He vuelto a Molinoviejo. Serán unos días de descanso activo. Predicaré cada mañana a un grupo de mujeres que hacen un curso de formación en esta casa. Luego me echaré los prismáticos al hombro y trataré de encontrarme con los pájaros recién llegados del sur. Los tengo un poco abandonados y a lo mejor no se acuerdan de mí. En el pasado hice muy buenas migas con las oropéndolas, los abejarucos y, sobre todo, con el autillo que cada noche se sitúa a pocos metros de mi ventana.
El autillo es el búho más pequeño de Europa. Apenas mide veinte centímetros de altura, pero su canto —un silbido aflautado, repetido cada dos o tres segundos— resulta inconfundible. Verlo ya es otra cuestión. El pájaro se mimetiza magistralmente entre las ramas de los árboles.
Esta noche ha vuelto y yo estaba preparado para recibirlo. Comenzó su conversación nocturna a las diez en punto y yo le respondí desde mi teléfono móvil con una grabación. Nada más oír el primer silbido, el autillo se quedó en silencio. Seis segundos después se reanudó el diálogo y la serenata se puso interesante. El autillo se fue acercando a la ventana, y al fin pude verlo durante unos segundos. Él también me miró con sus penachos enhiestos y sus ojos pasmados.
¿Volverá esta noche?
2 comentarios:
😃
Si vuelve el autillo, le puede pedir que rece también por una intención "Súper secreta"?
Don Enrique , que bien, estar en Molinoviejo, que suerte tienen las que le van a escuchar todos los días, sería para el resto de los mortales maravilloso si pudiera hacer audios,de todas formas gracias por estar aquí
Publicar un comentario