Hasta hace pocos años ofrecer un pitillo era un detalle de cortesía y una forma de tender puentes. Es evidente que los tiempos han cambiado, pero ¿quién no ha ofrecido alguna vez un pañuelo de papel? Yo tengo sobre la mesa del despacho una caja que ha servido como paño de lágrimas a más de una alumna atribulada.
¿Te acuerdas, Vila?
2 comentarios:
¡Eh! muy txulo el anuncio...y el fondo de pantalla :D
Un cariñoso saludo.
¡¡ Me encanta la foto holandesa del campo de amapolas!!
Claro que me acuerdo, amigo, cómo olvidarlo!! Usted suele tener una caja de kleenex en la parte superior derecha de su escritorio en capellanía, y una, que es zurda, sentada frente a usted, iba cogiendo (discretamente eso sí) con su mano izquierda uno a uno sus pañuelitos de papel hasta agotar existencias.
¿Cómo resistirse a una invitación para ir a verle en la que -como gancho- me dice, literalmente, que tiene todo un cargamento de kleenex para mí? Es tan conmovedor, que es irresistible en su esencia.
Lo que fue verdaderamente conmovedor fue que, tras 14 años de estar fuera de su radio de acción, me recibió con los brazos abiertos, un abrazo físico que quita la respiración por el cariño que transmite y un paquete de kleenex… y de eso han pasado ya 20 meses. (Y cuántas cosas han pasado en estos meses,¿ verdad?)
Para que se anime más gente a visitarle también hay que decir que, en ocasiones, también ofrece un vasito de agua fresquita de la maquinita esa.
Un fuerte abrazo y gracias mil
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