miércoles, 18 de abril de 2012

Carta a una monja de clausura




 Si no me equivoco, Beatriz es la cuarta empezando por la izquierda
Querida sor María Almudena del Espíritu Santo:
Te llamo así, porque éste es el nombre que elegiste hace veintisiete o veintiocho años al ingresar como novicia en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Antes de ese día eras simplemente Beatriz, “Bea” para los amigos.
Sabes muy bien que ya no se llevan nombres tan largos. Entre las de tu edad tampoco. Ahora las chicas tienden a acortárselo hasta el límite, quizá para que haga juego con la falda. En el centro de bachillerato donde trabajo proliferan las “Beas”, “Chuses”, “Matis” y “Pes”.  En tu monasterio, en cambio, no te llamarán “Almu”; tenéis tiempo de sobra para decir el nombre completo.
Por cierto, no sé por qué vía te llegará esta carta. Me parece que en la clausura no se recibe prensa escrita y tampoco estáis enganchadas a la red. Así que lo más probable es que te la lleve alguno de tus infinitos sobrinos.
Me viene ahora a la memoria una visita que hice al monasterio, poco después del primer viaje apostólico de Juan Pablo II a España. Me parece que tú aún no habías ingresado en la orden. 
Recuerdo que hablamos del encuentro que tuvo el Santo Padre en Ávila con monjas de clausura de toda la Península. La superiora nos dijo entonces que ellas no habían asistido a esa reunión. Les había costado mucho renunciar a ella, pero la comunidad en pleno decidió ofrecer al Señor el sacrificio de permanecer en el Monasterio para pedir por los frutos del viaje del Papa.
Pero volvamos a tu historia.
Cuando te conocí en el club Roca, un centro de bachilleres dirigido por el Opus Dei, eras una chiquilla morena con cara de lista. Tenías quince años y no te diferenciabas mucho de las demás salvo en una cosa: no querías llevar pendientes. Eras la pequeña de 10 hermanos, estudiabas 1º de BUP con buenas notas y acababa de fallecer tu padre.
Lo de los pendientes no me pareció un asunto grave; pero fue el punto de partida de una serie de conversaciones que ya ves hasta dónde nos llevó. Tú pensabas que Dios te llamaba a  una entrega singular. Querías apartarte del mundo e ingresar en una orden contemplativa de clausura.
Te tomé en serio desde el primer día. Eras una niña, desde luego, y debía asegurarme de que tu propósito no era una especie de chaladura de adolescente ni un simple impulso emotivo. Pronto me convencí de que aquello era sobrenatural.
Conocí a tu familia. Comprobé entonces que no sólo eras la pequeña: Rosalía, la penúltima hermana, ¡te llevaba 8 años! Eras la pequeñísima. Y cuando me reuní con ellos para hablar de tu vocación vi con toda claridad hasta qué punto eras la predilecta. Pilar, tu madre, ya tenía varios nietos, incluso mayores que tú. Entre otros, Begoña, que ahora anda por América rodeada de niños.
Yo me preparé muy bien aquella reunión. Supuse que tu madre y tus hermanos pondrían  objeciones a que ingresaran tan joven en una orden religiosa como las clarisas, y pensé varios argumentos más o menos convincentes para tratar de que entendieran el sentido de tu entrega a Dios. No hicieron falta. El mayor de tus hermanos me interrumpió e hizo una sola pregunta:
―¿Cree usted que nuestra hermana tiene vocación religiosa y que esa vocación viene de Dios?
Respondí que sí con una seguridad que en ese momento no sentía.
―Todos podemos equivocarnos ―añadí―; pero la mayor equivocación sería impedirle que dé ese paso.
―Entonces no tenemos más que hablar. Lo dejamos en sus manos. Asegúrese de que está en su sitio y rezaremos todos para que sea fiel.
Han pasado ya 25 años desde tu profesión solemne y me has pedido que participe en la celebración. No faltaré, desde luego.
Para terminar estas líneas se me ocurren muchas consideraciones sobre la generosidad de tus padres, sobre la formación que recibiste desde pequeña y sobre el ciento por uno que Dios te ha dado ya en esta vida como premio a tu fidelidad; pero soy egoísta y pienso sobre todo en que, desde hace 25 años, hay una monja con cara de lista que reza por mí. Y eso me hace fuerte, casi, casi invencible.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Se equivoca: Beatriz es la cuarta empezando por la izquierda. Con dos coletas.
Monse

yomisma dijo...

