lunes, 5 de marzo de 2007

El eclipse nuestro de cada día


Aquel día habíamos tenido un eclipse -como el de ayer, pero de sol- y los medios también se pusieron pesadísimos con el tema. Yo había salido de Madrid camino de Riaza, y a los pocos kilómetros me vi envuelto en una tormenta de agua y granizo de esas que asustan. Gracias a Dios duró poco.

Mientras subía el puerto de Somosierra comenzó a despejarse el cielo. Pronto empezaría a anochecer; pero el sol de Castilla es perezoso y, antes de ocultarse del todo, fue coloreando las últimas nubes que, como harapos deshilachados, se disolvían en el aire. Luego el horizonte se encendió en rojo y las montañas adquirieron unas tonalidades ocres, violetas y anaranjadas imposibles de describir. Yo detuve el coche en un área de descanso de la autovía.

Reconozco que a veces me gusta dar la nota; pero aquella tarde me salió del alma. Me puse a aplaudir.

Unos segundos después se detuvo un automóvil con un matrimonio y dos o tres niños.

—¿Qué hace, padre? —me preguntó el marido—.

—Ya ve: aplaudo para que salga el Autor.

El hombre sonrió y me acompañó en la ovación. Inmediatamente se unieron la mujer y los niños.

Lástima. Ningún otro coche se unió a la fiesta. Podríamos haber formado un buen grupo de aplaudidores.

Unos kilómetros más adelante volvimos a coincidir en una estación de servicio, y me invitaron a merendar.

La mujer aseguró entonces muy seria que ella sí que había visto al Autor; que, en efecto, nos había saludado. Y que era una pena que la gente no hiciera un alto todos los días para admirar la belleza de un eclipse que no sale en la prensa, pero que es infinitamente mejor que el otro.

Ya lo dice el Salmo: los cielos cantan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por su magnifica decripcióm,yo también he podido sentir lo mismo que usted

Anónimo dijo...

Perdón he querido poner descripción

Adaldrida dijo...

Qué idea tan buena...

Anónimo dijo...

"...y las montañas adquirieron unas tonalidades ocres, violetas y anaranjadas imposibles de describir"
Justo ayer me enviaron un correo con cartas al Niño Jesús escritas por niños de un colegio italiano. Uno de ellos, Eugenio, dice: "Querido Niño Jesús: yo creía que el naranja no pegaba con el morado, pero luego he visto el atardecer que hiciste el martes y es genial".
En Italia, Eugenio se suma al aplauso.

Er Tato dijo...

Plas, plas, plas

También el representante del Autor se merece un aplauso. Sincero, sin duda. Me ha encantado, me ha hecho sonreír ¿se puede pedir más?

Un saludo