Algunas veces me avergüenzo de escribir
en el globo sobre asuntos tan banales.
Enciendo el telediario o cualquier
informativo radiofónico y oigo que cientos de miles de personas aporrean las
puertas de Europa porque huyen de la persecución y de la guerra, y aquí los recibimos
con un democrático telón de acero.
Se resfría china y estornudan las
bolsas de occidente.
El terrorismo islámico prepara las
próximas bombas y ya ha decidido en qué nación reventarán. Han echado la bolita
en el bombo para sortear el lugar, la fecha y la hora de la explosión. Lo
importante, pensamos, es que la lotería del terror le toque al vecino para que
sigan llegando turistas a nuestra tierra.
Matan a dos periodistas "en
directo" y no nos conformamos con saber la noticia. Queremos ver imágenes,
oír los gritos y sobresaltarnos con los disparos. Se conoce que necesitamos
sentir emociones nuevas y ver sangre a todo color mientras comemos macarrones
con tomate. Que repitan el vídeo a cámara lenta para no perder detalle; es el
sacrosanto derecho a la información.
Los terroristas, celosos, afilan de
nuevo sus los alfanjes para seguir degollando infieles y trasmitirlos al mundo entero por YouTube. Nos hemos
acostumbrado. Ya no nos impresiona demasiado.
Nuestro continente envejece a marchas
forzadas, y en esta carrera hacia la decrepitud, España marcha en cabeza muy
destacada, decidida a ganar la medalla de oro. No hay niños para tomar el
relevo. Ni siquiera para pagar las pensiones. Es un suicidio demográfico a
corto plazo, pero casi nadie quiere enterarse.
Una de las naciones más viejas del
viejo continente sufre entre tanto una
epidemia aldeana de egoísmos
enfrentados, que amenaza con desintegrarla como en los tiempos de los taifas.
No hay que preocuparse; crecemos al cuatro por ciento, hay dinero para seguir
corrompiéndonos, vamos a prohibir las corridas de toros y cambiaremos los nombres de las calles.
Perdonadme, amigos. Ya sé que me he
pasado ocho pueblos. Mi problema es que me siento culpable por no dedicar tiempo y espacio a esos penosos asuntos.
Tampoco lo he dedicado a otros más alegres que necesitarían ser comentados con
rigor. Pienso, por ejemplo, en el Sínodo sobre la familia que concluirá en Roma
dentro de un par de meses. Si hiciéramos caso a los titulares de prensa,
pensaríamos que la Iglesia prepara una especie de revolución doctrinal y
antropológica. Nada más falso. La familia natural y cristiana resiste todos los
embates.
Pidamos al Señor que las familias sean las primeras evangelizadoras de este continente que agoniza; que los matrimonios
sean más generosos, que nazcan muchos niños y sepan educarlos en la verdad y
en la libertad; que no tengamos miedo a confesar nuestra fe y a vivir como
cristianos; que Europa despierte y abra sus puertas a los que
llegan pidiendo ayuda. Ellos, con la ayuda de Dios, curarán la demencia senil
que padecemos.
9 comentarios:
Dios le oiga.
D.Enrique no se pasa ocho pueblos de vez en cuando hay que mirar a nuestro nuestro entorno y rezar. Dios no es una filosofia no es un concepto, Dios vive nos ve nos escucha, Dios esta en el inmigrante que llega a Tarifa sediento y espera una sonrisa una palmada en la espalda y aqui en la "confortable Europa" se le recibe como si fuera ganado.
cuando lo ves por la tele y tu hijo de seis años te dice ¿ por que ? tu solo puedes decir mira fulanito dejate la vida por los demas , con cada uno que te encuentres intenta darle cariño amistad y esperanza y asi estaras intentando hacer un mundo mejor y mas justo. En definitiva ama a Dios sobre todas las cosas y al projimo como a ti mismo.
Que así sea, con la ayuda de Dios (y lo que podamos cada uno).
Por cierto D. Enrique el cuadro es muy Daliniano. Un abrazo Y buen dia
Me encanta que "se pase cuatro pueblos"!
Isabel
Gracias por la entrada.
Podemos rezar. Y poner todo de nuestra parte; entre otros caminos está cumplir cada uno con su deber, en el trabajo, en la familia... y ayudar a los que necesitan confesarse (todos lo necesitamos, claro). Hablando de confesión y conversión: hoy es San Agustín. Y era de nuestra civilización. Podemos pedirle a él. Él se convirtió de firme.
Un abrazo, Don Enrique. Veo que tiene bastantes comentarios interesantes, que además le apoyan.
Es así esperemos que dejen entrar a los que huyen del horror de la guerra sea la solución para los estrechos de corazón y de miras antes de que no se pierdan por el camino, si algo hacen pero son tan ¡lentos!. El otro día contaban en la mesa que en más de un pueblo han dado cobijo a refugiados y es una alegría contaban los aldeanos ver chiquillos correando por las calles. Ojala no sean los únicos. Adiosle
Solo una puntualizacion,recemos los unos por los otros,independientemente de la religion,ideologia o condicion,todos somos hermanos.
Puntualizo al puntualizador. Tenemos el derecho y el deber de evangelizar, es decir, de llevar nuestra fe a todos los pueblos y lograr, con la ayuda de Dios, que aumenté el número de los discípulos de Cristo. Que haya conversiones. Sin esa actitud los apóstoles no habrían salido de Jersusalen.
Publicar un comentario