Beatriz es la de las coletas. Gracias por la carta. Me he quedado sin palabras desde que he encendido el tfno y me he encontrado a mi-misma en su globo con seis o siete años...

Anónimo dijo...

La cuarta por la izquierda: la de las coletas. Los demás son algunos de sus sobrinos ("sorrinos", les llamaba ella).
Gracias, D. Enrique, por traer a la memoria aquella época en que mis hijos y hermana eran pequeños...
¡Qué de cosas hemos pasado en estos 25 años!

Enrique Monasterio dijo...

Es cierto. Confundí la derecha con la izquierda, pero identifiqué a Bea a la primera

Clo dijo...

Es una carta preciosa, y la historia de Sor María Almudena también lo es. Gracias por hacernos partícipes de ella a través del 'globo', conocer historias de santidad ayuda a una a busar vivir en santidad.

Un abrazo afectuoso.

Claudia

Anónimo dijo...

¡Qué bella carta!
Y qué bonito que la gente se siga preguntando actualmente "¿qué quiere Dios de mi?": celibato o matrimonio, cada persona con una vocación diferente, pero deseando con mucha fuerza la santidad y la entrega profunda a Cristo que primero se entregó por nosotros.

Antuán dijo...

Pedimos por Beatriz por que si ha llegado hasta aqui seguira siendo un buen apoyo para todos. Adiosle-pido

Anónimo dijo...

Me ha emocionado...
Lucía

F. Querol dijo...

Que bonito. Qué emotivo.
Dios bendiga a Sor María, a su familia y a D. Enrique por elevarnos a todos un poquito hoy...

Recuedo la historia que me contó mi abuelo cundo mi tia Mª Pepa entró de monja en las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Me decía mi abuelo que la noche antes de que se fuera a Córdoba rezó con todas sus fuerzas para que Dios se la dejara...y la noche siguiente rezó aun más fuerte y claro para que Dios la aceptara y siguiera adelante con su vocación. Como así ocurrió, hasta que se reunieron los dos, seguro, en casa del Padre.

un abrazo

Adaldrida dijo...

Preciosa, de verdad.

yomisma dijo...

Anónima de las 18:38, hueles a madre.;-)

pacita.. dijo...

No he podido acabar de leer esta carta sin emocionarme ,que alegria cuando puedes celebrar tantos años de fidelidad!!!menos mal que en la Iglesia hay estos "focos "de oración que seguro nos llegan a todos .

Papathoma dijo...

Ayer, un chaval de 16 años que conozco, me dijo que se confirmaba dentro de un par de semanas. Está radiante. Hace cinco años que pidió ser bautizado (para lo que recurrió a la ayuda de su abuela) y me dijo riendo que el Obispo le había dicho ahora: "el siguiente paso, el Seminario".

Mucho antes de que me contara su historia, estaba rezando por él en este sentido. Quién sabe...

Belen dijo...

Me ha emocionado mucho la carta,pero acabo de descubrir...que estoy un poco fuera de lugar :(

Un cariñoso saludo.

Vila dijo...

Hoy he vuelto a leer la carta y me he emocionado de nuevo al igual que ayer por la noche cuando tuve oportunidad de entrar al globo. Su último párrafo me gusta especialmente, me da qué pensar también bastante y que agradecer aún más.

Yomisma, esa cara de pícara la recuerdo perfectamente (ahora que no se entera nadie, ¿recuerdas la cantidad de trastadas que hicimos en el Roca de pequeñajas –y no tan pequeñajas-? Qué tiempos …)

yomisma dijo...

Me acuerdo, me acuerdo. Ya las repasaremos cuando te vea...

Clara dijo...

A mi también me ha emocionado. Caramba, qué gozada de familia.

ARdV dijo...

Que linda carta!! Ojala yo sea asi de generosa con mis hijos, y que si a alguno Dios le pidiera una entrega total, sean ellos también generosos y sobre todo fieles!

Anónimo dijo...

Gracias Don Enrique por compartir una vez mas sus cosas. Ni se imagina la trascendencia que ha ocasionado en mí esta carta, en el cielo se encontrará seguro la recompensa.

Gaztelu dijo...

Impresionante,,!!!!!
Estas historias son las que hacen que la vida tenga sentido y que casi toquemos los pies de DIos.

Muchas gracias por compartirlas