martes, 13 de junio de 2023

Por 2 pesetas

 

 

“Mundo Cristiano”, la publicación en la que escribo desde 1992, acaba de cumplir 60 años. Con ese motivo, el director me sugirió que redactara “algo simpático” para mi columna del mes de abril. No me resultó difícil. Hasta ahora he sido un colaborador fiel y puntual. Solo fallé una vez y fue por una causa justificada. Había sufrido un episodio cardiaco, y en la UCI no parecía fácil trabajar con el ordenador.

Por otra parte, aunque no estuve en el nacimiento de la revista, creo que fui uno de sus primeros y más apasionados lectores. Así que me puse frente al teclado y en algo más de media hora logré revivir esta vieja y verídica historia:



Mi abuelo Eugenio, que era hombre sabio y sentencioso, me dijo en cierta ocasión que no me fiara de los recuerdos. Sobre todo de los que parecen más firmes. Acababa de contarme una de sus batallitas, y se conoce que no estaba muy seguro.

—Cuanto más colorido tengan más fácil es que te engañes —añadió—. La imaginación hace milagros y es útil para escribir novelas, pero no conviene seguirle demasiado el juego.

Yo sé muy bien que la memoria es tramposa y optimista, al menos la mía. Además han pasado 60 años; pero mis recuerdos de aquella etapa están esculpidos a todo color; son nítidos y tienen música, letra y aroma de azahar.

Era el año 1963 y yo vivía en Sevilla a punto de terminar la carrera de Derecho. En la "Fábrica de Tabacos", sede de la Universidad, conocí a Felipe, un tipo simpático, brillante y generoso. Podíamos haber sido amigos y estoy casi seguro de que me tomé con él mi primera cerveza andaluza. Lástima que  no sintonizáramos. Él frecuentaba las "Hermandades Obreras de Acción Católica" —la HOAC—  y a mí no me iba demasiado el plan. Con el tiempo Felipe se convirtió en Presidente de Gobierno, y su amigo Alfonso, que también andaba por allí, le siguió hasta la Moncloa. En aquella época Alfonso lucía una barba encrespada  y furiosa, negra como el carbón.

Mi amigo del alma era Ramón Pi, un prometedor periodista recién salido del cascarón, que empezaba a trabajar en el ABC de Sevilla. Por entonces firmaba con dos apellidos como los árbitros de fútbol: "Pi Torrente". Además jugaba a baloncesto en alguna liga local y él mismo redactaba las crónicas de los partidos elogiando su actuación en la pista sin el menor empacho. ¿Recuerdas, querido Ramón, aquella larguísima copla que redactamos a medias remedando las de Jorge Manrique a la muerte de su padre? Era un poema divertido, respetuoso y pienso que inteligente, dedicado a un conocido ministro del Gobierno que había prometido terminar con la censura elaborando una ley de prensa liberalizadora; pero el proyecto se demoraba en exceso y hubo alguna que otra manifestación.

Todo esto no tiene demasiada importancia, pero me apetecía recordarlo. Lo verdaderamente importante era el fenómeno de "El Cordobés", un novillero frenético y heterodoxo que parecía jugarse la vida en cada faena  con su salto de la rana y su falta de respeto al morlaco.

—Cuando tome la alternativa se le acabarán los jueguecitos —pontificaba mi amigo Manolo—. A ver qué hace cuando le pongan delante un toro de media tonelada…

En la primavera falleció en Roma el Papa Juan XXIII. No fue una muerte inesperada, pero los sevillanos le tenían un cariño especial porque sonreía y era como un abuelo socarrón y cercano.

Poco antes, allá por el mes de febrero, vi en un quiosco de la calle Sierpes una revista nueva con muy buena pinta:

—La dirige el cura de la tele —me informó la quiosquera—.

—¿Y se vende?

—Una hartá

"El cura de la tele" era Jesús Urteaga, que casualmente fue también capellán de Gaztelueta, mi cole de toda la vida. Así que compré un ejemplar por 2 pesetas, o sea, 0,0060 euros, y la leí de punta a cabo.

—¿Mundo Cristiano? Con ese título no durará mucho —profetizó alguien—.

Yo me sentí obligado a defender la revista con el entusiasmo y la vehemencia de mis 21 tacos. Hice propaganda por todas partes, y expliqué con ocasión y sin ella que Mundo Cristiano haría historia.

Ya veis, han pasado 60 años y aquí seguimos.


 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias D Enrique cualquier cosa que escribe se convierte en un dibujo maravilloso que cobra vida y te sientes allí mismo....Dios le ha dado la facilidad de escribir cualquier cosa y convertirlo en arte .

Por cierto ojalá Felipe encontrase a Dios yo rezo siempre ppr los famosos vivos et difuntos .
Prince, Michael Jackson, paquirri . Pablo Iglesias pedro sanchez los muertos que estén al lado de Dios los vivos que lo encuentren

Miriam dijo...

Que alegría¡¡ el globo vuelve a volar¡
Mil gracias Don Enrique¡

Bernardo dijo...

Siempre ha presumido -con razón- de una excelente memoria, don Enrique.

Hay que ver, 0,0060 euros. Qué poco acaba valiendo el dinero.