A la izquierda, Portugalete con el Serantes al fondo. A la derecha, Las Arenas, Punta Galea...
Las Arenas es una gran ciudad en miniatura. Todo lo que uno puede necesitar está muy cerca, a cuatro o cinco manzanas. No se echa en falta nada. Se diría que es una metrópoli de juguete pensada para atrapar al visitante, para que no se escape nadie. Bilbao está a doce kilómetros, pero ¿a quién se le ocurriría desplazarse tan lejos? Como no sea para ver al Athletic en San Mamés… La calle Serrano de mi Madrid no logra aproximarse, ni de lejos, al ambiente de esta urbe cosmopolita y burguesa, que cabe en la palma de una mano.
Las Arenas es un almacén de recuerdos de mi infancia, que trato de reconstruir cuando camino por sus calles. Sus boutiques, sus restaurantes de todos los niveles, el Club marítimo, el paseo que bordea el puerto deportivo, los bares repletos de pintxos con sus tentadoras terrazas, las librerías, los kioscos de periódicos, el aroma de las confiterías y del pan recién horneado; los antiguos chalets del Paseo de Zugazarte, y sobre todo las gentes que llenan las calles llueva o haga sol, dan al pueblo una personalidad insólita como no he visto en ningún otro lugar de España.
Las Arenas tiene música y letra. La música es el conjunto de las voces, la sinfonía de acentos, el deje característico de esta tierra que me suena a música celestial, tal vez porque yo lo perdí hace años y ahora trae a mi memoria la onda sonora de mis padres, mis hermanos y primos, los viejos amigos del colegio.
¿Y la letra? ¿De qué hablan las gentes por las calles de Las Arenas? En mis largos paseos me gusta ir atrapando retazos de conversaciones siempre altas y sonoras, como corresponde a la tierra. Mi conclusión es que hemos cambiado y no para bien. Nos hemos vuelto soeces y ombliguistas. Por una parte hay demasiadas obscenidades, irreverencias absurdas y monótonas blasfemias en niños y adultos, en hombres y mujeres, que ya no sorprenden a nadie, a mí tampoco. Si acaso me desconciertan por oírlas con una música bilbaína que en otras épocas era limpia e inocente. Por otra parte, está la política; iba a decir la maldita política local, centrípeta y egoísta, que lo envuelve y ensucia todo. ¿De dónde nos ha llegado este espíritu victimista y pueblerino? Nadie se enfade conmigo, por favor. Escribo deprisa, sin matizar, con orgullo, pero también con pena.
Durante mi paseo por la Calle de la Amistad, alguien ha gritado mi nombre. Me vuelvo hacia la voz y veo a un hombre de mi edad, gordinflón y sonrosado, que insiste:
―¿No me conoces, o qué? Estás igual que hace cuarenta años…
Le confieso que no tengo ni idea… Se identifica. Me da un abrazo que lleva aroma de vino tinto y trata de invitarme “a tomar algo aquí mismo”.
A duras penas me zafo de mi viejo conocido y regreso a casa de mi madre rezando el Rosario. Aún falta más de una hora para el partido.
8 comentarios:
Muy cierto: hay "amigos" que exigen sin elegancia y reciben sin gratitud. Zafemos, zafemos - nos.
Me encanta su descripción. No he tenido la suerte de viajar aún al Norte y pienso hacerlo pronto si puedo. A diario trato con paisanos suyos y si algo no encuentro es un término medio. O son lo más majo entre lo majo, lo sano y lo cabal o lo más bruto, seco y cerrado. Pero hay infinitamente más de lo primero. O, al menos, esa es mi percepción. Cuando consiga viajar por fin a Bilbao, ya le contaré
Me dice Blogger que ha publicado una entrada hoy sobre abejarucos, pero no la encuentro. Serán pajaritos de esos suyos y habrán volado...
Por cierto, y a regañadientes, enhorabuena al Barsa. No se puede jugar tan bien y no ganar (frase del madridista más acérrimo que conozco, yo no pude ver el partido, qué raro)
En efecto le pasa algo raro a su "ordeñador", hoy me vuelve a pasar lo mismo: no veo su página de pajaritos al igual que Cordelia.
Usted habrá perdido el deje, pero no el buen sabor de la gente del norte.
Mi jefe directo, laboralmente hablando, también es de Bilbo (también perdió hace años su deje)y cuando saca a relucir el consabido: es que soy de Bilbao... yo siempre pienso: Caray otro que tal baila, qué habré hecho yo para tenerlos tan cerca?, jajaja.
Ambos son buena gente, como también lo es toda la gente que me encuentro cuando veraneo por esas tierras norteñas cada año desde hace muchos años. Y si Dios quiere lo seguiré haciendo otro muchos más.
Como ve, según mi parecer son ustedes por lo general buena gente, no todo es política.
Me ha rncantado su entrada de hoy, sobre las arenas, soy gallega y por destino de mi padre hace años tuve la suerte de vivir entre Neguri-Algorta y las arenas , la entrada por la noche en aquella zona, fué espectacular, aquellas casas señoriales con aquel ambiente tan noble ,elegante era como de otra época, la gente increible, acogedora y familiar, nos recibio con una familiaridad, y afabilidad, que francamente no tuve en ningun otro sitio, ya digo no siendo de alli me senti como en casa, morriña decimos los gallegos de aquellos lares.....y aquellos años....A, ROMERO.
Desde luego por boina no será pero esque el amor a la patria chica lo tenemos todos cuando en el ave nos ibamos acercando a la Mancha sembrada de olivos y viñedos y tierras de colores quise sacar alguna foto desde el tren con dos me quedé solo, porque luego pinto de la memoria y la imaginación. Es bueno no digo que no. Y el partido me alegro que ganaran, eso de enseñar la copa antes ya anima. Adiosle
Me pasa lo mismo cuando vuelvo a mi Madrid, que no es mi Madrid , que me lo han cambiado....Y la manera de hablar es tan distinta. Lo único que no cambia es la luz del dia, el azul del cielo, y el olor. Basta cerrar los ojos para estar otra vez esperando el autobus de la facultad, o paseando por Goya....
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