lunes, 15 de mayo de 2023

El otro

 

—¿Eres don 
Álvaro?                                                                                                            

La voz, potente e inequívocamente infantil, salió de la rejilla del confesonario y se me incrustó en el oído izquierdo. Yo llevaba algo más de una hora confesando a los chicos de quinto de primaria porque las vacaciones de Navidad estaban al caer y todos querían afrontar las fiestas con el alma superlimpia y bien repeinada. Eso les había dicho yo aquella misma mañana. Les expliqué que, cuando María y José llegaron al portal de Belén, dedicaron unas cuantas horas a limpiarlo a fondo. Jesús iba a nacer en un establo, pero era necesario eliminar excrementos, echar a las ratas y a los ratones, acondicionar el pesebre y poner guapa a la mula con un cepillado a fondo.

—Nosotros también tenemos un establo que limpiar, ¿no os parece?

Lo entendieron a la primera y se pusieron a la cola para confesarse.

Al terminar, decidí quedarme un rato en el confesonario del cole, que es una especie de armario no demasiado confortable, pero que tiene una pequeña estufa, muy eficaz en determinadas fechas. Acababa de abrir un libro cuando sonó aquella poderosa voz preguntando por don Álvaro.

—No —le contesté—; no soy don Álvaro.

—Ah. Eres "el otro". Entonces nada.

No me dio tiempo a defenderme. Salió escopetado del confesonario y yo me quedé pensando que era la primera vez que me llamaban "el otro".

En estos tiempos a los curas nos llaman de muchas maneras. A veces nos dicen "padre", como mi vecina y amiga Sofía, que une ese respetuoso título al tuteo bilbaíno no menos amable. Gento —ya lo conté en otra ocasión— me llamaba "páter", supongo que como recuerdo de la mili. El gran García-Máiquez escribe "don Tocayo" en los libros que me dedica; Marta —pediatra, anestesista y alumna del alma— utiliza una abreviatura original: "Donen". Elena, en cambió, como era fan de Asterix cuando estudiaba en el cole, me colocó el apelativo "monasterix" Desde entonces sigue utilizando ese nombre cuando alguna vez me guachapea. Hay también un médico que, completamente en serio, me llama "señoría", y yo le dejo porque mola, y algún alumno de bachillerato prefiere el título de "tío", no porque se sienta sobrino mío. "Tío" es el sucesor de "tronco", un palabro ya en declive que se acaba de incorporar —¡ay de mí!— al diccionario de la Academia.

Los empleados de "el Corte Inglés" y los guardias municipales me llaman "caballero", a pesar de que no llevo caballo. Yo preferiría "señor", porque lo de "caballero" me recuerda demasiado a los letreros que aparecen en las puertas de los retretes (sí, así se llaman).

Lo de "el otro" ha sido un afortunado hallazgo de un chaval que aún no he podido identificar.

Me gusta ser "el otro". Durante muchos años trabajé como capellán de algunos colegios en los que siempre ejercí de titular. Yo era "el Uno", y si había más sacerdotes ellos eran "los otros" o incluso "el resto de la capellanía". Su destino era pasar, hacer prácticas y quizá ascender a cotas más altas.

Ahora que comienza el año y el júbilo de la jubilación me posee, doy gracias a Dios por ser solo "el otro", el reserva de todo y titular de casi nada. Es otra forma de volver a empezar, de renovar la vida. Cuando estrené mi primera sotana y la matrícula del alzacuello, no me dieron la oportunidad de estar en el banquillo de los reservas. Tuve que salir al campo y hacer el ridículo en solitario.

Ahora es distinto. Estoy de estreno. Si meto la pata podéis corregidme sin miedo. Solo soy "el otro".

5 comentarios:

valen dijo...

Cómo me alegra don Enrique, leer nuevos artículos en su blogs. Cierto que le sigo en Mundo Critiano, pero aquí se le echaba en falta.
Magnífico, magnífico, lo que nos dice de Benedicto XVI.
Muchísimas gracias.

Llumla dijo...

Pues en el globo sigue siendo “el Uno”, sin opciones a ser “el Otro”, gracias a Dios.

Papathoma dijo...

Hoy ha caído en mis manos casi por casualidad la revista de Mundo Cristiano en la que aparece este artículo. Y el Espíritu Santo me ha soplado, buscar el blog que aún tengo en la pantalla de mi móvil, pero en el que ya no entraba desde hacía más de un año. Qué bien tenerlo aquí de nuevo. Me siento un poco rara, porque han pasado muchas cosas desde entonces, pero el Espíritu Santo sabrá por qué he vuelto yo también. No se lo voy a discutir, porque Él siempre tiene razón y salgo ganando. Eso sí, me voy corriendo al WhatsApp a comunicar la buena noticia. GRACIASSSS.

Marita dijo...

Gracias por seguir, de "uno" u "otro" modo...

Anónimo dijo...

Qué risa. Me ha alegrado la tarde y me ha reavivado el buen humor. Gracias.