sábado, 11 de diciembre de 2010

Adviento (VI)

Los viajes de María




Cuando San Gabriel nos hizo notar que la casa de Nazaret corría peligro inminente de ser destruida por los mamelucos, los demás ángeles pensamos que había que tomar medidas urgentes. Estábamos, para que os hagáis una idea, en los últimos años del siglo XIII.
Nosotros no tenemos costumbre de interferir en la historia de los hombres; nos limitamos a interceder ante el Señor ―que no es poco― para que Él mueva los corazones y enderece lo que está torcido, si es su voluntad; pero en aquella ocasión nuestra súplica a Yahvé estuvo bien cargada de razones y también de vehemencia:
―¡Señor, es tu casa; aquella en la que viviste durante treinta años…!
―Mi casa es el seno de mi Madre ―nos respondió―, y ella nunca dejará de estar a mi lado. ¡Qué importa que desaparezcan unas pocas piedras!
―Para tu Madre, esas piedras representan todos sus recuerdos de niña, la visita del Arcángel, tus juegos cuando eras pequeño, el taller de José… Son piedras santas. Allí el Verbo se hizo carne…  
―¿Y qué queréis que haga? Son los hombres quienes deben defender esas reliquias.
En ese momento, con una sonrisa en los labios, como quien propone una travesura, la Virgen María preguntó en voz muy baja:
―¿Y por qué no las cambiamos de lugar?
Así fueron las cosas. A la Señora le gustan los viajes y no le importa deslumbrar a los hombres de vez en cuando con milagros líricos y domésticos que ella firma con un inequívoco toque femenino. Sólo a María se le pudo ocurrir la fantástica idea de viajar a Zaragoza desde Israel para consolar a un pobre predicador que no conseguía hacerse entender por los aragoneses. Los ángeles estamos acostumbrados a estas cosas: a un rosal que florece a destiempo, a un aroma de flores que acompaña a sus apariciones en la tierra, a un agua que lava las heridas del cuerpo y del alma, a un retrato de María grabado en la tilma de un indio mexicano… Por eso, cuando habló de trasladar su casa de sitio, comprendimos que el problema estaba resuelto.
El espacio aéreo europeo estaba abierto. Volamos a cinco mil pies de altura y, antes de llegar a nuestro destino, hicimos escala en Dalmacia. Al fin llegamos a un precioso campo de laureles al que llamamos Loreto. 
Esta es la historia. Ahora los hombres se sorprenden al comprobar que esas piedras nada tienen que ver con su entorno y que son iguales en todo a las de otras casas de Nazaret. Y no comprenden que en realidad son muy distintas: aquí a todas horas hay aleteos de ángeles que peregrinan a la casa de su Reina. Aquí aún resuena el eco de sus palabras: “yo soy la esclava del Señor. Hágase en mí tu Palabra”. 

8 comentarios:

Nuevepornueve dijo...

GRACIAS, esta vez más especiales que nunca, por esta entrada. Ayer estuve tan de "celebración" que no tuve tiempo para entrar en el globo...
Loreto.

*Espero que me encomendara especialente ...cuento con ello!
LFP

Almudena dijo...

Muy buena la entrada. Gracias

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

Aqui en España conocemos poco a la Virgen de Loreto y yo tampoco pero me gusta mucho esa idea surgida de la piedad popular sobre la capilla con la casa transportada por los angeles...a nadie le importa si es verdad o no es verdad, lo que nos importa es el simbolo que ofrece.
la belleza siempre esconde algo de realidad como todas las leyendas.

Vila dijo...

Bueno, D.Enrique, ha escrito otra joya y lo sabe, otra de tantas que rondan por aquí. Y esta semana precisamente no voy de aduladora como ha podido comprobar.

¿De verdad no va a ser capaz de poder organizarse en vacaciones y rematar la tarea ya empezada?. Propóngaselo de verdad y no lo deje a la improvisación.

Usted trabaja en el ramo, ya sabe, le sugiero que se confeccione un horario, que lo publicite a la family para conseguir un compromiso mutuo de cumplimiento y ya verá como hay tiempo para todo.

Mientras tanto... evidentemente ésta queda seleccionada también.

GAZTELU dijo...

GRACIAS!!!

Es como un oasis en medio del desierto!

Anónimo dijo...

Don Enrique.
¿Como fue el primer Adviento? Esos nueve meses...En la tierra pocos lo sabían. La Virgen, San José, Santa Isabel, su marido, y... ¿Que quiere que le diga? San Joaquín y Santa Ana seguro que tambien lo supieron. La Virgen se lo contaría. Bueno... se enteraría Santa Ana primero. San Joaquín se enteraría quizas un poco más tarde como nos pasa a todos los padres y "tíos" en general. ¿No le pasó al mismo Jesus en las bodas de Canaá?

Pierre Nodoyuna dijo...

Que mandona.....

melina dijo...

muiy buena su entrada don enrique!! nos ha hecho reflexionar:) en estos dias le mando la imagen del belen de mi parroquia para su coleccion de belenes del globo ( aun se reciben imagenes? )