Viernes de dolores
Mientras
duró aquel terrible suplicio de la flagelación no me separé ni un segundo de
María. Traté de que se apoyara en mi mano y ella agradeció el gesto abrazándome
con fuerza como si fuese su hijo.
Enseguida
noté el calor de sus lágrimas, que llegaron a empapar mi túnica. Los sollozos,
apenas apreciables por los demás, se clavaban en mis oídos como puñales. No me
atrevía a mirarla; tan grande era su dolor; pero vi las gotas de sangre, las
mismas que cayeron del rostro de Jesús en Getsemaní, repetidas en la frente de
mi Señora.
No
sabía lo que hacía. Tomé un pañuelo húmedo y traté de recoger aquella sangre.
María se dejó limpiar mientras me hablaba al oído:
―Juan,
llora por mí y por ti. Yo me he quedado sin lágrimas.
Jesús
fue conducido de nuevo al Pretorio y, por un instante, me separé de María.
Busqué con la mirada a los demás; pero sólo vi a mi hermano Santiago, que huía
despavorido.
―Todo
ha terminado ―me dijo con un gesto de horror que nunca olvidaré―. Dicen que
Pedro nos ha traicionado…
―Pedro
jamás nos traicionará ―le respondí gritando―. Le he visto abrazado a María, y
le pedía perdón.
De
pronto vimos salir a Jesús. Coronado de espinas, con la cruz al hombro y
rodeado de soldados se dirigía hacia el Calvario para ser crucificado. La
multitud vociferante y blasfema era su único cortejo.
¿Y
María? ¿Dónde estaba mi Señora?
―Estoy
aquí, Juan. Tengo que pedirte algo.
―Lo
que quieras, madre; ya sabes que…
―Tengo
que acompañar a mi Hijo y estar con él junto a la cruz. Debo hacerlo, pero
tengo miedo. Necesito un hombre fuerte como tú que me acompañe y me defienda de
los soldados y de estas pobres gentes que no saben lo que hacen. No puedo
pedírselo a nadie más: Pedro, Andrés y los otros son ya adultos, y los soldados
no les dejarán acercarse a los crucificados. Ellos están allí para eso; para
que nadie trate de liberarlos o de provocar un incidente.
―¿Entonces,
yo…?
―Tú
eres ya un hombre; tienes 15 años, pero con esa carita de niño todos pensarán
que eres mi hijo, el hermano pequeño de Jesús. Y a las madres, a las esposas y
a los niños les dejan estar a los pies de los reos. ¿Quieres ser mi acompañante
y mi escudo? ¿Me protegerás?
Me
tomó de la mano y comenzamos a caminar. Yo sacaba pecho y trataba de mirar a la
turba con gesto firme y un poco desafiante; pero, cuando llegamos a lo alto,
empecé a comprender que no fui yo quien llevó a María al pie de la Cruz. Ella
me engañó llevándome de la mano para que estuviera cerca de Jesús en esa hora.
¡Pobre de mí! Temblaba
como una hoja. María, en cambio, resplandecía como una reina.
12 comentarios:
PRECIOSO
Madre, llévame también a mí de la mano hasta el pie de la Cruz. Y no me sueltes, no sea que salga corriendo...
Vaya. Debería enfadarme por dejarme sin palabras hoy. Relato muy bonito.
Me gustaría digerirlo más profundamente en una oración. Quizás vea más cosas a través de sus palabras.
Un relato así acerca a cada uno que lo lee al pie de la Cruz.
Impresionante.
¿15 años? yo le habría echado 20, pero seguro que tiene más datos que yo.
Gracias don Enrique.
¿Tendremos todos los dias algunas notas del diario de Juan?
Sería fenómeno, "porfa"
Esto no es cualquier historia. es la nuestra. Ha conseguido que saque el pañuelo y me seque las lágrimas. Entiendo que ponga I porque parece que va a seguir anyer mientras hacia mi ratito de oración alla donde estaba no se si es porque faltaba una luz hacia sombra la cruz en la pared, pensé en escribir algo corto: a la sombra de la cruz. pero ya paso el primer dia y me faltan luces, tenemos más de una semana por delante quizá lo intente
¡Gracias! Adiosle
tyAY! Don Enrique! Qué semana nos espera! GRACIAS
Lo que no se porqué... me lleva a preguntar, ¿qué tal va "Rezar por libre"?
Y AUPA POR ESE EUROATHLETIC!
Qué chavales...
Gracias de verdad!, este diario de Juan de hoy (y los diarios que puedan venir...) me van a ayudar a vivir mejor la Semana Santa.
Presiento que me va a dejar K.O, al igual que el resto de los diarios de los otros personajes de la pasión.
Ahora hablando en serio, yo sé muy bien que si no me suelto de la mano de la Virgen siempre estaré cerca de su Jesús.
¡Qué bonito relato!.
No me cabe duda de que María actuaba de esa forma tan sutil y delicada, pero a la vez fuerte y digna. Era y es una madre para todos.
:)
Publicar un comentario