He llegado a Molinoviejo desde Canarias
volando con el polen y las oropéndolas. Las oropéndolas —son diez o doce—
empiezan su concierto de flauta a las seis y media de la mañana y me despiertan
con mucha más eficacia y dulzura que mi Samsung.
No hay color: entre la hogareña melodía que llega del jardín y el impertinente pitido
electrónico del móvil elijo sin dudar el canto de la naturaleza. Inmediatamente
me asomo a la ventana y allí están, a muy pocos metros, como relámpagos dorados
que revolotean veloces en busca del desayuno. Cuando terminen irán a esconderse en las copas
de los álamos.
Lo del polen es menos grato. Alumnas y
profesor compartimos el mismo picor en la garganta. Yo empiezo la clase con un
vaso de agua a mi derecha para no quedarme atascado a mitad de una tesis
teológica. He empezado a explicar "Teología Pastoral". Hablo, por tanto,
de ovejas y pastores. Todo me recuerda al polen.
Estornuda una alumna.
—¡Jesús!
Parece ser que la costumbre de invocar
a Jesús después de un estornudo nació con la peste, cuando un inofensivo
estornudo podía ser el primer síntoma de contagio. Los griegos y los romanos llamaban a Júpiter o decían "salud", que queda más laico.
Yo prefiero no decir ni pío.
Son las doce del mediodía. El pico
picapinos ha empezado su concierto de percusión. Me pregunto si los pájaros no tendrán
alergia.
5 comentarios:
Que luz tan bonita tiene la ermita. En septiembre estaré por allí .
Bienvenido a Molinoviejo. Yo ayer estuve en el albergue preparando la especialidad de la casa: pizza para el finde. ¡Que verano nos espera! como en las batallas: ¡a por ello!. En los ratos libres me subo a la buhardilla. Adiosle.
Han vuelto las oropéndolas! me sorprende la de cosas bonitas que escriben juntos. Ellas -las oropéndolas, no las alumnas- y usted.
Alergia al polen, no sé. Pero estoy convencida de que los pingüinos no vuelan porque sufren de vértigo. Así que prefieren hacer virguerías en el agua.
Bienvenido!
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