viernes, 6 de junio de 2014

De nuevo en la autopista




Campos de Burgos 
Camino de Bilbao, me acompaña un viento seco del Sur. El cielo parece teñido de gris. No son nubes; es polvo en suspensión de origen sahariano que recalienta la atmósfera y desluce los colores de la primavera.
En Burgos, el empleado de la gasolinera me dice que anuncian un calor sofocante.
―Más de 25 grados ―precisa, sin duda para impresionarme―.
―¿Sólo 25?
―Aquí no es corriente...
Decido quedarme un rato en la cafetería para estirar las piernas y alejar al demonio del sueño, que siempre me acecha en la autopista.
A los pocos minutos entran en el local dos curiosos personajes: él habrá cumplido los 80 años y luce un sombrero de paja, una camisa arrugada, unas bermudas verdes y unas zapatillas de playa sin calcetines. Ella, flaca y renegrida, no es más joven. También viste bermudas y camisa de playa, pero además. exhibe en brazos y piernas una piel apergaminada y reseca.  La señora se mueve en todas las direcciones como buscando algo. Al fin viene hacia mí. Me pregunta si hablo italiano, y ante mi respuesta afirmativa, me cuenta que se llama Valeria y que su marido se ha puesto enfermo durante el viaje. Es urgente que le vea con urgencia un médico especialista en el aparato digestivo.
―Siempre ha sufrido del estómago ―precisa―, pero no se deja cuidar.
Gracias a Dios, el empleado de la cafetería resulta ser un tipo amable y con recursos. Enterado del problema, hace un par de llamadas telefónicas. Antes de abandonar el local, Valeria me coge de la mano y me la besa tres o cuatro veces con fuerza, como si tratase de atravesarla.
―¡Ustedes siempre están dispuestos! ¡Son como ángeles! ―exclama con tono melodramático―.
Unos kilómetros más adelante, me detengo en un área de descanso y trato de dar una cabezada. Nada más inclinar el asiento, veo por el retrovisor que entra el Alfa Romeo de los italianos. Conduce ella. Él, a su derecha, se está comiendo un helado.
Se me ha pasado el sueño. En hora y media, el viento del desierto y yo habremos llegado al Cantábrico.

  

10 comentarios:

Vila dijo...

Y supongo que también de nuevo a descansar en Gaztelueta en su escapada familiar.

Disfrute del finde (y seguro que a Marita le gustará saber porqué se puso tan contento).

Dele saludos cariñosos de mi parte.

pacita dijo...

Cuidado con las áreas de descanso.no se fíe Pq roban!!!

Merche dijo...

No estaría tan mal del estómago si al rato se estaba comiendo un helado. Nosotras tan dispuestas a cuidarles y ellos tan dispuestos a no dejarse cuidar. ¡Qué desperdicio!
Que descanse y disfrute de su tierra.

Anónimo dijo...

Es que los helados lo curan todo...
Lucía

Una lectora habitual dijo...

Seguro que el verle vestido de cura animó a Valeria a preguntarle por dos cosas: su buena disposición para ayudar y por la posibilidad de que hablara italiano.

¡Que descanse!

Antuán dijo...

Buen viaje! es muy socorrido esto de saber idiomas. Quedas la mar de bien. Adiosle

Aldebarán dijo...

Y dé a su madre un abrazo fuerte de parte de una admiradora

Ana dijo...

Aqui estoy nuevamente; me ausente unos dias pues estuve muy atareada...
No me alcanzan las horas del dia: Pater !!!!!! Me da Usted la receta para llegar bien con todo??
GRANDE PATER !!! GRANDEEEE !!!

Ana dijo...

BUEN FINDEEEEE !!!!!!! Para todos, a pasarlo genial...
Preciosa foto y mejor relato aún...
Descanse mucho y disfrute de su tierra, Usted atrae multitudes Pater, tiene un don muy preciado, tiene A CRISTO, por eso atrae así a la gente...
GRANDEEEE PATER !!! Que Dios lo bendiga muchooooo...
A dormir que es muy tarde pleaseeee...

Altea dijo...

Bueno, es que el helado es la mar de digestivo. Tengo una tía, muy anciana ya, que cada vez que notaba acidez en el estómago se zampaba un helado y, según ella, se la pasaba.
Y va por lo 92 años.