsillo o uno grande, de pared? En la duda me traje los dos y Plácido se emocionó hasta las lágrimas al recibir el regalo.
No sé lo que hizo con el crucifijo de bolsillo. Él andaba siempre con el grande encima, incrustado a duras penas en un bolsillo de la chaqueta.
—Deberías clavarlo en la pared de la oficina —le dije—.
—Cualquier día lo hago, pero de momento…
Cuando falleció mi amigo, ofrecí una Misa por su eterno descanso. Y aun ahora, cuando llega su aniversario, el 6 de marzo, no me olvido de encomendarlo al Señor y de encomendarme a él para que conserve mi bólido sin demasiados golpes ni raspaduras.
 


3 comentarios:

Cristina.V dijo...

Seguro que Plácido le estará eternamente agradecido.
El que tiene un buen amigo, tiene un tesoro.

Yomisma dijo...

Me encantan estas historias de verdadera amistad.

Ro dijo...

eso, el crucifijo en el bolsillo y que pese un poco porque si no parece que se nos olvida. Gracias por sus historias... me encantan!